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martes, 6 de octubre de 2015

Por qué soy incoherente


El otro día un bloguero amigo hacía referencia veladamente a mi incoherencia pedagógica tras seguirme a lo largo de varios años. Y quedaba sorprendido por mi ejercicio de saltimbanqui este verano en que parece que se me ha aparecido la luz tras la lectura de algunas obras educativas. De tal modo me he convertido en partidario de la innovación pedagógica, esa que viene con siglas extrañas desde el otro lado del océano pero que, a su juicio, consiste en un lenguaje grandilocuente de radical novedad pero que está vacío de todo real contenido innovador pues expresa lo que se ha hecho siempre.

Reconozco mi incoherencia. Yo defendí las tesis de Ricardo Moreno Castillo y su Panfleto Antipedagógico. Apoyaba yo la escuela del esfuerzo frente a una escuela lúdica e inconsistente. Entre mis setecientos setenta posts hay ejemplos de esta convicción contra la escuela del constructivismo y del aprender a aprender.

Soy una persona poliédrica. El hecho de que me enroque en una posición no quiere decir que no esté evaluando constantemente enfoques contrarios o alternativos que rechazo. Mis reflexiones han ido jalonando este blog con flagrantes contradicciones. Quiero pensar que son las propias de un profesor que contrasta sus ideas con la praxis en el aula. ¿De qué modo las ideas de Moreno Castillo me ayudaban a conseguir que mis alumnos aprendieran? Lo intenté. Pero eso me llevaba a estar en un modelo estático y alejado del aula. Y además la constatación crudelísima es que mis alumnos no estudiaban (las características sociales de mi instituto son muy marcadas) y ello era evidente. Yo lo intentaba todo desde ángulos convencionales de enseñanza-aprendizaje. Pero el resultado era magro, escaso. Y además mis alumnos se hacían expertos en el arte de la copia. He escrito sobre ello. ¿Por qué a pesar de todos mis esfuerzos mis alumnos no retenían nada? Me daba cuenta de su escasa atención, de sus dificultades lectoras, de la desatención en el aula. Elucubré mucho sobre ello. Mis compañeros y yo lo achacábamos al medio social, a la falta de hábitos de estudio, a la poca o nula implicación de las familias, a la deficiente culturización, a los medios de comunicación, al estilo de vida, a las leyes educativas... Muchos profesores reclamaban más de lo mismo. Más disciplina, más esfuerzo, más sentido del deber, más conciencia de futuro... Pero nada funcionaba salvo en un pequeño porcentaje que aprovechaba la enseñanza en el sentido tradicional, tal vez un diez por ciento, a lo sumo un 15 por ciento. El resto, un ochenta y cinco por ciento se inhibía, se arrastraba, desconectaba, y algunos lograban pasar, más por la enorme generosidad del sistema que porque ellos hubieran luchado por ello.

¿Por qué pasaba esto? ¿Había que dar más de lo mismo en una fórmula que yo ya preveía condenada al fracaso? La enseñanza era estática, carecía de dinamismo, no aprovechaba las ganas de aprender de un adolescente cuya curiosidad está en el punto de máximo exponente. ¿Por qué los aburríamos? ¿Por qué no les interesaba lo que les contábamos? ¿Por qué todos los profesores solo hablan de esa minoría de alumnos que van bien y desdeñan a los que se autoeliminan o se desentienden?

Detestaba a Ken Robinson al que había visto en algún vídeo que me parecía totalmente fuera de la realidad. Venía a decir que la escuela en que estamos mata la curiosidad y que está pensada para la sociedad industrial pero que no tiene en cuenta el mundo cambiante en que estamos y la realidad de un futuro del que no sabemos nada.

