Este era el título que he tomado prestado de la entrevista
que Javier Valenzuela hizo al
escritor marroquí Tahar ben Jelloun
(24-09-2011), premio Goncourt en
1987, en el cuadernillo Babelia. En ella se hacía referencia a
su novela El retorno. Las palabras de
Tahar ben Jelloun me resultaron motivadoras pues hablaban del desarraigo del
marroquí en una sociedad como la francesa. Mohamed,
el protagonista, ha trabajado en una fábrica de automóviles durante cuarenta
años. Ha vivido en un suburbio de París y ha tenido cinco hijos. Le llega la
edad de la jubilación y lo que para un europeo se muestra como una etapa llena
de posibilidades, para él es un pequeño drama pues sabe que no pertenece al
mundo francés en el que es un extraño -siempre ajeno- pero tampoco a Marruecos
en el que también es un extranjero
por mucho que sus raíces bereberes tuvieran su origen allí.
Decide Mohamed volver
a Marruecos y edificar una casa en
que reunirá a sus hijos en busca del sueño de congregar a la unidad familiar
como hizo su abuelo o su padre. Dejo el argumento aquí. No quiero saber más
porque deseo leer esta novela. La entrevista revela la otra cara de la moneda
frente a los que se obstinan en ver solamente en el Islam la cara autoritaria y conservadora, tal vez fanática, que
existe, sí, pero como dice Jelloun
cuando algún imbécil musulmán hace o dice alguna tontería se echa sobre las
espaldas de toda la comunidad islámica.
Hay algo en esta entrevista que me resultó muy sugerente. Es
cuando el protagonista -Mohamed- vuelve a Marruecos y se encuentra con una atmósfera mágica que impregna la
vida en ese país. Y reflexiona Tahar ben
Jelloun: Es que Francia no es un país
que haga soñar. En cambio sí que hay algo mágico en Marruecos, yo diría que
como en la Andalucía de antes. Es la belleza del país y es también la especie
de poesía que hay en las relaciones entre la gente. Allí todo es posible.
¡Touché! Esto me conmocionó profundamente. Soy profesor de
cursos en que la mayoría son marroquíes. Lo he elegido y me siento con una
extraña satisfacción por las relaciones que tengo con ellos, mucho más cálidas
y amistosas que las que entablo con muchachos españoles o incluso latinos. Y
presiento en ellos -ahora que lo sé- la añoranza de ese universo mágico que
nosotros hemos perdido sumidos en la modernidad igualadora. Todos ellos añoran
su tierra, en mayor o menor medida por la duración de su estancia en España.
Pero aunque lleven tiempo, para ellos es un sueño volver de vacaciones a Marruecos, circunstancia en que se abre otro mundo de
posibilidades. Ello no excluye saber
que este país sea el reino de la corrupción y el nepotismo que Tahar
ben Jelloun denuncia como muy grave. Allí la policía trata a los
inmigrantes que vuelven como perros,
mientras en Europa se les trata, en cambio, como a ganado. En medio está la demanda del inmigrante de reinvidicar su humanidad.
Entiendo ese conflicto de referencias que se da en el
muchacho bereber o árabe, más cuando proviene de un medio rural. Y entiendo que
la realidad española es fría, distante, poco expresiva y en ella, ellos
serán, si no cambia la cosa, unos permanentes extranjeros por su modo de ser,
por su hiyab, por sus costumbres... No cabe duda de que ellos aprecian las
oportunidades que les ofrece el sistema educativo español, y que serían inimaginables
en Marruecos. Ante ellos se abren posibilidades de evolución del pensamiento
hacia algo más liberador en lo que respecta a la mujer. Percibo ese conflicto
entre mis alumnas que, tras su estancia de varios años en España, ya no son
simplemente esas muchachas sumisas que pide la tradición secular marroquí. No,
ellas empiezan a tener un punto de vista abierto respecto a su condición y esos años de estancia en
un centro educativo, sobre todo si los profesores son conscientes de su odisea
como inmigrantes, como desarraigados, como extranjeros que añoran la magia de
otro mundo pero necesitan el pragmatismo y las posibilidades sociales de éste,
serán fundamentales en su formación en la que podemos intervenir profundamente
pero conociéndolos antes, esto es importante. Conocerlos y sentir curiosidad por ese mundo del que se ven desgajados sin posibilidad de retorno.
