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lunes, 22 de febrero de 2010

La fascinación del islam

En un viaje a Indonesia durante todo el verano de 1986, conocí en Malasia a una intrépida arqueóloga italiana que trabajaba varios meses al año en el Irak de antes de las guerras del Golfo. Tuvimos ocasión de conocernos y hablar sobre su trabajo en el mundo musulmán hacia el que se sentía profundamente atraída. Le seducía –a ella mujer intelectual, libre e independiente- convertirse en la segunda mujer de un beduino, vivir en su jaima e ir conquistando poco a poco su amor para terminar siendo la preferida. Afirmaba que una mujer tiene que tener la libertad de decidir si quiere ser dominada por un hombre. Y a ella le atraía serlo, al menos como imagen erótica en medio de la desnudez del desierto. Este punto de vista me sorprendía y llenaba de confusión en aquel contexto islámico en que estábamos y en el que éramos despertados de madrugada por la voz del muecín, recitando suras del Corán. Y lo cierto es que ese canto armónico a las cuatro de la mañana tenía, en medio del sueño, una extraordinaria fuerza magnética. Tanto es así que en nuestras conversaciones, aquella mujer y yo, fantaseábamos sobre la posibilidad de convertirnos al islam. Me explicaba F. que el acto era sencillo. Sólo había que aceptar delante de un imán que el único dios es Alá y que Mahoma es su profeta. Es la única verdad revelada que hay que saber y es la columna central del islam. El hombre somete su racionalidad ante la omnipotencia de dios y todo cuanto acontece lo hace según su voluntad. En cierto sentido este sometimiento al poder de dios calma la incertidumbre del ser humano, sus dudas agónicas acerca del sentido de la vida y el ansia de perduración en un más allá. El islam es radicalmente simple, no tiene la complicación teológica del cristianismo acerca del sentido de la Trinidad en ese galimatías de tres dioses que son uno solo. Esta concepción, igual que el culto a la Virgen o a los santos, es considerado como politeísta por parte del islam.

En mis años juveniles de lucha política en que pensaba que el mundo se podía transformar en virtud de nuestros deseos de alcanzar una sociedad justa en que seríamos profundamente felices, leí algunos libros de un teórico marxista francés al que no sé si conocerán. Se llama Roger Garaudy. La lectura en 1975 de su obra La alternativa me hizo casi estremecerme de emoción cuando reflexionaba sobre la posibilidad de la revolución que se estimaba como necesaria e inevitable. Sólo teníamos que empujar la historia hacia ella. Entré en la militancia política tras la lectura de esta obra entre la revolución y el idealismo. Pero cuál no fue mi sorpresa cuando años después me enteré de que Roger Garaudy, al que escuché en persona en estado de arrobo en un colegio Mayor de Zaragoza, se había convertido al islam tras pasar por el estalinismo más ortodoxo, el cristianismo y la denuncia posterior de la represión soviética. Su nuevo nombre musulmán era Ragaa. Terminó defendiendo tesis negacionistas del holocausto por lo que fue condenado en su país, Francia, se estableció en Córdoba tras casarse con la mujer palestina Salma Farouqui, y fundó la asociación cultural de las Tres culturas. Su evolución no es totalmente caótica, pues él ha defendido siempre que se considera antirracista, internacionalista y socialista. En este tiempo ha combatido la política sionista y represiva del estado de Israel e incluso ha negado la realidad del Holocausto al que califica de gran mito interesado.

La transformación de Garaudy me lleva a pensar en la fascinación que ejerce el islam sobre cierto pensamiento de la izquierda internacionalista y revolucionaria que tiene como eje la denuncia del sionismo y el capitalismo judío. Recientemente en Francia se ha presentado como candidata por la lista del NPA (Nuevo Partido Anticapitalista) una mujer de 23 años, estudiante de gestión de empresas, llamada Ilham Moussaïd. Nada tendría de especial si no concurriera un hecho que ha levantado una fuerte polémica. Ilham se presenta a las elecciones de un partido heredero del troskismo ataviada con velo, reivindicando su uso como elemento de libertad de la mujer y defendiendo a la vez el feminismo, los derechos de los homosexuales, el aborto y tesis abiertamente anticapitalistas y revolucionarias.

Hay pocos debates abiertos en Europa tan candentes como el del papel que representa el islam en nuestro marco cultural y político. Algunos lo miramos desde una postura crítica que ve con aprensión la sumisión de la mujer en el mundo islámico (aunque según aquella arqueóloga italiana la mujer puede elegir dicha sumisión) y la amenaza a las libertades que sugieren las noticias sobre los ataques de imanes a mujeres musulmanas que reivindican quitarse el velo e integrarse en el contexto de libertades de la mujer en el mundo occidental. Y aquí nos encontramos de nuevo con la ambivalencia de la izquierda como es el caso de la alcaldesa de Cunit (Tarragona) que no ha defendido a una trabajadora social del ayuntamiento –Fatima Ghaliam- que trabaja como mediadora cultural y que había sido condenada por un imán radical por no llevar velo, vestir vaqueros, conducir y comportarse como una mujer occidental. La alcaldesa socialista le instó a retirar la denuncia contra el acoso al que estaba sometida en aras de la convivencia dándole totalmente la espalda a su reivindicación de la libertad.

En Dinamarca, el autor de las viñetas sobre Mahoma, Kurt Westergaard, que le llevaron a ser condenado a muerte, vive protegido permanentemente por la policía y ha sido objeto de intentos de atentado. La izquierda partidaria de la tolerancia y la multiculturalidad le acusa abiertamente de provocar e inmiscuirse en temas sensibles que no deberían ser tocados. La libertad de expresión existe pero siempre que no roce al islam ante el que se siente una mezcla de pánico y fascinación que es difícil de dilucidar.

Afortunadamente en aquel verano de 1986 no me convertí al islam, pero me permitió ser consciente de su poder de atracción sobre cierto progresismo al que he llegado a no entender en absoluto.

jueves, 18 de febrero de 2010

Palabras de colores

Vassili Kandinsky

Los profesores de lengua hemos de referirnos con frecuencia a las figuras retóricas. Dentro de éstas están los tropos que hacen referencia a los cambios semánticos cuando tienen rendimiento estético. Uno de ellos es la sinestesia que el DRAE la define como: tropo que consiste en unir dos imágenes o sensaciones procedentes de diferentes dominios sensoriales: Soledad sonora. Verde chillón. Esta figura se extendió a partir del Modernismo y fue maestro en su uso Juan Ramón Jiménez y la generación de 1927. Así escribe en algunos versos: “en el cénit azul, una caricia rosa” o “Por el verdor teñido de melodiosos oros”.

Sin embargo, quizás es menos conocido que aproximadamente un 1% de la población son personas sinestésicas lo que supone que en su percepción se mezclen los sentidos que se entrelazan por un desarrollo cerebral distinto. Es frecuente que cuando oyen música, ellos perciban colores, o cuando tocan una superficie suave o rugosa les sugiera distintos sabores como ácido, dulce o salado, o al oír determinadas palabras vean formas geométricas como cuadrados, círculos, triángulos… Una determinada conversación puede sugerir un sabor y las palabras, colores.

En un cerebro normal los sentidos se archivan por separado; en el cerebro sinéstésico hay conversaciones cruzadas. David Eagleman, neuropsicólogo de la universidad de Texas afirma que “El cerebro sinestésico es como la frontera de un país que cruza mucha gente”.

Hay personas que llegan a adultos y no saben que son sinestésicos, creen que su percepción es común a todos porque ¿cómo saber cómo percibe otra persona? Hay algunos que tienen dificultades para comprender un texto escrito. No llegan a entender el significado de las palabras ya que en su mente, como delante de la frente, ven colores -cada palabra tiene un color- o también las secuencias numéricas adquieren cualidades cromáticas. Ellos piensan que algo no funciona bien pero no saben exactamente qué es. Tienen que aprender a abstraerse de los colores para percibir el contenido semántico de las palabras. Hay palabras blancas, azules, rosas, así como las vocales tienen cada una determinadas tonalidades que se imponen al escucharlas.

Fueron sinestésicos Baudelaire, Rimbaud, Kandinsky, Miles Davis… En algún sentido se puede decir que este fenómeno llevaría a una cierta riqueza que se puede aprovechar artísticamente. Kandinsky sostenía que él podía pintar sinfonías. También favorece la memorización de secuencias de números y palabras pues son archivadas como series de colores o formas. Se ha hablando incluso de experimentar orgasmos en colores, lo que no deja de tener gracia. El consumo de sustancias psicodélicas como el LSD, tan popular en los años sesenta, o la mescalina favorece la interrelación de sentidos al deshacerse la compartimentación del cerebro. En los textos de la época se relatan experiencias con el color, los sabores o las formas que sugieren claramente un fenómeno sinestésico.

Sin embargo, se supone que todos tenemos en alguna medida algún tipo de asociación sinestésica que normalmente están inhibidas. Pero no nos es raro oír hablar de una música dulce o ácida, referirnos a una persona como suave o áspera, o calificar a una corbata como chillona. Eduard Punset en el programa de Redes número 22 al que he tenido acceso para redactar este post, se pregunta que por qué no todo está conectado, por qué todo no está mezclado. ¿Y acaso en el mundo de los sueños no experimentamos sinestésicamente?

¿Habéis detectado alguna vez algo de esto en vosotros? Y los profesores que frecuentan este blog ¿habéis sospechado en alguna ocasión de ciertos alumnos que podrían tener un cerebro sinestésico y padecer dificultades para la comprensión lectora provocada por la mezcla de percepciones sensoriales? Si las estadísticas son ciertas y parece ser que 1% de la población es sinestésica, en un instituto de quinientos alumnos podría haber cuatro o cinco escolares que estuvieran afectados y nadie se lo detecta ya que ellos piensan que su percepción es normal.

