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miércoles, 9 de septiembre de 2020

La base antisemita del cristianismo y de la cultura europea



Estoy leyendo Decadencia. Vida y muerte de occidente de Michel Onfray. Su lectura es sumamente interesante a pesar del perfil controvertido y polémico de su autor, metido en todas las disputas ideológicas y políticas en Francia. En principio es una historia del surgimiento, desarrollo y apogeo del judeocristianismo en occidente a partir de la figura, para Onfray inexistente, de Jesús de Nazaret. Pero no es de esto de lo que quería hablar sino del nacimiento de una secta en torno a un profeta que se decía dios cuyos seguidores fueron perseguidos tras la muerte –real o simbólica- de su fundador al que arrojaron a la muerte los judíos cuando gritaron ante la indecisión de Pilatos que su sangre recayera sobre ellos y sobre sus hijos. 

 

Pablo de Tarso es el gran difusor del cristianismo, judío él como Jesús, pero que se enfrentó a la ortodoxia judía rechazando ritos esenciales para los judíos como la circuncisión. El protocristianismo surge en conflicto con el judaísmo que rechazó  la figura de Jesucristo como el Mesías. Y así los judíos fueron de los principales obstáculos que encontró Pablo en su difusión del cristianismo. Esta controversia fue desarrollada a lo largo de un milenio por los padres de la iglesia que acusaron a los judíos de pueblo deicida depravado y miserable. El cristianismo se constituye como teórica religión del amor pero expresa un irrefrenable antisemitismo, de hecho es su fuerza constitutiva que pasa a ser religión de estado cuando el emperador Constantino se convierte al cristianismo y con él a todo el imperio romano. Y un concilio de este tiempo, el de Elvira, en España, separa definitivamente a los judíos de modo que ya no se pueden casar con un cristiano, y les prohíbe gestionar los bienes de los cristianos, ni estos pueden invitar a judíos a su mesa. Posteriormente se les impondrán pesadas cargas sociales, les quitarán sus tribunales especiales, les prohibirán ejercer la función pública, recitar sus plegarias, tendrán vedado enseñar bajo pena de muerte, se burlarán del Sabbat ridiculizándolo. Bajo el reinado de Teodosio se queman sinagogas. 

 

Uno de los padres de la Iglesia, Juan Crisóstomo, escribe en sus Homilías “la sinagoga es un mal lugar donde afluye todo lo más depravado; es un lugar de cita para las prostitutas y para los afeminados. Los demonios habitan allí, y las almas mismas de los judíos y los lugares en los que ellos se reúnen”. Juan Crisóstomo fue popular predicador, santo para las religiones católica, copta y ortodoxa. En otro momento escribe que los judíos solo sirven “para ser masacrados”; afirma que el deber de todo cristiano consiste en odiar a los judíos. Pero esto no es una postura casual ni anecdótica porque el antisemitismo permea toda la historia de la iglesia en cientos de voces que llaman al odio contra los judíos. Solo en el Concilio Vaticano II se retiró la definición del pueblo judío como deicida. A lo largo de la historia de Europa los judíos han sido los chivos expiatorios y se los ha perseguido y masacrado en continuos pogromos a lo largo y ancho de nuestro continente. En España fueron expulsados en 1492 y los que se quedaron convertidos eran insultados, vejados y espiados por si conservaban ritos de raíz judaica. Y muchos en España fueron llevados a la hoguera. Esta corriente antisemita del cristianismo fertiliza el triunfo de la Iglesia sobre la sinagoga y llega hasta el Tercer Reich que aprovecha textos de los padres de la Iglesia para condenar a los judíos, y en Mi lucha de Hitler aparecen acusaciones que recuerdan poderosamente a textos cristianos. El mismo papa Pío XII evidenció cierta simpatía por el nazismo y no movió un dedo por los judíos que estaban siendo llevados a las cámaras de gas en Polonia. A esto sus defensores lo han llamado prudencia, pero puede que merezca otro nombre no alejado de la complicidad. 


Recuerdo en mi niñez en las procesiones de semana santa que había una que era la de los judíos y era costumbre escupir a su paso. Fiestas tradicionales de España como las fiestas de Pero Palo en Extremadura queman en efigie un muñeco cuyo origen es fácil de rastrear en la figura de los judíos. 


El cristianismo es la principal fuente de antisemitismo en el mundo y ha permeado toda la concepción sobre los judíos en cientos y cientos de escritos que expresan su odio hacia ellos en forma de sátiras y ataques terribles. Recientemente estuve en Vienna y en pleno barrio judío vi una estatua de un ilustrado alemán, Gotthold Ephraim Lessing (1729-1781). Es uno de los poquísimos intelectuales de nuestro continente que escribe con interés y afecto hacia un amigo judío al que respeta profundamente. Es algo raro. Lo normal era hacer como el ilustrado Voltaire que escribió abyectos panfletos contra los judíos. 


