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lunes, 18 de mayo de 2020
domingo, 17 de mayo de 2020
viernes, 21 de febrero de 2020
Cansancio y reflexiones
He decidido dedicar un día a la semana a las caminatas –los otros cuatro de la semana laboral- voy al Citilab de Cornellà a leer y escribir cinco horas cada día. Me fuerzo a madrugar y creo que es sano y conveniente. Los viernes es el día de las excursiones en solitario por los alrededores de Cornellà. Camino de veinte a treinta kilómetros, aunque a veces llego a cuarenta cuando me voy por la metafísica y telúrica sierra del Garraf a Sitges en jornadas de doce horas durante las que no encuentro a nadie en largos periodos. A veces pienso que si me torciera un tobillo lo pasaría francamente mal pues son caminos desusados por los que no pasa ni un alma.
Hoy la caminata ha sido gozosa por el día abierto, tibio y soleado que ha hecho. Iba sin gorra para recibir la vitamina D del sol. He disfrutado caminando por entre los campos de alcachofas del Prat de Llobregat. La mente me iba por libre dejando de lado los libros leídos estos días y concentrándome en la mañana, en mí mismo y en las anécdotas del trayecto como esos gatos que se me han cruzado y que me han mirado antes de salir corriendo. También los trinos de los gorriones. Caminaba a buen paso, era todo llano, luego llegarían los repechos en que uno ha de respirar por la boca para tomar abundante aire. En dos horas y media he llegado a lo alto de la ermita de Sant Ramon desde la que se divisa todo el Llobregat. Allí he comido un bocata de tortilla con unas olivas y una cocacola. Este bar, junto a la ermita, es un referente en lo alto del monte. He subido a él incluso en días de intensa lluvia protegido por una capelina gruesa. Me sentía radiante, alejado del pensamiento de Cioran que me ha impregnado estos días. Hoy todo era luz y sentimiento de las limitaciones del propio cuerpo que poco a poco va siendo poseído por el cansancio a medida que van subiendo los kilómetros. Hoy han sido veinticuatro en total. Los suficientes para terminar en un estado receptivo y lleno de posibilidades. El cansancio es sano. Peter Handke escribió un libro titulado Ensayo sobre el cansancio, que he leído un par de ocasiones y he dedicado posts a ello, en que resaltaba las cualidades creativas del cansancio. Cuando te cansas físicamente tu cuerpo genera hormonas de la felicidad, estás más predispuesto a la observación y levitas a pesar del dolor de las extremidades. En días como hoy no puedo leer los libros que tengo en la mesilla –leo generalmente con el iPad-, me invade, tras la comida, un sopor dulcísimo en el que me dejo llevar y me hundo en la inconsciencia relativa, respirando profundamente.
Durante la excursión he recibido un mensaje de correo de un bloguero amigo en que se hacía eco de mi posición sobre los comentarios en los blogs. Desde que no comento ni permito comentarios tengo más tiempo para leer blogs interesantes, prensa extranjera –que el iPad me traduce prodigiosamente con bastante exactitud-, literatura en general; sobre todo no pierdo el tiempo pensando en si llegan comentarios o no como si ello diera medida del valor de un blog. Y además se tiene mucha mayor libertad para plantear los posts como te dé la gana.
Hoy estoy solo en casa, toda la familia se ha ido a un sitio o a otro. Me gusta la soledad: viajo solo, hago caminatas solo, tengo pocos amigos… Cioran dice: Toda amistad es un drama oculto, una serie de heridas sutiles. Y estoy bastante de acuerdo. Pocas cosas son tan frágiles como la amistad. Hay gente que tiene cientos de amigos, pero yo no soy de estos. Me he ido acostumbrando a una soledad espiritual en que crezco hacia dentro en lugar de hacia fuera. Tengo en general pocas cosas que decir, hablo conmigo mismo, me amo o me detesto alternativamente. Me acompaña la literatura. Leer es hablar privilegiadamente con alguien, generalmente muy inteligente. Estos días de lectura intensa de Cioran he sentido que este libro, Del inconveniente de haber nacido, estaba escrito expresamente para mí. El grado de cercanía a lo que siento es increíble. Cioran detestaba a los hombres pero le interesaban los seres humanos. Me doy cuenta de que me pasa lo mismo.
