Normalmente cuando escribo lo hago con libertad sabiendo que
lo que yo escribo será entendido por algunos de los que me leen y otros
discreparán amablemente y así me lo harán saber. Sucede cuando hablo de
educación, de política, de cine, de literatura, de mis propios recuerdos... No
hay reflexión que no engendre una visión crítica y antitética. Las leo, no
obstante, cuando surgen, con suma atención puesto que un blog es un espacio
abierto a la reflexión colectiva y no todo van a ser alabanzas, que, dicho sea
de paso, ni las busco ni me gustan. Lo que más me irrita es cuando no logro ser
entendido y se me atribuyen ideas o reflexiones que no son en absoluto mías.
Puede ser por una deficiente o apresurada lectura o por mi impericia
escribiendo. Esto me desconcierta.
Hoy, sin embargo, el tema que traigo me sume en cierta
zozobra pero no puedo dejar de escribir. Cuando algo te llama, necesitas darle
forma y apelar a la conciencia colectiva para comprender. Temo ser tachado de mistagogo, de ingenuo, de
dualista, de trascendentalista, de espiritista, de metafísico... Aclaro, me
atraen los temas de psicología
transpersonal que hacen alusión a diversos niveles de conciencia que van
más allá del ego, se adentran en el terreno existencial para llegar a un nivel
de unidad o cósmico. No sé si en mis escritos se percibe esta huella de lo que
va más allá de lo meramente biográfico y egoico para llegar a un nivel más
profundo, que yo lo cifro en lo cósmico. Mis caminatas y la experiencia del
cansancio, los viajes como experiencia de muerte y renacimiento, la pedagogía
como una apelación a estratos profundos del ser, el gusto por ciertas películas
como El árbol de la vida que tanto rechazo suscitó... son muestras de que esto
que hoy refiero no es algo improvisado sino que es plasmación de una visión
orgánica que deriva de la intuición y la realidad de experiencias en mi vida a
las que no hallo una fácil explicación basada simplemente en el azar. Algunas
de ellas las he referido en el blog, y los que me leen saben que estuve
practicando zazen varios años hasta que tomé conciencia de que la práctica de
la meditación llevaba aneja la realidad de una iglesia y unos gurus que no me
convencían. En todo caso, pienso volver a la práctica de zazen cuando mi vida
se remanse y pueda viajar también de nuevo.
Hoy leía esta entrevista en la Contra de La Vanguardia
y que recoge la experiencia del cardiólogo Pim
Van Lommel que se ha dedicado a rastrear centenares de casos de personas
que estuvieron en la muerte clínica y por algún azar regresaron de ella. La revista
científica The lancet publicó en 2001
las referencias a 344 casos registrados en estas circunstancias. Muchos de los
que regresaron contaron vivencias e imágenes de una densidad difícil de
explicar en que se cruzaban los límites espacio temporales y se contemplaba la
vida en su pasado, presente y futuro a una velocidad de vértigo. Algunas de
estas personas cambiaron de vida tras esta experiencia que alguna vez fue
ocultada para no ser tachado de alucinaciones. La idea sería que la muerte solo
es un cambio de conciencia, y que, pasado, ese umbral, entraríamos en otra
dimensión o universo.
No soy creyente. La idea de dios me resulta absurda e
inútil. Cuando tenía veinte años dejé mis convicciones cristianas y nunca he
tenido la tentación de retornar a unos parámetros que nutrieron mi adolescencia
causando más dolor que otra cosa. El hecho de no ser creyente no me impide
considerar que efectivamente hay experiencias transpersonales que desbordan
nuestro ego y nos funden con la naturaleza, así como con nuestras capas más
profundas, con la conciencia humana a través de comunicación verbal y no verbal
que nos lleva a establecer hondos vínculos con personas que intuyen algo
parecido aunque nunca haya sido verbalizado. Me atrae el misticismo en sus vertientes cristiana, hebrea, sufí, budista o primitiva. Creo que esa visión interior de algo que va más allá para fundirse con la totalidad o la esencia del cosmos me resulta muy válida, aunque no se puede verbalizar demasiado.