La izquierda europea es profundamente antisemita aunque lo enmascara con el concepto de antisionismo. Los judíos en la Europa del siglo XXI no están a salvo, sus barrios están protegidos por la policía y en muchos países, incluida España, el nivel de antisemitismo es muy alto. Se les acusa de todo, porque ya se sabe, los judíos gobiernan el mundo… 

jueves, 3 de septiembre de 2020

Los españoles y el poder



Se afirma con frecuencia que los ciudadanos –en concreto los españoles- son sumisos ante el poder como los peces que nadan a favor de la corriente. “No hay pan para tanto rebaño”, escriben los anarquistas en las paredes calificando a la masa social que es para ellos dócil y manipulable por el poder. Se presupone que hay una minoría concienciada frente a una mayoría amorfa y preocupada solo de tomar birras y pescadito frito. ¿Son así los españoles? Yo no tengo exactamente esta concepción, sobre todo porque frecuento los bares y oigo las conversaciones de la gente tomando cañas, especialmente si son hombres. Creo más bien que no hay español que no tenga su propia concepción crítica acerca del poder, no hay español que no tenga claro que el gobierno, sea cual sea, es inepto y chapucero, que no está a la altura, que no gobierna con visión de futuro. Especialmente en estos últimos meses con la pandemia no hay ciudadano que no posea una gran lista de agravios, fallos o meteduras de pata del gobierno, desde el parroquiano que se jama unos boquerones fritos, al que se come una ración de pulpo presuntamente gallego. No hay sociedad más anarquista y sospechosa del poder que la nuestra. Odiamos a los gobernantes y creemos tener las claves críticas para poder enjuiciar la situación por compleja que sea. Sea la forma de estado o las formas particulares de gobierno ninguna nos satisface, nos definimos por ser anti lo que sea. Criticaremos acremente cualquier gesto del poder político o financiero. 


Durante la república, España tenía el movimiento anarquista más potente del mundo. La CNT y la FAI contaban con tres millones de afiliados. No existía equivalente en occidente de una influencia ácrata parecida. Pienso que este poso anarquista es consustancial al pueblo español en sus posiciones más extremas. Puede que en realidad no hagamos nada, pero nuestras palabras son ácidas y disolventes respecto a las jerarquías. Franco era también un anarquista, pero de derechas que comprendió bien la idiosincrasia del pueblo español al que le sientan bien los palos para ponerlo firme. Fue el mediocre más exitoso de la historia moderna porque entendió bien a los españoles. De ahí en adelante, todos los que nos gobernaron son igualmente mediocres, pensemos en el fullero Suárez, en el socio de los magnates sudamericanos, González, en el sórdido Aznar, en el especialista en política del espectáculo Zapatero, en el Tancredo de Rajoy, en el inepto Sánchez. El poder nos repele, desde A hasta B. Odiamos la política, aunque de vez en cuando algún movimiento nos seduce ocasionalmente y nos hacemos fans de alguien o de algo, pero dura poco tiempo. 


En el siglo XVII, había una figura que representa bien a los españoles, los arbitristas. Todo español era un arbitrista que consideraba el naufragio y fracaso de España y tenía su propia teoría política para resolver en dos plumazos los problemas del estado. Pienso en esto mismo cuando considero la cantidad de perspectivas que hay ante el tema de la pandemia, todas críticas con el poder. No, los españoles no somos dóciles y sumisos. No hay pueblo más insumiso que el español, pueblo más anarquista que el español, pueblo que no cuente en su haber con la mayor cantidad de teóricos y especialistas en todo. De ahí nuestra frescura para los chistes negros y a la vez de nuestra incapacidad para el esfuerzo colectivo, salvo en las representaciones políticas regionales que despiertan tantas adhesiones como las de nuestras vírgenes y nuestra comida, la mejor del mundo, de eso estamos convencidos. Más allá de eso, no creemos en nada. Nadie nos representa y nos sentimos frente al mundo exterior simultáneamente altivos y a la vez terriblemente acomplejados y pesimistas.  

domingo, 30 de agosto de 2020

Viaje al sur de Juan Marsé

 


Viaje al sur es un libro recién publicado –hace unos días- de Juan Marsé. Responde a un encargo de la editorial antifranquista Ruedo Ibérico, ubicada en París, al autor catalán y al fotógrafo Albert Ripoll Guspi, para contrarrestar la propaganda franquista sobre la realidad de España hacia 1962. Por el encargo recibieron quince mil pesetas para subvencionar un viaje por el sur de España –provincias de Sevilla, Cádiz y Málaga- que se llevó a cabo en el mes de octubre del citado 1962. Juan Marsé hacia mediados de 1963 ya tenía el texto definitivo y lo envió a París, pero el libro jamás fue publicado por Ruedo Ibérico, se perdió totalmente en la sombra y no se supo qué había pasado con él. Las razones para no publicarlo son solo suposiciones pero puede que Viaje al sur no responda al modelo de literatura tendenciosa antifranquista que esperaba la editorial dominada por el PCE, igual que la inmensa mayoría de escritores e intelectuales de aquella época que se movían en la línea antifranquista. Juan Marsé se había acercado al PCE pero nunca llegó a recibir el carné del partido; sus posiciones eran muy diferentes a las oficiales, especialmente en el sentido de que no estaba nada convencido de que estuviera a punto de producirse una insurrección obrera frente al Régimen como así se creía desde el exilio por algunas huelgas en el norte de España y Cataluña. Marsé había trabajado en un taller de joyería durante quince años y sabía mejor que los intelectuales la situación real de la clase obrera española que solo aspiraba a mejorar económicamente y a ser posible comprarse un seiscientos. Es la España de la apertura económica al exterior por obra de los gobiernos en manos del Opus Dei. No había en ciernes una revolución obrera.

