Soy funcionario, una especie que el común de los españoles
odia tanto como desea verse dentro de ella. Llegué por incapacidad, por falta
de aliento para haber desarrollado mis vocaciones primarias: periodista, actor,
viajero y un soterrado y nunca confesado amor a las palabras que nunca fluyeron
suaves de mi pluma. El caso es que no puedo decir que sufriera mucho para
conseguir mi plaza pública y sí más bien confesar que disfruté de lo lindo
durante un año en que me quedé en paro y disponía de todo el tiempo del mundo
para dedicárselo a Gracián, a Quevedo, a Goethe, a Valle-Inclán, a Cervantes...
Me levantaba temprano y me excitaba ante el panorama que me deparaba el día. No
seguí un esquema rígido. Me dejaba llevar por el placer de ir descubriendo
sesgos no pensados en aquellos autores y épocas. Recuerdo que incluso sentí un
intenso placer estudiando exhaustivamente la gramática histórica (Menéndez
Pidal, Rafael Lapesa, Marcos Marín...) ya que uno de los ejercicios fijos en el
examen de oposiciones era un texto medieval del que había que comentar su grado
de evolución e interpretación de sus características filológicas. Por aquel
tiempo no era raro el conseguir algunas anfetaminas que te recetaban los médicos si se lo
pedías o, si había suerte, en la farmacia te las facilitaban sin
demasiados problemas. Me tomaba media dexedrina hacia las siete de la tarde
tras un día dedicado al estudio reglado. Pero faltaba lo mejor, la prolongación
del día en la noche ya que media dexedrina te producía una concentración de
diez o doce horas con altísima intensidad. Fumaba por aquel entonces y caía un
paquete de Ducados durante la noche, junto a algunos cafés. ¡Qué placer pasar la noche
embebido en El arco y la lira de Octavio Paz o leyendo a algún tratado
de poesía que abordaba la poética de la modernidad a partir de Baudelaire, Rimbaud, Mallarmé. No
tenía que ver en absoluto con el programa pero me daba igual. En el fondo todo
el conocimiento está conectado. Cuando dividimos en compartimentos, cuando
clasificamos, cuando ordenamos... hacemos una labor intelectual interesante
pero es infinitamente mayor cuando establecemos relaciones, vínculos,
conexiones, hilos que unen la trayectoria poética europea con los vedas indios
o los aedos griegos. Me gustaban los pensadores que eran capaces de relacionar
todo el conjunto de la experiencia poética de la historia de la humanidad. Octavio Paz era mi maestro de
ceremonias, como lo fue en otro sentido Julio
Cortázar. Me atraía la visión panteística, metafísica y mística que subyace
a toda auténtica experiencia poética. Soñaba con viajar por Estados Unidos y
probar algunas dosis de mescalina a la luz de la lectura de Las puertas de la percepción de Aldous Huxley y la de Carlos Castaneda y Las enseñanzas de don Juan. Probablemente era algo osado el pretender vivir el fenómeno poético desde dentro, desde la raíz de los grandes
poetas. Y todo esto me lo planteaba preparándome un programa de oposiciones que
debería haberme hecho sufrir y padecer lo indecible. Pues no fue así. Me lo pasé
en grande. Tenía incluso tiempo de salir de copas y realizar fiestas nocturnas.
Eso sí cada día incluía jornadas de catorce o quince horas de estudio, pero no
lo vi como un padecimiento. No hay mayor placer que estudiar creativamente,
realizando esquemas y resúmenes sin ninguna prisa. Lo esencial no era el
objetivo sino el camino que me conducía a alguna parte en sitio donde alguien
me esperaba, alguien o algo.
