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viernes, 30 de octubre de 2020

Saldremos no mejores sino más obedientes

 


Han sido dos días intensos de caminata. El primer día fueron cuarenta kilómetros y el segundo veinticuatro. De Cornellà a Calafell atravesando la sierra del Garraf, llegar a Sitges, dormir en un hotel barato y a la mañana siguiente seguir por la costa hasta mi destino incumpliendo la ley de confinamiento en el municipio según fue publicada después de que yo hubiera salido cruzando las montañas.

En un recorrido tan extenuante, da tiempo de todo. El cuerpo se pone a prueba y afronta el cansancio, si no extremo, sí muy elevado. Me gusta sentir el cansancio, derrota el pensamiento sombrío de mi mente. Tras treinta kilómetros ya no quedan pensamientos en tu cabeza. Solo piensas en el siguiente paso que vas a dar. Y el día va avanzando. Has salido recién salido el sol y llegas cuando se ha puesto. Eres testigo del ocaso. No solo es el cuerpo el que se pone a prueba sino tu mente. El cansancio es espiritual. En el hotel no hay jabón para ducharme, solo una cama y un viejo armario. Tengo frío y las piernas están doloridas. Salgo en busca de un helado. Lo pido para llevar y me lo como en el escalón de la misma heladería. De café y leche merengada. Y qué quieren que les diga, no sienta un helado igual tras cuarenta kilómetros, es otra dimensión la que se abre de disfrute del aquí y el ahora. Paladeo durante unos minutos el helado y me vuelvo a la cama. Tengo frío, no son las nueve de la noche pero ya me pongo a dormir aguantando el ruido de la cisterna y la televisión de una habitación aledaña hasta las dos de la madrugada. Mi cansancio me induce un estado diferente al habitual, estoy como más dentro de mí mismo, me uno al frío que siento y me acurruco en la cama que solo tiene una fina colcha. No recuerdo los sueños de la noche.

A la mañana siguiente, salgo a las ocho. El día anterior fue solitario, en la sierra del Garraf no hay nadie, pero hoy voy por la costa, saliendo de Sitges, y hay bastante gente. Escucho conversaciones y todas son sobre el confinamiento, el virus y las medidas que se han implantado. Tengo veinticuatro kilómetros hasta el destino. Paso por Vilanova, Cubelles, Cunit, Segur de Calafell y por fin, Calafell. Todo, salvo el trazado de Sitges a Vilanova y de Vilanova a Cubelles, es paseo marítimo. Todo está cerrado, todos los bares y arrocerías cerrados. Pienso en la pandemia que nos aflige. Y no entiendo. Todas las pandemias de la historia han tenido un ciclo de desarrollo y han acabado tras dos o tres años. Se extinguen no sé si porque se ha llegado a la inmunidad de rebaño que se dice. Pero esta vez es la primera pandemia de la era de internet e intentamos hacer algo que no se había hecho nunca en la historia: impedir su desarrollo. Entiendo las razones pero pienso que esto va a alargar su extensión. Se quiere una vacuna, algo que no hubo nunca frente a otras pandemias, incluida la de la gripe de 1918-1919. Es un tiempo nuevo pero no quiere decir que lo que estamos haciendo sea lo mejor. Como he dicho, todas las conversaciones que he escuchado, sin excepción hablaban de dicho tema. Alguna mujer decía que había que hacer como en Alemania, todo cerrado salvo colegios y empresas. Me temo que llegaremos a eso y se cerrarán colegios y empresas. Moriremos de violencia en los hogares y de tristeza por el confinamiento pero no por el virus. Pero hay que obedecer. Cuando llego a casa, tras un cansancio muy elevado, por la tarde leo una entrevista a una psicoterapeuta, Adriana Royo, que dice que de esta pandemia no saldremos mejores sino más obedientes. Esto es algo que se me impone. Las sociedades han reaccionado con miedo inducido y los ciudadanos se convierten en policías para denunciar cualquier incumplimiento  con las medidas impuestas. Ya somos más obedientes que nunca. La pregunta del millón es que quién se aprovechará de la sumisión de la sociedad. La pandemia pasará –si la dejamos- pero la obediencia que se ha impuesto y que hemos acatado quedará como modelo que alguien sabrá utilizar. Nunca una sociedad ha sido tan dócil como ahora. El miedo es capaz de conseguir cualquier cosa. Siempre ha habido pandemias, mucho peores que esta, pero los seres humanos no eran dóciles, todavía no vivían atemorizados por el devenir de la vida.