Viaje al sur es un libro de viajes de tres compañeros, el citado Marsé, el fotógrafo Albert Ripoll y Antonio Pérez, a lo largo de casi un mes por la geografía andaluza. El texto definitivo se perdió en los fondos de Ruedo ibérico que pasaron al Instituto Internacional de Historia Social de Amsterdam, y así ha sido durante más de cincuenta y cinco años. Recientemente, por una idea de Marsé que recordó el título que le dio originalmente y el pseudónimo que utilizó –Manolo Reyes, como el del protagonista de Últimas tarde con Teresa que ya tenía en mente y había empezado a escribir- el texto pudo por fin ser hallado. El caso es que ahora tenemos el texto original y algunas de las fotografías de Albert Ripoll y es lo que acaba de ser publicado.

El libro es un prodigio que nos devuelve por el túnel del tiempo a la España de octubre de 1962, en plena crisis de los misiles de Cuba que estuvo a punto de desencadenar una guerra mundial, el comienzo del Concilio Vaticano II y las inundaciones en Cataluña de los ríos Besós y Llobregat que causaron más de mil muertos entre los habitantes de pobres casuchas construidas cerca de los cauces.  Nuestros tres amigos recorren en autobús o tren ciudades como Sevilla, Jerez, Sanlúcar, Rota, El Puerto de Santa María, Cádiz, Chiclana, Vejer, Barbate de Franco, Tarifa, Algeciras, Ronda, Marbella, Fuengirola, Torremolinos y Málaga. Es un recorrido que desvela la situación penosa de la economía y la sociedad española, especialmente andaluza, en que el trabajo escasea, los jornales son míseros, la explotación es terrible, los niños a miles deambulan por las ciudades a veces semidesnudos ganándose la vida desde los doce años porque no pueden ser alimentados por sus padres, la pobreza domina, se extienden los barrios en que se amontonan casuchas pobrísimas o directamente poblados de chabolas sin agua y sin luz como El Zapal en Barbate de Franco; se imponen la separación de sexos entre hombres y mujeres, el dominio absoluto de la iglesia en su versión más reaccionaria, las procesiones, las manifestaciones falangistas en contra de los ataques contra el Régimen, la indigencia cultural más radical, el folklorismo esclerotizado, el conformismo de los andaluces que solo tienen como lugar de esparcimiento la taberna, el alcoholismo, el cante, los toros…  A la vez miles y miles de españoles se van a la emigración, sea Alemania, Suiza, Francia, Australia o se van hacia Cataluña en riadas imparables porque el caciquismo y el subdesarrollo no da lugar a ningún tipo de esperanza en un país detenido en el tiempo. El turismo empieza a llegar masivamente a lugares como Torremolinos o Fuengirola y empiezan las construcciones de hoteles o apartamentos para alemanes -que en quince años han pasado de ser un país destruido por la guerra a necesitar a millones de trabajadores y a expandirse como turistas por países pobres como España- o nórdicos. 

El retrato de aquella España es inmisericorde pero no tendencioso, no es un panfleto, y eso le da un valor formidable. Vemos pero no se nos conduce a un juicio predeterminado. El autor de Últimas tardes con Teresa no quiere manipularnos, quiere hacer literatura, buena literatura, tal vez por eso su libro no fue publicado en su momento y eso es lo que ahora le da un valor añadido. Sin duda, es un testimonio social y moral de un tiempo que hoy podemos visitar de nuevo. 

jueves, 27 de agosto de 2020

Tecnoburocracia sádica



Mi hija pequeña ha trabajado algo más de año y unos meses en dos tiendas de Inditex lo que ha sido su entrada en el mundo del trabajo mientras estudia como una leona en las aulas sanitarias. Su contrato ha terminado hace unos diez o doce días y tiene dos semanas para gestionar su prestación por desempleo, para lo que nada más tiene que comunicar al SEPE que ha acabado, el tiempo que ha cotizado, y la finalización de su contrato. Algo sencillo en estos tiempos tecnológicos, parece. Sin embargo, tras varios días luchando con el sistema se ha dado por vencida y resignada a no cobrar el desempleo a la vez que manifiesta síntomas de agotamiento físico y psíquico tal como si fuera una cobra a la que se hubiera dado una ración de anfetaminas caducada.  No es para menos. Los trámites para firmar con clave firma el documento son increíblemente complejos y solo llevan a callejones sin salida. Son diabólicos y sin sentido. No tiene privilegios para firmar el documento o da mensaje de error al final del proceso que parece estar diseñado para alienígenas a los que se quisiera llevar a la desesperación. Hay teléfonos para llamar a la tesorería de la Seguridad Social o al mismo SEPE. Hay hasta siete, todos 901, y ninguno, absolutamente ninguno, responde tras horas y horas de intentarlo y pasar por todas las máquinas en la imposibilidad de hablar con un ser humano. Al final el mensaje es que vaya a la misma página web cuya resolución es imposible a pesar de que mi hija es una millenial y está muy puesta en tecnología. Intenta pedir cita en la Tesorería de la Seguridad Social pero es imposible pedirla, no hay fechas disponibles, totalmente bloqueado. Va en persona a la sede de la misma a intentar suplicar que le ayuden, pero en la tesorería le dicen que tiene que pedir cita previa por el Covid. Pero es imposible, no se puede, no hay fechas. Da igual, esas son las normas, inexorables como si fuera una tragedia griega. Desesperada y con una sensación de impotencia y absurdo sin límites como la de las langostas en las vasijas en que las disponen para ser escaldadas, va a la comisaría de policía para obtener el DNI Electrónico. Pero allí no funcionan las máquinas para gestionarlo. Ha de esperar dos horas para que la atiendan por no tener cita previa. Entre tanto, un policía rijoso a punto de jubilarse, la llama insinuantemente modelo y supone que gana como modelo más que ellos, los policías. Se siente humillada pero no puede hacer nada. Ni replica, a punto de que se le haga un nudo la garganta. Llega su turno, y le dicen que su DNI forma parte de una partida de documentos defectuosos que salieron. Ello supone más problemas. Abreviando, al final logra la clave para el DNI electrónico y respira con profundidad como una ballena que saliera del fondo del mar. Vuelve a casa y piensa que todo será ya fácil. Hace falta un lector para leer o interpretar el DNI electrónico pero consigue una aplicación para el móvil y el PC para que lo lea. A partir de ahora cuenta con un arma más porque una de las vías es a través del DNI electrónico. Se siente como Hércules tras vencer en los doce trabajos que le impusieron. Logra avanzar un poco más en el proceso tras ser identificado con contraseña su DNI, pero al final del proceso le vuelve a dar error porque hace falta la clave firma y le vuelve a reiterar que no tiene privilegios para firmar el documento. La deriva nuevamente a teléfonos de pago que no responden salvo robots tan pacientes como implacables, incapaces de compasión. No puede firmar el documento para comunicar el cese de actividad. He hecho con ella todo el proceso porque no me lo creía, pero tras una hora y media de haber probado todos los navegadores –safari, chrome, mozilla microsoft edge-, habiendo actualizado el java, nos damos por vencidos. Es imposible firmar el documento, tan imposible como rescatar de los mares al Titanic y reintegrarlo a la navegación.

