Me enorgullezco de mantener una comunicación cordial con exalumnos de distintas promociones que han ido jalonando mi vida docente. Con ellos debato, discuto, intercambio, dialogo... Uno de ellos es David B. Fue alumno mío hace dieciocho años. Ya está en la treintena bien entrada. Nos seguimos en facebook, un instrumento útil para mantener una relación fluida.
Nuestro reciente intercambio de puntos de vista vino a establecerse a propósito de
nuestra influencia como occidentales en pueblos o sociedades africanas o
aborígenes (amazónicas, australianas, asiáticas...) Yo planteaba la necesidad
de hacer accesibles "tabletas" o medios tecnológicos a pueblos y sociedades
hundidas en la pobreza y en la corrupción de sus gobernantes, en el sentido de
que representaban una ventana abierta al resto del planeta. Me contestó David B. Éstas son sus palabras.
Te aseguro, que una
ventana abierta a un mundo que no es el tuyo, lo que hace es distorsionar más
si cabe la percepción para aquellas personas.
No podemos tratar de
meter a todos los que no están como nosotros en nuestro mundo.
No creo que un indígena
de la Amazonia sea más infeliz que nosotros por no tener acceso a Garcilaso,
Shakespeare, New York Times, etc.
Era increíble la
percepción que tenían del mundo los habitantes de un poblado en el desierto
subsahariano donde por supuesto gastaron ahorros para tener TV y parabólica...
hace más mal que bien, te lo aseguro.
La ayuda a paises con
problemas (y ojo porque no podemos ser quienes dictaminemos qué son problemas)
se ha de hacer de otra manera, se les ha de ayudar a que caminen solos hacia el
mundo que ellos quieren (un mundo libre y con acceso a necesidades básicas). No
se trata de que vengan al nuestro, ni de convertirlos en borregos, ni en seres
de una sociedad "avanzada" como la nuestra (de la cual me avergüenzo).
Me reconocí en estas palabras. Representaban al Joselu de hace unos años en
que empecé a sumergirme en la cultura africana a través de la literatura, el
arte y la sociología. Consideraba a las sociedades africanas como hermosas en
sí mismas y que habían sido devastadas por la perniciosa influencia del hombre
occidental que las había esclavizado y había destrozado sus bases humanas de armonía
y equilibrio con la naturaleza. Pretendía un status de excepción para estas
sociedades que se mantendrían -en mi deseo- al margen de la acción depredadora del hombre
occidental (o asiático). Anhelaba que pudieran mantener su pureza y su
aislamiento respecto a nuestros valores viviendo en sus tradiciones con códigos
propios y leyendas llenas de riqueza existencial. No podía admitir que aquellos
mundos plenos de belleza tuvieran que someterse a la homogeneización televisiva y banal del hombre "avanzado".
Pero ¿cómo mantenerse al margen de la modernidad si la mayor parte de sus
países son cleptocracias en manos de dictadores sanguinarios, si sus divisiones
tribales les llevan a enfrentamientos terribles, si viven sumidos en la pobreza
más triste, si sus recursos están en manos de compañías occidentales y venden
sus tierras mejores al capital chino? África está perdida si no es capaz de
incorporarse a la modernidad, aunque no me guste y prefiera un África ancestral
y legendaria antes de la llegada del hombre blanco e islámico.
De sobras sé que el hombre africano tiene un potencial maravilloso, que es
capaz de sonreír y bailar en medio de la desolación, que puede enriquecer
nuestro mundo sumido en el pesimismo mientras que él tiene un modo de ver las
cosas que induce al optimismo y la alegría vital.
Pero no, es bueno y necesario que, junto a montones de proyectos de
desarrollo que se puedan implementar, se incorporen a la tecnología, que llegue
a sus escuelas, que conozcan al resto del mundo, que éste se comunique con
ellos, que se los tenga en cuenta. No debemos dejarlos al margen de la
revolución que está viviendo el planeta. Forman parte de él. Del mismo modo que
no les podemos negar la medicina occidental (vacunas, antibióticos, combinados
anti Sida...), no podemos ni debemos pensar que pueden vivir fuera del mundo,
aunque no suponga que despreciemos el suyo propio. África debe modernizarse
(aunque nos pese y sintamos vergüenza de nuestro mundo, que también).
Dejo un vídeo muy interesante en portada sobre la relación entre una
escuela de Malí y otra catalana de Gavá.