martes, 18 de febrero de 2020
lunes, 16 de septiembre de 2019
Vivir en el presente
La
transformación es el estado continuo de la vida. Nada permanece, todo está en
continuo estado de cambio y fluencia. Nada está fijo, y cuando algo parece que
lo está, es que algo falla. Hay personas que se enorgullecen de ser idénticas a
los cuarenta y tantos años a cómo eran a los dieciséis. Probablemente lo serán
en su perspectiva cuando tengan sesenta, lo que es una evidencia de un enorme
fracaso o una ridícula confusión. No se puede vivir sin transformarnos, cada
instante, cada día, cada año, cada época. Sin embargo, hay a veces adolescentes
o adulescentes que escriben en sus dedicatorias “no cambies nunca” como anhelo
de búsqueda de la permanencia en la personalidad de un amigo. Querríamos que
las cosas siguieran siendo iguales a una cierta etapa dorada de nuestra vida, y
nos duele que no sea así. La vida y sus etapas son palmarias en este sentido.
De niño a hombre, de hombre a anciano, de anciano a la nada… Pero este cambio trágico
que se da en nuestras vidas es invisible a nuestra mirada, no lo percibimos de
lo acostumbrado que estamos a vernos cada día en el espejo en el que van
apareciendo pequeños cambios que se hacen evidentes al cabo de un tiempo en que
no habíamos reparado en ellos. La transformación produce dolor, no es fácil
asistir a esta deriva sin sentirnos acongojados, inquietos, angustiados… No hay
nada fijo. Cambia nuestro físico pero también cambian nuestras ideas, nuestro
modo de ver el mundo, de estar en él, de sentirnos, de contemplarnos, de
contemplar a los demás, sean nuestros hijos o nuestra pareja o nuestros amigos…
Todos estamos en cambio incesante. Es difícil asirse a algo que nos dé
estabilidad. El gran problema de la vida es asumir los cambios propios y el de
las personas que tenemos cerca… pero también asumir los cambios sociales,
políticos, tecnológicos, filosóficos, ideológicos… Uno envejece cuando ya no es
capaz de adaptarse a esta transformación existencial, histórica y social del
universo, que late, se expande y se transforma segundo a segundo.
De ahí la extensión de los
pensamientos que intentan vivir el presente en su íntimo latir en cada instante,
como único y esencial, una especie de “metafísica del presente” para evitar la angustia del pasado o del futuro. Ya que no
podemos aferrarnos a nada firme, se plantea fluir con la vida, vivir el aquí y
el ahora como fundamento existencial. Es el tema del budismo y ciertas
religiones, además de la degradada autoayuda. Como si eso fuera posible solo
con desearlo, como si pudiéramos aferrarnos decididamente a ese instante
preciso y precioso del presente en su proceso de transformación. Pienso que
nuestro modo de vida de hombres en la historia no está preparado para ello. Es
una ficción pensar que podemos vivir de modo permanente en el presente. Estoy
seguro de que el uso de drogas, el mismo alcohol, tienen como eje la angustia
de esa transformación incesante y el anhelo de detener el tiempo y tal vez
estas sustancias proveen a sus usuarios de una cierta ilusión de que eso es
posible en una suerte de iluminación interior. No es el vicio lo que impulsa a
los seres humanos a la drogadicción, no, es el afán de fijarnos ilusoriamente
en el presente inmanente. Pero solo es un sueño porque “no somos capaces de
presente, ni como pensantes ni como vivientes, ni en el sentido de que
estuviéramos completamente en el ser, ni en el de que el ser estuviera
completamente en nosotros. La presencia plena no representa por ahora una opción
real para seres mortales”, según escribe Peter Sloterdijk en su libro ¿Qué
sucedió en el siglo XX? La obra magna de Heidegger es Ser y Tiempo, una obra de
enorme complejidad en que se anuda inexorablemente al Ser con el Tiempo, somos
tiempo, esa es nuestra íntima entraña. Esa es nuestra dimensión trágica y que
puede ser contemplada también con una mueca irónica y suscitarnos por lo
absurdo que es todo, una enorme carcajada. La máscara de la comedia y de la
tragedia son las dos caras del ser. Solo hace falta un pequeño cambio de
perspectiva para convertir lo esencialmente trágico en demoledoramente cómico.
