Sé que las experiencias educativas son difícilmente
exportables o repetibles. Cada contexto es diferente. Lo que en un sitio
funciona, en otro es un fracaso considerable, lo que en un ambiente social es
un éxito, en otro obtiene resultados decepcionantes. No obstante quiero traer a
colación algo de lo que he hablado en otros posts y que pienso que puede ser
una referencia útil para profesores osados y que tengan ganas de innovar.
Me refiero al crédito de cine
de horror que se articula en cuatrimestres y al que asisten alumnos de
primero de la ESO. Está pasando la segunda promoción de alumnos. La experiencia
de la primera me llevó a descubrir algunos aspectos relevantes que tenía que
tener en cuenta. Es una cuestión fundamental la elección de películas
adecuadas. No vale cualquiera por buena que pueda ser. El resplandor de Stanley
Kubrick no les ha gustado demasiado a pesar de tener un niño como
protagonista y mantener la tensión espléndidamente en un crescendo
espectacular. Tal vez era demasiado compleja en la mezcla de mundo de vivos y
de fantasmas, lo que les llevaba a desconcertarse. Sin embargo, no fue inútil
ver ese filme. Les ha formado inconscientemente su gusto cinematográfico. El
encontrar un espacio de dos horas a la semana para ver buen cine es un hallazgo
extraordinario. Cada promoción del crédito ve un total de ocho a diez películas
sobre las que ha de hacer un pequeño trabajo sobre la parte técnica y expresar
su opinión personal sobre la películas. Estos muchachos no están habituados a
ver cine sistemáticamente. Ven películas, eso sí; ven series; ven Canal Disney, pero no ven cine con
criterio. Tras haber visto Carrie de Brian de Palma, El resplandor de Kubrick, El exorcista
de William Friedkin, The
ring de Gore Verbinski, The
ring 2 de Ideo Nakata, Insidious
de James Wan (película que les ha
fascinado a pesar de lo deficiente que es)... ha llegado el momento de ensayar
otro tipo de película en que no hay sustos, en que la tensión es contenida, en
que la intensidad dramática es alta pero sin sobresaltos y sin subrayados
musicales que tanto les gustan. Me refiero a Déjame entrar de Matt Reeves.
He escogido la versión americana en lugar de la sueca de Thomas Alfredson. He pensado que estaría
más cerca de sus parámetros por ser más explícita. El ritmo es lento, pero el
encadenamiento de imágenes y secuencias es sumamente eficaz. Un niño acosado en
la escuela encuentra a una amiga singular que va a ayudarlo. Quiero que
experimenten con distintos ritmos cinematográficos. He accedido a sus gustos
con las películas The ring 1 y 2 y la infumable Insidious. Sabía que les iban a gustar. Alguna muchacha me ha dicho
que se le aparece Samara (la malvada
protagonistas de The ring) por las noches,
que la ve sobre la pared de su habitación.
Estos muchachos llegan superpuntuales a la sesión. No se
pierden una y son objeto de envidia generalizada por parte de sus compañeros. El
ciclo de horror ha sido uno de los más solicitados de toda la oferta que ha
habido. El problema ha sido elegir a los participantes. Pero lo que podría ser
algo que fuera entendido como una distracción de bajo estímulo educativo, se
está convirtiendo, a mi parecer, en una propuesta sólida y atractiva que les
lleva a habituarse al ejercicio de la filmoteca en que se ven películas de
culto y otras menos, pero que les van habituando al lenguaje cinematográfico.
Es como proponerles un ejercicio de algo atractivo, el ciclo de horror lo es,
pero a la vez ir cambiando las piezas porque en el fondo lo que están haciendo
es ejercitarse en el papel de espectadores críticos y reflexivos. Es como
tenerlos a tu merced durante unas horas. El profesor ha de ser consciente del
tipo de películas que les van a gustar (acción, tensión, protagonistas niños o adolescentes,
sobresaltos, intriga, relación con el lado oscuro que tanto les atrae...), ha
de ser consciente y conocer el género para saber qué nuevas propuestas puede ir
añadiendo. No vale cualquier película. Me niego al cine sangriento y cualquier
tipo de gore. Quiero que vean filmes intensos en que el lenguaje
cinematográfico sea esencial. Déjame
entrar está siendo un interesantísimo ejercicio pues juega con algo que a priori no les gusta como es la
lentitud, la morosidad, la falta de subrayados musicales y los sobresaltos...
pero les está atrayendo. Las imágenes de esos dos niños que tienen la misma
edad que ellos (doce años), la violencia en la escuela, la atmósfera
inquietante que se genera, la música de Michael
Giacchino contenida pero eficaz... contribuye a que el visionado de la
película esté resultando altamente interesante y nutritivo. El vampirismo se añade a los temas que
hemos abordado en personajes adolescentes o niños que tienen poderes, o son
objeto de posesiones diabólicas, o son vehículo de la comunicación con el más
allá, con el otro lado.
La cuestión es hacer derivar un ciclo como el horror a una
reflexión sobre la poética del lenguaje cinematográfico. Me recuerda mis primeros años en
la docencia en los que podía ofrecer novelas altamente interesantes y exigentes
a adolescentes ansiosos de literatura sin saberlo. Ahora el lenguaje fílmico
puede ocupar el lugar que se reservaba a la literatura en un tiempo en que la
letra impresa ofrece dificultades crecientes para su descifrado y
decodificación. El cine es todavía un espacio abierto a la incertidumbre, al
descubrimiento y al entusiasmo compartido.
¡Ah, y tenemos un blog para el ciclo! Estremeciéndonos de miedo.