Estudiar es una de las experiencias más enriquecedoras, pero
uno no lo sabe hasta que las preguntas empiezan a fluir y es entonces cuando
algunas mentes privilegiadas entran en la nuestra y nos revelan sus reflexiones
que alumbran esa secuencia de modelos literarios y culturales que es la
historia de nuestra cultura. Sé que algunos consideran que la literatura y el
arte son actividades equivalentes a cualquier ocio o actividad o materia. No
discuto. Sólo faltaría. Pero en mi fuero interno me doy cuenta de que esa
permanencia de mitos, de modelos, de moldes primigenios, son el eje sobre el que
transita todo nuestro universo. Cuando enviemos una sonda espacial tal vez no
debamos reflejar sólo la estructura del hidrógeno sino también los modelos
culturales y poéticos que nos han conformado. Salvo que el mundo que vivimos
actualmente es esencialmente antipoético y está caracterizado por la planitud
que no plenitud. La literatura está en trance de desaparición, pero da igual.
Tal vez alguna vez surgirá de nuevo algún salvaje en algún tiempo que sienta la
necesidad de expresar la soledad y radical indiferencia del cosmos sólo exaltado
por las imágenes artísticas que llenan de sentido lo que hemos decidido que no
lo tiene. Ahora sólo adquiere espesor cultural la tarjeta de crédito, auténtico
icono de nuestro tiempo, y, como templo, la arquitectura resuelta de los
centros comerciales.
¿En qué estaría pensando yo mientras estudiaba concentrado
durante horas y horas nocturnas y cayendo cigarrillo tras cigarrillo? No hacía
otra cosa que establecer conexiones, las que siempre he ansiado que establezcan
mis alumnos. Ese es el verdadero núcleo del conocimiento.
¿Por qué cuento esto? Sólo hay una respuesta y se llama libertad.
Precioso. Me ha encantado.
ResponderEliminar¿Crees que la literatura está en trance de desaparición? ¿Qué llegará un momento en que la humanidad sobrevivirá sin ella?
ResponderEliminarYo no lo creo, de hecho no soy capaz de imaginarlo.
Aunque es cierto que conozco a mucha gente que no la necesita para nada. Y gente que estudia literatura y no le gusta la poesía...
Igual algunos sean capaces de llegar a esas reflexiones o conexiones a través de otras cosas... no sé... o tal vez simplemente no lo necesitan.
En todo caso, a mi hace mucho que me picó el bicho y ya no hay nada que hacer.
Un placer como siempre :)
Impresionante rememoranza, Joselu. Llega a emocionar. ¡Qué pocos se hacen funcionarios con ese espíritu, ese talante, esa visión, ese gozo en el aprender viviendo la literatura! Tú y tus alumnos tenéis esa suerte. Salud(sos).
ResponderEliminarMe tienes fascinada. No queria leer tu post ahora porque no tengo tiempo de contestarte agusto. Pero voy a llegar tarde a mis citas y me da igual. Te diré porqué.
ResponderEliminarMe he sentido muy identificada con tus pensamientos. Cuando empecé primero de derecho después de hacer el acceso, que no me resultó difícil aunque tuviera 44 años, me encontré con una asignatura que todo el mundo odiaba y a mí me enamoró, la Historia del Derecho. Empecé a estudiar con el libro que nos daban pero me interesó tanto y tanto el tema, que me fuí abriendo, investigando, leyendo, y eso que el internet no existía, y me quedaba horas y horas leyendo libros que pedía prestados o había cogido de la biblioteca.Me encendía incienso y no veia el momento de acostarme , fumando, como tú, Fortuna tras Fortuna. No me acuerdo ni de la mitad, pero cuando se crearon las autonomías yo me sentí encantada de entender su derecho foral y sus porqués.
Es un poco en caricatura de lo que te sucedió a tí pero me lo has recordado. En esa época yo lo estaba pasando muy mal anímicamente, pero estudiar me sirvió para aprender y empezar a dar pasos por la vida de los que nunca me he arrepentido.
Aunque me gusta más la palabra "agusto" que "a gusto", sé que no es correcta. Lola
ResponderEliminarmjchorda, lo celebro. Yo también disfruté escribiéndolo, motivado fundamentalmente por la sensación de libertad íntima para escribir. Creo que en este oficio de bloguero, es cierto que uno está condicionado por la responsabilidad, pero no es menos cierto que el máximo interés se consigue cuando uno siente la libertad en sus teclas.