¿Os atrevéis a construir una experiencia sinestésica, real o imaginaria? La participación en el post podría ser opinando sobre el asunto o aportando un pequeño relato en que pudiéramos disfrutar abiertamente y no inhibidamente de la sinestesia.

lunes, 15 de febrero de 2010

El enigma Larsson

Sospecho que no habrá entre los lectores del blog nadie que no haya oído hablar de Stieg Larsson (1954-2004), así que evito las presentaciones. El autor nórdico lleva vendidos en el mundo veinticinco millones de ejemplares de su trilogía que tiene como protagonistas a Michael Blomkvist y la hacker Lisbeth Sallander que ha pasado a convertirse en un personaje literario que ha enraizado en nuestro imaginario colectivo.

Parece que Larsson, cuya estela ha abierto el camino a la literatura nórdica, se inspiró en el personaje de Pipi Calzaslargas para crear a Lisbeth preguntándose cómo habría sido la niña de mayor. Algún crítico literario opina que la pareja de investigadores son los nuevos Sherlock Holmes y el doctor Watson, con lo que me reafirmo en la idea de que la historia de la literatura es una sucesión de modelos que se imitan, se copian, se recrean o se contradicen.

Sea la que sea la explicación, no cabe duda de que el fenómeno Larsson ha obtenido un éxito sin precedentes en el campo de la novela negra, un género que actualmente goza de un boom extraordinario. La razón del triunfo de la trilogía de Larsson y otras novelas negras estriba en que este género literario bucea en las tinieblas de la sociedad del bienestar explorando la dimensión del mal, por el que el lector siente una enorme fascinación. Además la novela negra desarrolla una potente crítica social que alumbra, en el caso de Suecia, los claroscuros de una sociedad aparentemente estable pero que oculta en su interior una naturaleza turbia, perversa y degradada. Las sociedades nórdicas has sido consideradas tradicionalmente como un paraíso por su elevado bienestar, sus prestaciones sociales, sus buenos resultados en educación (es el caso de Finlandia) pero a la vez son sociedades introspectivas que tienen un bajo índice de criminalidad, pero cuentan con el mayor número se suicidios del mundo y un consumo enorme de antidepresivos y alcohol.

Para algunos suecos Larsson está fuera de toda discusión y muchos creen que “Larsson es Dios”. Su biografía tiene tintes novelescos. Periodista de investigación sobre temas sociales en especial sobre grupos de extrema derecha de los que recibió numerosas amenazas. Trabajaba en la revista de investigación Expo que se proyecta en sus libros en el grupo Millenium donde trabaja Michael Blomkvist. Larsson era un escritor insomne, idealista y obstinado, que se fumaba tres paquetes de cigarrillos al día y se bebía unos veinte cafés, además de alimentarse de comida basura. Su corazón no lo pudo resistir y murió poco después de subir unas escaleras a los cincuenta años dejando a su viuda Eva Gabrielson, con la que no estaba casado por temor a ataques de grupos neonazis, sin ningún tipo de derecho sobre la publicación de sus libros que pasaron a su padre y su hermano.

Pero el enigma Larsson continúa pues recientemente su redactor jefe Anders Hellberg ha escrito un artículo en el diario Dagens Nyheter en el que afirmaba que su subalterno era un genio de la investigación pero a la vez era incapaz de redactar dos frases sintácticamente correctas. Hellbert opina que quien debió escribir los libros en realidad fue su compañera Eva Gabrielson, extremo que ella ha calificado como delirante y ridículo. Un amigo suyo y periodista también Kurdo Baksi ha escrito un libro titulado Mon ami, Stieg Larsson en el que, al lado de claros elogios a su compromiso político y social en temas políticos y feministas, también sostiene que era un periodista partidista, que no contrastaba las noticias, que con frecuencia informaba sobre sí mismo acerca de las amenazas que recibía. Sin embargo, Baksi, cuyo libro también ha molestado a su viuda, reconoce que era un buen escritor. Un dato clave del libro de su amigo consiste en desvelar los motivos del compromiso de Larsson con las mujeres. Parece que cuando tenía quince años contempló una violación de una chica por tres amigos suyos sin hacer nada para evitarlo. Escuchó sus gritos terribles sin intervenir, hecho que le causó un profundo sentimiento de culpa, especialmente cuando la muchacha le dijo que no le perdonaría nunca. Podemos ver síntomas de ello en la importancia que da en la trilogía a la violencia contra las mujeres que han sufrido violencia y que han sido ultrajadas y violadas.

El autor sueco Henning Mankell, del que no puede sospecharse envidia pues sus libros han alcanzado notable éxito de ventas, opina en cambio que el fenómeno Larsson es semejante al de cualquier best seller estilo Dan Brown y que no son un modelo de calidad literaria.

¿Por qué enganchan los libros de Larsson? ¿Qué papel ocupó Eva Gabrielson en su redacción –que reconoce haberle ayudado en la investigación pero no en la escritura-, ¿aporta algo fundamental al género negro o son simples best sellers con un lenguaje plano y sin estilo? ¿Por qué los nórdicos se han apoderado del espacio narrativo de la novela criminal? ¿Por qué Larsson, que jamás intuyó su éxito, nos seduce levantando admiración incluso en los críticos más exigentes? ¿Qué se oculta tras el enigma de Larsson?

Hay una encuesta que podéis contestar, además de aportar vuestras reflexiones sobre el autor sueco.

jueves, 11 de febrero de 2010

Historia de un bufón

Reconozco que Albert Boadella (Barcelona, 1943) es uno de mis héroes. Para los que no lo conozcan diremos que es un hombre de teatro provocador y polémico que fundó en 1962 con otros compañeros (Carlota Soldevila y Antoni Font) el grupo Els Joglars en que ha participado como director, actor y dramaturgo a lo largo de más de cuatro décadas. Esta compañía siempre ha tenido una relación crítica y satírica con el poder establecido. Su obra La torna (1977) le supuso un encarcelamiento, tras un consejo de guerra, por injurias al ejército. Se fugó de la cárcel y huyó a Francia donde se refugió durante un tiempo.

Fue especialmente crítico con el nacionalismo catalán que empezó a imponerse tras la victoria de Jordi Pujol al que satirizó genialmente -levantando ampollas- en sus montajes Operació Ubú y Ubú President. El nacionalismo se convirtió en el régimen dominante y toda la sociedad catalana tuvo que irse mimetizando sobre los mitos constituyentes de lo específicamente propio. Y Boadella tuvo la osadía de parodiar los símbolos nacionales de su país que forman lo que el llamó el nacionalismo montserratino: la senyera, la Moreneta, el Barça y Jordi Pujol… Sus programas para TVE en 1988 Som una meravella! enervaron a buena parte de la sociedad catalana de la época. Recuerdo la indignación de mis alumnos de BUP en un instituto del Maresme cuando emitieron alguno de estos programas. Les hice escribir su opinión sobre la producción de Boadella y pude constatar que su ácida parodia hería en lo más hondo el sentimiento del nacionalismo catalán, más viniendo de uno de ellos de cuyo pedigrí no cabía duda.

Me interesa su figura porque somete a crítica implacable los fundamentos de una ideología nacionalista y lo hace enfrentándose a lo que pudiéramos llamar su propia tribu de la que será expulsado siendo considerado un renegado y un traidor. Y yo me pregunto que por qué corrió el riesgo de ser excluido, aborrecido y expulsado de su tierra pudiendo haber vivido cómodamente, como tantos, de las subvenciones oficiales, haciendo teatro más conforme con el régimen dominante o simplemente callando. Nadie hubiera puesto en cuestión su figura y hubiera podido llegar a ser director del Teatre Nacional de Catalunya. Hay que saber adaptarse convenientemente a las circunstancias. Lo han sabido hacer muchos que tuvieron habilidad para conseguir pingües subvenciones. Pero Boadella –ácrata conservador- eligió ser crítico demoledor con el poder y ello le llevó progresivamente al ostracismo en su tierra, mientras que sus montajes triunfaban en el resto de España levantando enorme entusiasmo.

Me seduce esta figura del renegado y traidor. Yo no dudo que Boadella se sienta profundamente catalán, como lo fueron también otros disidentes como Eugeni D’Ors, Salvador Dalí o más discretamente Josep Pla, el mejor prosista en lengua catalana, pero que fue duramente criticado por su falta de convicción nacionalista. Para formar parte de la tribu hay que participar de ciertos mitos fundacionales, cierta concepción de la historia concebida en clave victimista, y unas emociones compartidas que te hacen formar parte de la gran familia. Se llega a ser entonces “uno de los nuestros”. Y ello implica considerar siempre lo español enemigo de lo catalán.

Pero, ojo, no pienso que este mal nacionalista sea una enfermedad sólo propia de Cataluña. Pienso que si hubiera surgido –que no ha surgido- un Boadella andaluz que hubiera parodiado a la virgen de la Macarena o la del Rocío, se hubiera reído sarcásticamente del Betis, y de la figura de Blas Infante, o burlado de la feria de Abril y la Semana Santa sevillana, también hubiera sido odiado y desterrado de Andalucía. Y lo mismo pasaría con un aragonés que parodiara a la Pilarica, la fabla, y el Zaragoza F.C… Hacen falta arrestos para arremeter paródicamente contra las ideologías oficiales y los mitos o leyendas nacionales, más en un país en que nos fascinan las banderas, el sentimiento nacional y patriótico por el cual algunos llegan a perpetrar matanzas arropados por la seguridad de pertenecer a la tribu elegida.