Efectivamente pienso que la muerte es una transferencia de
energía. Alguien se habrá sonreído y habrá pensado que ya se veía venir que Joselu tenía una vena mística que le
hace desbarrar, y que todo esto es indemostrable, que en realidad nuestra
conciencia son las conexiones eléctricas en nuestro cerebro, y que cuando este
deja de funcionar, es decir, morimos, acaba toda percepción de conciencia. Más
cuando vemos a esos enfermos de alzheimer
que van perdiendo progresivamente su sentido del yo para disolverse en la nada.
La conciencia no es más que conexiones eléctricas, me argumentarán. No hay nada
más allá y no hay ninguna evidencia ni ninguna prueba, ni nadie que haya
regresado para contarlo. La ciencia no puede basarse en ejercicios de
superstición y esoterismo, y lo que demuestra es que la vida consciente
desaparece con la muerte clínica.
No digo que no, pero mi convencimiento personal es otro por
la percepción que tengo de mi propia existencia, por hechos inexplicables que
me han sucedido y que me hacen concebir que existen otras dimensiones. Ojo, no
me refiero a esos ocultistas que se comunican con los muertos. No, es algo más
natural que está incorporado a mi modo de ver las cosas y que entiende que la
muerte no es el final, y que la vida es pura transformación, continua
transformación en que deberíamos ampliar nuestros límites perceptivos para
ahondar en nuestras distintos niveles de conciencia. No hago daño a nadie, y a
mí, la idea de que la muerte no es más que una pequeña broma no deja de
resultarme atractiva y sugerente.
La lectura de la entrevista de La Vanguardia me ha animado a escribir sobre ello, sabiendo de
antemano que habrá lecturas y opiniones totalmente opuestas, que consideran la
vida simplemente como una experiencia única, en la que único que existe es el
aquí y ahora (con lo que estoy de acuerdo totalmente), que la muerte es el
final, que no hay rebobine de la jugada, que llega un momento en que el cerebro
y el organismo se extinguen y ahí dejamos de existir y solo queda en tal caso
el recuerdo que dejemos y que tal vez nos sobreviva.
Así es si así os
parece, como escribió Pirandello.
Pero ciertamente no hay mayor censura que la racionalidad
que excluye cualquier interpretación que se salga de ese estrecho cauce.
Ya digo que seguramente me arrepienta de haber publicado
este post. Veremos.
Jason es un paciente de un centro de rehabilitación de San Diego. Antes de ser visitado por mi colega el doctor Subramaniam Sriram, ha estado varios meses en un estado semicomatoso llamado mutismo acinético. Jason está postrado en cama, y es incapaz de andar, reconocer o interaccionar con personas —ni siquiera con sus padres—, aunque está totalmente alerta y a menudo sigue con los ojos a la gente de alrededor. Pero si su padre se va a la habitación de al lado y le telefonea, Jason es plenamente consciente en el acto, reconoce a su padre y conversa con él. Cuando el padre regresa a la habitación, Jason vuelve enseguida al estado de zombi. Es como si en su cuerpo hubiera dos Jason atrapados: uno conectado con la visión, que está alerta pero no consciente, y el otro conectado con la audición, que está alerta y consciente. Estas misteriosas idas y venidas de la personalidad consciente, ¿qué podrían revelar sobre como genera el cerebro conciencia de uno mismo?
ResponderEliminarLo cierto es que sabemos poco o casi nada, Joselu. Eso es lo único que tenemos claro. De ahí en adelante, dos opciones, imaginar que, o pensar que. Lo segundo es en base a una percepción personal de la realidad. Y cada cual tenemos la nuestra porque no nos da para más con lo que tenemos por el momento. Que no será mucho más de lo que tengamos jamás me parece a mí.
Un besote.
De mi periplo religioso -como quien eleva un globo aerostático- deseché todo aquello que fuese institucional, eclesiástico, y me quedé con una fe metafísica, un apego inefable por trascender lo aparente. Digamos que soy más espiritual que religioso, más sensible que creyente, más escéptico que crédulo, más ilustrado que medieval.
ResponderEliminarComparto con las religiones monoteístas su humanismo, su apego por universalizar valores esenciales, que por sentido común piden acomodo en la realidad. Pero rechazo su autoritarismo moral, su puritanismo, su sentido mezquino de la obediencia y la tradición.
