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sábado, 21 de marzo de 2020

Ahora va en serio, muy en serio


Ayer escribí que el virus nos estaba transformando, solo lo expresé y escribí que era bueno. Le he dado muchas vueltas a esta idea durante las horas que han pasado desde ayer. ¿Realmente es buena esta transformación? Desde luego, nos hace sentir frágiles y en pocos días nos hemos hecho más humildes, y consiguientemente, más generosos. Va a hacer falta mucha generosidad para salir de aquí porque todo es una cadena en la que todos somos interdependientes. No hay nadie que esté arriba y quien esté abajo. Mueren de todas las clases sociales, mueren obreros y aristócratas, intelectuales y futboleros, hombres y mujeres, niños, adultos y ancianos, estúpidos e inteligentes, simples y complejos… Todos sentimos en nuestro cogote el aliento de la amenaza, nadie está a salvo. Hemos aprendido en pocos días a mantener distancias de seguridad, a permanecer en casa a pesar de nuestra claustrofobia… Hace quince días íbamos a los bares, nos juntábamos la familia, los amigos, íbamos a los estadios y a los conciertos, a la playa, hacíamos excursiones a la montaña… Ahora nuestro horizonte es concreto y exacto: las cuatro paredes de nuestra casa. Nadie hubiera imaginado nada así cuando comenzó con cierta distancia la crisis del coronavirus en China. Parecía muy lejano. Ahora está aquí. Hay miles de muertos en nuestro país, en Madrid y Barcelona, y en todas partes. ¿Dónde quedan las narcisistas pulsiones del nacionalismo fuera de las necedades de un president Torra que sigue como si nada hubiera pasado? Cada uno está solo y siente el miedo a su medida. No hay arriba y abajo, no hay naciones, no hay oprimidos nacionales… Esto nos ha unido a todos, y lo vamos a pasar mal. Tres millones y medio de personas dependen del turismo en España, y eso se ha hundido. El tejido productivo está detenido, la economía está en estado de shock, los alquileres no se van a poder pagar, no sé si las pensiones y los ERTES. El estado es débil, no somos Alemania. Va a hacer falta mucha generosidad y resiliencia para salir de aquí. Pienso en las gilipolleces que resuenan en los parlamentos nacionales y autónomicos, ahora todo ha quedado desfasado, el lenguaje del pasado ya no sirve, las horteradas políticas y las poses no serán aceptadas. Ahora va en serio, muy en serio.

viernes, 20 de marzo de 2020

El virus nos está transformando



El virus nos está transformando -y eso es bueno-.

Las exequias en tiempos del virus


Hoy he pensado en los funerales que se estarán celebrando estos días en los tanatorios. Por un lado, de los centenares de víctimas del coronavirus (ya vamos por más de mil según creo), añadidas a las otras, las que son por cualquier otra causa. Me imagino esos funerales y esos velatorios entrando la gente de dos en dos sin poder abrazar a los que han perdido a alguien, sin poder darle la mano, a distancia de dos metros; se evitarán las aglomeraciones y se pedirá a los amigos y familiares que vayan solo los más cercanos, y en la capilla, los pocos que estén presentes con mascarillas y guantes, evitando la cercanía de otros participantes. Y todos sobrecogidos de miedo por posibles contagios, especialmente si ha sido por el Covid-19.

En China están prohibidos los funerales por coronavirus. 

Si algo tienen los funerales es la posibilidad de convertirlos en algo hermoso, unas palabras, una pieza clásica interpretada, el ritual, la proyección de fotografías si es un funeral laico, y luego el contacto humano, los abrazos sentidos, el calor que se transmite en medio del duelo a veces tan doloroso, las palabras de consuelo…

Los funerales suelen ser tristes cuando se muere alguien a destiempo. Reflexiono sobre ello porque estoy preparando uno para una amiga que quiere que en él se celebre algo hermoso cuando llegue su hora, previsiblemente pronto por la edad que tiene. Me ha contado qué piezas musicales querría, las personas que quiere que hablen en su responso, y las botellas de cava que habrá después del funeral laico celebrando la plenitud de su vida. 