Pienso que el nacionalismo se ha extendido a todas las autonomías, que hablan de su historia con arrobo, de su literatura, de su lengua propia (si la tienen), su cultura, sus valores, sus tradiciones, su bandera… y no admiten que nadie ose disentir de esas convicciones y sentimientos que se consideran esenciales. Y nacionalistas hay tanto en Andalucía como en Aragón, en Asturias y en Navarra o en Valencia o Madrid.

Nunca me ha emocionado una bandera, aunque reconozco que siento alguna predisposición a ello ante la bandera republicana. Cuando me encuentro con un patriota -también los españoles- , tengo la impresión de que no tenemos mucho de qué hablar. No me interesan sus emociones ni su cosmovisión ni su apego a las raíces. No tengo patria sentimental y la que me vio nacer en algún sentido puede considerarme también un renegado. No me siento de ningún lugar. Ello es una carencia, puede ser, por mi falta de raíces y señas de identidad, pero me permite considerar como míos la mayoría de los espacios geográficos por que paso. No siento orgullo nacional ni me emociona ninguna historia ni me enardece ningún himno que establece quiénes son de los nuestros y los otros, los de fuera. Pienso que hay que reírse de los valores solemnes especialmente los patrióticos. Por eso admiro a Boadella porque pudiendo haberse convertido en el dramaturgo oficial de Cataluña, eligió la disidencia vitriólica que le ha llevado a exiliarse en Madrid donde espero que no sucumba ante los halagos que recibe, y siga siendo crítico con el poder que ahora le sostiene. Tiene que seguir siendo el bufón, nuestro bufón, y los bufones están junto al poder pero lo atacan ferozmente. Espero que siga siendo así. Que Boadella no se resigne al aplauso tan interesado como circunstancial que recibe de Esperanza Aguirre.

martes, 9 de febrero de 2010

Literatura negra y jazz

Boris Vian

Me atraen las conciencias sucias y tortuosas. Son más atractivas, literariamente hablando, que las conciencias limpias que no tienen nada de qué arrepentirse. En la vida es mejor encontrarse con buenas personas, no cabe duda, pero en la literatura, los malvados, los locos, los sinvergüenzas, los estafadores, los seres contradictorios y con pliegues ocultos, los criminales o psicópatas son sujetos mucho más interesantes para adentrarnos en los meandros de su personalidad. La madre Teresa de Calcuta fue una persona en muchos sentidos admirable, igual que lo fue Vicente Ferrer por su acción extraordinariamente generosa con los parias de la India. Merecen ambos el premio Nobel de la Paz y nuestra admiración sin ningún resquicio de duda. Pero ninguno de ellos hubiera sido un buen protagonista de una novela. Nos fascinan las conciencias oscuras y turbias, los personajes que arrastran un pasado lleno de lodos. Nos atraen los perdedores que se toman un buen vaso de bourbon fumando un cigarrillo mientras todavía la chica rubia se sienta en el borde de la cama tras el último polvo. Nos magnetizan los triunfadores que caen de su pedestal y al final son derrotados. Una buena derrota es muy literaria. Ascenso y decadencia. Y en la decadencia se excitan nuestros sentimientos más tiernos como lectores. Alguien que fue un héroe y la realidad lo deja reducido a un perdedor sobre el que sobrevuelan los buitres que se abalanzan para corroerle las entrañas. Alguien que triunfó y luego llega a un triste y solitario final. Pero es necesario un narrador. No basta con fracasar. Es necesario que alguien lo cuente como una pequeña epopeya. Por eso es tan necesaria la literatura. Convierte la gris realidad, la rutina cotidiana, el fracaso infinito, que se extiende por todo el mundo sin que nadie lo reivindique, en una narración llena de matices y atractivos.

Dicho esto, no les extrañará que uno de los géneros preferidos por este bloguero contradictorio y lleno de zonas oscuras sea la novela negra. A veces sueño despierto y me imagino dejando mi puesto de funcionario y montando una pequeña librería especializada en novela negra. Una librería que uniera mi pasión por el jazz (me encanta toda la música negra) y mi pasión por la novela criminal. Son dos aficiones que se complementan perfectamente. La mayoría de las narraciones americanas armonizan con un buen solo de saxo en un bar lleno de humo (qué literario es el humo de los cigarrillos y qué poco literarios son los no fumadores o los vegetarianos) con una mujer, curtida por la vida y los desengaños, de larga cabellera rubia cayéndole sobre los hombros desnudos. Lleva un largo vestido negro y unos zapatos de tacón de aguja. Uf. La librería tendría una sección de jazz que llevaría yo, y la sección de literatura criminal que dirigiría algún amigo al que tendría que convencer para subirse al carro. Habría unas mesas y una barra de bar en la que se servirían cócteles para lo que contrataría a otro profesor aficionado a la magia, las mujeres sensuales, la matemática y el póker. Si lo lee, sabrá en quién estoy pensando sin ningún género de duda. También le atrae la mala vida.

Nombre para la librería. Barajo dos: Raymond Chandler (no me dirán que no es chulo) o Kind of blue (una de las mejores grabaciones de la historia del jazz y, por supuesto, de Miles Davis). Otro nombre que cuenta con mi predilección y sugerido por un socio potencial es Boris Vian, escritor francés al que supongo conocerán y que unía su dedicación a la literatura y al jazz (tocaba la trompeta). Escribió una novela notable en el género negro titulada Escupiré sobre vuestra tumba firmada con un pseudónimo, Vernon Sullivan (que también podría ser otro nombre). Boris Vian fue pope del colegio de patafísica y presidente de la subcomisión de Soluciones imaginarias.

Ser profesor te obliga a llevar una vida intachable, virtuosa, ordenada, ser responsable, trabajador, dedicado en cuerpo y alma a la profesión, ocupando voluntariamente todas tus horas con los problemas de tus alumnos, preocupado por sus conflictos e interesadísimo por charlar con sus padres, enamorado de corregir sus ejercicios en los que escribes en rojo mucho más que ellos, apasionado por la LOE y las nuevas corrientes pedagógicas que derivan de la LOGSE, así como de redactar apasionantes programaciones y memorias didácticas o asistir a evaluaciones densas e interesantes. Y no olvidemos las fascinantes conversaciones con los inspectores y los maravillosos discursos del conseller d’Educació Ernest Maragall que concuerdan con las tremendas ganas de aprender y de pensar de nuestros alumnos...

En el fondo me hubiera gustado ser el protagonista de El perseguidor de Julio Cortázar. ¡Oh, el jazz! Y Charlie Parker. ¡Qué poco cuesta soñar! ¡Qué bueno ser el malo de la película! O un buen perdedor con la mujer fatal apoyada sobre tus hombros y bebiendo un Bloody Mary preparado y agitado por Javier

Llueve.



sábado, 6 de febrero de 2010

¿Qué es este señor?


La verdad es que me he quedado mirando la foto y no sé exactamente qué pensar. Veo en su rostro una conciencia tranquila, quizás un orgullo profesional de haber sabido llegar hasta la cumbre de la banca en España, tal vez algo de cansancio en las bolsas que tiene debajo de los ojos y la mirada algo extraviada. Pero no encuentro la imagen del sinvergüenza –aunque tal vez no sea esta la palabra- que parece sugerir la noticia que da la prensa sobre la cantidad que cobrará como jubilación Francisco González (presidente del BBVA) al cumplir los sesenta y cinco años. Supongo que la conocen. Son ochenta millones de euros. El equivalente a trece mil doscientos millones de las antiguas pesetas. Su sueldo no estaba mal tampoco. Según la prensa, cobró casi dos millones de euros de sueldo fijo en 2009 (lo mismo que el año anterior, al pobre no le habían subido el sueldo) más 3’4 millones de bono variable (un 1 por ciento menos que el año anterior).

Estoy admirado. ¡Qué tío más listo y avispado! Desde luego para haber llegado a donde ha llegado, cobrar lo que ha cobrado y va a llevarse como modesta cantidad de jubilación, hay que ser muy inteligente. Quizás lo que me corroa es la envidia. Algún lector podrá considerarlo así, y piense que estoy siendo demagogo e injusto. Pero considero que no hay nadie que se merezca por un ejercicio profesional honrado una retribución de esta magnitud. ¿Qué puede pensar un maestro que dedica toda su vida e ilusión a mejorar la vida de sus alumnos mediante el conocimiento? ¿Qué pueden pensar una enfermera, un médico en prácticas, un peón de albañil, un minero, un administrativo… sobre esta noticia? ¿Qué enseñanza práctica sobre la justicia distributiva podemos dar a nuestros alumnos cuando se lo expliquemos ? ¿Es una radiografía del mundo? ¿No son estos señores y otros semejantes en Estados Unidos los que han llevado al mundo a una recesión peligrosísima y de la que España tardará mucho en salir, y que costará sangre, sudor y lágrimas a los de abajo. Pero el señor Francisco González, presidente del Banco Bilbao Vizcaya Argentaria, puede ver con tranquilidad su futuro, se lo ha ganado por su honrado trabajo, por su dedicación y su talento. De momento para otros menos afortunados se está debatiendo retrasar la edad de jubilación, disminuir dicha cantidad con otros cálculos, reducir los gastos salariales, aumentar los impuestos directos e indirectos, abaratar el despido...

¿Qué explicaremos mañana a nuestros alumnos sobre la estructura del mundo y del poder? ¿Cómo explicar la lógica del sistema capitalista? ¿Cómo explicar que hay gente en la cárcel por robar cantidades mínimas mientras que otros de guante blanco, como este señor, se embolsa trece mil doscientos millones de pesetas después de contribuir al desastre financiero y haber hundido la economía por su voracidad y latrocinio?

