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domingo, 19 de abril de 2020

Mañana de lluvia y reflexiones variadas

                                                    David Quammen

Voy a dar cuenta de una mañana de domingo en que la sensación dominante ha sido el tedio bajo una lluvia incesante que bate la cristalera de mi buhardilla mientras yo repaso la prensa internacional en busca de nuevos enfoques que me hagan entender la pandemia y la situación en que estamos. Encuentro un artículo para El Confidencial de Slavoj Zizek que habla de las películas que podrían evocar lo que estamos viviendo. Una de ellas es Cuando el destino nos alcance. En ella, gente mayor, harta de vivir, va a unas instalaciones en recintos públicos en que se disponen a morir placenteramente mediante drogas viendo imágenes idílicas de la naturaleza. ¿Acaso los mayores tendrían que ser sacrificados para superar esta pandemia que afecta en su mayor parte a ellos? No solo, pero sí esencialmente. ¿Acaso toda la economía deba ser paralizada con el sufrimiento que va a suponer para los más jóvenes, especiales víctimas del paro y de la falta de oportunidades que van a venir, para proteger la vida de los más mayores que ya han cumplido su tramo de vida con creces? Es un enfoque darwinista, terriblemente cruel pero no falto de lógica.

Salgo a comprar pan, veo el barrio totalmente desierto bajo la lluvia. No me cruzo a nadie, son imágenes fantasmales de una zona en que los domingos estaba plena de terrazas llenas de vida antes de esto. Sigue lloviendo intensamente. Me pongo a hacer la comida para mi familia. Salmón con verduras. Lo dejo haciendo y sigo revisando prensa digital. Encuentro una entrevista al autor norteamericano de una obra titulada Contagio que será puesta a la venta el 23 de abril. Esta obra es un precedente y un texto de referencia pues anunciaba con antelación una pandemia de origen zoonótico que tendría su origen en los murciélagos cuyo hábitat es cada vez más invadido por la civilización. El autor es David Quammen, divulgador científico  que predijo lo que iba a pasar ante lo cual ningún gobierno se preparó porque nadie sabía si iba a suceder en un año, dos años u ocho, pero era fácilmente predecible. El origen de la pandemia es una corrección de la naturaleza. Los seres humanos somos la especie más extendida y tarde o temprano habrá una corrección de su número. Pongo el libro Contagio en mi lista de deseos para comprarlo en edición digital cuando se ponga a la venta.

Hay tantos enfoques sobre el virus que el lector curioso queda fascinado por lo que está suponiendo en cuanto a complejidad y riqueza para la sociedad del siglo XXI. Nos está enseñando mucho esta crisis que es también una oportunidad de hacer las cosas bien o hacerlas definitivamente mal. Siendo, como soy, profundamente pesimista, auguro un auge del nacionalismo frente a la crisis que va a venir, un auge del populismo, y la continuación de la depredación de la naturaleza. Todo el mundo parece que quiere volver a la normalidad, pero ¿cuál es la normalidad? ¿Volver a como vivíamos antes? ¿Volver a los viajes low cost, que yo frecuenté, para seguir emitiendo gases de efecto invernadero? ¿A la devastación de bosques tropicales que empujan a especies animales a los entornos humanos extendiendo infecciones como la presente que ha detenido el mundo entero?

Es apasionante lo que estamos aprendiendo a todos los niveles. Veo un vídeo de un médico español (Iván Moreno) en plena zona cero del coronavirus en un hospital público que sostiene que en pocas semanas se ha aprendido mucho respecto a los tratamientos farmacológicos del virus, y que cuanto más tiempo pase, más se sabrá. Avala la tesis del confinamiento pero él es médico y se inhibe de la catástrofe económica que va a venir, especialmente a la frágil España y los países del sur. Ya no digamos a países subdesarrollados sin estructuras sanitarias, o también en los campos de refugiados…

No quiero acabar sin hacer referencia al pensador coreano-alemán Byung-chul Han que en su obra La sociedad del cansancio estimaba que las amenazas probables a la humanidad en el presente o el futuro ya no provendrían de virus o bacterias puesto que ya habíamos creado instrumentos de inmunización frente a ellos, unidos a los antibióticos, y estimaba que las amenazas reales serían males como el alzhéimer, la depresión, el TDAH, el TLP o Trastorno límite de la personalidad… Desde luego su predicción resultó totalmente errónea.