Tahar ben Jelloun
con el que comenzaba este post, también intentó volver a Marruecos a vivir pero, tras una estancia en 2006, y tras varias
situaciones poco agradables, decidió regresar a Francia. No es fácil retornar para el que ha vivido en Europa.
Pero sus ojos siempre anhelarán la presencia de la magia perdida, ese anhelo
que intuyo en mis alumnos de mirada a veces afligida y que poco a poco van
aceptando la planitud y superficialidad de nuestro estilo de vida que sólo
parece añorar -paradójicamente- la llegada del viernes.
Estoy en este cruce de caminos, y me siento maravillado y
sumamente interesado en profundizar en este mundo que tiene todavía cerca la
magia que aún vive en sus ojos que presiento tristes en algunos momentos. Es
una suerte estar ahí.
(No os perdáis, si estáis interesados, la entrevista al escritor marroquí) AQUÍ.
Una entrevista muy interesante, y un libro también muy interesante, quizá lo compre. A lo mejor es por la mezcolanza de sangres que tengo en las venas pero mi corazón anhela viajar a Marruecos, al Sáhara, al desierto, recorrer caminos bajo el calor y reposar en oasis.
ResponderEliminarPuede ser que haya leído demasiado sobre rutas fantásticas o lo que sea, pero ese cierto misticismo, esa cierta magia de la que habláis tú y Tahar me alcanzan desde mi rincón sevillano, donde estoy rodeado de la cultura que nos dejaron nuestros ancestros andalusíes. Algunos amigos de mi facultad no entienden que quiera viajar a un paises así, me tachan de iluso e ingenuo, y a veces lo pienso. En cambio otro amigo hace poco me dijo: "En estos momentos con las revoluciones del jazmín mi corazón pone en la balanza Occidente y Oriente. En Occidente hemos llegado a la democracia, en la que creo con todo mi ser, pero por otra parte ha perdido el espíritu. En cambio, en este momento se están fraguando democracias y el pueblo está saliendo a la calle en Oriente, y estos en cambio no han perdido su alma, no se han desenraizado tanto."
Podemos tener una buena vida, pero la jarana de hablar con tu vecino y saber lo que pasa en tu calle, el regateo en el comercio, el emocionarte congregando a la familia, el cantar y festejar todos juntos, las verguenzas y quizá los impedimentos que se ponen para tener un respeto por cosas "sagradas", etc. Esto se sigue conservando en Andalucía, y en particular en mi barrio. Pero siento que Marruecos y África en general, me tiene que aportar todavía algo muy importante en mi vida. Necesito viajar con un anhelo, en cierta medida, inferior al de tus alumn@s, pero lo necesito.
Un post para reflexionar muy interesante, un abrazo
Ese Marruecos mágico solo existe en nuestro anhelo, en nuestra melancolía... como en Platón el mundo ideal al que de desea retornar el alma. Tahar ben Jellou volvió a Francia literalmente "desencantado". No sé si todo. pero somos muchos los que tenemos un Marruecos mágico en la memoria... una memoria que es deseo.
ResponderEliminarMe ha encantado tu post -me llegaba con botellín de cerveza, un winston y con la música de Santana en aquellas máquinas que te permitían elegir una canción por una moneda ¿era un duro? .
Saludos.
Distancia y desarraigo. Estos chicos que aterrizan un buen día en un instituto provenientes del continente africano vienen con una mochila de experiencias vitales muy difíciles de comprender para los de aquí. Esa incomprensión acentúa más la sensación de distancia de la tierra y de desarraigo. Muchos regresan unos días al año para visitar a sus familiares, pero ni unos ni otros ya no son los que eran.
ResponderEliminarNo sé por qué, pero me he acordado de tu post al oir esta canción, la comparto contigo.
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=YAyjDHbsmRg
Para mí tu entrada iba con banda sonora, me ha pasdo como a José Antonio, pero a mí me has recordado esta otra canción, que siempre me ha encantado. El tipo de melodía es en sí un estilo, y en castellano viene a significar mi tierra, mi país. Siempre lo he imaginado como el sonido de un desierto ERG, aunque bien pudiese encajar en una hamada, supongo. Será que vi muchas pelis, porque el único desierto que he pisado en la vida, ha sido el de Almería.