Mi padre me decía que todo lo que se puede aprender en la vida es mediante un código civil o penal. Si conoces las leyes, puedes robar impunemente y pasar por ser alguien honorable y justo. No te faltarán apoyos de ningún tipo. Y además la iglesia siempre dedicará numerosas misas por tu alma. Pero Francisco González, por si no existe la vida eterna, se lleva un buen pellizquito para pasar en paz y tranquilidad su vejez.

Desgraciadamente, el presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, que no ha comentado la noticia, no tiene los arrestos necesarios para meter en cintura a la banca como hizo al menos verbalmente Obama. Tampoco el líder de la oposición por razones obvias dirá tampoco nada. Es uno de los suyos.

Me gustaría que los lectores si son enseñantes, escribieran cómo se lo contarían a sus alumnos, y si no son del gremio de la tiza, cómo se lo explicarían a sus hijos o simplemente lo que piensan sobre ello.

jueves, 4 de febrero de 2010

El séptimo sello

Ya no se habla de Haití. Durante semana y media afluyeron a la isla caribeña corresponsales de todo el mundo para ofrecer carnaza informativa cuanto más impactante mejor. Pero tras dos semanas de rastrear entre las desgracias de la isla y ofrecerla en todos los noticiarios, el filón se agota. Es un problema de oferta y demanda. Los telespectadores de todo el mundo asistieron sobrecogidos a las imágenes de la devastación, pero contemplar las desventuras del mundo termina por saturar y el sufrido hombre occidental se cansa. Ya no quiere ver más sufrimiento. Los corresponsales vuelven a sus países de origen y Haití queda fuera del foco informativo. Ahora toca concentrarse en lo nuestro, en nuestra propia crisis. Y el mundo anda revuelto. Hace unas semanas había un cierto optimismo sobre la situación que parecía estar recuperándose tras la inyección de centenares de miles de millones de dólares o euros en los bancos. Pero Estados Unidos, nuestra referencia y factor de estabilidad, no acaba de sentirse recuperado. El déficit americano es colosal. La primera economía del mundo tiene los pies de barro con un aumento considerable del paro (10%) y el declive de las clases medias. Además mantiene dos costosísimas guerras en el exterior que no ofrecen perspectivas halagüeñas y claramente se están perdiendo (Irak y Afghanistán), a la vez que el desafío nuclear iraní cada vez es más amenazador. El poder de Estados Unidos ha entrado en una fase de descenso. Y surge China con un crecimiento económico del 10% anual invadiendo el mundo con sus productos. Además está en manos del gobierno chino buena parte de los pagarés del tesoro americanos. En algún sentido USA está a merced de China. Europa no sabe o no contesta. Ni hay unión política ni política exterior. Somos veintisiete países que no tienen sentimiento de unidad y cada uno vamos a lo nuestro. La idea inicial de Europa ha desaparecido. Ya no hay ningún romanticismo en ella. Sólo una pesada burocracia en Bruselas que no interesa a nadie.

España se hunde más en la crisis pese a los vaticinios optimistas de su presidente que ya no convence a a casi ningún ciudadano. No se sabe cuánto se ahondará la crisis que tiene ya más de cuatro millones de parados y no es impensable que se llegue a cinco millones o más. Miles y miles de hipotecas no podrán pagarse y los bancos ya ni sabrán que hacer con los pisos embargados. De momento las constructoras adeudan a los bancos 300.000 millones de euros que no pueden pagar pues tienen cerca de novecientos mil pisos sin vender. Se construyó en el boom inmobiliario en un año más viviendas que el Reino Unido, Francia y Alemania juntos. Ya saben, la avaricia rompe el saco. Estamos muy jodidos. Ahora es cuando comienza la crisis que pondrá en jaque al estado (no entiendo cómo se puede pagar el desempleo a tantos millones de parados ni cómo la seguridad social se puede mantener con una cobertura sanitaria total). Las pensiones ya lo ven cómo están. Nadie garantiza que podamos cobrarlas y que el fondo de pensiones no se hunda. Tengo la impresión de que tenemos que decir adiós al estado del llamado bienestar. Pintan bastos.

Pero si aquí pintan bastos, en el resto del mundo es mucho peor. Si echamos una ojeada a la situación de África, Sudamérica, Europa del Este y Asia central veremos que la pobreza y la falta de desarrollo está hundiendo a buena parte del planeta que cada vez crece más en habitantes. Si la crisis afecta a Occidente, imagínense lo que pasará en el África subsahariana donde se vive con menos de un dólar al día mientras que la tasa de natalidad es muy elevada para compensar las muertes de niños y adultos.

Por otro lado, el cambio climático hará que se desplacen poblaciones por la desertización y la falta de lluvias, que suba el nivel medio de los océanos por el progresivo deshielo de los polos, que se produzcan con mayor frecuencia huracanes devastadores, que miles de especies animales desaparezcan y por la acción del hombre se destruyan las selvas tropicales…

No sigo, pensarán que soy muy pesimista, pero tal vez no es esa la palabra. Tal vez cabría decir que soy realista. Hemos vivido relativamente bien mientras duró el invento, pero lleva camino de acabarse. Se une el desarrollo de una tecnología punta fascinante con elementos que parecen sugerir el inicio de un nuevo medioevo y la caída del imperio americano (inexorable, puede ser en una década, dos o tres o cuatro, qué más da) dará lugar a un mundo que la ciencia ficción ha intentado imaginar, pero todas las historias que he leído o películas que he visto sobre dicho futuro son altamente inquietantes.

Pero esto había comenzado con unas palabras sobre Haití. Y hace unos días escribí un post titulado “Explosión de esperanza” en el que plasmaba mis expectativas de que aquella isla afligida pudiera cambiar internamente ayudada por el mundo. Pero ¿adónde va este mundo? Tengo la impresión (aunque no soy vidente) de que todo va a cambiar profundamente. El mundo que verán nuestros hijos y nietos será muy diferente del que hemos vivido hasta ahora. No sé por qué me han venido a la cabeza imágenes de una de las películas más lúcidas que he visto: El séptimo sello de Ingmar Bergman. En ella, el realizador sueco recrea la Edad Media, en medio de las epidemias de peste, el recitar de los juglares, la hoguera en que eran quemadas las brujas, los flagelantes, el terror de un mundo frente a la muerte, a la guerra, al dolor y los permanentes interrogantes del ser humano buscando un sentido a su vida e incluso plasmando su búsqueda de Dios que no tiene respuesta y se enfrenta al absurdo de la existencia. Sí, una pregunta eterna ¿adónde vamos? Creo que tendremos que hacernos esta pregunta alguna vez. Los tiempos que van a venir nos harán pensar.

lunes, 1 de febrero de 2010

Literatura moral

Cabría reflexionar sobre la importancia de la transmisión de valores que se hace a través de la literatura infantil y juvenil. Es un lugar comúnmente aceptado que los libros de lectura que recomendamos o seleccionamos para nuestros alumnos deben ser un elemento de refuerzo de los valores humanistas y democráticos -favorecedores de la convivencia, de la tolerancia y del diálogo- que fomenten la integración social y que les hagan sensibles a cuestiones sociales (el racismo, el sida, la homosexualidad, la pobreza, la delincuencia, la anorexia…). La lectura en tal caso tiene una importante función de moldeamiento de las conciencias y las actitudes de los adolescentes con arreglo a los valores que entendemos que son válidos en una sociedad como la nuestra. Para ello, el mensaje de estos textos, normalmente narrativos, debe ser claro y no dejar ningún resquicio a la ambigüedad, y si lo hubiera, rápidamente habría protestas y críticas desde el ángulo de lo políticamente correcto. Podemos concluir que la función predominante de la llamada literatura infantil y juvenil es claramente moralizadora, es la predicación de una enseñanza de acuerdo a los valores entendidos como válidos y entronca con la publicidad o los sermones desde los púlpitos.

En tiempos del franquismo también se educaba en valores: el espíritu nacional, la Raza, la hispanidad, la patria, los sagrados valores de la religión… y se censuraban textos sospechosos de atacar dichos valores patrios. Recuerdo que había ediciones expurgadas de El lazarillo de Tormes por su ambigüedad respecto a la religión. De hecho se consideraba a la literatura en sí misma como virtualmente peligrosa por la abundancia de librepensadores, espíritus disolventes y corrosivos, que abundaban entre los escritores.

La llegada de la democracia impulsó la literatura como una experiencia gozosa del placer del texto al margen de sus implicaciones morales. Por fin podíamos liberarnos del corsé ideológico-moralizador y disfrutar de la plurisignificación de la literatura abierta a cualquier tipo de interpretación fuera moral o no. De hecho había una fuerte atracción hacia textos ambivalentes, que caminaban por el filo del abismo y se adentraban en terrenos peligrosos pero que hacían reflexionar porque se identificaban con nuestro ser complejo y contradictorio, abierto a la luz pero también a grandes dosis de sombra.

Pero esto duró poco. La llegada de las nuevas corrientes pedagógicas impuso la llamada educación en valores que se proyectó con fuerza sobre los textos que podían leer nuestros niños y adolescentes que debían ser "educativos" y pedagógicamente correctos. De hecho las editoriales han inundado el mercado con novelas que no destacan por su calidad literaria pero que son claramente unívocas respecto a los mensajes que transmiten y han desechado la peligrosa amoralidad y ambigüedad de la literatura. La ilusión es que se puede moldear a los adolescentes en función de un proyecto colectivo en sintonía con la sociedad democrática para construir un mundo mejor (según nuestras ideas).

