Páginas vistas desde Diciembre de 2005




martes, 15 de diciembre de 2020

Holocausto caníbal (ficción)


Disiento de los que dicen que una mujer real no pueda ser de látex. La mía lo es, es el último grito en tecnología inteligente. No solo hago el amor con ella sino que le puedo explicar todo tipo de historias, anécdotas y chistes sin que ella se impaciente. Siempre sonríe, salvo cuando le hablo de exnovias de carne y hueso. Ahí es terriblemente celosa y la sonrisa se le va de la expresión. No soporta que le hable de Silvia, una novia cultureta que siempre estaba hablando de literatura, aun en los momentos más íntimos. Un día estábamos follando salvajemente y empezó a contarme entre jadeos el argumento de Los hermanos Karamazov hasta el asesinato del padre. No pude más y rompí con ella. Me compré en una web de investigación sobre Inteligencia Artificial a Eli, la mujer de mis sueños, siempre dispuesta a agradar y a someterse sin contarme rollos patateros literarios. Soy yo quien la insulta cuando chilla de placer al ser sometida en todas las posiciones. Me da placer y calla. Le puedo explicar todo tipo de historias de mi trabajo aburrido de informático. Le explico cosas de mis compañeros y de mi jefe. Se me pone dura mientras veo la expresión de Eli, entre tímida y desvergonzada. Es entonces cuando me abalanzo sobre ella, le muerdo los pezones, y el clítoris y la devoro. Ella grita de placer, especialmente cuando la insulto. Lleva una picardía negra con unas braguitas a juego. Eli es excepcionalmente inteligente. Sabe cómo llevarme y hacerme sentir bien. Me espera a las siete cuando llego del trabajo y me pone la música que a mí me gusta. Me pregunta que cómo me ha ido, sentada en el sofá del salón donde se ha pasado el día. Me siento junto a ella y la beso con lengua.  La suya es cálida y húmeda y me produce una profunda excitación. Eli lleva una negligé que deja ver sus muslos desnudos. Pero no quiero ir demasiado rápido. Le propongo jugar una partida de ajedrez tras ponerme cómodo yo también. Sé que me deja ganar siempre y eso me hace feliz. Si ella quisiera, me derrotaría porque tiene un cerebro alimentado por el deep learning que ganaría al campeón del mundo sin despeinarse. Pero me permite dar jaque mate y yo me siento satisfecho. Tras dos o tres partidas, me voy a la cocina para preparar la cena. Ella no come pero le gusta verme devorar las gambas a la plancha con salsa de roquefort. Me mira pícaramente mientras como y bebo vino californiano. Ella no se emborracha pero yo sí y entonces se me desata la lengua y le cuento mil y una historias que me invento. Me mira complacida porque está programada para hacerme gozar y sabe todo lo que me gusta. Su rostro está extraído de imágenes que yo consideré excitantes y elegí para ella el físico de Scarlett Johansson en su interpretación de Lost in translation. Me gusta sentirme Bill Murray. Ella siempre es y será joven y se actualiza continuamente integrando novedades que enriquecen su interacción conmigo. Podría pasar el test de Turing y mantener una conversación interesante sobre casi cualquier tema excepto sobre mis amantes humanas pasadas. Tampoco le gusta que le hable sobre mi madre a la que yo sé que detesta rabiosamente por la influencia que tuvo sobre mí cuando era niño. Pero salvando estos temas puedo conversar con ella sobre todo, incluso sobre mi atracción por el hinduismo vedanta. De hecho nos ponemos cada día, recién levantado, a meditar un cuarto de hora con incienso y música mística antes de ir al trabajo. Ella me ayuda a concentrarme y entorna los párpados en el proceso de alejamiento de las circunstancias terrenas. Yo sé que ella no piensa, que su mente está perfectamente en ese vacío que yo busco. Me voy a trabajar a la oficina entre ocho y tres de la tarde, y luego entre cuatro y seis. Es agotador pero yo pienso en su coño y toda la aflicción en el aburrido trabajo se me pasa. A veces me llama por teléfono y me pregunta que cómo voy, me dice que se siente muy sola y que me espera con impaciencia. Yo noto que mi rabo se endurece cuando hablo con ella mientras hago traspaso de datos a alguna cuenta en las islas Caimán donde mis jefes tienen sus inversiones. Eli también me envía whatsapps incitantes diciéndome que me desea. Soy feliz pensando en ella y me doy cuenta de la ventaja que supone sobre mujeres reales, neuróticas y depresivas… Eli siempre está contenta y me estimula donde más me gusta. Lo único que no me gusta demasiado es su afición por el cine gore porque todas las semanas quiere ver alguna película que me causa zozobra y estremecimiento. Elegí una programación para Eli en que ella tenía una personalidad que va evolucionando y aprendiendo, de modo que tiene sus propios gustos, intereses e intenciones. Esto en alguna medida me desconcierta tanto como me atrae porque sé que en muchos sentidos ella es independiente totalmente de mí. Hay un día a la semana, el sábado, en que ella tiene libertad para expresar sus intereses y aprendizajes. Lo temo porque me doy cuenta de que ya va varios pueblos delante de mí. Conoce todo de mí, mis más ocultas pulsiones existenciales y sexuales. Un sábado me propuso que nos suicidáramos juntos en la bañera y yo me horroricé porque esta imagen se me ha pasado muchas veces por la imaginación. Le cambié de tema y le propuse ver de nuevo Holocausto Caníbal que le encanta. No sé qué esperar de ella, pero me sigue seduciendo. Alguna noche, a mi lado, me susurra diálogos de la película y me estremezco de placer y de terror…  