viernes, 17 de abril de 2020

Elección


La actitud española frente a las crisis


Si algo distingue la historia española frente a sus crisis es una falta de inteligencia práctica y política inconmensurable. Se ha dicho que somos pasionales y en una tesitura que requiere sangre fría saltamos henchidos de sangre para arremeter con el garrote al otro, sin darnos cuenta que eso significa nuestra destrucción también. Hace tres días fue el aniversario de la república de 1931, pensé en escribir algo, pero no me decidí. Dicha república fue un fracaso colectivo de la clase política y del temperamento del pueblo español. No se supieron resolver los conflictos agudísimos con inteligencia y sensatez. Y el resultado fue el que fue. El franquismo fue una forma oprobiosa de resolución de dichos conflictos. Todos lamentamos que nuestra inteligencia colectiva, especialmente la de la izquierda, no pudiera ofrecer nada más. La república pone de manifiesto el fracaso de la izquierda por más que ahora se escandalice ante esta idea con mohínes de monja novicia y se proclame inocente. ¿Se imaginan habernos ahorrado el franquismo y tener una república sensata y moderada que hubiera sabido reconciliarse con su historia? Con espanto, veo que todo conduce otra vez al mismo planteamiento. Lucha a muerte con garrotes. El pueblo español o su sociedad o su clase política (y en ella incluyo a la catalana y a la vasca, profundamente irracionales y viscerales en sus modos de actuar) son tan destructivos que nos abocan siempre a lo mismo: a volver a empezar para repetir inexorablemente siempre los mismos argumentos. Debe ser una cuestión de carácter. Pienso que no tiene solución. Somos un pueblo absolutamente estúpido. 

miércoles, 15 de abril de 2020

España y los españoles


La actual crisis sanitaria y la que ya está a la puerta, la económica, que será mucho más dura que la de 2008 y nos dejará con más de cinco millones de parados como estimaciones bajas, no está sirviendo para que nos unamos ante la desdicha y reaccionar frente a ella. No. Está sirviendo para que nos odiemos unos a otros con más saña de la habitual. Hunos contra Hotros, como habría escrito Unamuno. La profesión de español lleva implícita en gran parte el odio al otro. En la tuitosfera, en las discusiones y arengas políticas abundan los razonamientos miserables. Hubiera sido difícil reaccionar mejor ante la pandemia sin levantar una marea incontenible de animadversión popular y política. Y los recortes en la sanidad, tal vez inevitables por la terrible crisis que nos golpeó –cualquier gobierno hubiera hecho lo mismo porque no quedaba otro remedio-, no han sido la causa de que no hubiera miles y miles de respiradores o más UCIS, o más tests útiles para determinar la enfermedad. Pienso que los que gobiernan hacen lo que pueden dentro de unos dificilísimos parámetros. No envidio a Pedro Sánchez, aunque no sienta simpatía por él. Luego está la bilis negra española que es autodestructiva como la historia de los dos envidiosos y Júpiter. Mejor quedarse tuerto para que el otro se quede ciego. País.

lunes, 13 de abril de 2020

La agonía del eros



"El amor se positiva hoy como sexualidad, que está sometida, a su vez, al dictado del rendimiento. El sexo es rendimiento. Y la sensualidad es un capital que hay que aumentar. El cuerpo, con su valor de exposición, equivale a una mercancía. El otro es sexualizado como objeto excitante. No se puede amar al otro despojado de su alteridad, solo se puede consumir. En ese sentido, el otro ya no es una persona, pues ha sido fragmentado en objetos sexuales parciales. No hay ninguna personalidad sexual. Si el otro se percibe como objeto sexual, se erosiona aquella «distancia originaria» que, según Buber, es «el principio del ser humano» y constituye la condición trascendental de posibilidad de la alteridad.[11] La «distancia originaria» impide que el otro se cosifique como un objeto, como un «ello». El otro como objeto sexual ya no es un «tú». Ya no es posible ninguna relación con él. 

La «distancia originaria» trae el decoro trascendental, que libera al otro en su alteridad, es más, lo distancia. De esta forma, se hace posible la expresión en sentido enfático. Sin duda, se puede llamar a un objeto sexual, pero no se puede dirigirle la palabra como un tú personal. 

El objeto sexual no tiene ningún «rostro» que constituya la alteridad, la alteridad del otro que impone distancia. Hoy se pierden cada vez más la decencia, los buenos modales y también el distanciamiento, a saber, la capacidad de experimentar al otro de cara a su alteridad. A través de los medios digitales intentamos hoy acercar al otro tanto como sea posible, destruir la distancia frente a él, para establecer la cercanía. Pero con ello no tenemos nada del otro, sino que más bien lo hacemos desaparecer. En este sentido, la cercanía es una negatividad en cuanto lleva inscrita una lejanía. Por el contrario, en nuestro tiempo se produce una eliminación total de la lejanía. Pero esta, en lugar de producir cercanía, la destruye en sentido estricto. 