Este verano he visto muchos vídeos de TED sobre educación. Para mi sorpresa me hablaban con más cercanía a mi realidad que las charlas insulsas de mis compañeros de instituto carentes de cualquier tipo de reflexión sobre la realidad que estamos viviendo. No hay nada más vacuo que la conversación con un profesor que sabe perfectamente lo que tiene que hacer porque lo ha hecho siempre. Aquellas charlas me abrieron caminos de pensamiento que estaban dormidos. Leí un libro magnífico de Francisco Mora Teruel titulado Neuroeducación que me ayudó a ver más claro. Los problemas de atención de mis alumnos son comunes a los adolescentes de todo el mundo. Los muchachos solo aprenden algo si esto va ligado a emociones estimulantes, solo aprenden si el aprendizaje va unido a la novedad, hay inteligencias múltiples, la mayor fuente de aprendizaje va unida a la cultura audiovisual, un aula no es un lugar sagrado en que solo pueda haber la voz del profesor. Un aula puede ser un espacio abierto en que se planteen problemas. La materia de un profesor puede convertirse en apasionante. Los alumnos pueden aprender sin darse cuenta, sin apenas estudiar convencionalmente si logramos retenerlos. El juego es el mayor aporte al aprendizaje. Jugando se aprende. Si convertimos el aprendizaje en un juego estimulante podemos llegar mucho más allá que de cualquier otra manera. La tecnología es su lenguaje generacional. El aprendizaje cooperativo es importante. Cooperar aporta mucho al aprendizaje significativo. Y el concepto de aprendizaje significativo se impone. ¿Qué es aprendizaje significativo? Yo lo definiría como un aprendizaje que sirve para la vida, que se puede utilizar para enriquecer la propia experiencia. Y la evidencia de que nuestros alumnos son curiosos, les interesan muchos temas, pero no podemos dárselos como siempre se los hemos dado. Para aprender es necesario un desorden creativo. Un aula no tiene por qué ser un espacio en que haya un silencio absoluto ante un profesor que causa miedo...

Agité todo esto, leí varios libros, seguí viendo vídeos, conversé con alguna profesora innovadora (una rara avis): la inmensa mayor parte de mis compañeros tienen muy claro qué deben hacer y cómo hacerlo lo que no impide que nuestro centro gestione el fracaso más formidable en todos los órdenes, algo que no ha llevado nunca a ninguna reflexión de ningún tipo. Y me dije. ¿Puedo irme de aquí, de esta profesión, sin contrastar con la realidad un enfoque claramente diferente a lo que se está haciendo oficialmente? ¿Por qué no darme el lujo de intentar cuadrar el círculo? Lograr que mis alumnos adquieran un nivel alto y que se diviertan haciéndolo. Y que yo me divierta también. Lograr implicarlos en una dinámica atrayente que sea nueva, que los emocione, que implique a los más proclives al abandono. ¿Por qué no embarcarnos en un proyecto que de entrada me genera una enorme ilusión y que pudiera abrir nuevos caminos? ¿Puedo irme sin probarlo? Es la manzana envenenada del conocimiento que me tienta. ¿Puedo ir más allá de alguna tertulia decadente como Deseducativos, un blog que desapareció en la nada, que se esfumó en el éter sin dejar nada en pie y del que no aprendí nada?

¿Puedo ir más allá de la conversación de mis compañeros de instituto que no genera más que aburrimiento, ganas de jubilarse y decepción?

Tengo una oportunidad y la voy a aprovechar.

Y la incoherencia me importa tanto tanto que me voy a reír de ella a mandíbula batiente. Quiero divertirme, que mis alumnos aprendan a pesar suyo y que esto me suponga un desafío intelectual potente. Porque no es lo mismo. No son refritos de ideas de siempre. Sé distinguir a un docente derrotado y a uno desafiante. Con nervio, con pasión y adentrándose en territorios desconocidos donde las reglas hay que improvisarlas. Esa es la novedad, ese es el desafío. Esa es la vanguardia. Lo que no quiere decir que en la vanguardia renunciemos a la tradición. Se pueden armonizar.