Estos planteamientos sobre la función moralizadora de la literatura no los admitiríamos en nuestra experiencia como lectores adultos, pero sí que nos consideramos con derecho a imponer a la infancia y adolescencia criterios abiertamente morales, quizás porque consideramos este periodo de formación como peligroso y desconcertante por su extraordinaria ambigüedad. No hay idea o pensamiento malvado y cruel que no se pase por la mente de un niño o adolescente. Lo sabemos y tememos. Por ello defendemos una lectura dirigida, mediatizada, con claras orientaciones que no puedan dar lugar a dobles sentidos. El bien moral, la razón, los valores -educativamente hablando- siempre deben ganar al mal, los valores democráticos deben siempre imponerse. Una novela debe ser un espejo limpio en el cual poder reflejarse como modelo. De hecho nos desconciertan algunos cuentos tradicionales (Pensemos en Caperucita roja, Hansel y Gretel…) por su crueldad y la violencia implícita que hay pero lo cierto es que siguen fascinando a los niños. No falta algún maestro que pretende cambiar estos cuentos y conseguir que al final el lobo y Caperucita se hagan amigos, o descubrir que el ogro no es tan malo como parecía.

Recuerdo en mi niñez representaciones de guiñol en que la bruja era muy mala pero al final se terminaba llevando todos los estacazos del héroe ante el entusiasmo de toda la chiquillería que gozaba abiertamente. En la actualidad este planteamiento es totalmente inadecuado y todas las representaciones teatrales que he visto para niños no hacen ninguna referencia a la presencia del mal en el mundo, la muerte o cualquier otra situación que haga que los niños tengan malos sueños. Es un mundo idealizado y conformado respecto a nuestros supuestos valores y que proyectamos a los niños, pero que en realidad no tienen nada que ver con los que experimentamos en la edad adulta.

Creo, para acabar, que se ha despojado a los libros que leen nuestros niños y adolescentes del sabor de la auténtica literatura que debe unir una calidad literaria a su libertad imaginativa en la que quepa la complejidad enorme del corazón humano, su ambigüedad y su plurisignificación. En resumidas cuentas, como pensaba Mark Twain, la literatura moralista y didáctica, al servicio de la pedagogía que domina totalmente, es una estafa y es profundamente hipócrita. Si para algo ha de servir la literatura es para alumbrar los conflictos humanos revelando su dolor o desgarro, mostrando su extraordinario laberinto de pasiones, con luces y con sombras o con las carcajadas insolentes del bufón que se ríe de lo políticamente correcto y establecido.

* Recomiendo en este sentido el artículo de la maestra argentina Marcela Carranza, experta en literatura infantil, titulado La literatura al servicio de los valores, o cómo conjurar el peligro de la literatura. Es magnífico y ayuda a profundizar en el tema que sólo he esbozado.

viernes, 29 de enero de 2010

J.D.SALINGER

Si alguien se planteara si es posible pasar a la historia de la literatura por casi sólo un libro, tendría una respuesta afirmativa en el caso de J.D. Salinger, escritor de culto norteamericano que murió ayer. Su figura de recluso literario, encerrado en su cabaña de New Hamsphire y alejado del mundo hace más de cuatro décadas, alimenta el misterio que le ha rodeado. Su novela The catcher in the rye (El guardián entre el centeno) ha pasado a la historia como la más fascinante y leída narración de la literatura norteamericana del siglo XX. Se calcula que ha vendido desde que se publicó en 1951 más de sesenta millones de ejemplares y cada año se reeditan e imprimen 250.000. Esta novela da la voz, en una especie de monólogo continuo, a un adolescente, Holden Caulfield, que expresa su angustia e ira frente al mundo de modo feroz. Late como tema central el miedo a crecer, a hacerse adulto y a la responsabilidad. El mundo de los adultos se siente falso e hipócrita contemplado desde esa mirada de pureza todavía incontaminada que es el mundo de Holden, un muchacho que rememora desde el psiquiátrico tres días de su vida y su deambular por Nueva York manifestando su odio, su aversión y su crítica mordaz frente a los personajes que se encuentra aunque en algunos momentos también deja salir su ternura como la que siente hacia su hermana pequeña que lo idolatra, pero a la que también abandona.

Los 59 años pasados desde su publicación no han disminuido el impacto y la sacudida que provoca esta narración en los lectores, más si estos son adolescentes. He tenido ocasión de comprobarlo proponiéndola como libro de lectura en cuarto de la ESO y la mayoría de los alumnos lo consideraron como la mejor novela que habían leído ese curso y algunos sostenían que era la mejor que habían leído o leerían jamás. Muchos se sintieron identificados con ese personaje y disfrutaron de sus fobias y su lenguaje soez. El fluir del habla de Holden atrapa porque es totalmente diferente a la de cualquier héroe literario, y más de los de esas babosas novelas para adolescentes políticamente correctas, moralizadoras y educativas en valores. Porque El guardián entre el centeno no es una novela convencional. Es corrosiva y potencialmente peligrosa. Algunos críticos y profesores en Estados Unidos alertan sobre el efecto disolvente de este relato. Y es que Salinger en algún sentido se ha convertido en una religión y sus lectores en devotos seguidores de un misterio. Recordemos que el asesino de John Lennon llevaba encima esta novela.

Pero ¿quién era su autor? Sólo disponemos de dos fotografías de él porque se encerró y ocultó para protegerse del mundo en su cabaña de Cornish ya en 1952, abrumado por el éxito de su novela. No publicó nada más e impidió legalmente que se publicaran biografías sobre su figura e incluso que un autor sueco continuara la historia de su protagonista Holden. Su hija publicó, no obstante, un libro titulado El guardián de los sueños en el que presentaba una imagen terrible de su padre. Egocéntrico, cruel, autoritario, machista, diabólico, extremadamente susceptible, despreciativo de cualquier debilidad humana, seguidor de religiones en busca de la iluminación como la de la Cienciología, la Dianética, la Ciencia cristiana o el budismo. Se sometía a ritos de purificación incluso bebiendo orina. Aprovechó su fama y mito creado dejándose querer por muchachas de dieciocho años (cuando él tenía 53) a las cuales destruía psicológicamente y abandonaba. En muchos sentidos podemos decir -y es la imagen que da su hija de él- que fue un hijo de puta en el peor sentido de la palabra, pero los juicios morales no nos ayudan a descifrar el misterio y el hechizo que sigue emanando de su novela que camina por el filo del precipicio y se incluye dentro de la literatura maldita.

Muchos adolescentes y adultos tienen a esta novela como un libro totalmente de culto, y la sombra que rodea al autor, su maldad incluso, actúan como elementos que confieren un brillo diabólico a esta narración especialmente pero también a otros relatos suyos menos conocidos como los que tienen como eje a la familia Glass: Nueve cuentos y Franny y Zooey . El protagonista del cuento Un día perfecto para el pez plátano, Seymour Glass, perteneciente a los Nueve cuentos, se suicida en un día perfecto y en la playa. Su hija decía, no sin admiración, que no era raro que muchos de sus protagonistas se suicidaran o vivieran tan alejados de la realidad. Y es que los personajes de Salinger tienen mucho de él que fue un eterno y malvado adolescente, incapaz de soportar al mundo del que tuvo que exiliarse y vivir en la más absoluta oscuridad y silencio. No sabemos si escribió algo más. El dijo una vez en la única entrevista que concedió al New York Times por teléfono que había una paz maravillosa en no publicar. Quizás los que entren ahora en su cabaña encuentren algo que él no podrá impedir que se publique. Pero ¿escribiría algo que mereciera la pena después de esta novela iniciática?

Salinger se ha ido pero el personaje que encarnó sigue sumido en el misterio.

Hay una encuesta a la derecha sobre la novela.

miércoles, 27 de enero de 2010

Oscuridad

Me despierto sobresaltado en mitad de la noche. He tenido una pesadilla y el corazón me late acelerado. No recuerdo nada de lo que he soñado pero sé que huía. Algo me perseguía. Me levanto en la oscuridad todavía afectado. Voy desnudo. Y no sé si soy niño todavía o soy adulto. Estoy confuso. Ignoro si he crecido o todavía vivo en el universo extraño de la infancia. Mi sexo está fláccido. Salgo de mi alcoba, conozco el camino, entro en el comedor palpando las paredes y los muebles. No se oye nada. El silencio es total. Demasiado tal vez. No escucho ninguna respiración que me tranquilice. Entro en el cuarto de mi madre ¿soy niño entonces? y me acerco a la cama y palpo entre las sábanas. No está. Suena el tic tac del reloj de la mesilla. No sé qué hora es. Todo está oscuro. Voy a la cocina. Estoy solo. Abro el armario y cojo el pote del azúcar. Me hago un vaso de agua con dos cucharadas. Me da ánimos. Dejo el vaso en el fregadero. No sé dónde estoy. Parece que estoy en el universo de mi niñez pero no hay nadie en casa. Me acerco a la puerta de la casa, descorro el cerrojo que está cerrado. Abro el resbalón y traigo la puerta hacia mí. Salgo a la escalera en total oscuridad. Bajo los cincuenta y tres escalones sin dudar. Paso por el piso segundo donde vive la señora Pascuala y su perra Mora. Su piso huele a meados de los gatos. Sigo bajando y llego al primero. Viven unas maestras nacionales que me saludan con afecto cuando me ven y me invitan a entrar en su piso diciéndome: Joselu, ven aquí. Me dan pan con chocolate o carne de membrillo. Agradezco la ternura con que me hablan en un mundo doloroso y gris. Pero hoy en esta escalera se siente la oscuridad y sigo bajando hasta el portal, abro la puerta de la calle. Todo está en penumbra. No hay rastros de vida. Camino por las calles de mi niñez en un mundo preñado de oscuridad. Sólo puedo intuir mi camino en las calles que conozco o que recuerdo –no lo sé muy bien-. Quizás estoy dentro de un sueño que está dentro de otro sueño. Doblo la calle la Virgen a la izquierda y entro en la calle Prudencio. Ando por el medio de la calle o bien me acerco a las casas y tanteo las paredes. Las tiendas están cerradas, todo está en silencio y en completa negrura. Sé que ahí hay una tienda de plátanos. Su dueña es para todos simplemente “la platanera” y en sus aparadores de madera sólo se ven plátanos mustios. Tiene –a lo que recuerdo- un gesto cansino y agriado. Sigo por la calle y llego a la taberna donde están los borrachos del barrio. También van al bar de las Morenas. Sé que el dueño murió de cirrosis hepática, pero fue tiempo después. Soy niño todavía. Tengo cinco años. ¿O tal vez tengo cincuenta y estoy soñando que soy niño? No lo sé. Voy descalzo y noto los adoquines en las plantas de mis pies, las nervaduras del suelo de la calle, las mondas de naranja o cristales que no me llegan a cortar. Llego hasta mitad de la calle. Palpo la pared y creo que es allí donde está el portal de ella. ¿Pero no se había ido del barrio cuando hizo la primera comunión? ¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué no hay nada ni nadie? Abro la puerta y entro en la escalera del número 19. Huele a coliflor y a aceite frito, pero no se oye nada. Conozco la escalera, voy subiendo pisos, en los descansillos hay unos bancos triangulares. Llego hasta el tercer piso y sigo ascendiendo hasta la buhardilla.