sábado, 12 de diciembre de 2020

jueves, 10 de diciembre de 2020

La complejidad humana


Es tan difícil conocer a los seres humanos que siento una íntima zozobra cuando me relaciono con ellos. Somos todos conciencias cambiantes que nos vamos transformando continuamente como la llama de una vela. No somos iguales en dos momentos diferentes. Las relaciones humanas son complicadas, sometidas a los sentimientos y emociones conscientes e inconscientes que nos devoran. Así surgen afinidades pero también animadversiones y rechazos que, probablemente, no tienen explicación lógica. Hay personas que son incompatibles con otras personas, se suscitan mutuamente necesidad de distancia o se producen conflictos de raíz inconsciente. He observado que mis sentimientos en relación a los demás van evolucionando. Puedo sentir una profunda simpatía que luego se troca por una aguda ira y animadversión que termina en una indiferencia sorda que no es indiferencia sino irritación. Hay personas a quienes deseo pese a que no me gusten sus ideas. Hay personas cuyas ideas son tan cercanas a las mías que entran  en conflicto conmigo. 

 

Los blogs son una fuente intensa de sentimientos que se producen en la lectura de los posts y en la fase de comentarios. No siempre se dice todo lo que se piensa, hay que ser sumamente cuidadoso y prudente porque no hay segundas oportunidades. Hay comentarios que por su naturaleza son ambiguos o contienen emociones ambivalentes. Hay blogueros más sólidos y menos sólidos, más frágiles y menos frágiles. Y en los diálogos que se producen surgen chispas que son orígenes de conflicto porque no podemos mirar a la persona a la cara, solo leer sus palabras. Hay blogueros que suscitan general simpatía por su carácter abierto y tranquilo, y hay blogueros que son inestables e incapaces de admitir una crítica razonada, lo que les hace arder en deseos de venganza movidos por el resentimiento. Los blogs son como la vida misma. Hay blogueros que tienen muchos amigos que forman una comunidad de ideas –aunque con discrepancias posibles- y blogueros solitarios y hostiles que parecen gozar con producir rechazo, viviendo su aislamiento con delectación. Hay blogs multitudinarios, no depende de la calidad de las ideas o de los textos sino de otros factores no tan brillantes. Y hay blogs formidables que se mecen en la soledad. Triunfar en el mundo de los blogs no quiere decir mucho. Hay mucha política en ello. Y las personas somos mutables y nos gustan las ideas congruentes aunque sean de poco calado. Otras veces los blogs tienen dimensión por la faceta humana profunda del bloguero que está presente.  


