
Reconozco que ayer salí conmocionado tras ver la película
Avatar dirigida por
James Cameron (2009). Tenía conciencia de haber asistido a un espectáculo extraordinario que me proyectaba al cine del futuro por los alucinantes efectos especiales y el derroche de imaginación visual que expone esta película. La vi en 3D lo que acentuó mi sensación de maravilla. El público aplaudió al final de la proyección, lo que no es frecuente y es más bien raro. Creo que teníamos conciencia de haber asistido al nacimiento de una nueva época del arte cinematográfico.
La película desarrolla una historia muy querida por la ciencia ficción. La acción se sitúa en el año 2154 en el satélite Pandora. Allí hay establecida una compañía de extracción de minerales entre los que destaca el unobtainium de inmenso valor económico. Sin embargo el planeta está poblado por una raza de humanoides, los Na’vi, indígenas que viven en íntima conexión con el bosque, la fauna y la biodiversidad. Jake Sully (Sam Worthington) llega a Pandora sustituyendo a su hermano gemelo que ha sido asesinado. Es un antiguo marine que quedó parapléjico en una acción bélica. Lo fascinante es que él y todos los militares que llegan al planeta se funden con sus avatares, trasladándose su mente, durante el sueño, a los nuevos cuerpos creados genéticamente con la forma externa de los Na'vi para conseguir adentrarse en su cultura. Deben internarse bajo la forma de los avatares en comandos en un entorno hostil en el que viven terroríficas criaturas. Jake Sully queda perdido en el bosque durante la noche y entra en contacto con los Na’vi. Debe obtener información sobre ellos y el gran árbol sagrado bajo el que se esconde un gran depósito de unobtainium. Debe ganar su confianza y lograr desplazarlos para que la empresa pueda apoderarse del mineral. Actúa como un traidor infiltrado. Sin embargo, Jake Sully, que vive entre dos identidades, ha de escoger finalmente su pertenencia a uno u otro mundo cuando el conflicto sea ya inevitable y la guerra, total. Le ayuda la doctora Grace Augustine (Sigourney Weaver) que se pone de su lado frente al malvado coronel Quaritch (Stephen Lang)
El punto débil de la película es el guión que es fácilmente previsible. Pienso que esta película debería haberse inspirado tal vez en alguna obra de ciencia ficción existente de mayor riqueza argumental. El guión es muy endeble, es del mismo Cameron, y reelabora historias que ya hemos visto en otras películas como Bailando con lobos de Kevin Costner, La selva esmeralda de John Boorman, Un hombre llamado caballo de Elliot Silverstein e incluso Pocahontas. A mí me evocó Soldado azul de Ralph Nelson e incluso a Enterré mi corazón en Wounded Knee por la lucha de los pueblos indios para defender su cultura frente al depredador hombre blanco. La película abunda en el mensaje bienintencionado ecologista, un delicado romanticismo por el amor entre el avatar de Sully y Neytiri , la muchacha Na’vi, y la lucha por la supervivencia de los pueblos indígenas. Muchos tópicos acumulados que son olvidados por la maravilla de la realización técnica que reitero que es espectacular y bellísima. También hay que pensar que el film no está dirigido a las minorías sino al gran público no demasiado exigente en cuanto a la originalidad del argumento. Sin embargo, uno piensa en películas que marcaron época como 2001, una odisea en el espacio, Alien el octavo pasajero, Blade Runner, La guerra de las galaxias, Solaris… y se da cuenta que pueden unirse ambos extremos: la calidad técnica y la originalidad sorprendente del guión.
Algunos blogguers han criticado duramente la película de Cameron porque es el héroe blanco el que lidera y dirige la lucha de resistencia de los nativos frente a la invasión armada de la selva. Supondría una especie de racismo subrepticio en el que figuraría el hombre blanco como salvador y redentor, una especie de capitán trueno que enardece a los indios dirigiéndolos con éxito contra el ejército agresor.
Esta es la primera parte de una trilogía, ya sugerida por la última escena de la película en que la continuación queda abierta.
Destacan en la película las escenas de recreación de la naturaleza de Pandora en las que aparece la biodiversidad más asombrosa, especialmente en las de ambientación nocturna con plantas y criaturas fosforescentes; las escenas de acción trepidantes marcadas por la agilidad y el ritmo mantenido; la conexión con las criaturas voladoras; el trasfondo filosófico de la relación entre los seres humanos y sus avatares que incluso puede plantearse desde un punto de vista religioso como reflexiona Víctor Manuel en su crítica-comentario de la película en Libro abierto…
James Cameron quería crear una película que marcara un antes y un después en la historia del cine algo así como el paso del cine mudo al sonoro o la aparición del cinemascope, o lo que supusieron ciertas películas citadas más arriba. Quizás no sea para tanto y la cinta posea elementos muy positivos (dura casi 160 minutos y en ningún momento se mira el reloj) que hace que los espectadores queden fascinados por la estética y el uso de una tecnología realmente fantástica, pero tenga también elementos que hagan que no sea un hito en la historia del cine e incluso resulte superficial por su mensaje y tratamiento. El público tiene la palabra, el público y la historia del cine que pondrá esta película en su lugar.
Yo desde luego quiero volver a verla y llevar a mis hijas conmigo.
Dejo algunos enlaces de blogs que han comentado la película.
Blog Aterrizaje forzoso.
El cine según TFV
Cine Archivo (Crítica de Frederic Soldevila)
Mis críticas de películas
Escrito por... (Canal TCM).
Literatura prospectiva (Iñaki Baón)
Avatar, el paraíso azul (Una maestra feliz)
Libro abierto (Víctor Manuel Ramos).