Llamo suavemente a la puerta. Toc toc. Toc toc. Oigo pasos que se acercan y escucho una respiración entrecortada al otro lado. Torno a golpear la puerta rítmicamente. Siento que dudan, y las dudas parecen llegar hasta mí. ¡Ábreme! Soy yo… -pienso- Pero ¿quién soy yo? Todavía no lo sé. Respiro hondo. Y entonces la puerta se abre y se queda entreabierta. Entro, ella me da la mano que siento cálida. No me dice nada. Todo sigue en la más total negrura. Sé que atravesamos el pasillo y la cocina y entramos en su habitación que huele a lavanda.

Sé que me gusta.

lunes, 25 de enero de 2010

No siento pena por Haití

Fritzner Alphonse, pintor haitiano

No siento pena por los haitianos. Me da la impresión de que sentir pena es una disposición nuestra a sentir aflicción por los que son inferiores a nosotros. Pobrecitos, vamos. Y nos gusta sentirnos buenos y bondadosos, intuyendo interiormente que quizás seamos unos canallas. Ha habido una unanimidad universal en sentir lástima hacia esa isla a la que le afligen desgracias sin fin. Donaciones, conciertos, voluntarios y ONGs han contribuido a un clima general de solidaridad con Haití. Pero pienso que en buena parte es nuestro propio deseo de sentirnos buenos alguna vez y en esta ocasión la situación se prestaba. ¡Cómo no sentir lástima y pena por el terrible destino de los haitianos? Las imágenes nos encogían y hacían aflorar nuestra vena compasiva. Sin embargo, alerto contra este sentimiento. No creo que haya que dar nada a los haitianos a cambio de nada. Se lo tienen que ganar. No entiendo que haya programas que se limiten a prestar ayuda, comida, agua, tiendas de campaña, asistencia médica… Todo esto es bueno y hay que hacerlo, pero hay que conseguir que los haitianos se sientan protagonistas de su recuperación. No deben limitarse a ponerse en infinitas colas para conseguir una ración de comida. Los programas de ayuda internacional deben ofrecer trabajo y crear empresas para atender a los afectados por esta tragedia. Veo con espanto en televisión los campos de hacinamiento en que consisten los alojamientos tras el seísmo. Los niños andan sin protección alguna, huérfanos, y corretean entre los excrementos humanos. Habría que crear empresas que se dedicaran a recoger la suciedad que puede ser causa de infecciones y epidemias. En ellas tendrían que trabajar los haitianos igual que en la reconstrucción de sus ciudades. La ayuda internacional debería servir para ofrecer trabajo a las mujeres, las principales afectadas por el terremoto y que son objeto de violaciones que ni siquiera se atreven a denunciar. Pienso que no debe darse un paso sin que el pueblo haitiano se sienta protagonista del mismo. No basta ser buenos y compasivos. Hay que enfocar el tema con inteligencia. Hay que levantar de nuevo ciudades, reconstruir y aumentar el tejido productivo y empresarial de Haití, apostar por la educación, dejar que los haitianos sean ejes de su reconstrucción.

No hay peor proyecto que limitarse a ejercer la caridad. Los haitianos no son mendigos. No quieren vivir ni deben acostumbrarse a vivir de la generosidad internacional. Probablemente haya que condonar su deuda externa y abrir un tiempo de reconstrucción, de renacimiento, de levantarse de nuevo. Y nuestra actitud debe ser en este caso, como en otros muchos que existen, de mirarles a los ojos. Es fácil conmoverse con las imágenes de niños de ojos inmensos, pero hemos de ir más allá. Si los miramos a los ojos, no veremos solamente a alguien indefenso y necesitado que merece nuestra compasión. Si los miramos a los ojos, veremos a alguien que puede ser nuestro compañero de viaje, a alguien que puede enseñarnos muchas cosas, a alguien que puede ser nuestro amigo y la amistad requiere de la igualdad. No sientan pena por Haití. La pena es un sentimiento degradante para el que la recibe. No me gustaría suscitar pena nunca. El orgullo nos impide aceptar pasivamente la pena. Y los haitianos tienen muchas cosas de que sentirse orgullosos. Que son pobres, pues qué bien para nosotros que somos ricos. No deja de ser casual y anecdótico haber nacido aquí o allí. Pero dentro de esa pobreza hay mucha dignidad. Los que han viajado a Haití saben que los haitianos no mendigan, en todo caso piden trabajo y tienen en muchas ocasiones un espíritu de superación y de enfrentarse a la adversidad que ya quisiéramos nosotros que hemos nacido en una sociedad próspera sin hacer nada para merecerlo.

Mírenlos a los ojos, en ese fondo oscuro en que se esconde nuestra capacidad de sentirnos humanos. Y verán que no tienen ante ustedes a pobres desgraciados necesitados de pena, sino a seres humanos que tienen mucho que enseñarnos. No vamos a salvarles. Debemos estar allí para acompañarles y dejar que sean ellos los que levanten de nuevo esa isla. No se conmuevan, actúen, comprendan y sobre todo no se sientan culpables. La culpabilidad no es nunca buena consejera. Y si toca, vayan de vacaciones a Haití. Me ha parecido admirable que cruceros de lujo no hayan interrumpido su programa de visitas a la isla y han desembarcado miles de turistas en medio de la devastación. Lo que necesita Haití es reconstrucción y mucho trabajo. Eso y mantener o lograr la seguridad en sí mismos. Trabajo, acompañamiento, no lástima.

viernes, 22 de enero de 2010

Sergio Beser

Hoy he recibido la noticia con desolación. El profesor Sergio Beser, catedrático de emérito de la Universidad Autónoma de Barcelona, ha fallecido esta mañana a los setenta y cinco años. No sé si los que me leen conocerán a este extraordinario profesor. Era el mejor especialista del mundo en literatura española del siglo XIX. Tuve ocasión de conocerle durante mis cursos de doctorado en la universidad de Bellaterra en Barcelona. Me impartió dos asignaturas en años consecutivos. Una sobre la crítica literaria del siglo XIX en el periodo de la Restauración y otra sobre los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós. Tenerle como profesor era un privilegio difícil de olvidar. Sabio, cordial, irónico, inteligente, enamorado de su pueblo, Morella (Castellón), y de su querido Barça del cual era socio número 5400. Todos sus alumnos y buena parte de la intelectualidad catalana terminaron siendo algún día u otro visitantes de su pueblo que hace tres años le concedió la Cruz de Santa Llúcia, el máximo galardón, por su labor de difundir el nombre y la realidad de Morella en el mundo.

Fue profesor en universidades inglesas como Durham y Sheffield y de universidades norteamericanas como Ohio, Brown y Harvard. Su tesis doctoral versó sobre la figura de Leopoldo Alas “Clarín” del que era probablemente el mejor especialista.

Fue entrañable amigo de Manuel Vázquez Montalbán que lo introdujo reiteradamente en su novela más popular, Los mares del sur, y el autor no dudaba en afirmar que “de tanto en tanto la tierra produce un sabio”. Y esto es lo que era Sergio Beser, un sabio, en el sentido profundo de la palabra.

Los que lo conocimos teníamos la impresión de tratar con alguien venido del siglo XIX, tal eran sus modales, su forma de ser, su sentido del conocimiento y su humor. Lo poco que sé del siglo XIX lo aprendí gracias a él que me transmitió un intenso amor por esa literatura decimonónica tan olvidada. Devoré la obra de Galdós, desde sus novelas de Tesis a las Novelas Españolas contemporáneas o la llamada época espiritualista que me fascinó. Le hice un trabajo, que no olvidaré jamás, sobre una novela de Galdós muy poco conocida pero magnífica que se titula Angel Guerra. Tomen nota. En su tiempo se le censuraba a Galdós por escribir novelones tan largos, pero los que nos hemos perdido repetidas veces por Fortunata y Jacinta, La desheredada, o Ángel Guerra hemos aprendido a disfrutar de esa cadencia larga, de ese mundo coherente y extraordinariamente vivo que es la obra de Galdós. Sergio Beser nos dio un curso también, como he escrito arriba, sobre los Episodios Nacionales que son cuarenta y seis novelas divididas en cinco series (la última no está acabada). Creo que soy de los pocos españoles que ha tenido la fortuna de leer íntegros estos episodios y entender el sentido liberal que tenía la palabra “Nacional” frente a absolutista o la concepción patrimonialista de lo español de la derecha conservadora. Conocí a Galdós y acentué mi admiración por Leopoldo Alas cuya obra La Regenta es la más extraordinaria novela del siglo XIX y que es radicalmente moderna. El magisterio y la palabra de Beser fueron unos transmisores espléndidos de amor y curiosidad hacia ese mundo que logró apasionarme. Conocí la obra de Valera, Alarcón, Pereda, Palacio Valdés..., conservadores pero interesantes también. Durante unos años transité por ese siglo de la mano de Sergio Beser, mi profesor más admirado.