ResponderEliminarNo sé, pienso que debe ser duro para ellos, como para todos los extranjeros en cualquier lugar, incluso y de hecho, más, en aquel o aquellos que ellos consideran suyos por entender que allá están sus raíces. Y más aún en este caso por el choque, y porque como tú dices, aquello debe ser... otro mundo, otra cosa.
Un beso, Joselu.
José Antonio Cabrera, yo vivo en el norte, en un mundo urbano e industrial, en que la velocidad es acelerada y no hay tiempo para los sueños o la magia o las relaciones humanas de vecindad que impliquen necesitarnos unos a otros. Recuerdo mi niñez y la consideración de mi barrio, mi calle, como un microcosmos al cual pertenecía y que estaba lleno de personajes peculiares que se integraban de alguna forma u otra en tu vida, y tú en la de ellos. Esto para bien y para mal. Puedo entender que en Marruecos todavía se dé esa vivencia colectiva, ese ligamen de relaciones en que los seres humanos se necesitan unos a otros… En Europa ya no tenemos esa dimensión colectiva ni la mágica, que sólo existe (y cada vez menos) en la infancia. Yo no dejo de añorar esa mirada que nos lleva al mundo de lo desconocido, de lo misterioso, tal vez porque lo conocí en un tiempo y veo que ha desaparecido. Yo nunca he viajado a Marruecos o al desierto, pero también son viejos sueños que no sé si algún día podré cumplir. Mi relación con mis alumnos me lleva a desear hacerlo alguna vez.
ResponderEliminarSi todavía queda en Andalucía algo de esa magia (yo he viajado mucho por allí hace años) conservadla con primor. Cuando desaparece, lo hace para siempre. Y no hay vuelta atrás.
Serenus Zeitbloom, es significativo que declares que el ser anhela regresar al mundo ideal, al espacio mágico, tal vez soñado, imaginario, inexistente.. ¿Por qué será? No pienses que tenga respuesta sobre esa propensión nuestra de anhelo del sueño, del espacio mágico… ¿Por qué esta dimensión racionalista y pragmática occidental, regida por la máquina registradora, las estadísticas, las aseguradoras… no acaba de satisfacer o llenar nuestro núcleo íntimo? Tal vez porque estamos en contacto cada día con los sueños que nos habitan por las noches, porque añoramos un espacio que tal vez se dé en la infancia, porque la Razón no acaba de colmar nuestra sustancia más íntima… porque dos y dos no son necesariamente cuatro, porque el avance del tiempo ha ido despojando a la realidad de su dimensión mítica… dimensión que existió en África durante milenios hasta que llegó la figura arrogante del hombre blanco con su civilización y destruyó ese edificio mistérico en que vivían las distintas culturas aborígenes… Esa ausencia de contacto con el mito es el gran vacío del hombre contemporáneo, carente de raíces y lleno de sustancias antidepresivas, terapias de autoestima y libros de autoayuda en que se potencia el pensamiento llamado positivo… En esas estamos. No sé si la mirada de Tahar ben Jaloun se nutre de lo que no existe ya, pero no puede olvidar esa dimensión que tal vez sólo exista (no lo sé) en el terreno de su Marruecos imaginado. No tengo respuestas.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias, por la canción. Vero. Yo tampoco he estado más allá del desierto de Almería pero, como decía arriba, es un viejo sueño viajar algún día por el desierto profundo. Quiero que me expliquen mis alumnos por qué necesitan Marruecos como núcleo íntimo, qué les aporta ese recuerdo de la infancia, aunque alguno ni siquiera ha nacido allí. Tengo que investigar sobre ello. Abandonado el bachillerato adocenado, tengo la oportunidad de investigar en directo, en carne palpitante el territorio de los sueños que todavía tal vez están presentes en estos alumnos. Saludos.
ResponderEliminarLu, has dado, con tu habitual precisión, un enfoque acertado de la situación de estos muchachos que dan un salto de pocos kilómetros lineales pero enormes en dimensión cultural. Tengo la oportunidad de estar junto a ellos, de su nostalgia, de su incertidumbre. Quiero aprender de ellos y mostrarles un mundo abierto que les acoja intentándolos comprender. Es un desafío intelectual apasionante.