Somos el vano río prefijado,
ResponderEliminarrumbo a su mar. La sombra lo ha cercado.
Todo nos dijo adiós, todo se aleja.
La memoria no acuña su moneda.
Y sin embargo hay algo que se queda
y sin embargo hay algo que se queja.
Jorge Luis Borges. Son los ríos.
Me parece muy valiente por tu parte hincarle el diente a un plato que, de entrada, todos sabemos que no es muy apreciado en según que círculos. Los prejuicios en torno a ese y otros muchos temas abundan, por desgracia, y solemos tender a las ideas comunes, a darnos palmaditas en la espalda para reforzar nuestra ortodoxia, porque todos tenemos una ortodoxia, lo admitamos o no.
ResponderEliminarYo también pienso, como tu, que la ciencia ignora muchísimo más que lo que sabe, que cada día asistimos a nuevos descubrimientos en torno a la neurobiología y que lo que Freud y sus discípulos explicaban hace solo unas décadas con metáforas y mitos hoy se puede explicar bastante mejor con sinapsis y neurotransmisores. ¿Que el cerebro puede producir muchas alucinaciones? Pues vaya descubrimiento. Ya Platón lo insinuó hace muchos siglos, que la vida misma no es más que una alucinación que vemos desfilar desde el interior de nuestra cueva.
Estoy convencido de que en las décadas por venir vamos a asistir a descubrimientos muy importantes en torno a estos temas. No quiero sugerir que acabaremos por definir a Dios en clave científica ni nada parecido, pero sí que muchos mitos de la visión materialista del mundo pueden ir desmoronándose poco a poco.
Historias esotéricas sobre el más allá las hay mil, Joselu, lo sabes bien. Como sabes que todas, en su totalidad, no son sino producto de estados psicológicos altamente inestables e influibles por diversos condicionantes, sobre todo los de carácter personal, pero también social, como se constata en las llamadas alucinaciones colectivas, que vienen a ser, en la práctica, engaños masivos.
ResponderEliminarNi que decir tiene que la ciencia no posee la última palabra en cuanto a otras posibles vidas, pero sí tiene algunas palabras de suficiente peso como para abrir los ojos de la sensatez a quien se acerca con la razón. No seré yo, no obstante, quien niegue la existencia de algo más, un algo cultivado por casi todas las religiones, sectas y paranoias colectivas de la historia, e incluso institucionalizado de mil formas distintas, sobre todo entre las castas guerreras (me viene ahora a la cabeza la preciosa canción La muerte no es el final, que entonan con sentimiento en actos militares los soldados en honor de un compañero caído), pero, de la misma manera que no lo niego, tampoco lo reconozco, ni le concedo más crédito que a tantas y tantas noticias de lo fabuloso como abundan y nos acechan, por más que, quizá, en algún caso pueda haber visos de actividad paranormal.
Pero, ¡ojo!, porque el hecho de que algo no pueda explicarse a priori sin tener que acudir al santoral, no quiere decir, ni mucho menos, que aguante un somero examen científico, cuando menos uno riguroso. Y ello a pesar de no tener, la ciencia, la respuesta a casi nada de lo que atañe al hombre como ser pensante. Hay, por otra parte, un lado oscuro en el misticismo, o el esoterismo, si lo prefieres, y es que, en aras de ese supuesto conocimiento del más allá, se coquetea demasiado a menudo con la muerte, bordeando lo admisible y derivando el juego, en no pocas ocasiones, en suicidios más o menos voluntarios, todo sea por el conocimiento exacto y de primera mano de lo que quiera que pueda o no haber allí.
En fin, Joselu, que sin aportar nada a tus expectativas, pero con afecto y sin acritud, así será si así prefieres.
Un abrazo.
Te voy a contestar a tu entrada, con la que estoy íntimamente tan de acuerdo, a través de un poema de Alexander Pope en su libro Ensayo sobre el hombre:
ResponderEliminarConócete, pues a ti mismo, no supongas que dios explore;
El hombre, eso es lo que debe estudiar la humanidad.