Como última anécdota decir que los cursos de doctorado acabaron los dos años que fue profesor mío en un restaurante de Sant Cugat. Él invitaba a la cena, abundante y apetitosa, regada con buen vino y mejor compañía. Los doctorandos perdíamos nuestra seriedad académica y nos destapábamos a medida que el vino iba haciendo efecto y lo bueno es que bromeábamos también como si fuéramos personajes del siglo XIX. La fiesta acababa en un pub de Sant Cugat donde Sergio bailaba y guiñaba el ojo a las chicas, enamorado de la vida, la literatura y de sus cigarrillos que fumaba sin parar. Creo que vivió intensamente y disfrutó como pocos de ese potente veneno que es la literatura. ¡Ay, Sergio, qué triste será el mundo mañana sin ti! Hace mucho tiempo que no te veía pero intuía que estabas ahí, en algún lado, transmitiendo amor y difundiendo la palabra de ese siglo tan maravilloso pero tan aparentemente lejano. Hasta siempre.

El funeral será el sábado 23 de enero a las once de la mañana en el tanatorio de Sant Cugat. Por la tarde a las 17 h tendrá lugar el sepelio en Morella.

martes, 19 de enero de 2010

Alegría de vivir

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Las noticias terribles sobre Haití de la última semana nos han conmocionado y las seguimos queriendo ayudar de alguna forma en esa tragedia de proporciones inimaginables. El mundo es uno y lo que pasa allí también es asunto nuestro. Sin embargo, en un artículo de Eduard Punset publicado hace unos días –él que estuvo tres años destinado allí por cuenta del FMI - decía que hacía falta algo más que un terremoto para hundir al pueblo haitiano, caracterizado –añado yo- por una apasionada voluntad de sobrevivir en las condiciones más extremas. Voluntad y alegría de vivir en ese mar Caribe de luz cenital en una síntesis de las culturas francesa y africana.

Los antiguos esclavos se liberaron de la metrópoli y llevaron consigo sus imágenes y cultos visionarios. Esto era lo único que les unía a ellos que habían sido capturados y trasladados desde diferentes regiones del África Occidental. Estos cultos se sintetizan en el vudú, religión de masas del pueblo haitiano que hunde sus raíces en la comunicación con el mundo de lo invisible y que se funde con las imágenes cristianas en una suerte de simbiosis apasionante para los antropólogos y la mirada occidental.

Haití, por otro lado, es una potencia artística de primer orden. Su pintura figura en las colecciones más selectas del mundo y ha sido fuente de admiración para numerosos artistas occidentales como André Breton, Wifredo Lam o Truman Capote. Los padres de la pintura haitiana contemporánea son Hector Hyppolite, Philome Obin y André Pierre. El primero era sacerdote vudú y artista autodidacta. Hacia 1944 llegó a Haití el acuarelista norteamericano Dewitt Peters y se sintió inmediatamente atraído por la pintura y el arte haitiano. Su figura sirvió para introducir el arte de Haití en el mercado mundial. Fundó con otros artistas el Centre d’Art de Puerto Príncipe en el que se reunieron multitud de pintores haitianos. Hector Hyppolite participó en el proyecto y su pintura traductora de experiencias místicas se difundió por el mundo artístico. De alguna manera se produjo un boom de arte haitiano en el mercado artístico. Sin embargo, algunos artistas haitianos niegan que el Centre d’Art y la figura de Dewitt Peters supusieran el nacimiento del arte en la isla. Ven arrogancia y racismo blancos en esta consideración. El caso es que el arte de Haití empezó a cotizarse en el mercado como ejemplo de arte primitivo e ingenuo, propio de artistas naturales autodidactas lo que le ha encasillado en una imagen que los pintores de la isla han de representar para vender. El tema estrella en la pintura haitiana son las prácticas espirituales del vudú sobre las que se pintan infinidad de oleos y acuarelas. Son también propios de la pintura de Haití los colores brillantes, la perspectiva ingenua (naïf), el humor malicioso y la intención social de muchos pintores que retratan los barrios más pobres donde la gente sobrevive con inmensa dificultad. Algún pintor ha reflejado en sus cuadros la poética de la pobreza y la vida cotidiana en los mercados y calles. Y en un país con opresión política e infinitos dictadores se han utilizado la fábula y los símbolos en que aparecen animales que representan a gobernantes sin escrúpulos. La pintura es una forma de libertad de expresión en una isla donde ésta ha sido pisoteada por autócratas extravagantes como la estirpe de los Duvallier. Papa Doc, el dictador sanguinario, solía disfrazarse de Baron Samedi, uno de los loas del vudú, para conseguir la sumisión de los negros haitianos que lo veían como una figura sobrenatural.

Otra escuela destacada de arte es la de Sant Soleil que agrupó a artistas más jóvenes e innovadores y se caracteriza por la abstracción de formas humanas y sigue estando fuertemente influida por el simbolismo vudú que es inseparable de la forma de concebir el mundo por los haitianos y que tiene conexiones con la santería en Cuba, el Candomble, la Umbanda y el Kimbanda en Brasil, y con otras manifestaciones en otros países del Caribe, incluida Nueva Orleans.

Destacan artistas como Seymour Bottex Etienne que pintó las pinturas murales de la sede episcopal de la catedral de la Sainte Trinité (hundida durante el terremoto), Stevenson Magloire (1963-1994) que fue asesinado en la calle –apedreándole. por sicarios del presidente Raoul Cedras, Dieudonné Cedor (1925) que fue fundador del Foyer des Arts Plastiques, escisión del Centre d'Art. Es considerado uno de los principales pintores contemporáneos. Su nombre se puede encontrar en todos los libros de arte principales como "Peintres Haitiens" donde el autor Gerald Alexis se refiere a él diciendo "Cedor puede manejar cualquier objeto, expresar alegría o tristeza, los esplendores y las angustias de la vida", Frantz Mosanto, Ismael Saincilus que pasó siete años en prisión por motivos políticos. Es el creador de Artibonite, una escuela con un par de decenas de pintores que lo siguen como maestro, Claude Dambreville (1934) escritor y pintor muy cerca de los hiperrealistas pero muy diferente a ellos pues en su pintura busca la poesía en lugar del realismo, Albert Desmangles (1957), actor, músico y pintor que intentó pintar a la mujer universal y es considerado el representante de la escuela de la Belleza, Emilcar Similien (1944), fuertemente influenciado por el Art Nouveau y Gustav Klimt. Similien se deleita en la belleza, la elegancia y la gracia. Pero en lugar de concentrarse en la postura, utiliza sus imágenes de la mujer sólo como vehículos para la visualización de diseño, el color y el brillo de las joyas de oro en la piel de color negro. Sólo son reconocibles como mujeres por sus contornos en que sus características no se distinguen, Carlo Jean-Jacques (1943-1990), preocupado por la injusticia social y la pobreza. Su arte podría definirse como la poética de la miseria. Su arte, como el de todos los artistas citados, es muy apreciado por los coleccionistas de todo el mundo.

Esta es una apretada síntesis del panorama de la pintura haitiana, pero en cada barrio y en muchas calles florecen humildes talleres donde se pinta con una fuerza y colorismo espléndidos. Ello hace de Haití un pequeño país en dimensión pero potente por su imaginación y el mundo de símbolos que es capaz de captar y trasladar a los lienzos, caracterizados por la potencia creativa, el mundo mágico y visionario, la intención social y una profunda alegría de vivir que los dota de una fuerza extraordinaria, que es común a todos los haitianos, frente a las adversidades y la pobreza.

domingo, 17 de enero de 2010

Haití en el corazón

Fritzner Alphonse (1938), pintor haitiano

Soy colaborador de Médicos sin frontera desde 1991, desde la primera guerra del Golfo. Es una organización que me suscita confianza y admiración. Hay otras que también son admirables. Eso no me hace mejor y probablemente entre los que leen este blog hay muchos otros que son socios o participantes en alguna organización humanitaria. Hoy leo con alegría su página en la que muestran que están actuando en Haití. Pienso que mi contribución no es inútil. Pensarán que me repito, que vuelvo al mismo tema, que ya podría dedicarme con más humor a temas más variados. Lo siento. Me repito. No entiendo que se pueda pensar en algo más que no sea lo que está pasando en Haití. Alguien argüirá que también en África hay catástrofes humanitarias y ahora no se les está dando ninguna relevancia. Y tendrá razón. Ahora las cámaras de todo el mundo apuntan a Haití que hasta hace una semana no existía. Alguien temerá que todo sea un producto del sensacionalismo que será olvidado en pocas semanas y preferirá no participar del espectáculo impúdico del dolor humano que es exhibido en fotografías escalofriantes que nos interpelan y nos sumen en interrogantes difíciles de resolver. Hay muchos que han optado por el silencio o por seguir hablando en sus blogs de sus lecturas, sus reflexiones habituales, sus relatos, para no caer ni mancharse con un “buenismo” que resulta sospechoso. Pero yo no puedo apartar mi mirada del dolor que aflige a esta isla desgraciada. Un comentarista de un blog decía ayer sagazmente que “Haití era un país más del mundo. Y punto”. Y punto. ¿Qué quería decir con esto? No sé si era alguien muy sabio o un cretino integral. Me ha quedado la duda. Pero me duele cierto distanciamiento, cierta relativización, cierto temor a sentirse conmovido, abrumado, destrozado o implicado en esta tragedia humana. ¿Hay que opinar? ¿Hay que elevar la voz? ¿Se teme caer en el morbo a partir de tantas fotografías de cadáveres amontonados en las calles? ¿Se considera inútil conmoverse? Sé que no todo el mundo ha reaccionado así y ha habido opiniones que reconocían que era difícil seguir con la vida cotidiana sin sentirse concernido por lo que estaba pasando allí. ¿Qué hubieran dicho nuestros blogs, si hubieran existido, después de Auschwitz, Hiroshima, Ruanda, Sarajevo, Gaza? ¿Hubieran optado por el silencio por no caer en la sensiblería o el humanitarismo inútil?

