Los que seguís este blog sabéis que inicié en septiembre un ciclo de cine de terror dirigido a alumnos de primero de ESO como programación
de Alternativa a la religión. Llevamos vistas seis películas que han sido: Carrie, dirigida por Brian de Palma y basada en un guión de Stephen King; El resplandor, dirigida por Stanley
Kubrick y también basada en un guión de S. King; El exorcista, dirigida por William
Friedkin, y basada en una obra de William
Peter Blatty; Alien, el octavo
pasajero, dirigida por Ridley Scott;
The ring (la señal), dirigida por Gore Verbinski; Dark water, dirigida por Walter
Salles y basada en una novela de Kôji
Suzuki.
La valoración hasta ahora es positiva. El género de horror
les resulta atractivo, y varios de ellos ven otras películas del mismo por su cuenta. Sin embargo, me gustaría hacer
algunas observaciones sobre el gusto adolescente que revela tendencias
interesantes y que nos pueden orientar sobre qué tipo de cine les atrae.
Hasta ahora, todas las películas han sido interesantes y a
veces geniales producciones cinematográficas que les han absorbido. No obstante
quiero reseñar dos que ofrecen algunos ángulos que pueden propiciar el debate.
Pese a mi opinión entusiasta de la película de Ridley Scott, Alien, el
octavo pasajero, esta cinta no les gustó demasiado y en algún caso
manifestaron su falta de interés en la misma. Las razones estriban
fundamentalmente en dos hechos: la película tarda en comenzar, el planteamiento
es moroso y hasta que entra la acción trepidante pasa una media hora larga. La
segunda razón por la que he observado que no les ha gustado es que no hay
ningún niño que centre la trama como así pasa con Carrie, El resplandor, El exorcista, The ring y Dark water... Esto
es decisivo para que ellos se vean concernidos por la película. Si no hay un
protagonista niño o adolescente, ellos se ven distanciados de la cinta por
buena que ésta sea. Esta observación es obvia pero no era consciente, ello me ha
hecho considerar la cantidad de películas de horror que tienen a niños por
protagonistas, y en los debates llevados a cabo en clase, nos hemos preguntado
por qué. Quizás porque los niños o adolescentes tienen todavía una capacidad de
entrar en contacto con mundos fantásticos, o guardan todavía un resto de
poderes que les hacen ver lo que los adultos no ven... Muchas de estas obras
muestran la adolescencia o la niñez como una edad especialmente perceptiva en
la que se muestran los conflictos del cambio y el rechazo a la entrada en el
mundo adulto y la repulsión que esto implica... Carrie es una muchacha que tiene la primera regla y se asusta; el
protagonista de El resplandor es Danny, un niño que tiene poderes, como Carrie, y le permite ver a fantasmas o
seres que los adultos no pueden ver; en El
exorcista, la protagonista, Regan, una niña encantadora que se
enfrenta a la separación de sus padres, se transforma y se ve poseída por el diablo;
en Dark water, dos niñas centran la
trama, Cecil y Natasha, y ambas perciben un mundo conflictivo en el que los padres
se separan y en el que conviven los seres reales con los fantasmas...
La película que les ha fascinado y provocado entusiasmo
compartido es The ring (La señal). Hay dos
versiones, la japonesa dirigida por Ideo
Nakata y la americana dirigida por Gore
Verbinski. He preferido pasarles la americana porque resultaba más cercana
y más comprensible. Esta cinta les maravilló y se puede decir que es la única
que ha creado en ellos la sensación de auténtico miedo. Es la que merece más
alta valoración hasta ahora. El argumento desarrolla una leyenda urbana: alguien
ve un vídeo que corre por ahí. Los que lo ven reciben una llamada telefónica
que les da una semana de vida, al cabo de la cual mueren en terribles
circunstancias... De ahí la acción trepidante de la película, pues varios
personajes, entre ellos un niño, ven el vídeo, y hay una semana para
desentrañar el enigma.
Ayer empecé la proyección de una magnífica película de
terror, Al final de la escalera, una
soberbia obra dirigida por Peter
Medak, pero al cabo de media hora me di cuenta por sus reacciones que no
les estaba gustando nada, y la razón fundamental estribaba en que no había
ningún protagonista niño, porque el ritmo es adecuado, incluso la acción
comienza con la máxima intensidad y es una película sutil y realmente
terrorífica, una de las mejores del género y que ha sido imitada hasta la
saciedad. Tendrán que tener paciencia puesto que una vez empezada una película,
hay que acabarla y juzgarla críticamente.
Son muy niños pero sus juicios revelan una buena percepción
de las tramas y del trasfondo de la película, lo que no quiere decir que sean
capaces de expresarlo adecuadamente por escrito. Se ven atraídos por el ritmo narrativo que
debe ser intenso desde el principio sin perderse en largos preámbulos. La
estética que más les atrae es la más reciente, y en alguna manera el cine
antiguo les distancia...
Creo que es un lujo para estos muchachos asistir a un ciclo
de estas características, puesto que están educando su gusto cinematográfico y
afinando su sentido crítico... Pienso en las próximas películas que veremos.
Estoy considerando fundamentalmente la magnífica Déjame entrar, una película sueca de 2008 en que el protagonista es
un niño, Oskar, que sufre acoso
escolar y en cuya vida aparece otra niña misteriosa y que le ayudará. Es un
filme minimalista en el que no hay grandes sobresaltos pero destaca con
diferencia sobre esa serie infumable de cine de vampiros que nos aflige. Es una
película que produce una extraña fascinación, pero tiene el problema de que es
lenta, poco dada a las impresiones y sustos que tanto les gustan.
Cada película es un salto en el vacío. No sé de antemano si
les va a gustar, pero lo cierto es que aprendo viendo estas películas a través
de sus ojos críticos e indisciplinados. Una educación estética también puede
iniciarse a través del cine de horror cuya poética es extraordinariamente
eficaz aunque puede que no coincida con los gustos mayoritarios. Por otro lado, les intento hacer conscientes de las bandas sonoras de estas película que son un elemento fundamental en el efecto que produce en nosotros como espectadores.