He decidido dedicar un día a la semana a las caminatas –los otros cuatro de la semana laboral- voy al Citilab de Cornellà a leer y escribir cinco horas cada día. Me fuerzo a madrugar y creo que es sano y conveniente. Los viernes es el día de las excursiones en solitario por los alrededores de Cornellà. Camino de veinte a treinta kilómetros, aunque a veces llego a cuarenta cuando me voy por la metafísica y telúrica sierra del Garraf a Sitges en jornadas de doce horas durante las que no encuentro a nadie en largos periodos. A veces pienso que si me torciera un tobillo lo pasaría francamente mal pues son caminos desusados por los que no pasa ni un alma.
Hoy la caminata ha sido gozosa por el día abierto, tibio y soleado que ha hecho. Iba sin gorra para recibir la vitamina D del sol. He disfrutado caminando por entre los campos de alcachofas del Prat de Llobregat. La mente me iba por libre dejando de lado los libros leídos estos días y concentrándome en la mañana, en mí mismo y en las anécdotas del trayecto como esos gatos que se me han cruzado y que me han mirado antes de salir corriendo. También los trinos de los gorriones. Caminaba a buen paso, era todo llano, luego llegarían los repechos en que uno ha de respirar por la boca para tomar abundante aire. En dos horas y media he llegado a lo alto de la ermita de Sant Ramon desde la que se divisa todo el Llobregat. Allí he comido un bocata de tortilla con unas olivas y una cocacola. Este bar, junto a la ermita, es un referente en lo alto del monte. He subido a él incluso en días de intensa lluvia protegido por una capelina gruesa. Me sentía radiante, alejado del pensamiento de Cioran que me ha impregnado estos días. Hoy todo era luz y sentimiento de las limitaciones del propio cuerpo que poco a poco va siendo poseído por el cansancio a medida que van subiendo los kilómetros. Hoy han sido veinticuatro en total. Los suficientes para terminar en un estado receptivo y lleno de posibilidades. El cansancio es sano. Peter Handke escribió un libro titulado Ensayo sobre el cansancio, que he leído un par de ocasiones y he dedicado posts a ello, en que resaltaba las cualidades creativas del cansancio. Cuando te cansas físicamente tu cuerpo genera hormonas de la felicidad, estás más predispuesto a la observación y levitas a pesar del dolor de las extremidades. En días como hoy no puedo leer los libros que tengo en la mesilla –leo generalmente con el iPad-, me invade, tras la comida, un sopor dulcísimo en el que me dejo llevar y me hundo en la inconsciencia relativa, respirando profundamente.
Durante la excursión he recibido un mensaje de correo de un bloguero amigo en que se hacía eco de mi posición sobre los comentarios en los blogs. Desde que no comento ni permito comentarios tengo más tiempo para leer blogs interesantes, prensa extranjera –que el iPad me traduce prodigiosamente con bastante exactitud-, literatura en general; sobre todo no pierdo el tiempo pensando en si llegan comentarios o no como si ello diera medida del valor de un blog. Y además se tiene mucha mayor libertad para plantear los posts como te dé la gana.
Hoy estoy solo en casa, toda la familia se ha ido a un sitio o a otro. Me gusta la soledad: viajo solo, hago caminatas solo, tengo pocos amigos… Cioran dice: Toda amistad es un drama oculto, una serie de heridas sutiles. Y estoy bastante de acuerdo. Pocas cosas son tan frágiles como la amistad. Hay gente que tiene cientos de amigos, pero yo no soy de estos. Me he ido acostumbrando a una soledad espiritual en que crezco hacia dentro en lugar de hacia fuera. Tengo en general pocas cosas que decir, hablo conmigo mismo, me amo o me detesto alternativamente. Me acompaña la literatura. Leer es hablar privilegiadamente con alguien, generalmente muy inteligente. Estos días de lectura intensa de Cioran he sentido que este libro, Del inconveniente de haber nacido, estaba escrito expresamente para mí. El grado de cercanía a lo que siento es increíble. Cioran detestaba a los hombres pero le interesaban los seres humanos. Me doy cuenta de que me pasa lo mismo.