Caña.

sábado, 3 de octubre de 2015

Me gusta ser profesor


La materia de Literatura Española de Modalidad en segundo de Bachillerato con cuatro horas a la semana desaparece el curso que viene por la aplicación de la LOMCE. Este es mi último curso como profesor de literatura en un espacio que permite una cierta holgura y un tiempo para la reflexión. Para mí no es un problema dar una buena clase de literatura. Esta ha sido mi preparación específica durante toda mi carrera como profesor. He sido esencialmente profesor de literatura y tangencialmente de lengua. Me gusta la literatura como lector primero y como profesor después.

Mis clases de literatura a alumnos de dieciocho años son vivas. La hora se hace corta, para mí y para mis alumnos. Ya nada tengo que perder. Es mi último año por dos razones. Primero porque desaparece la materia de literatura –como he dicho- y segundo porque probablemente ya no sea profesor el año que viene. Y lo digo con sentimiento. Porque pienso que es un privilegio tener alumnos de dieciocho años delante de mí y poderles ofrecer algo que no es un producto enlatado sino sangre de mi sangre. Hablemos del tema que hablemos, en este caso del Renacimiento y el Barroco, intento conectar la materia con el tiempo presente, con nuestros conflictos actuales, con nuestra cosmovisión. Y los observo, a ellos y a ellas, adolescentes con ganas de pensar, aprendiendo a pensar, algunos ateos, otros cristianos, otros musulmanes, y las clases se convierten en un taller vivo de pensamiento en estado puro. Me cuesta reorientar el tema para ceñirme a la materia, tal es la pasión que observo que se vive en el aula. Esperan la hora para desahogarse y dar salida a su magma interno. Y yo, como guía del proceso, doy pie estableciendo paralelismos, por ejemplo,  entre el pesimismo del hombre del Barroco y nuestra sociedad presente. Una alumna se preguntaba hoy en clase si estamos viviendo un tiempo pesimista u optimista. Se ha establecido un debate encendido en el que han hablado casi todos. ¿Es mejor ser ignorante y feliz o informado y amargado? Planteaba una de las alumnas. Hemos desgranado las amenazas pendientes sobre la tierra. En general no ven las noticias. Alguno sí. Pero se quejaban del alarmismo de muchas de las mismas que solo sirven para ser carnaza y vender. Hace diez días todos los noticiarios hablaban de los refugiados y ahora ya no dicen nada. Opinaba uno. El ébola se planteó como una amenaza en que todos íbamos a estar contagiados por el virus y luego no pasó nada. Las clases son así. Veo que les gusta pensar y a mí también. No pretendo llevarles a ningún sitio sino tenerles informados de las grandes crisis que penden sobre el planeta. Pero hemos de volver sobre el tema en que estamos y eso nos cuesta. Cada clase les pongo algún vídeo, algún poema para comentar. Hoy hablábamos de la muerte para los hombres del barroco. Ellos tienen que crear una meditatio mortis como expliqué el otro día.

He de reconocer que cada clase es un show.

Soy consciente, a medida que pasan las últimas sesiones de esta materia de que esta riqueza maravillosa que es la juventud en estado puro desaparecerá de mi vida, y lo siento profundamente. Me enriquecen profundamente, aprendo de ellos, y yo absorbo su fuerza y su potencial y se lo devuelvo en forma de reflexión literaria.

Me gusta ser profesor.


Tal vez cree un canal de Youtube para seguir siéndolo.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Quien manipula políticamente a sus alumnos es un sinvergüenza



¿Pueden los profesores hacer interpretaciones políticas de lo que sucede en el país frente a sus alumnos? ¿Pueden interpretar –desde un ángulo legítimo pero partidista- lo que sucede en la realidad política y manipular las mentes de los alumnos de su aula, que se ven inermes ante el poder del profesor? Yo siempre lo he tenido claro y jamás he utilizado mi tribuna para mediatizar en asuntos complejos a mis alumnos. Ni siquiera con la excusa de la reflexión racional.