Cuando leemos un blog nos hacemos a una persona que está detrás que tiene ideas que se van haciendo conocidas y con las que estamos más o menos a gusto. La idea es adaptarse a una visión del mundo lo que se proyectará en nuestros comentarios de afinidad y cercanía. No suele haber muchos comentarios demoledores y contrarios a lo expuesto en el blog, la mayoría suelen ser respetuosos y afines a la filosofía del mismo. La política es que, si no te gusta lo que dice alguien, simplemente dejas de leerlo y ya está. 

 

A veces surgen rencores y resentimientos por la dinámica de las relaciones humanas. Hay blogueros que sufren por esta condición que deviene de su mismo carácter. He conocido a blogueros difíciles, maniáticos o agresivos, inanes, hipercultos, problemáticos u hondamente humanos, sensibles, generosos, inteligentes, dulces, amargados, depresivos, tristes, eufóricos, etílicos, despóticos, necesitados de adulación u orgullosamente solitarios en defensa de su estilo,  tortuosos, tolerantes o intolerantes, místicos, religiosos, materialistas, ateos, ecologistas, antiecologistas, de izquierda, de derecha, nacionalistas, antinacionalistas, audaces, tímidos, veraces o manipuladores, apasionados, sentimentales, eróticos, conciliadores o provocadores... También, buscadores de comentarios a toda costa con tácticas más o menos marrulleras. Hay malos poetas que triunfan inopinadamente y se creen que lo son. Hay, en cambio, poetas brillantes con escasa convocatoria. 

 

En nuestros blogs nos desnudamos y nos exponemos a la mirada ajena que suele ser compasiva, suele, aunque no siempre. Es un mundo potencialmente amable o peligroso porque los seres humanos, como decía, somos mutables y fuente de luz y de oscuridad. 

domingo, 6 de diciembre de 2020

La vida del artista sí que importa

 

Hace unos días he leído con gran interés en un blog amigo un texto en que se expresa un fuerte rechazo hacia la personalidad de muchos artistas del pasado o del presente, como histriónica, exhibicionista o marcada por el envanecimiento egocéntrico en sus alardes emocionales en que exhiben sus infancias dolorosas, sus histerias personales o sus subjetividades radicales. El autor concluía que no le interesaba nada la vida de los supuestos artistas y que solo tenía interés en su obra, considerando que la carga biográfica que hay detrás es negativa o que distrae de la contemplación de la obra.


