Para los no iniciados en la jerga pedagógica, vendríamos a
decir que el currículum es la
secuencia de conocimientos entendidos como conceptos, competencias básicas,
criterios metodológicos y de evaluación que un alumno debería tener asimilados
al acabar un determinado nivel educativo. El currículum nos habla de qué se
debe enseñar pero también de los métodos y estrategias para conseguirlo, así
como debe explicitar cómo, cuándo y de qué manera evaluar.
Supongo que esta es la definición canónica aplicable a currículum. Pero no deja de generar
graves conflictos y dilemas cuando un profesor imparte su asignatura.
¿Qué es más importante el qué o el cómo? Conozco a
excelentes profesores que realizan valiosas clases en que se experimenta, se
vive la lengua y la literatura de modo activo y creativo (realización de
representaciones teatrales escenificando alguna obra dramática, grabación en
vídeo, prácticas de lectura voluntaria, realización de blogs educativos,
debates, exposiciones, etc). Los alumnos están implicados y responden
positivamente a las propuestas... Pero el gran perdedor de esta apuesta
metodológica es la plasmación de los conocimientos del currículum, es decir la
secuencia teórica de conocimientos que se debería haber asimilado en un
trimestre y a lo largo del curso.
Las horas de clase son limitadas; la atención real de
nuestros alumnos, inestable; las horas en que reciben las clases hacen altamente compleja la plasmación de dicho currículum.
Hablo de contextos educativos complicados. El profesor debe escoger con
desgarro entre el qué o el cómo. Si decide interesar y atraer a sus alumnos
para que desarrollen sus competencias comunicativas, que aprendan a leer con
algún sentido y a expresarse con alguna facilidad... ello supondrá un número
ingente de clases y de prácticas que no desarrollarán adecuadamente el currículum oficial.
No hay peor angustia que la de un profesor que sea esclavo
de la realización del currículum marcado por la administración, realmente inabordable en
la realidad educativa. Cada día tiene que impartir una serie de conocimientos y
unidades didácticas complejas. Pongamos las figuras
retóricas o las estrofas más conocidas, pongamos la literatura del Renacimiento o el análisis de categorías morfológicas como el sustantivo, el
adjetivo, los verbos, los pronombres... Cada uno de estos conocimientos (muy
complejos) ha de impartirse en una unidad (clase), realizando prácticas sobre
ellos, aunque, sin embargo, el profesor se dará cuenta de que buena parte del
alumnado no ha entendido porque ha estado poco atento, o porque son contenidos
difíciles de asimilar y requieren varios días. Pero a la vez ha de desarrollar
competencias y habilidades de participación activa de los alumnos. El
currículum implica la presencia de un profesor que enseña y alumnos que
aprenden disciplinadamente, pero esto en la práctica no es así. Cualquiera que
se dedique a la enseñanza sabrá que la atención real a las explicaciones es muy
limitada, y el grado de asimilación, muy escaso si no se refuerza con actividades
que llevan días y días que no se tienen porque el currículum es muy extenso e
imposible de llevar a cabo.
José Luis Castillo
explicaba en el post anterior en su intervención en un comentario que para él, el currículum es una herramienta y no un objetivo,
de modo que idea una forma participativa en sus clases para que los alumnos se conviertan en editores de
sus propios textos, estableciendo relaciones y conexiones que luego serán
expresadas en red... Todo esto tomando la tecnología como elemento fundamental
de trabajo. El profesor en este sentido es un dinamizador y no el generador del contenido del conocimiento. Inmediatamente
me sentí atraído por esta forma de trabajar que interpreta el currículum de otra manera, pero de igual
modo me di cuenta de lo problemática que resulta esta interpretación libre,
que, sin duda, agradará a sus alumnos más avanzados que aprenderán de otro modo
al oficial. Sin embargo, soy consciente de que el sentido del currículum (y su secuencia de
conocimientos oficiales dados por la administración) ha sido orillada y
abandonada en favor de las competencias
comunicativas, epistémicas, sociales y tecnológicas.
Otro amigo del blog, Kikiricabra,
le replicó cordialmente y reflexionó sobre la concepción del currículum de José Luis Castillo diciendo que éste no podía orillarse y ser
convertido simplemente en una herramienta porque no lo era, ya que era la concreción
de cada acto de enseñanza-aprendizaje en el aula día a día y que incluye
conceptos, competencias, criterios metodológicos y de evaluación. Añadía Kikiricabra sobre la concepción de José Luis Castillo:
"Por otra parte, en tus palabras veo representadas buena parte de las
ideas que Luri engloba en la denominada pedagogía New Age. Yo no creo que los alumnos
deban producir los materiales y ser los que dirijan el proceso. Es este punto
donde más coincido con las críticas a esta pedagogía: no creo que el papel del
profesor sea el de dinamizar las creaciones de nadie. De hecho, legalmente nos
pagan por hacer algo bien distinto".
A mí
este intercambio de ideas me resultó altamente interesante. ¿Es el profesor el
depositario del currículum que ha de
impartir y llevar a cabo sistemáticamente en el aula o es más bien un dinamizador que fomenta estrategias
creativas y de participación que toman el currículum
simplemente como una herramienta más y cuya realización es relativa?
Las consecuencias de una elección u otra en este dilema son decisivas. ¿Qué opinas?