Siempre es a destiempo cuando uno muere, pero en estos días, tiene que ser ominosamente triste todo lo que rodee al funeral. Es un efecto secundario en el que no había pensado.

jueves, 19 de marzo de 2020

El debate sobre la Renta Básica Universal


Una propuesta que cobra inusitada fuerza en la sociedad del postcapitalismo es la de la Renta Básica Universal, especialmente por la progresión de la automatización y la robotización que provocarán que aproximadamente un tercio de los empleos actuales se pierdan. En esta propuesta, defendida por la izquierda como un sistema de eliminar la pobreza y la desigualdad como también por cierta derecha que lo ve un camino para adelgazar al estado y hacerlo menos burocrático, cada ciudadano recibiría una cantidad básica mensual que le permitiría vivir elementalmente. Sería incondicional y no supeditada a requisitos o baremos. Se supone que estos receptores buscarían trabajo y eso se añadiría a su RBU. Sería una forma de retribuir el derecho a una existencia digna y permitiría a la gente dedicarse a otras alternativas como el arte sin tener que depender de un trabajo esclavizador. La idea tiene como podéis ver en la Wikipedia defensores a ultranza –la idea no es nueva- como detractores dentro del campo de la derecha y la izquierda, e incluso del feminismo que verían en esta renta una trampa para que las mujeres se recluyeran en su trabajo doméstico sin salir de casa lo que en cierta manera las universaliza y libera.

El debate ha llegado a Suiza donde se celebró un referéndum y fue rechazada la idea de una RBU. En Finlandia se realizó un experimento parcial con un par de miles de personas durante un tiempo y sus conclusiones no fueron reveladas.

¿Estimularía el conformismo y el consumo de alcohol como entre los indígenas americanos que recibían –no sé si ahora- una RBU a cambio de las tierras ocupadas por el hombre blanco? ¿De dónde saldría el dinero para este gasto impresionante? Hay quien opina que la inflación subsiguiente a esta RBU eliminaría totalmente su impacto como liberador social. ¿Abonaría el camino a la pereza colectiva y a la falta de estímulos? ¿La sociedad apostaría por el arte como modo de vida sin tener que depender de los trabajos? ¿Acaso no atraería masivamente a inmigrantes que harían los trabajos desagradables sin tener acceso a ella? ¿Quién tendría derecho a esta RBU?

En esta crisis del coronavirus, cuyo impacto va a ser demoledor para las pequeñas y medianas empresas, da tiempo de pensar alternativas al modelo que estamos viviendo cuyo funcionamiento es merecedor de una profunda reflexión en un tiempo en que los empleos van a ser cada vez más escasos. El otro día leía que Amazon estaba desarrollando una tecnología que eliminaría las líneas de caja en los grandes almacenes y supermercados, enviando al paro a decenas de miles de personas. Animo a pensar la idea de RBU y evaluar sus pros e inconvenientes.

miércoles, 18 de marzo de 2020

Esta crisis nos transformará totalmente


¿Y si la crisis del coronavirus, cuyo periodo de emergencia algunos medios norteamericanos como Time cifran entre 12 y 18 meses hasta que se consiga una vacuna, terminara representando una lucha por el poder mundial? Nada será igual cuando esto acabe, nos habremos transformado, todo el mundo será diferente. No se imaginen que esto va a acabar en dos o tres semanas, no es así. Nos esperan tiempos aciagos. Lamento fastidiar el positivismo imperante en las redes pero esto va para largo y cuando salgamos apenas nos acordaremos de cómo éramos. 

¿Acaso Gaia no iba a reaccionar?



La crisis actual –inesperada, como un hachazo (hace diez días era todavía impensable)- es un buen gabinete de observación de nosotros mismos y del género humano. Hay muchos blogs que reflexionan sobre lo que está pasando. Los que más me repelen son los que miran con desdén a la gente y desde su altivez miran a la humanidad con espíritu de superioridad. Pienso que cada uno hace lo que puede, unos son listos y otros lo son menos, unos leen y otros no leen, unos aplauden por las noches y otros lo miran como signo del gregarismo. En todo caso, todos estamos enfrentados a una situación desconocida y de perspectivas inciertas pues no sabemos cuándo acabará la cuarentena. No parece que sea dentro de dos semanas. El virus es planetario y no nos hemos inmunizado. Aunque nosotros superáramos el tiempo de aislamiento y disminuyeran los contagios, siempre estaremos expuestos a que vengan turistas, visitantes o inmigrantes, que puedan reavivar la crisis. Pensemos que en el hemisferio sur es todavía verano, se piensa que el pico será cuando allí sea invierno.