Situado en ese istmo de un estado medio,
Un ser oscuramente sabio y rudamente grande:
Demasiado sabio para el juicio del escéptico,
Excesivamente débil para el orgullo del estoico,
Se halla en medio, duda entre la acción y el reposo;
Duda si tomarse a sí mismo por un dios o por un animal;
Duda si dar preferencia a su mente o a su cuerpo;
Nacido nada más que para morir, razona nada más que para errar;
Lo mismo en la ignorancia, su razón es esa,
Tanto si piensa por exceso como por defecto;
Caos de pensamiento y pasión, todo es confuso;
Pero engañado por él mismo, o desengañado,
Creado mitad para ascender, mitad para caer;
Gran señor de todas las cosas, pero víctima de todas;
Juez único de la verdad, perdido en el error interminable;
Gloria, hazmerreir y enigma de este mundo.
Pues a mi me parece... que has escrito una bella entrada, respetuosa con las creencias de todos, suficientemente indefinida y abstracta como para que nos veamos reflejados en alguna de sus alternativas, y con un corolario irreprochable; que hay algo mucho más allá de nuestra supuesta sabiduría. Para mí, no solo una entrada de la que no arrepentirse, sino una literatura para repetir.
ResponderEliminarUn abrazo.
PD. Muy interesante el poema de Pope. ¡Gracias!
Tema importante para mí, Joselu. Llevo muchísimos años leyendo sobre este tema y aunque no pueda llegar a ninguna conclusión, creo firmemente que cuando morimos, pasamos a otro estado de conciencia pero no desaparecemos.
ResponderEliminar¿Has leido "Vida después de la vida"? del Dr. Raymond Moody? El dice, después de sus experiencias, que después de la muerte el hombre no deja de existir, sino que su alma continúa viendo, oyendo, pensando y sintiendo. También es muy interesante el libro "Como morimos" de Sherwin B. Nuland.
Cuando murió mi madre, que pensaba como yo en este tema, me senté a su lado con sus manos entre las mias y le dije hablando con ella:" Sé que estas aquí y no te voy a dejar en un rato grande, sé que me oyes y quiero que sepas que no te dejo sola, que estoy contigo y no quiero que tengas miedo". Mi hermano que estaba a los piés de la cama, al oirme, pensó que estaba loca pero yo sabía muy bien lo que hacía.
¿Que si estoy segura de esto? pues ya sabes que no puedo estarlo, pero.... lo creo.
Esto me ha hecho esperar la muerte con serenidad y con curiosidad...... Si puedo volver ya te diré algo.
Llevo unos días topandome con temas que parecen interrelacionados. Recomiendo al autor de este blog Leer "El arco iris de gravedad", de Thomas Pynchon, si no lo ha hecho ya.
ResponderEliminarEl Dr:Miguel Ángel Pertierra en el libro "Más allá" cuenta en primera persona y, entre sus pacientes estas sensaciones.Aunque la medicina no es una ciencia exacta pero claro! en algo hay que creer...Siempre me ha chocado un poco la vida del Sigmund Freud y, su coqueteo con la cocaína.Dice que se inicio en su consumo para desenganchar a un colega que era adicto a la Morfina...al fín y al cabo una persona con una conducta alterada no es muy fidedigna que digamos y sus recionamientos hacía la Histería son muy particulares.Mí modesta opinión es que hay demasiadas hipótesis.Y que nos falta una cultura acerca de la muerte.Que nadie sabe a ciencia cierta explicar o por lo menos demostrar.
ResponderEliminarUn saludo Joselu.
Yo soy uno de esos racionalistas estrictos. Pero ante todo uno ha de saber ser respetuoso, y a mí es que mientras las supersticiones no vayan en contra de la ciencia o la manipulen para aparentar más veracidad a sus supercherías (cuán maltratada ha sido la física cuántica por magufos como Chopra...) me parecerá bien.
ResponderEliminarEntiendo la necesidad de tener alguna creencia porque el racionalismo estricto tiene muchas implicaciones... y pensar que somos productos de una mera casualidad, que cuando muramos simplemente moriremos, que cuando perdemos a alguien lo perdemos de verdad... todo eso da miedo e incluso yo aún a veces dudo de si no habrá algo, que la belleza de la conciencia no puede ser del todo casual. Es un poco depresivo pensar en términos muy estrictos, y no siempre es fácil, así que entiendo completamente quien sea en cierta manera espiritual.