martes, 25 de agosto de 2020

El descubrimiento de José Ángel Barrueco

 

Esta mañana al despertarme, entre brumas espesas como las telarañas de mi cuarto, he cobrado conciencia del día. Eran las nueve de la mañana. Tendido, he pensado en los sueños de la noche que se me han escapado como briznas de hierba en el viento de la llanura. Mi iPad, mi mágico amigo cargándose, es el primer contacto que tengo con la realidad virtual. He revisado blogs amigos y sus publicaciones. Sin embargo, he pasado por un blog titulado Escrito en el viento y algo me ha retenido en él: la imagen del autor, José Ángel Barrueco (1972), escritor zamorano afincado en Madrid. El post no daba demasiadas pistas pero me he ido a su perfil y he descubierto otro blog de José Ángel, un blog algo desatendido pero que me ha abierto todo un mundo en el que he tenido que reprimir el ataque de llanto que me ha acongojado. José Ángel ha publicado unos doce libros. Uno de ellos era sobre su madre muerta en 2010 a los 56 años de un maligno cáncer de mamá. El libro sobre su proceso y muerte se llama Angustia y comienza en un cementerio, probablemente de Vienna en la tumba de Thomas Bernhard, autor al que los dos apreciamos apasionadamente. Esto me ha conmovido, igual que sus referencias a otros autores como Beckett y Coetzee, ambos autores tristes. Me ha cautivado la tristeza de José Ángel que recuerda cada día a su madre, bella, amorosa, artista, viajera, mujer esencialmente libre que lo tuvo a los dieciocho años. El amor por su madre es tan hermoso, triste y revelador que no he podido sino emocionarme leyéndole en su estilo fresco, directo, sugestivo y sin florituras, como me gusta el lenguaje. He ido retrocediendo en el tiempo y el tema era siempre su madre de la que publica fotos que confirman que era bellísima y transmite impresiones que enamoran al lector y espectador como si estuviera asistiendo a un diálogo íntimo y secreto. Me he ido enterando de circunstancias de  su muerte temprana y terrible como un punzón que se hunde en el corazón; del dolor de José Ángel que, a pesar de haber pasado diez años, es indeleble como una profunda cicatriz. Mi madre también murió en aquel tiempo (2011), pero era tan diferente y me dejó un recuerdo tan oscuro, como de jungla devastada, que el contraste me estremece y pienso en las vidas tan diferentes a que dan lugar las madres. Sin embargo, José Ángel y yo, con madres tan antagónicas, compartimos la plenitud de la tristeza en nuestras vidas, como garfios ahincados en la carne. Tristeza y esperanza. Para ambos nuestras  madres han sido como el alfa y el omega. Quiero leer algo suyo, pero no el libro sobre su madre porque me hundiría en la congoja. Tal vez Vivir y morir en Lavapiés, el barrio que más estimo de Madrid.

viernes, 21 de agosto de 2020

Siempre los mismos pasos pero cada día un camino distinto

 

Salgo todos los días a las seis de la tarde a hacer una especie de paseo-caminata de unos seis kilómetros de ida y vuelta en mi retiro en Calafell. He hecho el trayecto docenas y docenas de veces. A mitad del mismo cuando he llegado al destino, me meto en un bar de chinos y saco el libro que esté leyendo y leo durante tres cuartos de hora con un café. Nada especial. Lo especial es la ceremonia de la repetición de un trayecto que podría hacer por el paseo marítimo junto a la playa viendo esta y el mar azul de verano. Sin embargo, voy por el otro lado del paseo viendo pasar las calles con sus rótulos dedicados primero a escritores con clara intención nacionalista, salvo  Carles Barral, que fue un eje importante de la vida cultural de Calafell al que puso en el mapa literario universal. Los munícipes le han cambiado el nombre porque él siempre firmó Carlos, Carlos Barral. Otro que merecería una calle en Calafell es el recientemente muerto Juan Marsé porque tuvo casa aquí durante bastantes años e incluso ambientó La muchacha de las bragas de oro en esta villa marinera. Pienso mientras atravieso calles y calles dedicadas a la flor y nata de la literatura catalana en catalán, salvo Barral, que falta una historia de la literatura catalana en las dos lenguas de Cataluña, en que se alternen escritores en catalán y en castellano. Pero eso para el nacionalismo sería una herejía y nadie está dispuesto en esta tierra a ser tildado de hereje.