No somos inmanentes, solo somos seres que juegan a creerse serios cuando no lo
somos en absoluto. Toda la historia del arte y de la cultura tiene como eje
esta constatación, la del cambio incesante y el sentimiento concomitante de que
es ilusorio cualquier intento de trascendencia, así que en tal caso, lo único
que queda es la risa. Afortunados los que ríen porque de ellos será el reino
del presente…
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jueves, 6 de junio de 2019
¿Existe Dios?
¿Creo en Dios? Probablemente los que
lean esto se sonreirán por la ingenuidad de la pregunta en un tiempo que parece
indiscutible que los seres humanos no necesitan a Dios para nada y más de
ciento cuarenta años que Nietzsche proclamara que Dios ha muerto. La sociedad
en general, lo constato, es atea, no sé si en ideología pero sí en la praxis.
Vivimos sin dios, intentando crear valores basados en consensos humanos que van
variando a lo largo de la historia. Querría creer que nuestra filosofía es el
humanismo, esa que pone al ser humano en el centro del mundo como expresó
maravillosamente Pico della Mirandola en su Oratio de hominis dignitate. Pero
el humanismo tiene sus puntos débiles al considerar que el ser humano es el
centro exclusivo de la vida, del sistema, de la naturaleza, cuando dicho
predominio absoluto significa la destrucción de bosques y selvas, de especies
animales, de mares y océanos. La centralidad de la imagen humana no deja de ser
problemática en el uso y abuso que estamos haciendo del planeta, de la
naturaleza, de la vida animal. A veces parece que filosofías animistas que
consideraban al ser humano como un elemento más de la cadena y no el eje de la
misma parecerían más razonables, pero nuestra altivez y soberbia parece que no
tiene camino de retorno al equilibrio con la naturaleza. En otras ocasiones se
siente una tendencia a la vuelta a modelos religiosos anteriores a la etapa de
los monoteísmos que comenzaron con el judaísmo, una época pagana en que existían
multitud de dioses antropomórficos o integrados en la naturaleza. El monoteísmo
es extremadamente sesgado pero se apropió de la deriva histórica de nuestro
mundo. Lejos queda el budismo que no afirma ni niega la existencia de Dios
porque no hay ninguna prueba para verificarla así como la de la vida después de
la muerte. A mi parecer su punto de vista es harto razonable.
Dios ha sido una necesidad histórica
de la humanidad. Todos nuestros pueblos en España y en Europa tienen un
edificio singular que se alza hacia el cielo que es alguna iglesia. No se
comprendería la historia de nuestro mundo sin esos templos que aportan una
visión espiritual a nuestra vida social. ¿Dios ha muerto? ¿Por qué lo hemos
sustituido? ¿Por el humanismo? ¿Por centros comerciales o estadios de fútbol o
salas de conciertos? Pienso que la ausencia de Dios es también problemática. No
hemos sabido con qué sustituirla y el sentimiento de vacío que viene de
Dostoievski, Kierkegaard y el existencialismo no lo hemos llenado.
Aparentemente Dios no es necesario para nada, pero su lugar vacío clama en la
desolación del sentido de la vida y de la comprensión de la muerte. ¿Qué
sentido tiene la vida humana abocada sin remisión a la decadencia y a la
muerte? Cierto que no necesitamos a Dios para asumir ese destino trágico y
doloroso del que evitamos hablar y se nota el terrible tabú ante la muerte a la
que se pretende despojar de densidad para hacerla liviana e intrascendente.