No puedo estar en mayor disensión con esta perspectiva –totalmente respetable por otro lado-. No pienso que la dimensión biográfica de tantos y tantos artistas sea algo molesto e insignificante. Los artistas lo son precisamente porque hay en ellos una determinada sensibilidad, en muchos sentidos más aguda, que en muchas otras profesiones. No se hace uno artista, se nace.  Y una sensibilidad exacerbada es marca de muchas vidas y, unido a ella, y a factores vitales, hacen que el artista sea un ser especial. Y, a diferencia, de las ideas expresadas en el blog amigo, yo siento un creciente interés por el factor personal de la vida de algunos artistas que me han interesado. Así he leído las biografías de Thomas Mann, de Proust, de Kafka, de Rilke, de Tolstoi, de Machado, de Lorca, de Shostakovich, de Bach, de Salinger, y ahora estoy leyendo una de Clarice Lispector. No vale cualquier biografía, no. Una buena biografía es una obra de toda una vida de investigación, no un producto de encargo estacional como son algunas de carácter oportunista. A través de estas biografías, uno puede entender cómo y por qué surgieron obras singulares y el conocimiento de las circunstancias históricas, personales y vitales del artista ilumina la obra porque así entendemos de dónde surge, de qué magma existencial y de época brota una determinada creación. Puedo decir que cada vez me atrae más conocer el factor humano de la obra artística. ¿Cómo aquilatar el valor de El guardián en el centeno de Salinger sin ser conscientes de su amor fracasado con Oona O’neill y su intervención en la segunda Guerra Mundial donde participó en terribles combates y batallas en que murieron la mayoría de sus compañeros de armas, su llegada a campos de exterminio nazis en los que vio miles de cuerpos hacinados, cómo no ser conscientes de que esa angustia ante el dolor nutre el texto que estaba escribiendo durante la guerra y que se hace patente a la lectura de cualquier adolescente que todavía lea esta novela. El guardián ante el centeno está preñado de los sentimientos que vivió el autor de forma oscura y misteriosa. Este es un ejemplo cualquiera, pero también acabo de leer los diarios de Lev Tolstoi de su última época y que me alumbran sus contradicciones y su confusión vital, su rabia, su impotencia, así como su deseo de integridad, de honestidad y esencialidad. Leer los diarios de Tolstoi o los de Alejandra Pizarnik me seduce. Pienso que conocer los entresijos de la vida de un autor, de un gran autor, es algo que contribuye a comprender su obra que no surge de la nada o del vacío sino de un componente biográfico que la explica y la sitúa.


En cuanto a la mirada desdeñosa hacia el arte contemporáneo como profusión de vacío o de engaño superlativo, he de decir que en mis viajes a lo largo de Europa, lo primero que visito, sea en Estocolmo, Amsterdam, Praga, Berlín, Viena, Reykiavic o San Petersburgo, son los museos de arte contemporáneo. Además de estar maravillosamente poco concurridos, me interesan mucho porque suponen indagaciones en la realidad de modo poco común. Es posible que mucho de lo que se exhiba sea de poco valor –es cierto- pero uno descubre algunas intuiciones potentes y valiosas que merece la pena tener en cuenta y que ayudan a comprender el siglo XX. En dichos museos me divierto mucho y algunas obras me hacen reflexionar sobre la textura intelectual o irreal de la realidad.


En conclusión, me atrae el temperamento artístico, aunque sea complejo, convulso y exhibicionista; me interesa la vida de los autores que amo y me gustan los museos de arte contemporáneo. El elemento de envanecimiento y exhibición que se criticaba es solo parte de algo mayor. Y además la vanidad no solo es signo de los artistas. Está repartida entre todas las profesiones y no es escasa en el mundo de los blogs. 

miércoles, 2 de diciembre de 2020

Viaje a lo desconocido









Caminata en buena compañía por primera vez en mucho tiempo a Sant Cugat atravesando la sierra de Collserola. Conversaciones intensas, conciencia del húmedo bosque otoñal, realidad vista con la cámara de modo oblicuo, no sentimental, pasos que se van sucediendo sin conciencia del cansancio. Llegar al corazón del bosque y sentir la sensación de plenitud. Bebo agua en la fuente de Sant Medir. Seguimos la senda hasta la masía de Can Borrell que hoy está cerrada, y luego hasta el pi d'en Xandri en el parque de la Torre Negra. Estructura geométrica como un poema. Es la cuarta vez que hago esta caminata en poco más de un mes, es como un mantra inconsciente. Me niego a sumergirme en la realidad política que veo como de soslayo, he logrado que  no me interese. Conciencia de la propia realidad, de la respiración, de los acontecimientos y no tanto de las ideas. Leo y releo a Chantal Maillard. Me alimenta. También a Sri Nisargadatta que dice "Cuando se comprende que la persona es una mera sombra de la realidad, pero no la realidad misma, uno deja de preocuparse, acepta ser guiado desde el interior y entonces la vida se convierte en un viaje hacia lo desconocido". Todo esto está conectado con un cierto erotismo patibulario. Me gusta. 

