Páginas vistas desde Diciembre de 2005




Mostrando entradas con la etiqueta Adolescencia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Adolescencia. Mostrar todas las entradas

viernes, 14 de junio de 2019

Jugando al Trivial



Mi hija mayor -22 años- me comentaba el otro día que estuvo jugando con unas amigas al Trivial pero que se encontraron con un montón de preguntas de conocimientos generales cuyas respuestas desconocían por completo, y ella estaba segura de que yo hubiera sabido la mayoría. Reflexioné y le dije que el problema reside en una falta de cultura general. No es el problema de que ella no haya estudiado, acaba una sólida carrera científica este año. No, yo achaco este déficit cultural a que los jóvenes –y no tan jóvenes- no han sido lectores de prensa. En nuestra casa hasta hace dos años entraba siempre el periódico, a veces dos diarios, pero nunca vi que mis hijas tuvieran el más mínimo interés en hojearlos. Yo fui lector de prensa desde que recuerdo y reconozco que es una fuente de cultura impresionante, no solo por lo que representa la información sobre la actualidad sino por sus reportajes y crónicas sobre ciencia, historia, arte, cine, etc. Probablemente buena parte de la cultura que poseo es debida a mi lectura sistemática de la prensa y a la curiosidad que despierta ser conocedor de claves interpretativas del mundo en general.

Ahora los jóvenes se alimentan de las noticias sesgadas de las redes sociales, son noticias parciales y sin fuentes de información solventes y muchas veces son totalmente manipuladas por los difusores de las mismas. Carecen de un conocimiento del mundo y de la realidad, y ya no digamos de la historia. La inmensa mayor parte de los jóvenes –y no tan jóvenes, insisto- desconocen la historia del siglo XX, sus crisis, sus conflictos, sus guerras en que murieron más de setenta millones de seres humanos por decir algo. Desconocen qué fue el comunismo, su revolución iniciática, la figura de Stalin, y su hundimiento en 1989. Se podría decir que es opaca para ellos la mayor parte de la historia mundial porque no les atrae la historia y, lógicamente, esto les lleva a desconocerla. El mundo está en manos de la ignorancia más generalizada. Solo cuenta la actualidad más banal, las series, las redes sociales estúpidas que absorben por completo las ansias de actividad mental de los adolescentes, los jóvenes y de muchos adultos (o adulescentes).

¿Cómo enfrentarse al mundo que está viniendo que es heredero del pasado? ¿Cómo entender los conflictos de nuestro tiempo: las migraciones, el cambio climático, la Inteligencia Artificial, la robotización y la automatización que dejará sin puestos de trabajo a millones y millones de jóvenes, sin tener una curiosidad que lleve a conocer las claves de la historia?

La calidad de la información ha descendido geométricamente con la crisis de la prensa: ya no se venden periódicos, solo hay que ver los quioscos de prensa que siguen abiertos –que son pocos-. No se puede sostener periódicos digitales alternativos solventes si estos son gratuitos. Hace falta mucho dinero para mantener una empresa informativa independiente que no termine en manos de los tiburones del Golfo Pérsico. Habría que pagar la información seria, pero no se está por la tarea. La prensa digital no puede mantenerse solo con los anuncios, esto va en detrimento de la calidad de la información y de su independencia.

En Cataluña se reparte gratuitamente La Vanguardia en centros de enseñanza y otros lugares públicos. Se reparte gratuitamente porque recibe grandes subvenciones del poder político que paga así una información sumisa y dependiente de dichas subvenciones y el poder las paga, con dinero de todos, para tener una prensa obediente a su servicio. La jugada perfecta para tener a una opinión pública manipulada sin medios informativos realmente independientes.

La crisis de la información es peligrosísima para el futuro de las sociedades modernas. Por un lado, los jóvenes se alimentan solo de las redes sociales y sus tonterías, desconocen totalmente la historia y las claves del futuro inmediato y a medio plazo; pero, por otro lado, esto coincide con la crisis generalizada de los medios informativos que se hacen dependientes de capital problemático que invierte en ellos para manipular a la sociedad.

Cada vez habrá menos información libre y esto es una espada de Damocles para la viabilidad de los grandes debates del mundo actual, unido al desinterés generalizado por la cultura si no es presentada en papel couché y de modo adulescente.

Cuando mi hija me explicaba que no podían jugar al trivial porque era opaco para ellas, estudiantes universitarias, se estaba evidenciando una situación que no me parece tranquilizadora.

martes, 27 de noviembre de 2018

El presente y el futuro en las aulas


He sido profesor treinta y siete años. Ahora me dedico a viajar, escribir, leer y otras tareas domésticas. No echo en falta las aulas que me proporcionaron momentos de extrema felicidad y otros no tanto, mejor dejarlo así. Ahora estoy fuera del sistema y mi voz ya no cuenta para nada, así que puedo con absoluta libertad desfogarme y opinar sobre dicho sistema educativo en la medida que lo he vivido y sufrido. 