Sigo atravesando calles y llego a las dedicadas a ríos como el Támesis, el Vístula, el Ródano, el Rin, el Guadalquivir, el Loira, el Manzanares; es la zona más popular de Calafell que es Segur de Calafell. Sigo el trayecto día tras día, me fijo en los bares por que paso, en los bazares chinos, en las heladerías, en el Condis, en el estanco, en la papelería… Cada día lo mismo. Es una suerte de meditación en movimiento en que tengo cartografiado el trayecto y me lo sé de memoria, pero cada día es distinto. Me agrada repetir itinerarios, incluso en la montaña. No busco novedades sino que hago una y otra vez las mismas rutas que se acompasan con mi latir sentimental. Y mientras camino, me vienen pensamientos que se entrelazan con el paisaje, con las calles, con la orografía del camino. 

Pienso que una de mis principales vocaciones es la de caminante. Un caminante cualquiera. Lo más hermoso de caminar es asistir al espectáculo cambiante dentro y fuera de uno mismo al ritmo de los pasos, uno detrás de otro. Cuando pienso que vivimos en una sociedad líquida que nos exige frívolos, flexibles, sin demasiada alma para podernos adaptar a los cambios de la moda que implica el desarrollo del capitalismo liberal, siento que caminando me aferro a la tierra y hundo un poco mis raíces, más allá de lo que quieren de mí como ente consumista. Caminar es gratis y permite ahondar en la conciencia aunque el camino sea siempre el mismo, precisamente por ser siempre el mismo. Uno se ata a sus pasos y paradójicamente es libre filosóficamente y va más allá de las apariencias y la superficie de las cosas. O tal vez, se puede pensar también que todo lo importante sucede en la superficie. Esta es una idea interesante que coincide con el último Wittgenstein que terminó negando que hubiera dimensiones ocultas en los seres humanos. Caminar da para todo, solo un paso tras otro, y uno llega a calles de escritores pulcramente catalanes o a ríos de Europa, es como un juego en que el caminante apuesta por la visión de un mundo en perpetua transformación, y a la vez siempre igual. No sé si me explico. Entrar en contradicción no es un problema en este blog.

miércoles, 19 de agosto de 2020

José María Hinojosa, el poeta olvidado


Hablar de la poesía de José María Hinojosa (1904-1936), el poeta precursor del surrealismo en España, antes que Rafael Alberti, Lorca, Cernuda y Aleixandre,  es algo proceloso por la tremenda losa de olvido que cayó sobre su obra por parte de todos los protagonistas de su tiempo y lo lento de su recuperación posterior, ya lejos de su época en que fue denostado, burlado y ridiculizado incluso por sus amigos a los que ayudó con frecuencia. Más difícil es todavía hablar de su muerte: José María Hinojosa fue asesinado el 22 de agosto de 1936, junto a 55 prisioneros políticos más, en el paredón del cementerio de San Rafael en Málaga, por milicias revolucionarias de la república. Lo asesinaron los "buenos", los que escribieron la historia cultural de la república. Su asesinato vergonzoso, tres días después que a Lorca, no lo llevó a la fama mundial como al poeta granadino, sino al total y rotundo olvido. ¿Por qué? 
Una buena pregunta.

José María Hinojosa nunca fue tomado en serio a pesar de la innegable calidad de su poesía. Se lo consideraba un "señorito", un snob que se dedicaba a la literatura como afición. Era de una familia rica, terrateniente, en Campillos (Málaga). Estudió en los jesuitas, como tantos otros, y posteriormente Derecho en Málaga y Madrid. Conoció a Lorca y formó parte de su tertulia poética El parnasillo. Trabó relación con los miembros de la generación del 27 y se acercó a la Residencia de Estudiantes pero no fue residente en ella por la oposición de su familia dado el carácter laico de ésta. Se lo considera un miembro menor de la generación del 27, pero su obra todavía no ha sido estudiada en profundidad. Hacia 1925 vivió en París donde conoció en directo el surrealismo de Breton al que se adhirió en cuerpo y alma. Publicó excelentes libros entre 1926 a 1931 que  van marcando su evolución que culmina en un surrealismo erótico e iconoclasta: Poema del campo, Poesía de perfil, La rosa de los vientos, Orillas de la luz, La flor de la Californía y Sangre en libertad. Tras este libro pareció dejar la literatura y sumirse en el silencio poético. 

Su poesía se inicia con influencias de Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, los haikus, el cubismo y la poesía popular alejada de la anécdota como muchos de los poetas de su tiempo. Culmina en un libro onírico como es La flor de la Californía (con tilde en la í), a través del cual pudo influir tempranamente en poetas surrealistas como Vicente Aleixandre antes de publicar sus primeros libros. Fue amigo personal de Buñuel y Dalí, y coeditor de la revista Litoral con Manuel Altolaguirre y Emilio Prados en la Málaga de 1929. 

Sin embargo, su obra y su figura es objeto de desprecio y burla. Era rico y generoso, pecado este último que abre todas las envidias imaginables. Su evolución ideológica estuvo marcada por su origen terrateniente y un viaje a la URSS en 1928 junto a José Bergamín (que luego negó toda relación con él) que le produjo una profunda decepción, al revés de muchos otros que volvían fascinados del experimento estalinista. Su voz es profundamente personal pero su poesía levanta chanzas en las que participan casi todos incluidos Gerardo Diego y Federico García Lorca que parodia versos de La flor de la Californía. Se lo califica de "señorito andaluz" y de "bohemio con cuenta corriente" a pesar de que muchos que lo critican son también mantenidos por sus padres. 