Estamos en una balsa la humanidad, todos estamos relacionados y conectados. ¿Cuánto tiempo habremos de vivir con fronteras cerradas? ¿Acaso el virus no ha conseguido lo que los populistas propugnaron como defensa de nuestras sociedades? España recibe cada año a decenas y decenas de millones de turistas, y eso se ha venido abajo. Asimismo, desdichados africanos intentan cruzar el Mediterráneo en busca del Dorado europeo. ¿Qué pasará? Nuestras fronteras están cerradas como la de todos los países de Europa y de la mayoría del mundo. Y nosotros vivimos confinados en nuestros hogares –los que pueden, claro-.

Hoy he salido a comprar y las calles están vacías, varios de los que me he encontrado llevan mascarilla, en las tiendas hay que hacer cola para entrar, todo se ha detenido, empezando por la economía. Tememos que a mi hija pequeña le echen de dependienta de Inditex, las empresas harán regulación de empleo y sueldo y muchos irán al paro que no sé si se podrá pagar.

Es el problema más complejo a los que nos hemos enfrentado desde el final de la Segunda Guerra Mundial porque es una catástrofe planetaria de la que no saldremos indemnes. Nadie lo saldrá. Pienso que todo cambiará a partir de ahora.

Hay quien relaciona esta crisis vírica –lo he leído en The Guardian- con la depredación que realizamos con la naturaleza, la destrucción de ecosistemas donde se esconden virus que salen de la profundidad de la jungla arrasada en organismos de animales que expanden virus letales para los humanos, sean monos, murciélagos u otras especies. ¿Acaso no está en la destrucción de la naturaleza la causa de esto? Nadie dijo que Gaia no fuera a reaccionar. ¿La destrucción ecológica no está en la base de esto? Tendremos que pensar en ello. Me miro y observo a los vecinos, a los seres humanos y los veo estupefactos, atónitos. Todavía no acabamos de creernos esto.

martes, 17 de marzo de 2020

Chavela Vargas y su versión de La Llorona


En estos días de confinamiento, hay multitud de anécdotas. Los paso con mis hijas compartiendo tareas del hogar y demás. Yo soy el que salgo a la calle para los suministros. Siempre hay música con Alexa que nos acompaña (y nos espía). Ayer salió el tema de la canción de La llorona que a mi hija mayor de 23 años le gusta mucho en la versión de Operación Triunfo del año pasado. Entonces le pedí a Alexa que me pusiera la versión de Chavela Vargas. La estuvimos escuchando  pero vi enseguida vi que no le gustaba. Y al final me dijo que ella prefiere la de Alba Reche, una triunfita. Le repliqué que es como comparar a un clásico con un aprendiz de escuela de música, como es en realidad. ¡Tú y tus clásicos! –me dijo-. Luego pensé que la versión de Chavela Vargas es densa, desgarradora, trágica, mientras que la de Alba Reche es ligera y divertida, totalmente desprovista de elementos dramáticos, una surge del sufrimiento y la otra es un divertimento, una es sangre de una vida llena de conmociones y desgarros y la otra es leve, sin más, entretenida. Dos tiempos distintos, dos modos de contemplar el mundo diferentes.

lunes, 16 de marzo de 2020

La tecnología incrementa la desigualdad


"En El capital en el siglo XXI, obra profundamente pesimista sobre la desigualdad económica, el economista francés Thomas Piketty analiza las crecientes diferencias de riqueza entre una minoría de personas muy ricas y el resto de la población.