El tiempo presente es apasionante y peligroso. Estamos ante cambios de paradigma social, laboral, tecnológico y existencial como jamás habíamos sospechado. Las transformaciones del mundo en todos los sentidos van a ser exponenciales en los próximos veinte años, por poner un referente. Los adultos –y menos los viejos- no podemos aconsejar a los adolescentes sobre su futuro porque en primer lugar no lo comprendemos. Nada de lo anterior es válido para el tiempo que va a venir que va a experimentar transformaciones tecnológicas, laborales, políticas y sociales que son difíciles, si no imposible, de imaginar. El pasado no nos sirve para el futuro que va a venir. Es totalmente diferente y los conflictos que aparecerán –terriblemente inquietantes- son de una dimensión desconocida. 

¿Y el sistema educativo? ¿Podrá asimilar esa transformación brutal que va a venir? Mi experiencia es que no. El sistema educativo está basado en experiencias del pasado y es tremendamente pesado y le cuesta evolucionar porque está basado en personas que tienen una vida, unas expectativas y un pasado que les condiciona. Los profesores son muy conservadores. Tienden a dar clases como se las dieron a ellos, no quieren cambios, estos les inquietan. Nada hay más rígido que un claustro educativo en un centro escolar público. No se admiten cambios, se quiere que las cosas sean como siempre han sido y que no supongan saltos en el vacío para los profesores que tienen su librillo que esperan que les sirva diez, veinte o cuarenta años sin modificarlo. Los profesores no dialogan, no aceptan nuevas ideas, se cierran a todo que signifique cambio de estructuras. Es el pensamiento rígido en un mundo que exige transformaciones profundas requeridas por las nuevas tecnologías, la Inteligencia Artificial, los big data, la biotecnología, el internet de las cosas, la robotización imparable que va a convertir en inútiles millones de puestos de trabajo en Europa, pero a la vez va a dar lugar a nuevas profesiones que todavía no sospechamos porque no han sido inventadas. La flexibilidad es una necesidad perentoria. Las clases son rígidas y basadas en modelos de un mundo estable cuando vivimos un modelo basado en la inestabilidad y en los saltos cualitativos en los que tenemos miedo a perder nuestra alma, aunque tal vez sería más oportuno decir, nuestra comodidad. Un profesor a nivel individual en activo debería interesarse por las perspectivas de futuro, por las páginas de tecnología, de cultura, de innovación ideológica de la prensa. Se deberían promover debates en los centros educativos sobre las innovaciones que van a venir, estar abiertos a lo nuevo, a lo que nos va a transformar. Pienso que hay que salvar el humanismo en un mundo inestable, líquido, que va a perder todas las referencias del pasado. El futuro es la ingeniería genética, la fusión hombre-máquina, utilizar la mente para activar programas tecnológicos, la nanotecnología que transformará todo incluido la medicina y la ciencia, la robótica que cambiará todo incluido la atención a los dependientes o los ancianos y eliminará decenas de millones de puestos de trabajo. 

El desafío es mayúsculo pero observo que quien entra en la carrera docente, espera aposentarse y esperar que el futuro sea igual que el pasado en que él se formó. Todo es muy rígido, no se debate y se tiene miedo a lo nuevo. Los alumnos han de prepararse para un mundo que todavía no se ha inventado pero que será radicalmente otro. Hubo un tiempo en que los conocimientos que uno atesoraba en su adolescencia le servían para enfrentarse al presente y pensar que servirían para toda la vida, y ahora no es así. Es urgente pensar dialécticamente, estar expuestos a la modificación de nuestros esquemas porque todo va a transformarse radicalmente y nada del pasado servirá, y si algo sirve, habrá que rescatarlo con conceptos nuevos que nos lo acerquen. 

He sido profesor de literatura durante tres décadas y he tenido ocasión de observar la transformación de ese mundo en relación a mis alumnos. Hubo un tiempo en que los libros eran un acicate para su formación e intereses, pero tuve que aceptar que la literatura del pasado no servía para los nuevos tiempos. Ahora ni siquiera tengo claro que la literatura tal como yo la asimilé sirva para el tiempo que va a venir. Tal vez los libros desaparezcan y se impongan otros modelos basados en los videojuegos para contar historias. Si he de ser sincero, no me gusta, pero puedo constatar en mi ambiente la falta de lugar de los libros entre los adolescentes que están pendientes de otras cosas. Nunca ha habido una ruptura tal con el pasado como la que está sucediendo ahora en que los adolescentes exploran nuevos modelos literarios a través de redes sociales o en la interacción. Era sencillo cuando yo podía recomendarles un libro de calidad y que este respondiera a sus intereses, yo lo viví durante un tiempo, pero hace tiempo que ya no es así. Hacen falta modelos audaces, fruto de la exploración, de la experimentación, de nuevos enfoques que rescaten la literatura –en la medida de lo posible- de la desaparición. Ya estoy fuera pero sé que el sistema educativo sigue funcionando como si los desafíos no existieran y los profesores siguen enseñando como si estuviéramos en 1970. Y los centros educativos son rígidos y renuentes a la experimentación en edificios puritanos que no responden a las necesidades del presente y menos del futuro. Ya no es solo un cambio de paradigma que decía Ken Robinson, es la misma concepción de paradigma la que está puesta en cuestión.  