Encerraos con un amigo en la cabina principal bajo la cubierta de un barco grande y llevad con vosotros moscas, mariposas, y otros pequeños animales voladores ,colgad una botella que se vacíe gota a gota en un amplio recipiente colocado por debajo de la misma haced que el barco vaya con la velocidad que queráis, siempre que el movimiento sea uniforme y no haya fluctuaciones en un sentido u otro. Las gotas caerán en el recipiente inferior sin desviarse a la popa, aunque el barco haya avanzado mientras las gotas están en el aire, las mariposas y las moscas seguirán su vuelo por igual hacia cada lado, y no sucederá que se concentren en la popa, como si cansaran de seguir el curso del barco...
ResponderEliminarGalileo Galiei.
Siempre pienso en esto cuando se habla de la muerte y la vida. Pienso que nuestra existencia es como ir en el barco de Galileo y cuando morimos desembarcamos de él. Nuestra condición de navegantes (seres humanos que viven) se ve modificada por la de habitantes de tierra
(el próximo estado) y cuando la gente vuelve de la muerte es como si hubiese estado en tierra viendo la evolución de la nave desde la orilla y su posible trayectoria futura.
Yo nunca creí en más dios que Fortuna, lo cual, me ha ahorrado la visión de cielos e infiernos. Sin embargo la concepción racionalista de la vida me parece escasa y falsa, me parece al igual que las religiones, refugios de cobardes para esta materia.
El concepto tiempo, íntimamente ligado a la vida no se puede razonar, pues es algo elástico y flexible, así cuando disfrutamos, el tiempo es corto y cuando sufrimos extremadamente lento. Este concepto modifica las percepciones físicas que nos rodean y eso es algo que aunque se pueda razonar, no veo yo, que este sujeto a razones precisas, ¿como se miden las emociones?.
El viaje en el tiempo, que es otra dimensión en la que navegamos continuamente, es la clave de esto. Pues cuando uno ha muerto (si es que lo ha hecho) y vuelve a la vida, es como si pudiésemos navegar hacia atrás en la nave de Galileo.
Tenemos espíritu o energía o como queramos llamarlo y eso se muestra a nuestra visión todos los días, un ejemplo claro esta en nuestras relaciones sociales, si hablamos con un pastor, no acostumbrado al trato cercano con personas y nos acercamos a su "esfera personal" demasiado, provocara recelos; sin embargo, esto mismo, en una persona que vive en una urbe u hormiguero, acostumbrado a que su "aura" este en contacto con otras no causara sorpresa.
Me resisto a pensar que solo somos materia y electricidad.
Mi visión de la muerte es: "Cuando llegue ese puente, le cruzaremos..."
Como siempre me he enrollado...
¡Qué gran Tema!(con mayúscula).
ResponderEliminarPosiblemente no queramos aceptar la aniquilación y nos aferremos a algún tipo de posible supervivencia...
Posiblemente la conciencia se base en conexiones sinápticas,en flujos de información que corren por las neuronas, pero no creo que sea solamente eso, como una sinfonía es más que una partitura y la ejecución ejecución de las notas.
No sé si la muerte es una broma. Tampoco sé si esto que llamamos vida existe tal como la entendemos o es un sueño más...
José Hierro lo decía de una manera muy sublime:
"Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.
Grito ¡Todo!, y el eco dice ¡Nada!
Grito ¡Nada!, y el eco dice ¡Todo!
Ahora sé que la nada lo era todo.
y todo era ceniza de la nada.
No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada.)
Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada."
Una vez durmiendo la siesta,en estado hipnapómpico,de repente "conecté" (fue como si conectase una clavija a un superbanco de información) con "algo". La información fluyó como un torrente de forma hasta casi dolorosa. Cualquiera de las informaciones que recibía, era más que suficiente para cambiar la forma de entender la vida. Cuando quise "captar" o "fijar" al menos una, el flujo se interrumpió. Me quedo una sensación que sólo la sé definir como ¡¡¡uuuuuaaaaauuuuuhhhh!!! y el resumen de que esto que tanto nos preocupa era sólo un sueño más...