Su relación con una mujer lo marcó también. Se enamoró de Ana Freüller, que no lo correspondió y que rechazaba su poesía, incluidos los poemas que éste le enviaba. Su relación fue muy compleja y no se sabe hasta que punto se consolidó como proyecto común. Planeaba casarse con ella en 1937.

El advenimiento de la segunda república llevó a Hinojosa hacia posiciones conservadoras en la proximidad a la CEDA, desde el Partido Agrario Español. Abandonó la poesía y escribió numerosos artículos conservadores, así como participó en mitines políticos en favor de la derecha lo que confirmó el despreció que le dedicaban sus antiguos amigos poetas y críticos. 

En julio de 1936  fue  detenido y encarcelado, tras el golpe del ejército en África, considerado como fascista. El 22 de agosto, como hemos dicho, fue  asesinado junto a su padre y su hermano, como represalia por un bombardeo de los depósitos de combustible, en una saca de las milicias republicanas. 

Cayó en el olvido total. El bando  vencedor no lo reclamó por el carácter irreverente e iconoclasta de su poesía, totalmente llena de ácido hacia  las instituciones como la iglesia, la propiedad  privada, la familia e incluso Cristo. Y el bando perdedor lo consideró un "traidor" y lo despreció y lo borró totalmente de la historia, siendo ellos los que hicieron dicha crónica literaria. Fue un muerto incómodo para todos. Solo hacia los años setenta el poeta Ángel González lo incluyó en una antología  poética,  a pesar de la lejanía ideológica. Por fin los profesores Alfonso  Sánchez y Julio Neira  publicaron sus  obras completas y su epistolario, se reeditó ese libro onírico y alucinado que es La flor de la Californía y en 2004 se celebró el centenario de su nacimiento con algunos homenajes en su Málaga natal y algunos artículos  en la prensa. 

Hoy por hoy sigue siendo un poeta olvidado, maldito para unos y para otros  y totalmente desconocido por los lectores a pesar de la innegable calidad de su poesía que abrió caminos nuevos en su tiempo. 

sábado, 15 de agosto de 2020

El amor cortés explicado a los jóvenes



Las filosofías sobre el amor en el Renacimiento se basan fundamentalmente en dos corrientes anteriores: el amor cortés y el neoplatonismo. Sobre el amor cortés se ha escrito muchísimo. Se trata de la primera teorización sobre la naturaleza del amor refinado frente a la tosquedad de la realidad cotidiana. El amor cortés es un amor de naturaleza irrealizable. Un trovador corteja a una dama casada. Debía ser casada porque solo una mujer casada podía tener vasallos, porque esto es lo que es el enamorado, un vasallo, un servidor, un esclavo amoroso que dedica su vida a un amor imposible. Escribe sus poemas encubriendo a la dama con un seudónimo y se recitan en una corte en donde la mayoría no saben leer. La dama sabe de ese amor oculto, una mujer siempre termina sabiéndolo, y ello le halaga, pero el juego amoroso implica que ella debe distanciar al amante, debe tener mucho cuidado para que su marido y los celosos no descubran la situación. Ella se siente atraída por el amante, pero sabe que debe rechazarlo, por prudencia y por honestidad. Sin embargo, su vida es tan radicalmente árida y aburrida que ese amor absoluto que la pone a ella en un nivel elevadísimo le atrae y ha de buscar medios para hacer llegar sus mensajes al trovador, mensajes y prendas de amor...

¿Pero, entonces, es un amor imposible? –me preguntan mis alumnos-. Sí, todo nos lleva a pensar que el amor es irrealizable físicamente, pero eso no le quita intensidad. Un amor de naturaleza fantástica y que no puede cumplirse es de una intensidad todavía más alta que uno que se realiza. Porque la pulsión sexual entre los dos sujetos del amor cortés es muy elevada. Se desean pero es imposible. El trovador sufre intensamente, pero este sufrimiento lo ennoblece. Amar hace al hombre más refinado, más noble, más luminoso, lo perfecciona. Aunque sea imposible el objeto de su amor. El amor cortés no tiene que ver con la naturaleza sino con la cultura. Uno de los primeros en teorizarlo fue Andreas Capellanus, clérigo en una de las cortes del sur de Francia. Esa ansia de lo imposible hacía incrementar el deseo. Los dos amantes sueñan el uno con el otro. Están juntos en la imaginación, probablemente se masturban imaginando desnudo el cuerpo del otro. Es posible que el trovador tenga relaciones sexuales y en ellas sustituya el cuerpo de la mujer permitida por la otra, la oculta, y cuando introduzca el pene dentro de ella, sueñe que lo hace dentro de la mujer soñada. Ella, la mujer casada a través de alguna dama que la ayuda y que sabe el secreto, le hace llegar alguna prenda íntima que esté en contacto con su cuerpo, que huela a ella, que tenga algo de sus flujos más recónditos. Ella, tal vez, le hace llegar en un camafeo un vellón de pelos de su pubis.