ResponderEliminarMe has motivado para leer alguna obra de este autor y respecto del desarraigo que sufren los marroquíes fuera de su tierra tengo que añadir una cosa: también se puede sentir dentro de la propia. Basta con que seas ajeno al sentimentalismo patriótico del que no pocos hacen gala...Hoy precisamente he abordado este tema.
ResponderEliminarMi experiencia con alumnos del Magreb, Pakistán, etc. también es gratificante, pero prefiero no entrar en comparaciones.
Un abrazo, Joselu
Yo volví a España enamorada de Marruecos y de su gente. Eso fue hace muchos años pero lo guardo en un lugar muy profundo de mi memoria. Los olores, los sabores, el aire que se respira...
ResponderEliminarDe vez en cuando hago comida marroquí que me gusta con locura. Quisiera volver antes de que se acabe mi tiempo.
Que desgracia ese desarraigo que te hace sentir que no eres ni de aquí ni de allí. Debe de ser un sufrimiento para el que lo padece.
En la España del tanto monta, monta tanto, a los desarraigados les tildaban el mote de "marranos". "Impuros", que diría el eufemista.
ResponderEliminarEl desarraigado es un ejemplo del esfuerzo por habitar una patria inexistente. No siendo ni de aquí, ni de allá, puebla su propio cercado, amueblado de recuerdos y decisiones difíciles. Y quién le entiende; habla una lengua mestiza.
El desarraigado es una prueba, sin embargo, de que hay un espacio de intersección en el que convive lo irreconciliable, un hueco de esperanza invicta.
Gracias por la recomendación literaria. La desconocía. Y gracias por tu aliento de respeto a todo lo humano, habite el techo que habite.
Yo creo, JOSELU que el desarraigo es una cuestión más de corazón y sentimientos, que de patrias y desde luego no creo que sea en absoluto un sentimiento exclusivo de los emigrantes, aunque en su caso quizá sea más frecuente e incluso más motivado. Tú mismo has comentado alguna vez que en ocasiones te sientes un poco desarraigado siendo de Aragón y viviendo en Cataluña. Yo desarraigada no, porque siento que soy y pertenezco a un lugar, pero precisamente por eso y por no vivir en él, te aseguro que extraño muchísimo mi tierra.
ResponderEliminarFíjate hasta esa magia que dice Tahar existir en Marruecos, que no lo dudo y que tanto te ha fascinado, entiendo que la ven cada una de las personas que adoran su tierra sea cual sea y no están en ella. Muy especialmente en los lugares pequeños donde el contacto con la gente es más cercano, o en los lugares donde la afabilidad y calidez es propia de su idiosincrasia, como ocurre en Cuba y en República Dominicana, tenías que escuchar a esta gente como habla de su país... parece si no lo conoces el mismo paraiso. Todos ellos tienen en común además de que la extrañan desde las entrañas, añoran el tipo de vida que hacían allí... sobre todo, la vida y la convivencia en sus calle, que allí es tan habitual y tan difícil de darse en las grandes ciudades europeas.
Creo que la magia que sienten en sus países de origen y que aquí no encuentran, es porque allí están sus raíces, sus recuerdos, parte de su vida...eso es lo que hace mágicos a todos esos lugares para la gente que un día los abandonó.
Verás, curiosamente mi hijo es muy amigo de una niña marroquí, AMINA se llama, una niña además de preciosa, listísima y muy trabajadora, ¡¡vamos!! la primera de su clase, cosa nada habitual en estos niños, que por la diferencia cultural, de idioma y la poca ayuda que pueden prestarles sus padres con los estudios, hace que su mérito sea doble y tú sabes mejor que nadie que es cierto y lo durísimo que deben trabajar. Pues bien, AMINA me cuenta algunas veces, que ella llora cada vez que llega a Marruecos de vacaciones, le aterroriza pensar que un día deba verse obligada a vivir allí. Se vino a España con 4 años, ahora tiene 13. Ella se siente absolutamente española, siente que su casa está aquí, que ya es más de aquí que de allí...Y conste que se siente orgullosa de ser marroquí, un día me enseñó como se prepara el kuskús y ese té tan rico que toman ellos como agitado... pero como quien tiene ancestros exóticos, nada más.