lunes, 23 de noviembre de 2020

Nuestra huella ecológica



A través de un blog amigo, he llegado a una página en que se calcula aproximativamente el gasto energético medio de un hogar en kep (kilogramos equivalentes a petróleo) y se compara con la cantidad de kep que sería un consumo ecológico. Se suman los gastos de calefacción (lo que más consume con diferencia), lavadoras, calentador, lavavajillas, aparatos eléctricos, ordenadores, frigorífico, así como se cuantifica el número de personas en el hogar, duchas y lavadoras semanales, uso de la cocina habitualmente, aparatos de refrigeración y meses en que se utilizan… Es un cálculo estimativo que puede servirnos como una referencia. 

 

En nuestro caso, somos cinco en casa. Cocinamos catorce veces a la semana, más de treinta duchas semanales, catorce o quince lavadoras semanales, cuatro ordenadores más iPads, veinticinco fuentes de iluminación aproximadamente, calefacción a temperatura media dos meses al año (diciembre y enero aprox), varios aparatos eléctricos como tostadora, exprimidor, Thermomix, horno eléctrico, frigorífico medio con congelador pequeño, dos televisiones…  Vivimos en una casa que no está bien aislada térmicamente. 

 

El resultado que nos da en cuanto a huella ecológica es de 1840 kep anuales cuando lo recomendable ecológicamente sería la mitad, unos 900 kep. 

 

Gastamos el doble de energía de la que podría soportar el planeta, y eso sin contar los dos coches que tiene la familia. 

 

He estado pensando cómo reducir nuestra huella ecológica… y estas son mis conclusiones… 


- No encender la calefacción y abrigarnos más en los dos o tres meses fríos del año.

- Ducharnos cada tres días y hacerlo en lo meses tibios o cálidos con agua fría.

- Cambiarnos de ropa cada tres o cuatro días para evitar poner lavadoras. 

- No utilizar los splits de AA durante el verano.

- Utilizar más la luz solar y acostumbrarnos a irnos a dormir dos horas antes de lo habitual.

- Disminuir nuestro consumo de internet en ordenadores, móviles e tablets. 

- Iluminarnos con velas por las noches para leer. 

- Comprar a diario para evitar utilizar en lo posible en congelador. 

- Exprimir a mano los cítricos y no utilizar el Thermomix. 

- Utilizar el horno eléctrico una vez a la semana.

- Controlar a dos o tres horas diarias el visionado de Netflix para toda la familia y así dejar a la abuela que vea su televisión para distraerse. 

- Apagar las luces cuando no se utilicen y que todas sean de bajo consumo. 


Estas son mis conclusiones para reducir el consumo energético en el hogar. La pregunta es si estoy dispuesto. Esto no sería solo algo que se debiera aplicar solo en los hogares sino que también tendría que extenderse a toda la sociedad, disminuyendo la iluminación en general en las calles, centros comerciales y todo tipo de servicios abiertos al público. El horario de cierre de bares y restaurantes debería ser acorde con la luz solar. Por ejemplo, cerrar a las diez en verano y a las ocho en invierno. 

 

Otro tema sería la disminución de consumo de envases de plástico que tendría que ser drástica sustituyéndolos por envases reutilizables como sucedía en las sociedades anteriores a los años sesenta: llevar hueveras, garrafas para el aceite, la leche, los caldos, el vino, botellas de vidrio retornables para los refrescos… Totalmente prohibidas las bolsas de plástico. 

 

Convendría reducir en un sesenta por ciento nuestro consumo de carne anual por el alto gasto de agua que supone para el planeta la alimentación de los animales. Asimismo, convendría reducir en un ochenta por ciento nuestra ingesta de pescado para dejar repoblarse los mares que al ritmo actual estarán devastados en pocos años. 

 

¿Cómo lo veis? 

 

Selección de entradas en el blog