Personalmente creo que el universo
necesita una explicación que la ciencia es incapaz de dar. Se afirma que Dios
ha sido creado por los seres humanos para alumbrar la oscuridad del sentido de
la vida o de los desastres de la naturaleza. Dios ha sido inventado por los
hombres y no Dios el que nos ha creado a nosotros como afirman las religiones.
Lo considero, pero no acabo de cuadrar las piezas. El universo es de una
textura y dimensión misteriosa y no comprendemos de él ni una diezbillonésima
parte del mismo.
Pienso, como Einstein, en un dios –tal
vez dioses- que crearon el mundo y el universo, que diseñaron la vida
maravillosamente perfecta y armónica pero que luego se desentendieron de ello.
Dios o dioses que están en algún lado pero no tenemos acceso a ellos, están en otra
dimensión Los seres del universo –seamos los únicos o no, que no creo- estamos
solos, no tenemos acceso a Dios, pero en alguna forma constituimos parte de un
diseño enigmático. Dios no está detrás de nuestras desgracias o infortunios. El
diálogo con Dios es imposible, probablemente una ilusión fantástica. Pero la
deriva del universo forma parte de algún plan. Tal vez Dios nos esté soñando y
solo seamos el fruto de su sueño, tal vez una conciencia superior, una raza
posthumana nos tiene en esta dimensión planetaria formando parte de una
simulación como empezamos a sospechar. Tal vez vivamos en un mundo de sombras
proyectadas por las antorchas y estamos aherrojados y condenados a ver solo
reflejos…
El ateísmo es poco divertido, no hay
nada más árido que un ateo militante que niega misterio a la dimensión que
conocemos y quiere reducirlo únicamente a leyes y lo poco que sabe la ciencia.
Me resulta mucho más estimulante pensar que hay algo en el sentido del universo
que desconocemos por completo, que la muerte puede que sea el final absoluto de
un camino o un proceso de iluminación. Dicen que la religión es la mejor
literatura inventada, pero podemos invertirlo y pensar que la literatura mejor
es la que nos permite imaginar espacios o intuiciones que no han muerto.
Probablemente no necesitamos a Dios para nada. Y, como yo creo, Dios está
dormido o ajeno a nuestros dramas desde Kolimá a Auschwitz. Mi intuición me
dice que de alguna manera nos necesita aunque viva lejos o ajeno a nosotros y
no escuche nuestras oraciones. Dios está inacabado, formamos parte de un
proceso cuyas claves no conocemos.
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viernes, 13 de mayo de 2016
Hablando de sintaxis
Nunca fui bueno en sintaxis en mi colegio
ni brillé en la universidad en las asignaturas lingüísticas. Ya he dicho en
otras ocasiones que mi pasión era la literatura. Tuve que analizar mucho en mi
colegio donde el latín fue obligatorio tres cursos, y la sintaxis era
fundamental. Mucho tiempo después me veo enseñando sintaxis a mis alumnos, la
básica: estructura de la oración, clases de oraciones, tipos de complementos...
Utilizo un recurso audiovisual muy interesante, el editor de análisis
sintáctico EDAS. Hacemos análisis cada semana, salen a la pizarra digital y
analizan oraciones sencillas simples y compuestas. Los temas los he expuesto
mediante vídeos de la Flipped Classroom. Creo que soy didáctico y ameno. Busco
ser práctico, creo que no lo hago del todo mal ... pero no consigo que mis
alumnos aprendan las nociones básicas de sintaxis, a veces algo tan simple como
reconocer el sujeto y el predicado. Ya no digamos el Complemento Directo,
Indirecto, Circunstancial, Predicativo, Agente... Haga lo que haga parece
inútil. Hay algunos que directamente entregan el examen en blanco. Hemos
analizado más de ciento cincuenta oraciones en clase. No han captado nada.
Otros confunden totalmente los conceptos y no se aclaran para nada. Es como si
estuviera intentando introducirles en el chino. Hay muy pocos que alcancen
cierta fluidez en el análisis de oraciones sumamente sencillas.
Comento el tema con mis compañeros de
departamento y coinciden conmigo en esa sensación de fracaso desmoralizadora.