ResponderEliminarMari Carmen, la necesidad de la literatura está muriendo sustituida por otras cosas. La literatura es un placer duro. No todos los libros son literatura. La literatura es un veneno del alma que sé que a ti te ha picado, lo siento o lo celebro por ti porque vivirás una época en que serás anómala o diferente. Mi perspectiva de vida me hace ver que la literatura como droga dura ha sido sustituida por una amalgama de buenas intenciones, pensamientos positivos o exceso de espectacularidad. No sé si puedo juzgar la situación de la literatura por lo que yo percibo a mi alrededor. Hay algunos que leen libros pero leer libros no significa leer literatura. Tú sabes bien que ésta tiene un núcleo duro, y hoy nos hemos acostumbrado a simulaciones blandas, a alimentos repletos de calorías vacías, a adormideras que no llegan a cuestionarnos y a excitarnos cuando más lo necesitaríamos. Lo que se entiendo hoy por literatura es mercado, puro mercado. Yo he desistido de ella. No quiero ser más profesor de literatura. Me quedo con mis alumnos inmigrantes que, al menos, tienen todavía alguna curiosidad intelectual. Soy duro, pero es lo que siento. Y sé que tú eres una de esas anticuada que todavía ama la literatura, no sé si como epígona o como precursora. Espero (ansío) más esto último
jaramos g., decía en mi comentario a Mari Carmen que he abandonado (espero que definitivamente) el oficio, que consideré esencial en mi vida, de profesor de literatura. Los jóvenes de bachillerato en general son adocenados y conformistas. No necesitan la literatura para nada. No les aporta nada a su vida. Lo entiendo y no se lo recrimino, pero nuestros caminos, por tanto, se han desencontrado. Me encuentro cien veces más a gusto impartiendo clase de lengua y pensamiento crítico a alumnos de ritmo lento (la mayoría inmigrantes) que a nacionales prepotentes y ahítos de golosinas con sabor a caca de vaca. Yo creí que la literatura era un valor universal, pero me equivoqué. Los nuevos tiempos la han hecho decrecer, pero no lo lamentemos. También la iglesia ha decrecido e incluso el ejército. No tienen el poder ni la influencia que tuvieron en otras épocas. La literatura y la filosofía han sido devaluadas por los planes de enseñanza en consonancia con su valor en el mundo contemporáneo. Si yo pudiera, evitaría esa propensión nuestra de considerar la lectura como necesaria y positiva. Es una falsedad. Hoy leer no significa ninguna virtud cuando todo es un Reader Digest aún más simplificado. Si yo tuviera capacidad decisoria, impediría legalmente el acceso a los textos de lectura a los alumnos de la ESO y bachillerato e incluso universidad. Se puede vivir sin ellos, de hecho se vive. Hoy una profesora de literatura de bachillerato me confesaba que no se había leído la segunda parte de El Quijote y que debía explicar. La primera se la leyó como lectura obligatoria en BUP. Y ha llegado hasta donde ha llegado. ¿Y qué más da si a los adolescentes les importa un higo la cosmovisión cervantina o la angustia existencial de Rosalía de Castro? Me voy con los muchachos de ritmo lento (así les llamamos) pues encuentro en ellos muchas más ganas de saber y de inquirir acerca de la realidad que a nuestros cachorros a los que se presupone lo que es una falacia hacerlo. Me he extendido en la respuesta, pero entiendo que la literatura es un veneno que ya no se necesita. Nos transformaba la vida y ahora sólo queremos admirarnos a nosotros mismos y poder seguir consumiendo todo lo que se ponga a tiro. Sin mayores inquietudes. Pero no pasa nada.
ResponderEliminarUn abrazo.
