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miércoles, 3 de febrero de 2021
viernes, 30 de octubre de 2020
Saldremos no mejores sino más obedientes
Han sido dos días intensos
de caminata. El primer día fueron cuarenta kilómetros y el segundo veinticuatro.
De Cornellà a Calafell atravesando la sierra del Garraf, llegar a Sitges,
dormir en un hotel barato y a la mañana siguiente seguir por la costa hasta mi
destino incumpliendo la ley de confinamiento en el municipio según fue
publicada después de que yo hubiera salido cruzando las montañas.
En un recorrido tan
extenuante, da tiempo de todo. El cuerpo se pone a prueba y afronta el cansancio,
si no extremo, sí muy elevado. Me gusta sentir el cansancio, derrota el
pensamiento sombrío de mi mente. Tras treinta kilómetros ya no quedan
pensamientos en tu cabeza. Solo piensas en el siguiente paso que vas a dar. Y
el día va avanzando. Has salido recién salido el sol y llegas cuando se ha
puesto. Eres testigo del ocaso. No solo es el cuerpo el que se pone a prueba
sino tu mente. El cansancio es espiritual. En el hotel no hay jabón para
ducharme, solo una cama y un viejo armario. Tengo frío y las piernas están
doloridas. Salgo en busca de un helado. Lo pido para llevar y me lo como en el escalón de la misma heladería. De café y leche merengada. Y qué quieren que les
diga, no sienta un helado igual tras cuarenta kilómetros, es otra dimensión la que
se abre de disfrute del aquí y el ahora. Paladeo durante unos minutos el helado
y me vuelvo a la cama. Tengo frío, no son las nueve de la noche pero ya me
pongo a dormir aguantando el ruido de la cisterna y la televisión de una
habitación aledaña hasta las dos de la madrugada. Mi cansancio me induce un
estado diferente al habitual, estoy como más dentro de mí mismo, me uno al frío
que siento y me acurruco en la cama que solo tiene una fina colcha. No recuerdo
los sueños de la noche.
A la mañana siguiente,
salgo a las ocho. El día anterior fue solitario, en la sierra del Garraf no hay
nadie, pero hoy voy por la costa, saliendo de Sitges, y hay bastante gente.
Escucho conversaciones y todas son sobre el confinamiento, el virus y las
medidas que se han implantado. Tengo veinticuatro kilómetros hasta el destino.
Paso por Vilanova, Cubelles, Cunit, Segur de Calafell y por fin, Calafell. Todo,
salvo el trazado de Sitges a Vilanova y de Vilanova a Cubelles, es paseo
marítimo. Todo está cerrado, todos los bares y arrocerías cerrados. Pienso en
la pandemia que nos aflige. Y no entiendo. Todas las pandemias de la historia han
tenido un ciclo de desarrollo y han acabado tras dos o tres años. Se extinguen
no sé si porque se ha llegado a la inmunidad de rebaño que se dice. Pero esta
vez es la primera pandemia de la era de internet e intentamos hacer algo que no
se había hecho nunca en la historia: impedir su desarrollo. Entiendo las
razones pero pienso que esto va a alargar su extensión. Se quiere una vacuna,
algo que no hubo nunca frente a otras pandemias, incluida la de la gripe de
1918-1919. Es un tiempo nuevo pero no quiere decir que lo que estamos haciendo
sea lo mejor. Como he dicho, todas las conversaciones que he escuchado, sin
excepción hablaban de dicho tema. Alguna mujer decía que había que hacer como
en Alemania, todo cerrado salvo colegios y empresas. Me temo que llegaremos a
eso y se cerrarán colegios y empresas. Moriremos de violencia en los hogares y
de tristeza por el confinamiento pero no por el virus. Pero hay que obedecer.
Cuando llego a casa, tras un cansancio muy elevado, por la tarde leo una entrevista
a una psicoterapeuta, Adriana Royo, que dice que de esta pandemia no saldremos
mejores sino más obedientes. Esto es algo que se me impone. Las sociedades han
reaccionado con miedo inducido y los ciudadanos se convierten en policías para
denunciar cualquier incumplimiento con las medidas impuestas. Ya somos más
obedientes que nunca. La pregunta del millón es que quién se aprovechará de la
sumisión de la sociedad. La pandemia pasará –si la dejamos- pero la obediencia
que se ha impuesto y que hemos acatado quedará como modelo que alguien sabrá
utilizar. Nunca una sociedad ha sido tan dócil como ahora. El miedo es capaz de
conseguir cualquier cosa. Siempre ha habido pandemias, mucho peores que esta,
pero los seres humanos no eran dóciles, todavía no vivían atemorizados por el
devenir de la vida.