Soy colaborador de Médicos sin frontera desde 1991, desde la primera guerra del Golfo. Es una organización que me suscita confianza y admiración. Hay otras que también son admirables. Eso no me hace mejor y probablemente entre los que leen este blog hay muchos otros que son socios o participantes en alguna organización humanitaria. Hoy leo con alegría su página en la que muestran que están actuando en Haití. Pienso que mi contribución no es inútil. Pensarán que me repito, que vuelvo al mismo tema, que ya podría dedicarme con más humor a temas más variados. Lo siento. Me repito. No entiendo que se pueda pensar en algo más que no sea lo que está pasando en Haití. Alguien argüirá que también en África hay catástrofes humanitarias y ahora no se les está dando ninguna relevancia. Y tendrá razón. Ahora las cámaras de todo el mundo apuntan a Haití que hasta hace una semana no existía. Alguien temerá que todo sea un producto del sensacionalismo que será olvidado en pocas semanas y preferirá no participar del espectáculo impúdico del dolor humano que es exhibido en fotografías escalofriantes que nos interpelan y nos sumen en interrogantes difíciles de resolver. Hay muchos que han optado por el silencio o por seguir hablando en sus blogs de sus lecturas, sus reflexiones habituales, sus relatos, para no caer ni mancharse con un “buenismo” que resulta sospechoso. Pero yo no puedo apartar mi mirada del dolor que aflige a esta isla desgraciada. Un comentarista de un blog decía ayer sagazmente que “Haití era un país más del mundo. Y punto”. Y punto. ¿Qué quería decir con esto? No sé si era alguien muy sabio o un cretino integral. Me ha quedado la duda. Pero me duele cierto distanciamiento, cierta relativización, cierto temor a sentirse conmovido, abrumado, destrozado o implicado en esta tragedia humana. ¿Hay que opinar? ¿Hay que elevar la voz? ¿Se teme caer en el morbo a partir de tantas fotografías de cadáveres amontonados en las calles? ¿Se considera inútil conmoverse? Sé que no todo el mundo ha reaccionado así y ha habido opiniones que reconocían que era difícil seguir con la vida cotidiana sin sentirse concernido por lo que estaba pasando allí. ¿Qué hubieran dicho nuestros blogs, si hubieran existido, después de Auschwitz, Hiroshima, Ruanda, Sarajevo, Gaza? ¿Hubieran optado por el silencio por no caer en la sensiblería o el humanitarismo inútil?
La blogosfera ha reaccionado muy fríamente ante esta tragedia. Algunos blogs ya empiezan a atacar a Estados Unidos por aprovechar la ocasión para ocupar militarmente la isla y denunciarlo como una maniobra más del imperialismo y colonialismo. Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, ha atacado a USA por lo dicho anteriormente. Temo a cierta izquierda bienpensante que busca siempre un culpable imperialista para lavarse las manos y eludir cualquier responsabilidad. ¿Qué cabría hacer ante lo que está pasando? ¿Qué se diría si la comunidad internacional no interviniera? Se diría que como Haití no tiene materias primas, ya se entiende. El caso es no mancharse, mantener cierto discurso escéptico y cínico o no contaminarse de sentimientos que pueden ser aprovechados por el sistema. El sistema (¿acaso el sistema no soy yo también?).
Serenus Zeitbloom reflexiona en su blog, con aguda cuchilla, sobre el placer que suscita el dolor ajeno y la culpabilización de las víctimas a las que se hace responsables de su desgracia. El caso es sentir la sensación de que somos inocentes. Son otros los culpables. Javier en su blog La raza de Caín teme con dolor que esto sea efímero y que Haití sea olvidado tras unas semanas hasta que surja otra nueva tragedia. Lola, Caperucita azul, Nahahya, Eduard Punset, Matilde, Clares, se han referido de diversas formas a la situación.
El dolor nos resulta incómodo, contemplarlo en directo resulta inquietante. La reacción espontánea es generar cierta indiferencia y distancia. Al fin y al cabo son otros y no nosotros los que sufren. Cierto placer inconfesable como dice Susan Sontag en ese libro que tengo de cabecera que se titula Ante el dolor de los demás. Pero pienso que hay que mancharse de sentimientos aunque estos sean complejos; como decía Lorca, hay que meterse en el barro para sacar las azucenas.
No olviden la tragedia de esta isla, colaboren con organizaciones humanitarias, háganse eco, intenten comprender, conozcan la cultura de Haití, sigan los acontecimientos y tampoco dejen aparcadas otras tragedias que sin duda existen, pero ello no es óbice para que esta nos conmueva y estremezca.
Siento orgullo de que mi hija Lucía haya hecho dos murales con fotografías y textos de los periódicos publicados en los últimos días con noticias del terremoto y sus consecuencias. Siente alegría enorme ante el salvamento del niño entre las ruinas que está en brazos del bombero español. Mañana lo expondrá en su cole. Me dijo ayer también que se hará médico sin frontera para ayudar.