Sin embargo, la respuesta a esta pregunta que formulo al principio es que sí si se hace desde la óptica del nacionalismo catalán. Entonces profesores de filosofía, de lengua catalana, religión, etc no se recatan en “pensar” frente a sus alumnos haciéndoles participar de su óptica nacionalista e independentista. Todo está legitimado como rebelión frente al estado. Y los niños, incluso bebés, son manipulados en las manifestaciones, no digamos niños, adolescentes, que se visten y asimilan lo que sus mayores les han metido desde que nacieron: que son las víctimas de una nación oprimida y ocupada. Y si van a conciertos de grupos catalanes son de rigor los mítines independentistas y las olas que difunden desde  sus micrófonos: “espanyol, el que no boti”.

Sé que hay manipulación política goebelesiana en la Radio Televisió Pública Catalana, que la hay en todo tipo de asociaciones cívicas (soy socio de un club excursionista de Cornellà que me ha inundado de propaganda política ante la Diada y el momento histórico de Cataluña. Organizaban su propia participación en la manifestación del Once de Septiembre), que la hay en el deporte, que la hay en los conciertos juveniles, en los casales de la tercera edad, en las librerías (en la Cooperativa ABACUS de Cornellà había un están donde se exponían libros sobre el procés catalán, con la única particularidad de que había 29 títulos abiertamente independentistas y uno solo, con un solo ejemplar, crítico con el soberanismo), que la hay también en las aulas del instituto de mi hija. Se trata de transformar la sociedad desde la niñez, la adolescencia, la juventud, la tercera edad, para extirpar todo signo de españolismo. Y para esto todo vale. Todo. Las manipulaciones más groseras y fuera de lugar. El fin justifica los medios.

Sin embargo, el 52 por ciento de la sociedad catalana ha votado en contra de este sesgo manipulador y totalitario. El president de ellos, Artur Mas, hizo la butifarra a los de Podemos, Ciudadanos, el PP y el PSOE. Eso es lo que piensa el nacionalista, convencido de que es el propietario absoluto de su tierra. Y eso es lo que debe pensar el profesor que “piensa” delante de sus alumnos hablándoles de filosofía...



Es curioso que yo no haya intentado mediatizar la opinión de mis hijas en ningún sentido. No las envolví en ninguna bandera a los cinco años, no las llevé a concentraciones ideológicas y políticas, no las vestí de colores patrios. Y nunca he hablado a mis alumnos una palabra de más sobre temas políticos. Me parecería una indignidad y una sinvergonzonería a la cual no tengo derecho en ningún caso. Pero tal vez sea porque yo no soy un patriota, ni me gusten las manifestaciones, ni las vestimentas bananeras, ni participo de los fervores políticos de ningún club de fútbol.

Pero hay quienes sí que se adjudican ese derecho: la patria, la Razón, la filosofía, les dan soporte ideológico.


No obstante, pienso que quien manipule a sus alumnos políticamente es un sinvergüenza.

domingo, 27 de septiembre de 2015

Meditatio mortis



Voy a proponer a mis alumnos de Literatura de Bachillerato de dieciocho años una “meditatio mortis” o lo que es lo mismo una meditación acerca de la realidad de la muerte. Es un topoi latino muy divulgado en toda la historia de la cultura occidental y oriental aunque con enfoques distintos. Pocos pensadores o artistas del periodo clásico lo esquivaron y en la Edad Media, Renacimiento y Barroco, especialmente en este último periodo, se recreó abundantemente. Es típica la imagen de un erudito con una calavera en la mano, o la imagen del reloj de arena... Mis alumnos de dieciocho años, algunos musulmanes, tendrán oportunidad de expresar esas íntimas vibraciones que produce en sus vidas palpitantes y llenas de euforia de vivir, la realidad de que algún día van a morir y que después de ello, el mundo continuará exactamente igual como si no hubiera pasado nada. Amanecerá de nuevo y los pájaros seguirán cantando...