Lola, me lo pasé muy bien estudiando. Ahora lo hago de otra manera pasándome horas y horas al día investigando nuevas herramientas tecnológicas y estableciendo relaciones. Tú lo percibiste bien al darte cuenta de ello. Estudiar supone un placer sobre todo cuando es desinteresado. Cuando se estudia para pasar un examen pautado, cuando no hay lugar a la inquisición o al desarrollo de la investigación o curiosidad, lo considero tiempo perdido. No me importa nada pasarme horas y horas al día buscando nuevas ideas. Me encanta. Este es el oficio de autodidacta y que no necesita de profesores. Me apasiona. Añoro, no obstante, aquellas noches en que me quedaba sin dormir o dormía de madrugada recordando todo lo que había aprendido. Aprender es el máximo placer que existe, a la altura al menos del amor, de la comida o del viajar. ¡Cuántos placeres en una vida en que, si tenemos suerte, podemos disfrutar durante muchos años de ellos! Gracias por tus palabras. Un abrazo.
ResponderEliminarSi tuvieses que preparar ahora las oposiciones tendrías que pedir que te recetaran Almax, porque las relaciones las tendrías que establecer entre los textos legales y las gansadas de los pedagogos...
ResponderEliminarPregúntales por Mallarmé a tus compis, verás que risa.
«Establecer conexiones, las que siempre he ansiado que establezcan mis alumnos. Ese es el verdadero núcleo del conocimiento.» ¡Exacto! Y eso conecta con la poética simbolista de las correspondencias (tan actual) y con tu devoción, aunque nos digas que es frustrada, por la mescalina: se trata de activar las sinapsis.
ResponderEliminarEs curiosa tu evocación tan personal del estudio y del acceso al oficio. Yo nunca tuve un temario de lengua y literatura (sí el de la LOGSE), porque me consideraba incapaz de parcelar los conocimientos que adquiría con tanta fruición y compulsividad. Tampoco tuve constancia de estar preparando oposiciones, pues todo era un continuum, lectura, literatura, lengua, deleite, aprendizaje... En fin, que no necesité psicotrópicos para embutirme de esos saberes a veces tan inútiles en el oficio diario.
ResponderEliminarUn saludo.
Serenus Zeitbloom, soy consciente de las nuevas gansadas psicopedagógicas que son ahora la esencia de las oposiciones y que, además, no resuelven el problema fundamental y dilema esencial del sistema educativo ¿les enseñamos algo con base intelectual? o ¿les enseñamos a estar en el mundo, a relacionarse, a hacerse sociales? Parece que las tendencias llevan a lo segundo, la escuela como lugar de aprendizaje social y de puesta en práctica de competencias ya conocidas. Sin embargo, cuando llega la selectividad nos damos cuenta de que el sistema naufraga porque no están preparados intelectualmente y todo se revela como una simulación, la de la educación y la de la universidad que finge recibir a individuos maduros y preparados y además actúan como si se lo creyeran. Entretanto nosotros seguimos educando en valores como fundamento hasta que el informe PISA te dice que no funciona y entonces se acusa a los profesores del bajo rendimiento, del fracaso de los niños. No sé muy bien cómo resuelve la pedagogía al uso, la que estudian para las oposiciones, y que cambia según las modas, este dilema que yo no he logrado resolver. Y sí, lo mejor sería en tal caso, Almax Forte.
ResponderEliminarAl59, veo que estás cuando hay que estar. Gracias por entenderme. Exacto.