viernes, 12 de enero de 2018

El premio a Manu Velasco.


Dan el premio de mejor docente de España a Manu Velasco, un profesor de El Bierzo que tiene un blog muy bien diseñado y que defiende, como maestro, todo tipo de consignas o ideas de integración, de la escuela como espacio de la felicidad, el maestro como acompañante, motivador que no impone sino que escucha, que habla de forma positiva, que no compara a sus alumnos, que valora sus esfuerzos, que conoce sus fortalezas, que les pone metas accesibles, que cree en ellos, que se apasiona con su trabajo manteniendo expectativas elevadas pero razonables, que los educa para que estén abiertos al cambio para que aprendan a superarse, que los motiva con lo que disfrutan… 

No quiero ser negativo con un profesor como Manu Velasco que es maestro y sus propuestas dentro de un contexto de niños pequeños son muy razonables y oportunas. Dudo si entre adolescentes estos presupuestos que supone tratar a los alumnos con algodones procurando un ambiente de eterna felicidad en el aula, son igualmente válidos. Este tipo de educación contrasta con otras que hacen de la exigencia un polo fundamental. No sé qué perspectivas tiene este tipo de educación que no evita la crueldad en las aulas, el dolor de crecer y de relacionarse con los demás. Pienso que las tendencias actuales hacen de la escuela una suerte de jardín de infancia perpetuo y que pretende mantenerlo hasta el bachillerato de modo que, como decía alguien el otro día, los jóvenes de veintitantos años son adolescentes grandes, y los adolescentes, niños grandes. Me pregunto si todo este conjunto de ideas fuerza de Manu Velasco no favorece la creciente puerilización que estamos viviendo. Recuerdo que hace años, cuando comencé a trabajar, no existían estas filosofías positivistas de modo generalizado, aunque sin duda habría también buenos maestros y malos, y los adolescentes eran más maduros y responsables, más dueños de sí mismos. Paralelamente a esta filosofía buenista se produce la consideración de los niños como incapaces y a los que hay que proteger o hiperproteger acompañándoles eternamente como si no pudieran activar recursos de autosuficiencia como reacción frente a la adversidad. Los colegios y los institutos tratan a los niños con un espíritu superprotector encerrándoles durante las horas escolares con verjas y cerraduras para que no puedan salir, mientras que yo viví una enseñanza a partir de los catorce años en que los alumnos podían salir libremente del centro educativo. 

Me congratulo del premio a Manu Velasco, un premio esencialmente mediático, pero tengo mis dudas sobre si esta filosofía como inspiradora del sistema educativo no crea seres desvalidos y dependientes que aspiran a tener siempre un estado de perenne felicidad sin crear mecanismos de resistencia frente a lo otro, frente a la adversidad, frente al mundo exterior.

Me pregunto si el nuevo tipo de adolescente perpetuo que necesita siempre un estado de satisfacción mediante likes en las redes sociales no puede ser el fruto de una filosofía, no reducida solo a la escuela, que pretende que la vida solo es un espacio para ser gozado. ¿No hace esto individuos narcisistas, hedonistas radicales, incapaces de soportar la fatalidad y el infortunio? ¿Seres esencialmente frágiles y esclavos de sus deseos que no pueden dejar de querer ser satisfechos sin cesar


domingo, 22 de mayo de 2016

Relatos adolescentes, un filón...


Sigo leyendo novelas a velocidad de crucero. He tenido que tomar la decisión de priorizar la creatividad, la originalidad y la coherencia narrativa por encima de la corrección sintáctica u ortográfica. Hay relatos muy potentes, cuestionables ortográfica o sintácticamente. Los leo dejando que me asombren en sus propuestas creadoras. Sé, lógicamente, quiénes los han escrito y a veces me parecen concordantes en temas y forma con los autores. Si no, les pasó una aplicación que se llama Plagium para detectar imposturas y plagios. He descubierto hasta ahora dos claras de relatos sacados parcialmente de Wattpad, un poco de aquí, otro poco de allí. Otro está basado en un vídeojuego con sus personajes y circunstancias y no soy capaz de aquilatar el grado de plagio del mismo. Tengo que hablar con la autora.

