Últimamente estamos machadianos. Iniciamos las clases leyendo un poema de Antonio Machado. Algunos han considerado a Machado como el mejor poeta español del siglo XX; en cambio, el otro día escuché a Octavio Paz hablando con cierto desdén de la poesía machadiana. Puedo decir que en lo que a mí respecta es el poeta que más hondo me ha llegado. Hay otros poetas que me gustan e incluso que me entusiasman (hay muchos), pero la esencialidad de Antonio Machado me llega al corazón. Quizás hay muchas metáforas brillantes que estallan con vigor delante de nuestra inteligencia, pero hay pocas que su destello continúe con los años. Hay algunas metáforas esenciales que destacan que la vida es un camino, que somos caminantes y que no hay camino sino el que se hace al andar… ¿Y esa intuición machadiana del mar de la existencia? ¿O la imagen del sueño de los frutos de oro en el fondo de la fuente?
En primavera mis alumnos y yo iremos a Collioure, el pueblecito francés donde está humildemente enterrado Antonio Machado. Quiero que para entonces la poesía del poeta sevillano, cuya vida forma parte de nuestra educación sentimental, sea un territorio conocido para mis alumnos a los que la poesía les ha terminado gustando.
Algo me ha asombrado este curso y esto ha sido la receptividad de mis alumnos del lenguaje poético. Hemos leído poemas de Bécquer, de Rubén Darío, de Juan Ramón Jiménez, de Pedro Salinas, de León Felipe, también de mi amigo Francisco Ortega Palomares, un poeta esencialmente humano y lleno de un denso y luminoso pesimismo… Hemos leído poesía amorosa, erótica, existencial… Y puedo afirmar que existen los universales del sentimiento de los que nos hablaba Antonio Machado. En el fondo de nosotros -también en esos díscolos adolescentes- hay un ansia de poesía que busca trascender la vida cotidiana, a veces tran trivial y anodina.
Estamos metidos en un viaje. El otro día el post hablaba sobre el viaje de mi amigo José Ignacio. Un viaje en el espacio y en el tiempo. Juan Poz sostenía que había viajeros que volvían de sus viajes avejentados. Antonio Solano dedicó un espléndido y esclarecedor post "Viajero de sillón" a la idea del viaje, real o imaginario. La vida es un viaje, quizás es el curso de un río. O quizás como intuía Antonio Machado la vida era un camino -recogiendo una idea clásica- o el mar. También Blas de Otero habló del mar de la existencia. Son metáforas elementales. Estas son las que busca este blog sin demasiadas pretensiones. No es un blog de actualidad ni especialemente “cool”. Sólo quiere hacer compartir emociones sencillas y sinceras, las que siente el profesor cuando llega al aula y encuentra alumnos dispuestos a escuchar y vivir la poesía. En primavera iremos a Collioure, donde está la tumba del poeta más humano enterrado con su madre, Ana Ruiz. Será un día luminoso en el que depositaremos algunas flores y leeremos los poemas que más hayan gustado a mis alumnos. Quiero dejarles a su elección los textos que leamos aquel día de primavera.
Nada más. Suena Coleman Hawkins. Me gusta el jazz. Es medianoche. He querido dedicar este tiempo a comunicarme con mis amigos que me leen (nos leemos) en la distancia. Para terminar un poema del poeta bueno de su libro Soledades, galerías y otros poemas.
LXXXVIII
Renacimiento
Galerías del alma…¡El alma niña!
Su clara luz risueña;
y la pequeña historia,
y la alegría de la vida nueva.
¡Ah, volver a nacer, y andar camino,
ya recobrada la perdida senda!
Y volver a sentir en nuestra mano
aquel latido de la mano buena
de nuestra madre… Y caminar en sueños
por amor de la mano que nos lleva.