ResponderEliminarAntonio, tienes razón de que son saberes inútiles en el oficio diario. ¿De qué sirve haber recalado en Gracián o en Hita o en Juan de Mena o Gómez de la Serna por poner unos ejemplos en nuestra tarea cotidiana. Yo me formé para otro tipo de escuela en la que ejercí la mitad de mi vida docente. Tú has llegado después y los saberes filológicos se han revelado como inservibles para la tarea diaria. No obstante, recuerdo dedicar un mes y medio a razón de cuatro horas semanales a la poética de Pedro Salinas encontrando mis alumnos y yo una sensación de maravillamiento compartido. Es otro tiempo y los alumnos requieren ahora ediciones adaptadas de La Celestina o El Quijote cuya realidad estilística e ideológica se les aparece como inaccesible. Es al menos la experiencia que yo tengo, a la vez que me doy cuenta de que yo ya no soy el profesor que necesitan estos nuevos alumnos del siglo XXI en el área de literatura. Me he dejado de considerar profesor de literatura con un alivio extraordinario. Por primera vez en treinta años no soy profesor de literatura. Evohé. Soy profesor de muchachos inmigrantes cuyas lenguas maternas son el beréber, el urdu, el guaraní, el árabe, el portugués, etc. ¿Qué te voy a contar a ti si estás en lo mismo? Lo curioso es que me siento mucho más aprovechado y estimulado intelectualmente por la mirada de estos muchachos que tienen algo que los otros no tienen y no sabría explicar qué es, tal vez es menos prepotencia, menos fatuidad, más curiosidad y sed de saber. Es lo que detecto. En cuanto a los psicotrópicos que les llamas, es sorprendente que en los años sesenta se anunciaran hasta en televisión como medicamentos para adelgazar. Fue después cuando la sociedad se hizo puritana y a la vez hedonista compulsiva cuando hubo que controlar estas sustancias que formaba parte de los exámenes finales de muchísimos estudiantes y que, como digo, no era infrecuente, pedírselos al médico de cabecera porque tenías exámenes. Se podría profundizar más en el tema pero no voy a abrumarte. Ya te habrás dado cuenta de que me encanta escribir largo y tendido y que en mí hubo, cuando era profesor de literatura (ya no lo soy, ya no lo soy…)la tentación simbolista de unir vida y literatura. Evohé.
ResponderEliminarSé que en parte tienes razón y entiendo lo que dices. Se puede vivir sin literatura, evidentemente, igual que se puede vivir sin muchas cosas.
ResponderEliminarLos alumnos no conocen la literatura ni sienten curiosidad por hacerlo. Pero probablemente la culpa no sea de ellos. Entiendo que somos nosotros mismos como sociedad los que damos valor a unas cosas y no a otras, decidimos lo que sirve y lo que no sirve, lo que es útil y lo que no… La mayoría de los alumnos de instituto han crecido, yo también, en una sociedad en la cual, a la Literatura, se la ha devaluado igual como a muchas otras cosas. Importa producir, consumir y tener muchas cosas para que tu vida se ‘esa vida de anuncio’. Probablemente, la gran mayoría de tus alumnos de bachillerato quieren ganar mucho dinero, tener una gran casa, el coche más potente del mercado y suma y sigue… y debe ser complicado intentar enseñarles algo que no les interesa lo más mínimo. Pero es que, tampoco les interesa la historia… ni tampoco sirve, ni es muy útil para desenvolverse en el mundo actual y si empezamos así, muchas de las cosas que se enseñan en un instituto no sirven para nada…
Entiendo que te encuentres más a gusto con esos alumnos inmigrantes, la mayoría tienen ganas de saber, aprender, curiosidad, inquietud y también mucho que aportar. Aunque he comprobado en ocasiones, cuando fui compañera de clase de estos alumnos como acababan contaminándose por la apatía o desinterés de la gran mayoría de la clase.
La literatura abre puertas en la mente que seguramente no vuelven a cerrarse, te hace pasar buenos ratos. Como a mí este verano leyendo la novela que escribió Luis García Montero sobre la vida de Ángel González, su infancia, su adolescencia… esa etapa en que probablemente sentó la base para ser el poeta que fue… y al mismo tiempo reflexionar sobre los cambios en las personas ocurridos en la España de aquella época, una república, una guerra, una posguerra y una larga dictadura que marcó gravemente a la sociedad.
También te hace pasar ratos más amargos cuando te hace tomar consciencia, como diría Ángel, de la inutilidad de tantas cosas y también del sinsentido de esta realidad actual en que, cualquier cosa que te haga profundizar un poco más en la superficie de nosotros mismos carece de sentido o utilidad.