Pero es más la sensación de sorpresa al adentrarme en sus pequeños relatos y dejarme seducir por su capacidad narrativa y la realidad que alumbran. Me fascinan los relatos de mis alumnas marroquíes –al margen, digo, de la corrección ortográfica y sintáctica-. Son relatos de corte romántico que describen con una gran delicadeza el mundo de las adolescentes musulmanas, su coquetería y su concepción del galanteo amoroso. No puedo decir sino que es alucinante asistir a esta presentación inocente de las relaciones amorosas en el seno de la sociedad musulmana. Alguno de los relatos, con no sé bien qué distanciamiento respecto a la autora, me ha dejado clavado en el asiento, sin palabras. Esta muchacha ha expresado algo terrible de un modo absolutamente ingenuo. Su intención al escribirlo era una, pero el lector cuando lo lee queda con una sensación próxima a la estupefacción más profunda. En otros relatos rezuma, en cambio, un optimismo y una felicidad al encontrar la protagonista al hombre de sus sueños y ser aceptado en la familia. Son relatos púdicos y castos en que no hay cuestionamiento de las cosas en un modo totalmente tradicional. Y estas muchachas tienen claro que ser mujeres es ser esposa de un hombre al que se quiere por encima de todo y para tener hijos con él. Pero lo narran de un modo con una naturalidad que cautiva.

Me sorprende el uso de los recursos narrativos de un modo bastante eficiente. Los relatos se leen bien y el lector disfruta con ellos. No dejan de ser expresión del mundo que late en estos adolescentes de quince años. Sospecho que el relato novelado de esta extensión (20-30 pags) expone una respiración natural para estos muchachos que encuentran en él la ocasión de revelar un discurso y una arquitectura que suele funcionar aceptablemente bien. Es evidente que un relato requiere previamente de unas reflexiones previas. Hay que pensarlo. Hay que elegir el punto de vista narrativo, el tema, la ilación de acontecimientos, el foco del relato y el tempus. Y lo hacen contrastadamente bien para ser el primer relato novelado de su vida. Para muchos, tal vez sea el último también. El fluir del tiempo es esencial en un relato. A veces pasa rápido y otras veces es lento y minucioso. Los personajes se van dibujando y definiendo de un modo intuitivo. Esta ingenuidad ante el relato es provechosa porque simplemente se han planteado que había que hacerlo y lo han hecho, a veces componiendo relatos bastante extraños e inquietantes.

Hay, en cambio, una muchacha que cuando la conocí en primero de ESO me manifestó que quería ser escritora. No me ha entregado la novela. La espero con expectación. Tal vez se exija mucho a sí misma y carezca de la frescura con que sus compañeros han iniciado el proceso narrativo. Otra muchacha de aspecto gótico y mente enigmática no lo ha presentado todavía. Fue una de las que primero se interesó por la idea cuando la planteé hace seis meses. Una compañera lo explica –que no la haya entregado- con que tiene demasiadas cosas en la cabeza y le cuesta focalizarse en una secuencia concreta. La observo y siento que tiene mucho que decir pues su mundo presuntamente problemático tiene que ser especialmente sugerente y complejo.

Aparentemente, salvo excepciones, son más eficaces narradoras las chicas que los chicos. Creo que la constatación de que son más maduras que los chicos es parte de la realidad. Tiene más disposición a ficcionar y a contar. La palabra y la secuencia tienen en estos momentos más nombre de mujer que de hombre. Les cautivan las historias románticas ¿quién ha dicho que el romanticismo ha muerto? Y, por lo que parece, son sumamente prudentes, ansiosas de ternura más que de sexo. En estos relatos proyectan de un modo inconsciente su percepción del mundo al tener que crear una secuencia extensa. Solo he encontrado una historia preñada de sentido del humor y es de una chica. Les atrae más el dramatismo, la intensidad romántica con amores difíciles que al final logran triunfar ... No sé si sus modelos son esas novelas románticas que circulan entre las chicas, pero lo que sí que sé es que estaban maduros y maduras para crear un relato extenso e intenso, y, en varias veces, me han sorprendido, con finales abiertos. Porque de alguna manera hay que concluir las historias ¿no? Y el final abierto está para ellos cargado de encanto.

Si hay profesores que leen este blog, les aconsejo vivamente la promoción de este tipo de actividades narrativas, sin miedo, sin dejarse coartar con la corrección estilística y ortográfica. Ya llegará después. Y al fin y al cabo existen los correctores de estilo. Aprovechar su intuición y su inocencia da lugar a cuadros llenos de emoción y dramatismo. Es como una improvisación teatral. Puede tener una frescura que una obra hecha a conciencia es incapaz de alcanzar. El esbozo puede tener una capacidad de sugerencia que una obra acabada no consigue.

Selección de entradas en el blog