domingo, 19 de abril de 2020

Mañana de lluvia y reflexiones variadas

                                                    David Quammen

Voy a dar cuenta de una mañana de domingo en que la sensación dominante ha sido el tedio bajo una lluvia incesante que bate la cristalera de mi buhardilla mientras yo repaso la prensa internacional en busca de nuevos enfoques que me hagan entender la pandemia y la situación en que estamos. Encuentro un artículo para El Confidencial de Slavoj Zizek que habla de las películas que podrían evocar lo que estamos viviendo. Una de ellas es Cuando el destino nos alcance. En ella, gente mayor, harta de vivir, va a unas instalaciones en recintos públicos en que se disponen a morir placenteramente mediante drogas viendo imágenes idílicas de la naturaleza. ¿Acaso los mayores tendrían que ser sacrificados para superar esta pandemia que afecta en su mayor parte a ellos? No solo, pero sí esencialmente. ¿Acaso toda la economía deba ser paralizada con el sufrimiento que va a suponer para los más jóvenes, especiales víctimas del paro y de la falta de oportunidades que van a venir, para proteger la vida de los más mayores que ya han cumplido su tramo de vida con creces? Es un enfoque darwinista, terriblemente cruel pero no falto de lógica.

Salgo a comprar pan, veo el barrio totalmente desierto bajo la lluvia. No me cruzo a nadie, son imágenes fantasmales de una zona en que los domingos estaba plena de terrazas llenas de vida antes de esto. Sigue lloviendo intensamente. Me pongo a hacer la comida para mi familia. Salmón con verduras. Lo dejo haciendo y sigo revisando prensa digital. Encuentro una entrevista al autor norteamericano de una obra titulada Contagio que será puesta a la venta el 23 de abril. Esta obra es un precedente y un texto de referencia pues anunciaba con antelación una pandemia de origen zoonótico que tendría su origen en los murciélagos cuyo hábitat es cada vez más invadido por la civilización. El autor es David Quammen, divulgador científico  que predijo lo que iba a pasar ante lo cual ningún gobierno se preparó porque nadie sabía si iba a suceder en un año, dos años u ocho, pero era fácilmente predecible. El origen de la pandemia es una corrección de la naturaleza. Los seres humanos somos la especie más extendida y tarde o temprano habrá una corrección de su número. Pongo el libro Contagio en mi lista de deseos para comprarlo en edición digital cuando se ponga a la venta.

Hay tantos enfoques sobre el virus que el lector curioso queda fascinado por lo que está suponiendo en cuanto a complejidad y riqueza para la sociedad del siglo XXI. Nos está enseñando mucho esta crisis que es también una oportunidad de hacer las cosas bien o hacerlas definitivamente mal. Siendo, como soy, profundamente pesimista, auguro un auge del nacionalismo frente a la crisis que va a venir, un auge del populismo, y la continuación de la depredación de la naturaleza. Todo el mundo parece que quiere volver a la normalidad, pero ¿cuál es la normalidad? ¿Volver a como vivíamos antes? ¿Volver a los viajes low cost, que yo frecuenté, para seguir emitiendo gases de efecto invernadero? ¿A la devastación de bosques tropicales que empujan a especies animales a los entornos humanos extendiendo infecciones como la presente que ha detenido el mundo entero?