Probablemente yo tenga una concepción poco actual de la literatura y de la vida, cuando se me hace imposible desconectarlas. Igual que desconectar cualquier expresión artística de ella…
En fin… no sé… creo que me extendí demasiado…
“...Un soterrado y nunca confesado amor a las palabras que nunca fluyeron suaves de mi pluma...” ¡¡Vaya cosa más bonita, te ha salido JOSELU!! y tú..¡¡venga a gritar a los cuatro vientos que ya no eres porfe de literatura, que reniegas de su necesidad, que todo se ha convertido en saberes inútiles pero... ¡¡si estás hasta las trancas por ella!! jajaja...espero que R, lo sepa, lo asuma y se lo tome con una sonrisa;-) igual que yo me he reído con lo que le he leído a SERENUS:-)
ResponderEliminarCuanto más te leo, más me arrepiento de haber estudiado... lo que he estudiado :-) pero ¡¡qué envidia me das!! verás, yo sólo he disfrutado estudiando, cuando lo he hecho porque sí o por pura curiosidad, no por obligación... además es que me ha ocurrido siempre y en todo. Cuando estudiaba piano, tocaba todo aquello que no debía tocar y cuando por el curso, ya debía tocarlo, dejaba de interesarme y sólo lo hacía porque no había más remedio. La mejor manera de que no me interese algo, es que me obliguen ;-)
Mi carrera fue un auténtico coñazo leía a LOLA haber disfrutado con la historia del derecho y bueno, es probable que junto con el derecho romano sean de las pocas asignaturas bonitas de por sí...derecho internacional, también, pero digo lo mismo, acumular datos para que tocando una tecla te salgan, es la mejor manera de odiarlos y olvidarlos. Eres la única persona que conozco, que ha disfrutado preparando una oposición y que además confiesa haber tomado anfetas jajaja ¡¡ay JOSELU!! es que me parto contigo :-)
La literatura, como la música y el arte en general, son mundos mágicos donde perderte es uno de los mayores placeres que hay...no me creo en absoluto que reniegues de ella, porque como le decías a MARI CARMEN y ella reconocía, cuando te muerde, ya estás infectado, no hay quien te salve y por mi ¡¡qué a nadie se le ocurra intentarlo!! sin duda, lo que tú has vivido y vives con la literatura a mi me ocurre con la música, supongo que es más fácil...yo no me he encontrado con casi nada con lo que si me concentro no llegue a disfrutar con música y sin embargo, me he encontrado con muros infranqueables en literatura ya sabes mi incapacidad con el Quijote, con Becquer y con un montón más con los que he sido, absolutamente incapaz, lo siento... no me extraña que para enseñar el Quijote haya quien ni se lo ha leído, porque una cosa es enseñar datos y otra enseñar a entenderlo y disfrutarlo, eso hoy, no lo enseña casi nadie en literatura, seguramente porque nadie lo demanda y yo creo que es lo único que se debería enseñar de verdad, a disfrutar de las grandes obras, no a saber cuando, donde y de qué manera fueron escritas. Eso seguro que una vez que las amas, te vas solo a averiguarlo :-)
Uy y ya corto... que me voy y eso que nunca he probado las anfetas ¿te imaginas si me tomo una y me pongo a escribir un comentario? jajaja trescientos, te dejo trescientos en una noche:-)
MARI CARMEN, tranqui, que seguro que te he ganado:-)
Un beso grande JOSELU, me lo he pasado en grande, gracias y buenas noches.
María, es sorprendente que cuando se escribe un texto (un post) sea recibido de modos tan diferentes por los distintos lectores. Eres la única, percibo, que adviertes que en este profesor sin sentido del humor, hay a veces en su deambular paulino por la vida y la enseñanza situaciones tan absurdas que leídas no dejan de adquirir tintes cómicos. Gracias por darte cuenta. Cuando escribo a veces tengo que limitarme y no me gusta. En este post dejé ir (en una especie de rapto: como mejor se escribe) unas circunstancias y una confesión que no suelen ser habituales. Nos hemos hecho tan "correctos", tan puritanos… a la vez que somos exhibicionistas de diseño. Pienso en la anodina Lady Gaga, y lo peor es la legión de seguidores que tiene en Twitter y en su proyección pública.
