El bloguero
Aitor Lázpita, autor del blog
GramáticaParda, publica un interesante post en el blog colectivo
Tres tizas que lleva por título
Las historias de Aitor Lázpita. He comentado en el blog pero las reflexiones de
Aitor me parecen tan sugerentes que las
continúo desde mi ángulo personal.
Aitor viene a decir que todo individuo, toda institución, toda
colectividad ... se basa en una historia o conjunto de historias que vienen a
ser la expresión de unos mitos. No son los datos biográficos o históricos, no,
es la construcción literaria que se hace de ellos. Así todos tenemos una
historia personal que es el modo en que contamos a nuestro personaje en medio
de las circunstancias. Da igual si en esta historia hay literaturización, construcción
ficticia, reelaboración, porque de hecho la hay siempre. De ahí esa pasión que
tenemos los seres humanos por que nos cuenten historias o reelaboraciones más o
menos literarias.
El problema está en que hay historias que
no se comparten, que hay diferentes relatos para explicar la política, la
sociedad, la escuela y de allí surgen planteamientos más o menos conservadores
o más o menos progresistas, basados esencialmente en los citados relatos que
los nutren.
¿Por qué, incide Aitor, la escuela da lugar a relatos tan disímiles y es imposible
articular una narración común para crear una ley educativa consensuada –añado
yo-? ¿Qué relatos hay sobre la escuela? ¿Sobre los profesores? Uno entiende que
se ha metido en un buen berenjenal. Y en seguida surgen ideas base o fuerza
sobre el periodo de secundaria:
Por un lado: enemigos de la escuela garaje o aparcamiento, necesidad del esfuerzo
(una palabra cargada de semántica muy compleja), contra la trivialización del
aprendizaje, disciplina, rigor, densidad, competitividad, orden, conocimiento,
profesor como organizador, jerarquía, solidez, contra la escuela como
guardería, contra una escuela banalizadora, igualadora por lo bajo,
vulgarizadora, creadora de individuos gregarios y mediocres, adaptados al
capitalismo...
Por otro:
contra la escuela desmotivadora anclada en el siglo XIX, preparación de un
futuro inminente, motivación, emociones, juego, inteligencias múltiples,
renovación metodológica y pedagógica, generación de nuevos modelos de
aprendizaje, el rol del profesor como cooperador, conocimiento extendido en
red, tecnología, trabajo interdisciplinar, aprendizaje significativo y
cooperativo, estructura no jerárquica, inclusiva, no competitiva, relación con
nuevas realidades, nuevos paradigmas, nuevos modelos organizativos, fomento de
la creatividad...
Pero...
Un claustro es una institución de los
institutos que reúne a todos los profesores de variadas edades y materias y en
ellos se hallan instaladas historias o mitos sobre el papel de la escuela y sus
roles como profesores. Cada profesor tiene interiorizado un esquema básico –a
menos que sea simplemente un vividor- y lo intenta aplicar según sus
posibilidades. Intenta que sus alumnos aprendan. ¿Pero lo consigue? ¿Aprenden
sus alumnos? ¿Qué aprenden? ¿O solo memorizan y olvidan? ¿Es capaz de crear un
modelado cognitivo que dé fundamento al proceso intelectivo? ¿Repiensa su
modelo o cree que tiene ya un relato consistente para narrar la escuela?
Para pensar las historias que nutren
nuestras ficciones habría que conversar, habría que compartir experiencias,
reflexiones, reelaborar nuestros mitos, intercambiar, pero un claustro de
profesores es un organismo casi anodino por lo que yo conozco. Predominan las
instancias conservadoras que desconfían de las innovaciones, no son profesores que
se renueven metodológicamente y desconocen conceptos fundamentales que están
surgiendo, no son curiosos. Tienen su librillo como cada maestro. Unos buscan
esto y otros buscan lo otro, pero raramente o nunca se comparten dudas y
metodologías. Cada uno está encerrado en su burbuja y apenas sale, solo para
respirar. Tiene sus mitos ancestrales, básicos, esenciales. El aula es el reino
del profesor y ha de saber gestionarla en total soledad.
Pero ¿cómo lo hace? ¿qué se busca? ¿qué
se quiere obtener de ello? ¿qué se espera que quede para el futuro? ¿para qué
realidad estamos preparando a nuestros alumnos? ¿Logramos que aprendan?
Tenemos narraciones personales y
colectivas pero son impermeables y rocosas. Lo normal no es que se esté
dispuesto a aprender de nuevo. Hay mucha resignación, se culpa a la sociedad, a
los padres, al gobierno, a las leyes, al entorno de los alumnos ... a todo
menos a poner exponer y explicar los mitos personales, las historias o relatos,
esos que conforman inconscientemente el día a día en el aula.
Si los profesores ni siquiera intentan
consensuar un relato de escuela, ¿cómo podemos esperar que los partidos
cambiantes sean capaces de hacerlo?
Y además ¿qué piensan nuestros alumnos al respecto?