¡Qué asco! –dicen mis alumnos. Eso es una relación... ¿morbosa? –les sugiero yo-. Sí, muy morbosa. Nada hay tan intenso sexualmente como algo que no se puede realizar y que sucede en el terreno de la imaginación. Ellos cada noche están juntos y nadie lo puede impedir porque es un amor soñado, imaginado, y la imaginación es la facultad más potente que existe. Un cuerpo real no es nunca tan intenso como un cuerpo recorrido milímetro a milímetro por las manos de los amantes en su imaginación.

Nada es tan real como un cuerpo real, me dicen mis alumnos que escuchan asombrados. Yo les contesto que en la sociedad que vivimos domina la satisfacción inmediata del deseo y se concibe difícilmente la demora o el retraso en la posesión del cuerpo deseado que deja de interesar si no es accesible, pero en el tiempo en que estamos, los seres humanos debían recurrir a la imaginación para dar rienda suelta a lo que no podía ser posible en el mundo real. La relación entre Lanzarote del Lago, el mejor caballero del rey Arturo, con la reina Ginebra es representativa de este modo de ver las cosas, en el mundo cortés. Ella cuando es penetrada por el rey Arturo imagina que quien lo hace es Lanzarote y su deseo es infinitamente mayor y el rey lo desconoce totalmente. Nadie puede penetrar en el mundo oculto de la imaginación.

En el plano real, la dama casada rechazaba al amante y le ponía obstáculos para comprobar la fuerza de su amor, pero a ella le subyugaban su constancia, sus versos llenos de conceptismo medieval en imágenes enfermizas y retorcidas que revelaban la intensidad de lo sexual, escritos en clave para que solo ella pudiera entenderlas. Las palabras se cargan, en la retórica de versos alambicados, de una fuerte tensión sexual, pues son escritos en noches de intenso deseo cuando él se masturba pensando en ella y acariciando los pelos de su pubis que mete en su boca para recorrerlos con su lengua sabiendo que son de ella. Ella lo imagina y eso la excita hasta límites difícilmente concebibles. Sus damas la bañan y dan ungüentos y ella sueña que es él el que es una de esas damas que la acaricia desnuda y la ve por la mañana cuando se levanta. La vida en la corte, una corte grosera, una corte sin apenas refinamiento, se convierte en un paraíso sensual en la imaginación de los dos enamorados que saben que su amor es imposible, tanto que ni siquiera esperan una oportunidad, pues nada será tan alto como lo que sucede en el terreno de su imaginación. No, no es un amor pueril, el amor cortés, no es un amor masoquista. No, supone el triunfo de los sueños frente al mundo de la realidad de cortos alcances en una corte plana y sin estímulos. Y ella frota su prenda más íntima con su fluido para hacérsela llegar de alguna manera al amante que la olerá y la morderá en un éxtasis de deseo brutal.

El silencio se hace en la clase. Mis alumnas musulmanas son las menos sorprendidas. 


Pues vaya. 

jueves, 13 de agosto de 2020

El imperio de lo efímero y el superhombre

 

Estoy leyendo El imperio de lo efímero de Gilles Lipovetsky y me encuentro en el prólogo una defensa argumentada de lo que significa, en las sociedades occidentales, la moda cuya frivolidad y superficialidad nos llevan al escepticismo y la tolerancia, a la defensa de los valores humanos y a vacunarnos contra el fanatismo y los proyectos antidemocráticos. Sin embargo, la moda ha recibido el desdén absoluto desde puntos de vista intelectuales que la ven como ese mundo frívolo e insustancial que nos hace insoportablemente superficiales. Es curioso este desdén intelectual respecto a algo que impone su imperio sobre todas las sociedades salvo las tradicionales y las primitivas donde no existe la moda. Y es que la moda es el signo más palpable de la modernidad frente a la tradición y el conservadurismo. La moda nos hace cambiar y transformarnos, alejados de valores densos y profundos que tan caros han resultado históricamente.

La lectura de este libro viene después de otro titulado La fractura (1918-1938) sobre la posguerra tras la Gran guerra del 1914 a la espera de una nueva conflagración bélica en 1939. Retengo un capítulo entre muchos interesantísimos. Me refiero el que aborda la idea de superhombre que triunfó a partir de la filosofía nietzscheana, y que fue tan mal entendido cuando en su origen tenía más que ver con una idea budista y no un ser superior que se erigiría sobre el resto de hombres. Curiosamente, la idea de superhombre gravitó sobre la primera parte del siglo XX y la asumieron diversas corrientes de pensamiento y políticas. Comunismo y fascismo y en especial el nazismo quisieron construir socialmente un hombre nuevo, que representaría el futuro de la humanidad depurada mediante la eugenesia de elementos débiles o deficientes, y que llevó en el nazismo –y no solo el nazismo- a la esterilización de seres considerados inferiores por su raza o sus condiciones humanas. También los nazis eliminaron físicamente a hombres y mujeres considerados indignos de vivir. Pero esta idea de la eugenesia era defendida por numerosos líderes políticos y científicos democráticos, estuvo muy en boga en los comienzos de siglo para perfeccionar la raza. Famosos pensadores la defendieron algo que hoy nos parece increíble.