ResponderEliminarNo hay nada como introducir el absurdo en la percepción de la vida de uno mismo. Eso me hace reír. Y a veces lo absurdo es la pura verdad contada como lo más natural del mundo porque lo que resulta absurdo es precisamente contarlo cuando todos se callan. No sé si las vidas de las personas son tan virtuosas como nos esforzamos en contar, pero cuando miro mi propia vida, me doy cuenta de que un ochenta por ciento merece ser cubierta por un velo opaco. ¿Las vidas de los demás son tan inocentes? Cuando había literatura (ahora ya no la hay ni hay profesores de literatura) los escritores utilizaban su propia vida como elemento de experimentación y sustancia esencial del relato. Hoy si leemos a Valle Inclán (La pipa de Kif) o a Baudelaire (sus escritos sobre el haschish) o a Arthur Conan Doyle ( y su afición a la morfina y al opio) nos parece algo anecdótico y propio de otro tiempo. Hoy somos sanos, no nos dopamos y la mayoría de nuestros pensamientos son castos e impecables. Nuestra única dependencia reconocida (y parcialmente) es nuestra devoción por los centros comerciales y el fútbol (y las naciones quienes las tengan). Y sí, puede ser que en el fondo quede alguna brizna de literatura en mis tejidos, pero me he alejado de ella como de una amante que ha envejecido y ha quedado desdentada, aunque a mí me sigue pareciendo en alguna manera hermosa. Quizás mi postrero homenaje sea seguir escribiendo como si lo que escribiera fuera de algún valor. Yo me lo paso muy bien. Escribir es un extraordinario placer y más recibir vuestros comentarios tan atentos y lúcidos. En cuanto a la anterior comentarista, Mari Carmen, sólo decir, por si no te habías dado cuenta, de que es una muchacha de dieciocho años si no estoy mal informado. Y lee libros de Luis García Montero sobre Ángel González. Tiemblo de felicidad.
Gracias, María, por reconocer que a veces tengo también un pelín de sentido del humor. Besos.
Mari Carmen, es un lujo para mí tenerte como amiga y compañera de reflexiones. Tus años me hacen tu testimonio especialmente valioso. Has iniciado (estás en él) un camino poco usual. De hecho apenas conozco a muchachos que sean capaces de tal lucidez y amor por los textos literarios. Disfruto desde la distancia en saber que alguien de una generación parecida a la que daba clase tiene esas inquietudes que me vas contando. Soy pesimista, pero espero que ese pesimismo acerca del estado de la literatura no oscurezca el placer único que siente uno cuando encuentra determinados textos. Sin más explicación, te sugiero dos. Tal vez los conozcas.
ResponderEliminarBartleby el escribiente (cómo aperitivo para leer algún día Moby Dick) de Hermann Melville.
Esperando a Godot de Samuel Beckett (teatro).
Joselu, no se cómo se llama, ni me importa, pero gracias, gracias y gracias, por un momento he volado a veintitantos años atras y me ha gustado. De cuando en cuando vuelvo a sentir algo remotamente parecido pero hoy tus recuerdos han despertado los mios y un buen montón de sensaciones. De nuevo gracias.
ResponderEliminarEstupendo, estupendo. Matizaría algún detalle pero me ha encantado. En efecto, la indiferencia del cosmos es acojonante.
ResponderEliminarPoca suavidad de pluma ??
Gracias por las recomendaciones Joselu.
ResponderEliminarLos leeré ;)
Malo, no es ejercicio el de nostalgia el que pretendo, aunque esto me ha llevado a recordar otro tiempo. Es ejercicio de reivindicación, de cotejar un tiempo más abierto que el actual, y no sé por qué. Es la impresión de verme a mí mismo y a mis compañeros y amigos domados e integrados, cuando entonces aún creía en las amplias autopistas por las que transitaba la furgoneta de Julio Cortázar, pero no sé si ello es efecto de la edad que tengo o es que efectivamente la realidad que vivimos en un mundo hiperprotegido es desoladoramente empobrecida. No sé, pero que quede mi testimonio con la duda.