Una de mis compañeras lleva con sus alumnos desde primero de ESO y ahora en
cuarto siguen sin saber nada la mayoría. Ignoran qué es un verbo transitivo
aunque ella lo ha explicado repetidamente. Otra compañera asume esa realidad,
pero estima que se da por satisfecha si alguno lo capta. Tal vez sea demasiado
pronto, y lo irán asimilando cuando lleguen a bachillerato. Yo sé que he de
prepararles para el siguiente curso (cuarto) y para el bachillerato los
que pasen. No es posible una elección mía en que me diga que no lo voy a abordar
porque luego se me pedirían explicaciones de por qué no lo he hecho. O aunque
no se me pidieran, yo sentiría que no lo había hecho bien. Lo cierto es que
siempre que he intentado plantear la sintaxis básica no he obtenido resultados
que pasaran de la sensación de desastre generalizado.
La lengua es un mecanismo articulado,
pero analizar las piezas que lo componen parece extremadamente difícil. Yo
recuerdo las dificultades que tenía cuando lo sufría a los doce y trece años.
Puedo comprenderlos. No son chavales que estudien. Fuera de la clase es un
hábito que no se da. Tareas sí, pero estudio, no. Mis compañeros de
departamento anhelan volver al libro de texto de papel, frente al uso de
ordenadores y libros digitales que utilizan ahora. Yo soy un firme partidario
del ordenador como instrumento prodigioso y creo mis propios materiales no
utilizando el libro digital. En cierta manera me he inspirado en las pedagogías
avanzadas que he conocido en internet donde he debatido abundantemente durante
más de once años. Mi blog me ha permitido conocer enfoques novedosos aunque no
he asistido a jornadas tipo EABE, NOVADORS, TELEFÓNICA...
Supongo que la pregunta es qué deberían
saber estos muchachos al acabar la ESO. En mi departamento se da mucha
importancia a la morfología y la sintaxis. Yo lo asumo aunque tenga mis reparos
al respecto. Pienso que para ellos será mucho más relevante el escribir una
novela, uno de los proyectos del año, que todo el análisis gramatical que hemos
hecho. Solo en la práctica se puede aprender. No se trata solo de explicarles
cómo se escribe una novela corta sino de animarles a hacerlo. El desafío es
mayúsculo. Ahí sí que hay que utilizar todos los resortes de la lengua. Aunque
desconozcan que lo que están utilizando son verbos copulativos, perífrasis
verbales, complementos predicativos... Se enfrentan a sus registros léxicos más
o menos precarios, a las técnicas narrativas, a la lógica del relato, a la
relación con obras literarias que han conocido, a la coherencia textual, al
dominio de la ortografía...
Ser profesor de lengua ha sido una salida
que jamás hubiera imaginado cuando tenía trece o catorce años y sudaba con las
oraciones subordinadas de complemento directo o de sujeto. Si me lo hubieran
dicho entonces, no lo habría creído en absoluto. Supongo que todo es un
problema de madurez. La morfología y la sintaxis se van adquiriendo
intuitivamente hasta el momento en que uno es capaz de razonar y comprender los
mecanismos de la lengua.
Pero no he de negar que mi sensación cuando
corregía los exámenes era de desolación. Voy a tener a sensacionales novelistas
pero a desastrosos analizadores sintácticos. El problema es común por lo que
veo y tiene algo de conexión con las dificultades que tienen con las
matemáticas, es decir, el aprendizaje de un lenguaje lógico minucioso y
analítico. En mi experiencia este año, he de decir que solo un muchacho de 54
es un crack sintáctico. Y el nivel de fracaso es altísimo.
Hay que decir que un profesor sufre
problemas de autoestima cuando ve esto y no lo comprende. Hay países cuyos habitantes
son muy hábiles para las matemáticas. Por ejemplo, la India. Su sistema de
pensamiento los hace formidables para la informática, la abstracción y las
matemáticas. En España no somos hábiles con las matemáticas a tenor de lo que
yo conozco. Y en mi barrio, desde luego, tampoco con el análisis sintáctico.
¿En qué nos estamos equivocando?
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