El desarrollo ideal de una clase de tercero de ESO en un centro de
máxima complejidad social y con un alto nivel de inmigración es el siguiente:
el profesor entra en el aula y los alumnos van poco a poco sentándose tras unos
momentos de dispersión por el cambio de materia. El profesor se sienta a su
mesa con aire cansado y espera que sus alumnos vayan sacando los materiales.
Hace treinta años que explica lo mismo y sabe que lo hace bien. Los alumnos le
tienen temor y se van callando. La clase se desarrolla en silencio y el
profesor explica la mayor parte del tiempo. Luego les deja veinte minutos para
hacer ejercicios. La clase ha acabado sin demasiado desgaste personal. El
profesor les hará un par de exámenes en la evaluación y les pondrá nota. No
invierte tiempo personal en sus alumnos ni en investigación. Sabe dar clases y
la combinación de respeto y dominio del aula hacen lo suficiente para que nada
le cueste especialmente demasiado. Tiene muy claro que la administración no
recibirá nada de él que vaya más allá de lo estrictamente necesario. No le
importa si sus alumnos piensan o no. El caso es que contesten al examen y hagan
los deberes. No quiere corregir mucho ni preparar clases ¿para qué si ya se lo
sabe todo desde hace treinta años y lo hace bien? Sus alumnos harán un buen dossier que él no se mirará. Espera jubilarse lo antes
posible y si todo sigue igual, le faltan ya pocos años.
Pues mis clases no son así.
El profesor entra en el aula y poco a poco se va organizando un
barullo bastante considerable. El profesor recibe en poco tiempo un montón de
mensajes de sus alumnos que quieren comentar algunos aspectos sobre la materia.
Llega con dificultad a su mesa y procede a conectar el ordenador al cañón
digital de la clase. Cuando lo logra escribe en la pizarra las tareas y
actividades para hoy y los próximos días. Es una Flipped Classroom. Los alumnos
en su inmensa mayoría ven los vídeos en casa y contestan al cuestionario
incorporado. Realizan un resumen del vídeo que entregan al profesor. Uno de
ellos los recoge. Los alumnos saben qué va a venir a continuación. El profesor
no habla mucho. Se desarrolla un Kahoot. Cada alumno con su terminal va
contestando en medio de una expectación máxima las preguntas sobre el
Renacimiento y el Humanismo. Pueden utilizar los móviles. Compiten entre ellos
y la clasificación va variando. Tienen que ser rápidos y conocer el tema. Gana
uno de ellos y eso les produce satisfacción personal y alegría.
El resto de la clase es para elaborar mapas mentales por parejas
con Mindomo. Hacen mapas conceptuales sobre cada tema, mapas muy complejos que
amplían cada unidad didáctica. Algunos trabajan sobre las diferencias y
semejanzas entre el mester de juglaría y clerecía y otros sobre el
Petrarquismo. El sistema permite que los alumnos que avanzan más rápido puedan
hacerlo y hay verdaderos especialistas en realización de mapas mentales. Hacer
un mapa mental supone comprender en profundidad el tema.
El profesor no para durante la hora resolviendo dudas técnicas y
metodológicas. Los alumnos no están en sepulcral silencio. Algunas muchachas se
sientan sobre la mesa. Hay animación en la clase. Están pensando y resolviendo
problemas. Hay risas y distensión, pero la mayoría están absorbidos por la
tarea que están haciendo. Cada semana se desarrollan dos unidades y el avance
es mucho mayor que mediante cualquier otro sistema. Además se desarrolla una
especie de complicidad muy destacable entre el profesor y los alumnos. Les gusta
trabajar así. No les gusta estar pasivos. Quieren participar y pensar. Estar
activos toda la hora.
Los alumnos piden más y más. No quieren quedarse retrasados. Se
implican personalmente en lo que están haciendo. El profesor tendrá más de cien
notas de cada uno a lo largo de la evaluación. Semanalmente publica un Flippity
(una hoja de cálculo de Excel) con los puntos acumulados de cada uno. Raramente
se desentienden de la tarea. Se ven involucrados y quieren sacar buenas notas.
El profesor dedica buena parte de su tiempo de ocio a preparar
clases, a grabar vídeos, a elaborar cuestionarios, a corregir, a investigar
nuevos proyectos. No da nada por cerrado. La enseñanza es algo que es muy
exigente y quiere que sus alumnos tengan un buen nivel y que no sean máquinas
de repetir y de memorizar. Aprenden sin darse cuenta. No hay exámenes pero hay
pruebas todos los días. No hay el sacrosanto dossier que piden todos los profesores ni hay ninguna
copia en su materia. Piensa que utilizar el tiempo para copiar es indignante. Pero
es lo que hacen muchos de sus colegas. Entiende que sus alumnos deben estar en
el aula pensando y resolviendo problemas. Tiene una opinión positiva de ellos
pues se da cuenta de que les gusta pensar y que tiran mucho más de lo que se
espera de ellos. Y además le gusta que haya alegría en clase, que la clase no
sea una misa con un único oficiante.
Sabe que sus alumnos con esta estrategia aprenderán veinte veces
más. Y de eso se trata. Ha dedicado mucho tiempo a investigar y sabe que no
sabe nada. Pero esto lo gusta. Piensa en retrasar su jubilación para continuar
más con estos chavales a los que no quiere abandonar.
No tiene gesto cansado sino desafiante. A él igual que a sus
alumnos le gustan los retos. Y este es espectacular. No quiere que nadie se
quede atrás. Las notas presumiblemente serán muy buenas. No le dolerán prendas.
Alegría. Se aprende con alegría.