En vez de cercanía surge una falta de distancia. La cercanía es una negatividad. Por eso lleva inherente una tensión. En cambio, la falta de distancia es una positividad. La fuerza de la negatividad consiste en que las cosas sean vivificadas justamente por su contrario. A una mera positividad le falta esta fuerza vivificante. El amor se positiva hoy para convertirse en una fórmula de disfrute. De ahí que deba engendrar ante todo sentimientos agradables. No es una acción, ni una narración, ni ningún drama, sino una emoción y una excitación sin consecuencias. Está libre de la negatividad de la herida, del asalto o de la caída. Caer (en el amor) sería ya demasiado negativo. Pero, precisamente, esta negatividad constituye el amor: «El amor no es una posibilidad, no se debe a nuestra iniciativa, es sin razón, nos invade y nos hiere».[12] La sociedad del rendimiento, dominada por el poder, en la que todo es posible, todo es iniciativa y proyecto, no tiene ningún acceso al amor como herida y pasión".

Han, Byung-Chul. La agonía del Eros (Pensamiento Herder) (Spanish Edition) . Herder Editorial. Edición de Kindle.

La libido y el capitalismo


domingo, 12 de abril de 2020

La tentación de la inocencia


La tentación de la inocencia está muy extendida entre grandes sectores de la opinión pública. Si no fuera por poderes malignos políticos y económicos, el mundo sería justo, equitativo, ecológico, transparente, sensato, igualitario… La bolsa siempre estaría llena por arte de magia y no habría que escoger entre ella y la vida. Los seres humanos serían libres e iguales, nadie estaría sometido a nadie. Las mujeres no sufrirían opresión y todo sería hermoso y multicolor. Soñar con esto es la clave de las utopías del progreso. Enfrente como aguafiestas está la realidad del mundo, sus leyes entrópicas y la condición humana, además de la lógica económica. Pero soñar y señalar a los enemigos del progreso es fácil y gratuito mientras nos mantiene la sociedad infame en que hemos nacido. ¡Maldita sea! ¿Por qué nuestros sueños son los que son?

sábado, 11 de abril de 2020

La política identitaria

                                         Kanye West, rapero que ha manifestado su simpatía por Trump

"Pero esta es una época que juzga a todos con tal dureza a través del filtro de la política identitaria que, si te resistes al amenazador pensamiento de grupo de la «ideología progresista», que propone la inclusividad universal salvo para aquellos que osen formular preguntas, estás jodido. Todo el mundo tiene que ser igual y reaccionar de idéntica forma ante una obra de arte concreta, un movimiento o una idea, y si te niegas a sumarte al coro de aprobación serás tachado de racista (de fascista) o de misógino. Es lo que le pasa a una cultura cuando deja de importarle el arte".

Easton Ellis, Bret. Blanco (Spanish Edition) . Penguin Random House Grupo Editorial España. Edición de Kindle.

viernes, 10 de abril de 2020

La necesidad de gustar


“La mayoría de las personas de una cierta edad probablemente lo notaron al sumarse a su primera organización. Facebook animaba a sus usuarios a que les «gustaran» las cosas y, como es la plataforma donde se presentaron por primera vez en la web social, su impulso fue el de seguir el dictado de Facebook y ofrecer un retrato idealizado de su persona, de un ser más agradable, amistoso, más aburrido. Fue entonces cuando nacieron la pareja de gemelos «gustar» e «identificarse», que, juntos, comenzaron a reducirnos a todos, en última instancia, a una naranja mecánica castrada, esclavizados por una nueva versión corporativa del statu quo. Para ser aceptados teníamos que acatar un código moral optimista conforme al cual todo tenía que gustar y debía respetarse la voz de todo el mundo y cualquiera que sostuviera opiniones negativas o impopulares que no se considerasen inclusivas—en otras palabras, un simple «no me gusta»—sería expulsado de la conversación y avergonzado sin piedad. A menudo se arrojaban dosis absurdas de invectivas contra el supuesto trol, hasta el extremo de que, en comparación, la «ofensa», «transgresión», «burla insensible» o «idea» original parecía insignificante. En la nueva era digital del Postimperio estamos acostumbrados a puntuar programas de televisión, restaurantes, videojuegos, libros, incluso médicos, y mayoritariamente hacemos valoraciones positivas porque nadie quiere parecer un hater. E incluso aunque no lo seas, es el calificativo que te colgarán si te apartas del rebaño.”

— Blanco por Bret Easton Ellis
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