Este último año estoy enterrando a una cantidad desproporcionada de amigos íntimos y la verdad que todo esto me ayuda a sobrellevar muy bien las tristes pérdidas.
A lo mejor todo esto es sólo motivado por alteraciones en el cerebro por endorfinas que se liberan vaya Ud. a saber por qué... o no.... ¡Qué cosas!
Un cordial saludo.
Hay un aspecto de lo que tan acertadamente argumentas -aunque no esté de acuerdo con las conclusiones generales- en lo que he de darte la razón: todo parte de la propia experiencia y de la forma que cada uno tiene de asimilarla (lo que viene a ser lo mismo: la experiencia no es más que la forma en la que uno asimila las cosas que le pasan). Hay partes de tu entrada que no son científicas ni demostrables, sino unas creencias. Y como tales he de respetarlas. Yo no pienso que existan esas conexiones ni esa energía como forma espiritual y, por lo tanto, evaluable como tú lo haces: todo es más sencillo y parte de la física y la química. El resto es la necesidad del ser humano de superar la propia angustia o la necesidad de dar un sentido a cuanto le rodea.
ResponderEliminarEn cuanto a algo que dices al inicio de tu entrada: a veces pasa, en este medio de comunicación, que personas que están de acuerdo con lo que dices discrepan de una parte de lo que has dicho y lo hacen como si atacaran el todo. Supongo que el género blog se irá perfeccionando en el futuro.
El tema de la muerte y si existe un después deja mucho a la especulación. Por supuesto sí creo en la espiritualidad, que no tiene nada que ver la religión, pero es una espiritualidad personal e individual. Conocemos o creemos que conocemos lo que somos en estado de vigilia pero hay muchos estados mentales que nos son ajenos, el funcionamiento cerebral es un gran desconocido y el ser humano es el resultado de complejos procesos, entre ellos químicos.
ResponderEliminarNo creo que exista nada detrás de la muerte, pero sí creo que en estados límite se puedan tener experiencias que de otro modo no se darían. Sí creo que las personas que se van contribuyen a nuestra riqueza espiritual. Sí creo que los sueños expresan un lado desconocido. Hay sueños que te reconcilian con el mundo, hay otros que te dan respuestas, hay otros que te cargan de energía y otros que te la quitan. Para mí todo eso es espiritualidad, lo que es capaz de ver tu mente cuando se queda sola. Es hasta donde llego a ver.
El verano pasado, coincidí con un grupo de colegas que manifestaban percepciones que se escapaban a mi entendimiento. Llegamos a tener mucha confianza, todavía seguimos. Pese a que nos acabábamos de conocer, conectamos a la primera - pura química- y eso dio lugar a charlas muy interesantes. En fin, que el tema siempre nos va a dejar en la duda. Y lo mejor, lo mejor, es acompañar al que se va, como he leído más arriba, eso sin duda.
Me ha parecido muy interesante, Joselu, digno de más profundidad si me apuras.
Besos.
Decía Pavese: "Vendrá la muerte y tendrá tus ojos..." Esa es la muerte en la que creo, una muerte cegadora, la muerte que hace desaparecer el mundo y a quienes viven en él. Más que pensar en transferencia de energía, pienso en el apagado de una vela, en una bombilla fundida. "Luz, más luz", como pedía Goethe. Pero vendrá ella y tendrá nuestros ojos. No me preguntes qué hará con ellos. Tal vez la reencarnación sea tan solo la vuelta de la luz.
ResponderEliminarDe mi agnosticismo surge una indiferencia ante la posibilidad de Dios tanto como ante la imposibilidad de dios.
ResponderEliminarSí me preocupa que la muerte sea una broma. Si lo es, imagino a la nada, antes que al todo, como pesada bromista.
Salu2.
Es un tema apasionante, Joselu. Creo que frente a estos temas todos tememos pecar de escépticos o de místicos, pero lo cierto es que a todos nos conmueve.
ResponderEliminarMi padre es cardiólogo y ha presenciado muchas muertes y experiencias en las que, gracias a los avances de la medicina y la ciencia, él junto a otros seres "traían a alguien de la muerte". Este tipo de experiencias están estudiadas y se denominan "NDE" (Near Death Experiences), y todas parecen responder a ciertos patrones que algunos explican en términos de lo que hace nuestro cerebro que vive más tiempo que el resto de nuestros órganos.