¿Crueldad? ¿Sadismo? ¿Tendencia a lo macabro? Nada de eso. Les he preparado un padlet con algunas ideas que me surgieron en un brainstorming y a las que he unido poemas varios, algunos muy conocidos, que recrean la meditatio mortis, como el de Juan Ramón Jiménez, titulado El viaje definitivo. También he incorporado frases de filósofos y artistas reflexionando sobre la muerte, además de vídeos al respecto.  Recuerdo que hace unos años, a mis alumnos de cuarto de ESO les propuse que crearan epitafios con un éxito considerable. La mayoría eran, lógicamente, irónicos.

Todavía no sé cómo son mis alumnos. La meditatio mortis ofrece una gran posibilidad de desarrollo desde el serio y solemne, reflexivo, o también cómico, irónico y paródico. ¿Os acordáis de la partida de ajedrez con la muerte del protagonista de El Séptimo sello de Inmar Bergman?¿O la versión de Woody Allen en Desmontando a Harry?

Pocas reflexiones son tan potencialmente ricas e interesantes como reflexionar acerca de ello o imaginar la propia muerte con detalle. La tradición barroca, el periodo del que estamos tratando, es excepcionalmente pródiga en este tema. La consideración de la vida como tránsito, como río que llega a su desembocadura, como viaje que llega a su final, como momento de lucidez y despertar. No olvidemos la escena clave de El Quijote que es la proximidad de la muerte del héroe y su morir ante nuestros ojos que contemplan la imagen atónitos sin poder creer que las aventuras del hidalgo manchego han llegado definitivamente a su final. La meditatio mortis ocupa el último capítulo de la obra y en ella Alonso Quijano recupera la razón y da cuenta de su vida y de sus bienes, no olvidándose de lanzar un último dardo contra Avellaneda, el continuador apócrifo de su primer libro de aventuras del caballero don Quijote.

Les voy a dejar libertad en cuanto al género en que pueden desarrollar la meditatio mortis. Ensayo, teatro, poema, video, grabación sonora ... así como su tratamiento, serio o paródico. Tengo ganas de saber qué me van a proponer estos tiernos adolescentes, con ganas de fiestas y pasarlo bien, en una etapa de la vida en que parece que todo va en dirección contraria a este género meditativo.



miércoles, 23 de septiembre de 2015

El entusiasmo del profesor


Llevo dos semanas de curso y ya puedo hacer un primer balance provisional de la incorporación de estrategias de aprendizaje radicalmente distintas a las clases. Estas son la punta del iceberg de un proceso terriblemente complejo en que se puede decir que cada clase real supone cuatro o cinco horas de preparación si no mucho más. Mis clases se basan en la utilización de la investigación punta a nivel educativo. No explico. Mis unidades de información están grabadas en vídeo que ellos ven (me refiero a tercero de ESO) en casa. Las grabé durante el verano. Desarrollé la historia de la literatura del programa con mi voz y mi presencia histriónica, imágenes, mapas mentales... Ellos ven el vídeo y yo tengo constancia de que lo han visto y respondido a preguntas que van insertadas en el vídeo que se para. No son difíciles pero exigen atención continua. Yo recibo información de las respuestas. La respuesta ha sido hasta ahora de un ochenta por ciento de seguimiento pero sé que va a ir a más. Cuando llegan a clase les hago un cuestionario en el cañón digital con una aplicación que es una bomba que se llama Kahoot y que les entusiasma y les motiva enormemente. Ellos contestan con el ordenador o con el móvil y el ranking, basado en la corrección de la respuesta y el tiempo de la misma aparece en la pizarra digital, lo que promueve delirios de entusiasmo. La clase es un organismo vivo. Luego el resto de la clase les planteo problemas relacionados con el vídeo que han visto en los que han de aplicar estrategias del pensamiento. Ahora estamos trabajando la comparación. Se pueden comparar objetos, personas, movimientos estéticos, países, autores literarios ... Así que no necesito justificar que es un ejercicio intelectual de primer orden. Y curiosamente no son los más estudiosos los que destacan, que se ven sobrepasados por los más imaginativos y despiertos aunque no saquen notas brillantes.

