Investigo y experimento nuevos modos de
evaluación de modo sistemático. Nadie podrá decir que las notas que utilizo son
las de dos exámenes para toda la evaluación. No, mi nota es configurada por más
de cincuenta o sesenta ítems en que se valora todo, absolutamente todo lo que
ha pasado en la evaluación. Cada día incorporo dos o tres ítems sobre lo que
hemos estado haciendo en clase, los trabajos que han hecho, que sigo
concienzudamente comentándoselos y orientándoles cómo mejorarlos. Mis notas son
complejas y exhaustivas. Además aplico a final de evaluación una rúbrica para
que los alumnos puedan autoevaluarse a la vista de todas las notas que han
obtenido a lo largo de ese periodo. Lo que han presentado y dejado de
presentar, los tests con Kahoot, con
Educanon, con Kubbu, las pruebas escritas, los ejercicios de resúmenes casi
semanales, los mapas mentales con Mindomo,
uno por semana, los vídeos que ven a razón de dos por semana.
Sin embargo, evalúe como evalué, los resultados son muy parecidos. Hay alumnos que están en cabeza destacando, hay otros en el terreno intermedio y otros que se descuelgan y quedan atrás. No es una cuestión de suerte en un examen en un día propicio. Esto es un mito. Se tiene en consideración la constancia del alumno, su persistencia en una actitud, su habilidad tecnológica, su asiduidad en la presentación de trabajos ... No obstante, hay algo que observo como signo distintivo de los que van en cabeza, además de su mayor constancia y capacidad de trabajo así como su agilidad mental. Me refiero a su memoria. Hay alumnos que retienen la información que pasa por ellos y otros que la olvidan con facilidad. Hay alumnos que son capaces de estar jugueteando en clase y que a la vez se enteran de todo y lo retienen. Y otros a los que tal vez les cueste fijar la atención o su memoria es abiertamente más liviana y no retienen la información.
Se ha denostado mucho la memoria como
herramienta educativa pero es uno de los signos distintivos más relevantes en
el proceso de aprendizaje. Si no se retiene información ¿cómo se van a conectar
las distintas ideas o datos? Utilizo en mi didáctica los mapas mentales. Uno
cada semana a través de Mindomo, una
plataforma de pago que he asumido personalmente. Sé que es un medio
extraordinario para organizar las ideas y establecer conexiones entre ellas. Un
mapa mental es un procedimiento de organización de la inteligencia. Pues bien, los alumnos que
mejores resultados obtienen en los mapas mentales son también los que mejor
retienen la información. No es solo retenerla, claro, es también saber organizarla,
establecer conexiones, sinapsis...
He pensado mucho en la idea de las
inteligencias múltiples aunque tengo que seguir profundizando en ello. Sin duda habrá alumnos que son malos para el
lenguaje y son excelentes para el dibujo, la danza o el fútbol. Alumnos que
fracasan en un área pero que son extraordinarios en otra. O simplemente buenos.
Alumnos que fracasan en los estudios reglados pero son buenos en las relaciones
públicas, en la mecánica, en el deporte ... Sin embargo, en un aula
convencional hay escasa salida para darle a esto. Puede que mis alumnos sean
deficientes en mi compleja valoración evaluativa, pero sean excelentes en los
videojuegos o como delanteros en un equipo de fútbol. De hecho me encuentro
exalumnos que no eran nada brillantes –nada- y los encuentro mejor colocados
laboralmente que otros que lo eran. Esto es un misterio insoluble. He conocido
a excelentes alumnos que a sus cuarenta años siguen viviendo con su madre
porque no han podido salir al mercado laboral. Es decir, que su experiencia ha
sido infructuosa profesionalmente a pesar de su título universitario.
Sin embargo, en el aula solo podemos ver
unos parámetros –por más complejos que puedan parecer-. En ellos hay alumnos
que sobresalen muy por encima de la media en las áreas de comprensión, memoria,
establecimiento de conexiones, adquisición de conocimientos tecnológicos,
constancia ... Y es eso lo que evaluamos. No podemos evaluar la incerteza. Solo
podemos evaluar lo que es mensurable. Trabajo y comprensión, y como aliado
fundamental en todo, la memoria. Alguien dijo que la memoria era el cincuenta
por ciento más importante de la inteligencia. Sin memoria no hay aprendizaje. La
memoria ayuda a situar los conceptos en su lugar, a establecer relaciones con
fluidez. Un alumno con buena memoria natural tiene muchas más oportunidades de
destacar en los estudios que otros que no la tengan. Si a esta capacidad
espontánea se le une la agilidad mental, la rapidez de comprensión y el trabajo
exhaustivo tenemos a mi alumno Yassin
de trece años y marroquí que se permite estar en clase, con cara divertida, con cien ojos y oídos y ser de los
más juguetones y folloneros del aula.
Cada día me digo que el talento es la más
injusta de las circunstancias humanas. Pero ¡qué genial es este Yassin!