Pero mi padre, que ha escuchado muchos relatos similares, recuerda y siempre cuenta el caso de un paciente que ya había entrado en paro cardíaco y se le estaba practicando todo tipo de maniobra para reanimar su corazón. De pronto, se escuchó una voz que provenía como de lo más profundo de la garganta de este hombre cuya línea cardíaca en el monitor era plana, que gemía, sin siquiera mover los labios, "Basta ya. Déjenme ir." Para mí es una historia que demuestra que hay algo en nosotros que es y sigue siendo aún cuando nuestro cuerpo ha dejado de vivir lo que entendemos por vida.
Yo tampoco quisiera ser tomada por esotérica y me considero bien escéptica en cuanto a la fantasía de los que están o vuelven del más allá y esas historias. Tiendo a reservarme mis creencias sobre Dios y la vida después de la muerte precisamente porque se entra en un terreno en el que nos quedamos sin argumentos que nos den consistencia. Es el límite que nos intriga, nos quema y hace que cada uno piense que es así si así le parece.
Un beso.
Pues yo tengo un dilema, que en realidad no es tal. Mi yo científico me dice que todo eso son patrañas (no quiero ofender), pero mi instinto, ese algo que noto en la piel, que me guía, y al que hago caso casi ciegamente (el mismo que me alerta sobre la gente a la que conozco), ese me grita que esto no es tan simple, que no acaba aquí. Creo que hay mucho más.
ResponderEliminarEl cerebro, ese mundo desconocido e inexplorado, del que tantas piezas nos faltan para completar el puzzle, de tal forma que es imposible tener una imagen completa... Ese es, creo, el que nos permite tener esas experiencias inexplicables.
La energía ni se crea ni se destruye... Nuestra energía, creo, simplemente se transforma. Esto no acaba con la muerte, en modo alguno.
Espero haberme explicado, no me lo parece, pero...
Un beso, Joselu. Gracias por hacerme reflexionar con tus reflexiones.
Estimados amigos, me ha sorprendido el número de respuestas y la calidad de las mismas y que he leído con suma atención. Temia haberme metido en un terreno escabroso y polémico y que suscitara rechazos por mi visión próxima al misticismo ante unos planteamientos dominantes que se anclan en el materialismo y el racionalismo más estricto. Hay importantes matices y veo que todos nos hacemos alguna reflexión en algún sentido u otro.
ResponderEliminarGracias Vero, Lola, Serenus Zeitbloom, Antonio, Animal de Fondo, Javier G. Valdivia, jnj, Javier, Fer, Unsui, Demóstenes, Nuria, Angie, Pedro Ojeda Escudero, Temujin, Bertha, JordiM, Doctor Krapp y Ramón Besonías.
Vuestras intervenciones no necesitan una respuesta. Todos hemos abordado con respeto e intensidad esta cuestión. Recuerdo que cuando practicaba zazen este tema era objeto de reflexión. El budismo no es una doctrina, pero opina sobre la muerte y sobre la otra vida que no puede haber ninguna certeza de nada. Nadie ha vuelto del otro lado para decírnoslo. Y si existe Dios o no es pura especulación sobre lo que no puede haber ninguna respuesta. No podemos fundar nuestra vida en creencias indemostrables. Tenemos esta existencia. Démosle dimensión. Hagamos cada uno nuestra pequeña obra de arte de nuestra vida. Tal vez todo sea ilusión, la vida, los sueños, la muerte… Muchas gracias.
Si cuando vienen del otro mundo a visitarnos, decimos que es producto de una alucinación, ¿cómo podemos estar seguros de que nadie ha venido a decirnos que hay vida más allá de la muerte?.
ResponderEliminarPor otro lado si pensamos que alucinamos, ¿cómo sabemos que cuando pensamos que la muerte existe, no estamos alucinando?.
La muerte es otra creencia, no hay tal cosa para un roca o para un flor. La muerte aparece en la mente del hombre, hombre que se identifica con las formas. Hombre que se identifica con ese cuerpo que muere.