En Estados Unidos, en 2014, el 0,01 por ciento más rico, compuesto por tan solo 16.000 familias, controlaba el 11,2 por ciento de la riqueza total; una situación comparable a la de 1916, la época de mayor desigualdad de la que hay constancia. Actualmente, el 0,1 por ciento más rico acumula el 22 por ciento de toda la riqueza, el mismo porcentaje que el 90 por ciento más pobre.  Y la gran recesión no ha hecho más que acelerar el proceso: entre 2009 y 2012, el 1 por ciento más rico acaparó el 95 por ciento del crecimiento de los ingresos. 

La situación, aunque no tan dramática, va en la misma dirección en Europa, donde la riqueza acumulada —buena parte de la cual es heredada— se aproxima a niveles que no se habían visto desde finales del siglo XIX. Se trata de una inversión de la idea extendida de lo que es el progreso, según la cual el desarrollo social conduce inexorablemente a una mayor igualdad. 

Desde la década de 1950, los economistas han creído que, en las economías avanzadas, el crecimiento económico reduce la desigualdad entre ricos y pobres. Esta doctrina, que se conoce como curva de Kuznets en honor a su inventor, el nobel Simon Kuznets, afirma que la desigualdad económica inicialmente aumenta cuando las sociedades se industrializan, pero a continuación se reduce a medida que la educación universal iguala las condiciones y resulta en una participación política más generalizada. Y así sucedió —al menos en Occidente— durante buena parte del siglo XX. Pero ya no estamos en la época industrial y, según Piketty, cualquier creencia de que el progreso tecnológico conducirá «al triunfo del capital humano sobre el capital financiero e inmobiliario, al de los gestores competentes sobre los peces gordos de los accionistas, y de la capacidad sobre el nepotismo» es «en gran medida ilusoria». 

De hecho, en muchos sectores la tecnología es uno de los factores clave para la desigualdad. El incesante avance de la automatización —de las cajas de los supermercados a los algoritmos de negociación bursátil, de los robots industriales a los coches autónomos— supone una amenaza creciente para el empleo de la población humana en todos los sectores. No hay red de seguridad para aquellos cuyas habilidades quedan obsoletas tras la irrupción de las máquinas, ni siquiera quienes las programan están a salvo de este riesgo. A medida que aumentan las capacidades de las máquinas, aumentan también las profesiones vulnerables, y la inteligencia artificial no hace más que echar leña al fuego. 

La propia internet contribuye a marcar esta senda hacia la desigualdad, ya que los efectos de la red y de la disponibilidad global de servicios crea un mercado donde el vencedor se queda con todo, tanto en las redes sociales y los buscadores de internet como en los supermercados o las compañías de taxis. 

La queja de la derecha contra el comunismo —que todos nos veríamos obligados a comprar los productos a un único proveedor estatal— ha sido reemplazada por la necesidad de comprarlo todo en Amazon. Y una de las claves de esta mayor desigualdad es la opacidad de los propios sistemas tecnológicos".

Bridle, James. La nueva edad oscura (Spanish Edition) . Penguin Random House Grupo Editorial España. Edición de Kindle.

sábado, 14 de marzo de 2020

Sobre lo que estamos de acuerdo en no pensar

                                         Edward Snowden

"Como ocurre con el cambio climático, la vigilancia masiva ha resultado ser una idea demasiado inabarcable y desestabilizadora como para que la sociedad tome realmente conciencia de ella; al igual que las conversaciones incómodas, medio jocosas y medio aterrorizadas, sobre el clima, se ha convertido en otro quejumbroso rumor paranoico que se oye de fondo en todas nuestras vidas cotidianas. Pensar en el cambio climático echa a perder el tiempo, al convertirlo en una amenaza existencial incluso cuando hace bueno. Pensar en la vigilancia masiva echa a perder las llamadas telefónicas, los correos electrónicos, las cámaras y las conversaciones de dormitorio. Su icor negro cubre los objetos que tocamos a diario y sus consecuencias penetran tan profundamente en nuestras vidas cotidianas que lo más fácil es añadirla a la larga lista de cosas sobre las que simplemente estamos de acuerdo en no pensar".

Bridle, James. La nueva edad oscura (Spanish Edition) . Penguin Random House Grupo Editorial España. Edición de Kindle.

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