De la entrevista de Tahar, yo me quedaría con cómo empieza fíjate, aunque es cierto que toda ella no tiene desperdicio: “...Le pasa a un marroquí, pero, tiempo atrás, podría haberle pasado a un español, un portugués o un italiano, y hoy podría pasarle a un peruano o un chino...”
Deberíamos no olvidar eso, que los españoles fuimos durante muchísimo tiempo un país de emigrantes y ponérselo un poco más fácil a todos ellos... a veces pienso que nuestra hospitalidad, también se la ha llevado la crisis.
Un beso grande JOSELU.
PD
Por cierto, yo no sentí la magia de Marruecos ( quizá no estuve atenta) , pero sí la de Turquía y... eso que no soy turca:-)
Feliz noche
Es una reflexión/novela que podría trasponerse a cualquiera de nuestros emigrados de los duros años de posguerra. Imagino a aquellos españoles en Alemania, Holanda o Francia con ese sentimiento que describes en tu post y que hoy se atisba en marroquíes, pero también en otros desplazados. Creo recordar que, cuando un tío mío volvía de Alemania, sus historias sonaban a fantasía, pero algo en sus palabras delataba su añoranza de estas tierras y la sensación de haberse convertido en un extraño para nosotros. Es todo tan complejo...
ResponderEliminarTe había escrito un texto de 5000 palabras y blogger no me lo ha aceptado y el muy borde lo ha hecho desaparecer.
ResponderEliminarNo me veo con ánimos de volver a escribirlo.
La idea central era que hoy por hoy es imposible la integración y lo explicaba en tres mil líneas, pero ya no puedo, es muy tarde.
Saludos.
Iba a decir más o menos lo mismo que ha escrito María. Añado que he estado un tiempo en contacto con jóvenes marroquíes a los que he dado clases de español (y de España) y les he oído decir varias veces que "ya no podrían vivir en Marruecos". No han sabido explicarme por qué. Buen post, amigo Joselu. Salud(os).
ResponderEliminarLuis Antonio, entiendo lo que dices pero mi desarraigo en esta tierra no tiene nada que ver con el que los inmigrantes traen a cuestas. Quiero explorar ese sentimiento, especialmente con los magrebíes porque la distancia cultural con nosotros es mucho mayor que la que tienen los latinoamericanos. Pakistaníes tengo pocos, es para mí un caso mínimo. Me interesa la idea de desarraigo, tal vez, Luis Antonio, porque yo también lo tenga, aunque a otro nivel.
ResponderEliminarLola, cuando visito Portugal tengo la impresión de retroceder en el tiempo y eso me lo hace íntimo y cercano como si me acercara a mi niñez de hace tanto tiempo. Pienso que el gran salto con Marruecos es que las relaciones humanas todavía son familiares, que la gente se necesita una a la otra, que los niños juegan en la calle, que la gente charla en la calle sin tanto miedo, que hay olores, sabores que no están envasados al vacío… Vamos una sociedad en que no haya tanto miedo a lo real como en la nuestra. Pienso, Lola, porque no lo he conocido, pero espero hacerlo algún día. Un abrazo.
ResponderEliminarRamón, hoy subía por las escaleras de mi centro y veía, como es habitual, a su alumnado, y me daba cuenta de que en su mayoría son hijos de inmigrantes. Los hiyab de las muchachas son omnipresentes… Esta es la realidad de la escuela pública de la que ha desertado en masa la clase media hasta que la crisis los mande a la puñetera mierda y vengan entonces de nuevo aquí. Quiero decir que hoy por hoy éste es el escenario revolucionario en las aulas de España, el que representan estos muchachos llenos de una energía diferente, no sé si superior o no, pero sí netamente distinta. Su bagaje existencial me resulta interesante, mucho más que el de los españolitos que se creen muy por encima de esto que yo transito a diario. Su carácter heteróclito es un acicate para un profesor al que le gustó transitar los lindes, a veces haciendo el paria o el payaso, pero en definitiva que buscó esa intersección vital que hace los días más dignos de ser vividos. No sé si me explico. Saludos,.