La blogosfera ha reaccionado muy fríamente ante esta tragedia. Algunos blogs ya empiezan a atacar a Estados Unidos por aprovechar la ocasión para ocupar militarmente la isla y denunciarlo como una maniobra más del imperialismo y colonialismo. Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, ha atacado a USA por lo dicho anteriormente. Temo a cierta izquierda bienpensante que busca siempre un culpable imperialista para lavarse las manos y eludir cualquier responsabilidad. ¿Qué cabría hacer ante lo que está pasando? ¿Qué se diría si la comunidad internacional no interviniera? Se diría que como Haití no tiene materias primas, ya se entiende. El caso es no mancharse, mantener cierto discurso escéptico y cínico o no contaminarse de sentimientos que pueden ser aprovechados por el sistema. El sistema (¿acaso el sistema no soy yo también?).

Serenus Zeitbloom reflexiona en su blog, con aguda cuchilla, sobre el placer que suscita el dolor ajeno y la culpabilización de las víctimas a las que se hace responsables de su desgracia. El caso es sentir la sensación de que somos inocentes. Son otros los culpables. Javier en su blog La raza de Caín teme con dolor que esto sea efímero y que Haití sea olvidado tras unas semanas hasta que surja otra nueva tragedia. Lola, Caperucita azul, Nahahya, Eduard Punset, Matilde, Clares, se han referido de diversas formas a la situación.

El dolor nos resulta incómodo, contemplarlo en directo resulta inquietante. La reacción espontánea es generar cierta indiferencia y distancia. Al fin y al cabo son otros y no nosotros los que sufren. Cierto placer inconfesable como dice Susan Sontag en ese libro que tengo de cabecera que se titula Ante el dolor de los demás. Pero pienso que hay que mancharse de sentimientos aunque estos sean complejos; como decía Lorca, hay que meterse en el barro para sacar las azucenas.

No olviden la tragedia de esta isla, colaboren con organizaciones humanitarias, háganse eco, intenten comprender, conozcan la cultura de Haití, sigan los acontecimientos y tampoco dejen aparcadas otras tragedias que sin duda existen, pero ello no es óbice para que esta nos conmueva y estremezca.

Siento orgullo de que mi hija Lucía haya hecho dos murales con fotografías y textos de los periódicos publicados en los últimos días con noticias del terremoto y sus consecuencias. Siente alegría enorme ante el salvamento del niño entre las ruinas que está en brazos del bombero español. Mañana lo expondrá en su cole. Me dijo ayer también que se hará médico sin frontera para ayudar.

Gracias a todos los comentaristas que han opinado y han reflexionado sobre la situación de Haití. Nosotros seguiremos publicando posts que aborden lo que está pasando o sobre la riqueza cultural -que es grande- de la isla. No olvidaremos a Haití ni temeremos ser repetitivos.
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viernes, 15 de enero de 2010

Explosión de esperanza

Autor Richarsdon, pintor haitiano

No lo puedo evitar. Mis pensamientos se van a Haití. Leo las crónicas periodísticas de los periódicos digitales en tiempo real, los twitter de periodistas haitianos, las polémicas en Estados Unidos sobre la ayuda a la isla caribeña. Me imagino deambulando por las calles asoladas de Puerto Príncipe entre mareas de cadáveres cubiertos algunos, para otros no hay nada, ruinas, destrucción, olor a muerte, niños que ya no sonríen, mujeres sollozando sin fuerzas ya para gritar, hombres supervivientes que caminan como zombies por las calles, sin casa, sin agua, sin alimentos, sin nada. Me gustaría estar allí y sentir el dolor que desde aquí sólo puedo imaginar. Me interrogo acerca de la dramática historia de Haití, sobre su origen con el feroz colonialismo francés que llevó a decenas de miles de esclavos del golfo de Benin a las plantaciones. Los africanos que fueron llevados allí eran de procedencias diversas y tribus muy diferentes que tenían lenguas totalmente distintas pero compartían unas creencias en el mundo invisible. Esta creencia en el mundo intangible recibió el nombre africano de vudú y sirvió como instrumento de lucha contra la esclavitud en la guerra de liberación que llevó a Haiti a ser la primera república negra independiente junto a los Estados Unidos. Haití es un mito entre los negros africanos, pero su historia es desoladora. Está marcada por la corrupción, los dictadores sanguinarios, los golpes de estado, la inestabilidad política, las ocupaciones del vecino norteamericano que ejerció una suerte de protectorado sobre la isla.

Entrar en Haiti desde la República Dominicana, que comparte isla en la llamada Española, es entrar en un universo diferente al que se atrevían muy pocos viajeros a pesar de tener playas bellísimas y un clima tropical. Entrar en Haiti es entrar en un cosmos lleno de creencias mágicas, rituales de relación con la naturaleza en los que se producen trances frenéticos, bailes sincopados, sonido de tambores que agitan las entrañas, ciudades bidonvilles marcadas por la pobreza, la desestructuración y el colorido africano que se refleja en los cuadros sorprendentes de centenares de artistas cuyo arte sería considerado naïf y que entusiasmó a los surrealistas como André Breton y maravilló a André Malraux por su relación telúrica con el mundo invisible. Haití es un prodigio que va en contra de la historia y se hunde en la renuncia al mundo del siglo XXI lo que le sume en la miseria, en ser el país más depauperado de América y no tener ninguna perspectiva de futuro. Las creencias y la cosmovisión mágica de los haitianos es una riqueza extraordinaria digna de ser estudiada y entendida por los antropólogos y especialistas en mitos de la fertilidad, pero les condena al atraso, al abandono, a la resignación, a ser manipulados por dictadores que utilizan el vudú como arma para tener sojuzgado al pueblo en medio de una corrupción total, y las ayudas internacionales ni son útiles ni efectivas.

La cultura popular de Haití es visionaria, se comunica con los espíritus por medio de los sacerdotes y sacerdotisas vudú que son los mediums y algunos participantes entran en trance poseídos por fuerzas que desafiarían la mente de cualquier racionalista. Entrar en Haiti es dar un paso en un mundo profundamente onírico e irracional. Es un acceso diferente a la dimensión del ser. Es buena para el arte, para cierto nivel de esperanza en lo que está fuera de nuestras manos, pero es demoledora para construir un país moderno. Como dijo el periodista polaco Ryszard Kapuscinski sobre África, Haití necesita incorporarse al siglo XXI y entrar en el mundo de la racionalidad y la modernidad. Simpatizo con la ahistoricidad de Haití pero me doy cuenta de que todo le hunde en la falta de ningún proyecto de futuro. Sus bosques están devastados, la pobreza es generalizada y sólo subsiste por la ayuda internacional y las intervenciones norteamericanas. Es fácil condenar a occidente, sin duda tiene responsabilidad en la cadena de fracasos que es la isla, pero los haitianos tienen que aprender de este desastre terrible, de esta devastación casi bíblica que ha conmovido al mundo, han de olvidar su mundo de zombies –cadáveres sin alma que están muy bien en los vídeos de Michael Jackson- y caminar erguidos aprendiendo mediante la educación y la racionalidad. Ahora Haití en un trance de dolor espantoso tiene oportunidad de partir de cero, de rehacer todo, de contar con un movimiento de ayuda internacional sin precedentes. Sé del espanto de las calles de Puerto Príncipe, y sé que no ha acabado el horror, pero de esta destrucción ha de salir algo nuevo. Quiero pensarlo, quiero tener esperanza, quiero seguir el destino de este pequeño país y visitarlo algún día. Es como un trozo de África en el Caribe. Y lo africano aunque pobre está lleno de esperanza. Y lo digo en estos momentos en que parece que la sonrisa de los niños haitianos ha desaparecido para siempre. Que no sea así.

FOTOGRAFÍAS MUY INTERESANTES DE LA VIDA COTIDIANA EN HAITÍ ENLAZADAS A FLICK POR EL FOTÓGRAFO AYAX8055

miércoles, 13 de enero de 2010

HAITÍ

No es hora de retórica ni de excesivas palabras. No quiero seguir hablando del Multiverso. Es una idea imaginativa pero mi universo está aquí. Y hoy pasa por Haití. Supongo que todos sois conscientes de lo que ha pasado allí. Los medios informativos están dando buena cuenta. No es momento de repetir el número de muertos que se estima. La tragedia también es nuestra. No hay nada que ocurra en el mundo en que no debamos implicarnos. Y no veo otra forma de ayudar que hacer donativos a algunas cuentas de organizaciones internacionales que están allí sobre el terreno. Pedir al gobierno también que envíe ayuda en el más breve tiempo posible. Que la blogosfera lata y se mueva con el corazón.

MÉDICOS SIN FRONTERA

CRUZ ROJA

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ACCIÓN CONTRA EL HAMBRE

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