Es apasionante lo que estamos aprendiendo a todos los niveles. Veo un vídeo de un médico español (Iván Moreno) en plena zona cero del coronavirus en un hospital público que sostiene que en pocas semanas se ha aprendido mucho respecto a los tratamientos farmacológicos del virus, y que cuanto más tiempo pase, más se sabrá. Avala la tesis del confinamiento pero él es médico y se inhibe de la catástrofe económica que va a venir, especialmente a la frágil España y los países del sur. Ya no digamos a países subdesarrollados sin estructuras sanitarias, o también en los campos de refugiados…

No quiero acabar sin hacer referencia al pensador coreano-alemán Byung-chul Han que en su obra La sociedad del cansancio estimaba que las amenazas probables a la humanidad en el presente o el futuro ya no provendrían de virus o bacterias puesto que ya habíamos creado instrumentos de inmunización frente a ellos, unidos a los antibióticos, y estimaba que las amenazas reales serían males como el alzhéimer, la depresión, el TDAH, el TLP o Trastorno límite de la personalidad… Desde luego su predicción resultó totalmente errónea.

domingo, 5 de abril de 2020

A propósito de Suecia


Mi blog no admite comentarios, como ya expliqué en su día, pero he recibido varios correos –mi Gmail está en mi perfil- para comentar aspectos de mis opiniones en los posts. Ayer escribí sobre Suecia poniéndola como ejemplo de estado liberal cuyo gobierno no ha querido erosionar las libertades de país democrático para luchar contra el Coronavirus. Pero la realidad de Suecia, según me explicó Paco Castillo, autor del blog La metáfora del viento,  en su correo, dista de ser idílica o carente de agudas contradicciones.

Empecemos por las cifras. A fecha de sábado hay en Suecia, un país de diez millones de habitantes, 6443 personas infectadas, y 373 fallecidos por el Coronavirus, la mayoría en el área de Estocolmo.

El hecho de no aplicar medidas el gobierno socialdemócrata de Stefan Löfven ha sido duramente cuestionado por parte del gremio médico y la comunidad científica. De hecho, su inacción fue establecida por el gobierno sin contar con la opinión de la oposición en el parlamento sueco –el Riskdag-. En este momento, ya se prevén, ante la realidad del progreso de la infección, medidas restrictivas y cierre de centros públicos como centros comerciales, bares, restaurantes, cines, gimnasios… según informa el periódico Aftonbladet de Estocolmo. La información sobre escuelas, todavía abiertas, es contradictoria porque se estima que los niños son escasamente víctimas de la pandemia, y permite su estancia en la escuela que sus padres que pueden ser sanitarios puedan ir a sus centros de trabajo. Este es una situación que no tengo clara sobre las medidas del país sueco. 

El sistema sanitario y algunos hospitales como el karolinska (universitario) ha elaborado un boletín interno en que informa que sus ucis están al borde de la saturación y que si sigue creciendo la curva se verían obligados a hacer cribados. De igual forma, como en España, no hay suficientes PCRs para evaluar la realidad de la dimensión de la infección. Solo se efectúan pruebas a pacientes ingresados, pero no al conjunto de la población incluso con síntomas y en riesgo.

Algunas fuentes hablan de que el número de muertos (373) pudiera ser hasta el doble por la confusión del cómputo de fallecidos. Esto se añade a la ocultación de información de alguna escuela de primaria del área de Järva de setecientos alumnos donde se detectaron que dos maestros de la escuela fueron confirmados de coronavirus, pero los padres no fueron informados para no violar la intimidad de los infectados. Es muy preocupante también el estado en las residencias de ancianos que cuentan con numerosas víctimas, y es que el virus mata especialmente a personas mayores, especialmente en la franja de edad de mayores de sesenta años, y alcanza picos estremecedores en los que superan los ochenta. En las franjas inferiores, el virus es bastante benigno.

Hay numerosas voces que empiezan a admitir que no se está actuando correctamente, como la de Anders Tegnell, epidemiólogo y jefe de la Agencia Pública de Salud Sueca. Otros países escandinavos como Noruega y Dinamarca cuestionan la política de Suecia pues está poniendo incomprensiblemente en peligro a sus países de nuevos contagios.

Termina Paco Castillo con que el estado en la opinión sueca es de tremenda confusión, unido a la fuerte controversia entre los partidos representados en el parlamento sueco.

“Nadie sabe realmente cómo actuar, nadie estaba preparado para esto” –estas son las palabras finales de mi amigo Paco.

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