Las clases son para pensar y pasan en un soplo. Se me hacen cortas y a ellos también. El aula se convierte en un espacio lleno de vida en el que los alumnos recuperan su individualidad y son algo más que alumnos que tienen que asimilar lo que el profesor explica. Es sorprendente cómo se expresan matices personales que los profesores no incorporamos al aula como riqueza porque los asumimos pasivos en las clases convencionales. El aula puede ser algo lleno de vivacidad y espontaneidad en que se aprenda de otra manera y más profundamente. Yo no he renunciado a mantener niveles de rigor importantes en las explicaciones, pero ellos lo ven como un juego. Hoy se hablaba en clase con tranquilidad sobre la METACOGNICIÓN como necesidad educativa, y eran ellos los que se habían familiarizado con este concepto sin esfuerzo.

Quiero que esperen la hora con impaciencia porque se lo pasan bien y aprenden, y a mí me verán igualmente feliz de participar en ese juego imaginativo que es el aprender de otro modo. Se me hace difícil que mañana, la virgen de la Mercé y patrona de Barcelona, haya fiesta y no haya clase. Salgo feliz del aula. Y ya no digamos tras una clase de bachillerato de literatura donde todos disfrutan hablando del Renacimiento y el Barroco con precisión pero con un sentido universal en el que se añaden reflexiones sobre el Islam (hay varios alumnos musulmanes), la muerte, el cerebro y su funcionamiento, la cultura de época, internet, los refugiados... La clase no puede ser un espacio cerrado, tiene que estar abierta al mundo y a la realidad. Además mis alumnos tienen que idear un mapa mental muy complejo a lo largo de un mes del periodo de los siglos de Oro. Trabajo con mapas mentales, una estrategia cognitiva de raíz constructivista que compara la radialidad de los citados mapas con la estructura del cerebro. Para hacer un mapa mental de la cultura de los siglos de Oro han de pensarlo y establecer jerarquías, conexiones y relaciones, documentarlos. Es una labor intelectual interesantísima que asumen con entusiasmo. Crear un mapa mental es adictivo. Yo he elegido MINDOMO tras ensayar con muchas aplicaciones de MIND MAPS. El problema es que es de pago, pero garantizo a todo docente que es una inversión para el centro formidable. Trabajar con mapas mentales es una apuesta por la inteligencia y un grado superior de pensamiento que el de la memorización a que suelen estar abocados nuestros alumnos, pues allí han de aplicar la comprensión profunda.

Para los profesores de materias humanísticas hay aplicaciones de Líneas del Tiempo gratuitas para los alumnos, y para los profesores que se hacen pasar por alumnos, donde en un eje diacrónico se pueden insertar toda una serie de acontecimientos históricos, literarios, filosóficos, culturales, etc. Es otra forma de mapas mentales pero longitudinales y que utilizaré también para mis clases de literatura.

Educativamente hay aplicaciones, generalmente norteamericanas, que son un prodigio por su versatilidad e inteligencia. Yo utilizo desde hace años la plataforma EDMODO como muro para mis alumnos.

El uso masivo de la tecnología no supone una disminución en el humanismo de las clases, sino un refuerzo del mismo, pues los alumnos adquieren otra dimensión que la de ser entes pasivos y receptores de la información que les damos.


Eso sí, reitero que el hecho de renovarse supone un desgaste personal –gozoso- muy fuerte. Y hay días en que llego a las once de la noche totalmente exhausto psíquicamente y que necesito el sueño reparador para levantarme al otro día. Las clases pasan ligeras y no cansan al profesor que no ha de luchar por la atención sino dejarse llevar por el entusiasmo de los chavales que contagian al docente. Y el final del día deja un sabor parecido a ¿eso es todo? Tengo ganas de más.

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