ResponderEliminarFrikosal, cada vez me gusta más escribir, especialmente cuando no tengo nada que decir, pero a medida que voy escribiendo van surgiendo las ideas, las relaciones, los enlaces, las sinapsis y, al final, toma vida aquello que era desconocido para mí. Pienso en todo caso que es esencial, como digo al final, el ejercicio vindicatorio de la libertad, a pesar de que a veces pueda rozarse lo patético o lo ridículo. Pero prefiero ese riesgo al de caer en lo previsible. Eso no.
ResponderEliminarMari Carmen, otro texto esencial es Si esto es un hombre de Primo Levi. Seguro que lo has leído. Imprescindible.
ResponderEliminarEs difícil explicar literatura a los alumnos si se ha enfriado mucho la pasión que se sentía por ella. Algunos, anticuados quizás, aún la vivimos con cierto cariño. Menos que antes, es verdad.
ResponderEliminarAunque cada vez menos, todavía restan algunos alumnos que alientan este afecto y eso facilita las cosas...
Coincido más contigo en la bondad del estudio. Yo, que ya casi tengo una edad inconfesable, me considero estudiante crónico. Con algunas facultades mermadas, pero con la experiencia más madurada.
Un abrazo
LUIS ANTONIO
ResponderEliminarLa literatura no es una pasión solitaria, necesita del acicate de seres que compartan contigo ese amor. Antes lo encontraba en los escritores que me cautivaban y que creían en la correspondencia y en la capacidad de la literatura de cambiar el mundo. Se atribuía a la literatura una fuerza taumatúrgica en la que muchos oficiantes creían. Así dialogaba con multitud de escritores que creían en la literatura, y vivía con intensidad mi relación con mis alumnos a los que lograba interesar y atraer hacia ese mundo de modelos, de moldes, de imágenes que llegaban a cautivarnos. La literatura está muerta. Hay escritores de éxito -no lo dudo- que tienen habilidad para escribir relatos que se pueden vender y que se venden bien. Pero ninguno cree ya en la literatura como fuerza transformadora o, al menos, interpretadora, del universo. Hoy existen los libros de autoayuda en que se sintetiza de forma comercial todo el conjunto de ideas que vienen desde los presocráticos y el pensamiento indio a los últimos filósofos más recientes. Hay algunos escritores que siguen creyendo en la literatura, pero son difíciles, no aptos para este tiempo de prisas y superficialidad. La pasión del arte compartido ya no existe. Seguramente, podrás aducir que de lo que se trata es de reducir las expectativas para no sentir la frustración, pero a mí me viene a la memoria aquella frase de algún romántico alemán que venía a decir (cito de memoria) que aquellos que hablan de refrenar el sentimiento es porque este es tan débil que puede ser refrenado.
Mi pasión sigue intacta pero no soy imbécil y me doy cuenta de que ya no hay mucho que compartir en ese terreno, quizás en otros sí y hay que explorarlos. Me interesa el mundo de la imagen como expresión de un caos como el que vivimos. Los vídeos, las fotografías, el debate, las ganas de complicar la vida a mis alumnos a los que sospecho con ganas de que alguien se la complique Dinamita cerebral es necesaria, pero no para alimentar las neuronas de los bachilleres humanísticos donde se hacinan las pléyades más conformistas y carentes de imaginación que puedan existir. Entre las chicas musulmanas, entre los inmigrantes, tal vez noto un hambre de ideas que no distingo en otros sitios. Probablemente ya no necesite enseñarles literatura, pero otras cosas sí haremos, con no menos pasión. Perdona por la extensa respuesta, pero tengo ganas de escribir.
Un fuerte abrazo.
Joselu, nunca tuve claro que la literatura pudiese transformar la sociedad, aunque el hecho de que inquisidores y dictadores la persiguiesen hacía dudar...Tampoco creo que los escritores, salvo algunas excepciones, interpreten la realidad mejor que otros. Lo que sì hacen, sobre todo los buenos, es manejar y combinar las palabras de tal manera que provocan admiración y hasta entusiasmo. Al menos a mí. Y no es poco... ¿Comprendes ahora por qué estoy menos decepcionado que tú por la literatura?
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