Así que no es extraño que los totalitarismos quisieran construir socialmente a un hombre nuevo. De ahí la búsqueda de la pureza frente a la depravación de la república de Weimar, la defensa de la vuelta a la naturaleza frente al consumo de drogas, sexo o alcohol, el nudismo tan extendido entre comunidades que defendían la armonía del hombre con la naturaleza frente a la artificialidad de la sociedad. Este nuevo hombre, criado en el nazismo, como prototipo social y genético era el ideal colectivo de la sociedad. Debía tener unas características raciales inequívocas en cuanto a color de los ojos, del cabello, su musculatura, su armonía física. Recordemos la película El triunfo de la voluntad de Lenni Riefensthal. Pero el comunismo también quería construir un nuevo hombre soviético que encarnara física e mentalmente la nueva era; hay numerosas estatuas que representan al homo sovieticus, epítome de fuerza, coraje, sentido colectivo, sacrificio, valentía que son un modelo social y simbólico de lo que pretendían. Ambas son profecías llenas de densidad y profundidad que hacen referencia a la pureza frente a la decadencia occidental tan desdeñada por nazis y soviéticos. Así su desprecio por el arte degenerado fruto de la modernidad. El ser humano debía ser un homo social en función de un proyecto total y debía abandonar su individualidad para estar al servicio del Volk en el caso del nazismo o del pueblo en el caso del imperio soviético y el comunismo.

Estos ideales hoy nos resultan lejanos y peligrosos. Hemos abrazado el relativismo, la tolerancia, la democracia, la aceptación de diferentes tipos humanos sin que haya superiores o inferiores, no creemos en una superraza ni esperamos ya al superhombre nietzscheano.

Ahí tenemos la frivolidad de la moda, tan alejada de modelos profundos y totalitarios, absolutamente individualista, especializada en la seducción y en la superficialidad. Todo es seducción para la moda, sus modelos son asimismo dictados por mentes creadoras para realizar un tipo de mujer y de hombre adaptados a estéticas cambiantes en que no hay nada inquebrantable, todo es esencialmente efímero e impermanente, como nuestra vida. Sin embargo, la moda es despreciada por los que ansían valores fuertes, modelos humanos más consistentes, compromisos más sólidos, que buscan hombres y mujeres menos frívolos, mas solidarios... 

lunes, 10 de agosto de 2020

Reflexiones sobre Podemos y su praxis política


El 21 de diciembre de 2014, hace seis años, estuve en un mitin de Podemos en el Valle Hebrón en Barcelona. Quería ver el ambiente y hacer un reportaje fotográfico de un partido político que estaba en alza y que parecía ofrecer esperanzas para la renovación del panorama político. No me identificaba con dicha propuesta pero quería evaluarla en directo.

Si ven el vídeo, tendrán constancia de lo que aquello fue. Son destacables los primeros planos de asistentes a los que se ve pensando o seducidos por la plana intervención de Pablo Iglesias que no se mojó para nada en una ciudad que poco después sería escenario de hechos gravísimos que ponían de relieve la tensión política previa en torno a las exigencias independentistas.

Pablo Iglesias llegó veinte minutos tarde y no dijo nada, solo habló quince minutos y mi impresión fue de inanidad sin proponer nada que fuera en dirección alguna para resolver el problema nacionalista. Y así ha sido la política del bloque de En Comú-Podem en Cataluña. Ni esto, ni lo otro, sino todo lo contrario.

Podemos llegó en medio de una alta expectación y sus palabras se dirigían a un sector desencantado de la política que necesitaba ardorosamente una verdad a la que asirse, una fe religiosa en un líder. Vean los rostros de los participantes en el mitin. Absolutamente necesitados de una revelación que los salvara de su decepción y de su vacío político en una España que no ofrecía ninguna esperanza salvo la de Pablo Iglesias.

No sé si Podemos fue el regalo envenenado de Chávez contra Juan Carlos por aquel “¿Por qué no te callas?, pero podría serlo perfectamente. La formación morada empezó siendo un partido asambleísta que ponía en cuestión a la casta y quería ser diferente, pero ahora ya no lo es. Es un partido con una cabeza visible y tres o cuatro que descuellan por ahí. El ímpetu social del mismo se vino abajo con la nueva casa de los Iglesias. Los dirigentes izquierdistas en buena tradición también requerían tener una dacha a su altura. No sé que hubiera dicho Julio Anguita del chalé de Galapagar. Pronto se perdían las esencias. Y el partido asambleísta se ha convertido ya en parte de la casta cuya única voz visible es la de dos o tres dirigentes y el líder máximo, el oráculo. Pero eso no quiere decir que Podemos no sea una iglesia con sus fieles que soporten las críticas. Cualquiera que critique a Iglesias o a Podemos se enfrenta a la marea de fervorosos seguidores que se escandalizan de que alguien cuestione, critique o ponga en valor lo que representan. A veces son verdaderos linchamientos públicos. No se puede criticar a Podemos. No lo soportan y culpan a la malvada derecha que está detrás, esa derecha rastrera y traidora… Esta es la parte que menos me gusta de Podemos, el fanatismo visionario de sus fieles que se lanzan a degüello sobre cualquiera que les diga que el rey va desnudo. Y concuerda con las imágenes que vi en el Valle Hebrón. Un líder insolvente y una muchedumbre necesitada de un mesías al que poder adorar y al que no se puede poner en cuestión. José Sacristán ha deslizado unas declaraciones en que se comenta la figura de Iglesias críticamente y rápidamente ha recibido cientos y cientos de réplicas calificándole de fachorra para arriba. Para Podemos el mundo se divide entre fachorras y ellos. Los socialistas son un compañero de viaje imprescindible pero al que asesinarían si pudieran. Son criptofachorras. Ellos son la verdad, el camino y la vida de la verdadera izquierda, ellos poseen la línea política correcta. Uno que militó en un grupo marxista-leninista recuerda bien esto de tener el partido la línea política correcta. Y me da escalofríos volverlo a sentir.

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