ResponderEliminarMaría, la magia es un concepto difícil de precisar o explicar. La sabemos reconocer en nuestro recuerdo. Tal vez es la vida compartida en las calles, entre los vecinos, es la necesidad mutua que tienen unos de otros, es un mundo en que las manos todavía son necesarias, en que los niños juegan en las calles… No sé, tal vez sean olores, sabores… Tal vez sea efecto de nuestra memoria afectiva. Ignoro si mis hijas recordarán su anodina vida entre algodones como mágica, ellas que no han pisado la calle y que no han jugado con sus vecinas de la misma edad, entre otras cosas porque los vecinos no tenemos relación. Tal vez esa nostalgia, sea nostalgia de un mundo más humano, menos lleno de miedo a lo desconocido, más expresivo en cuanto a los sentimientos. No sé. Lo cierto es que me imagino Marruecos como lo describe Tahar y lo creo. Juan Goytisolo es un residente habitual en Marraquesh. Quizás sea todo un engaño del sentimiento afectivo, tal vez ya no haya espacios mágicos salvo los que urde nuestra memoria o nuestro corazón. Pero veo difícil que en la vida que llevamos, la que llevo yo, pueda contener algo parecido a la magia. Yo la viví en mi niñez, la tengo en mi recuerdo, pero ignoro si mis hijas la tendrán en esas circunstancias tan prefabricadas que les hemos hecho vivir, en este occidente dominado por el miedo a todo. En todo caso las palabras del escritor marroquí se me iluminaron como un potente foco y me dije que había de escribir un post que las contuviera. Si alguien me lee, pues mejor que mejor.
ResponderEliminarBesos.
Antonio, la España de Max Aub o Ayala o Barea por poner tres hitos, era una España que no tenía nada que ver con lo que somos ahora. Sigue en nosotros la misma desidia, pero somos incapaces de la acción épica que alumbró esos días. Quiero decir que sí que es posible que otro tiempo tuviera una dimensión mágica o mítica… Tal vez los emigrantes se llevaron una idea de España que tuviera para ellos esa magia, que contuviera nostalgia en sus comidas, en su sentido de la vida, en su sentimiento de igualdad… La imagen del trasterrado es todo un mito literario. Por eso, la reconozco ahora entre estos muchachos y la siento como una oportunidad, como esa Aula encantada que creó Alejandro en su libro del mismo título. Si quieres te lo envío. Son un conjunto de leyendas sobre los djin, personajes que los niños marroquíes sienten como reales y próximos. Te la envío. Seguro que la ves interesante.
ResponderEliminarJosep Fábrega Agea, porca miseria pues me hubiera gustado conocer tu punto de vista sobre la dificultad o imposibilidad de la integración, algo que nadie de los contertulios ha puesto de manifiesto en sus comentarios. Si te ves con ánimos me gustaría conocer tus razonamientos, pero ten la precaución antes de copiar tu texto antes de darle a publicar. Yo siempre lo hago porque pasan estas cosas. Una lástima. Gracias de todas maneras.
ResponderEliminarJaramos, tengo que sondear este aspecto entre mis alumnos. Hay, no obstante, alguna muchacha que sueña con vivir en Marruecos, a pesar de que es la más abierta y rebelde alumna que tengo. Creo que no sabe bien lo que dice. Tal vez Marruecos sea un territorio soñado para alguno de estos muchachos. Pero sí, es posible que la mayoría de ellos no podría y no querría volver a vivir allí. De ahí su desarraigo pues no acabarán de integrarse en esta sociedad. Las niñas llevan pañuelo y eso no es aceptado por la masa social que lo rechaza. Su situación es por de pronto incierta. Los años de estancia en el instituto son cruciales. Yo me doy cuenta y los quiero aprovechar. Saludos.
ResponderEliminarMi propia experiencia es que el desarraigo expone y agudiza estos contrastes entre una y otra cultura. Hay algo subjetivo también en la experiencia de esa magia con que se impregna la memoria del país de origen, sobre todo si el contraste se da entre el país de la niñez y aquel donde uno llega a ser adulto.
ResponderEliminarGracias, Víctor, sabía que tú podrías poner un epílogo interesante a este debate. Me ha sorprendido encontrar tu opinión, pues daba el post casi por cerrado. En el caso de mis alumnos se da ese contraste entre el país de la niñez y el de la adolescencia. Entiendo su conflicto y quiero ahondar en él.
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