Este mediodía he mantenido un intercambio de opiniones con el coordinador de informática de mi instituto. Él quería saber si yo era favorable a la tecnología de libros digitales que empieza a emerger. He reflexionado rápidamente y le he dicho que yo me sentía vinculado al libro físico. ¿Por qué? Porque me produce emociones llegar hasta él, firmarlo, subrayarlo, leerlo, tocarlo, olerlo, cerrarlo y guardarlo en mi biblioteca hasta nueva ocasión que quizás llegue algún día. Menacho, el coordinador, se interrogaba por esa necesidad afectiva que tengo hacia el libro. ¿Para qué? El libro puede almacenarse en soporte digital y tener acceso al texto siempre que quieras. ¿Pero me garantizas que dentro de diez años seguirá existiendo el mismo soporte digital o habrá periclitado? No, -me ha contestado- nadie sabe qué habrá pasado dentro de diez años, pero ¿qué importancia tiene? El valor de las cosas es fungible. No tienen por qué durar toda la vida. Duran lo que duran y mientras nos aprovechamos de ellas, me dice. Esto me ha llevado a reflexionar sobre la importancia de los objetos para generaciones anteriores. Un objeto, un mueble, un libro era un elemento para toda la vida. Nuestra vida estaba unida a los objetos. Estos estaban ligados a nuestra vidas, eran nuestros compañeros. La filosofía de la modernidad es úsalo y tíralo. Desde los pañuelos a infinidad de elementos tecnológicos que ya no merece la pena reparar y los tiramos necesariamente. Ikea, la cadena sueca de muebles, ha establecido la filosofía de que un mueble no es para toda la vida. ¿Para qué queremos que dure toda la vida? Diez años es suficiente, parece decir Ikea, un ciclo, o medio ciclo vital. Y es una filosofía que ha calado. Ya los objetos son unos compañeros de ciclo de cinco o diez años. Me pregunto si esto tiene implicaciones vitales más profundas. En seguida he pensado en ese libro de Kundera que tiene un título genial pero que me desagrada profundamente por su fatuidad: La insoportable levedad del ser. Nunca el ser se ha visto tan contingente como ahora. Nada es estable, todo se transforma a velocidad de vértigo y nada permanece. Parece un koan budista. Todo es impermanente. Pero el ser humano padece la misma transitoriedad, la misma sensación de lo efímero en cuanto a su propia esencia. Todo va demasiado rápido y nos desgastamos a velocidad de vértigo. Estar en la cresta de la ola es demasiado costoso. Temo esa sensación de desgaste absoluto que tiene la contemporaneidad. Las relaciones humanas, las conversaciones, el tiempo para el diálogo, para ser, para permanecer, ofrece las mismas circunstancias de deterioro que los objetos. No soporto la levedad de los objetos a la vez que soy un entusiasta de la tecnología, sin la cual este blog no existiría. A la vez añoro las cartas físicas que nos escribíamos algún tiempo y que tenían una densidad mucho mayor que los correos electrónicos que ahora nos escribimos, añoro los espacios de encuentro que tenían mucha mayor sustancia que el facebook o el twitter, fenómenos de nuestro tiempo, ya sé que irrenunciables e imparables, pero añoro un sentir del mundo más estable, más profundo y más denso, más sereno. Todo va demasiado rápido. Quizás esto sea un efecto de mi edad y un joven ya no tenga las mismas coordenadas y viva en un mundo esencialmente efímero e impermanente. ¿Tiene alguna importancia leer los libros en soporte físico –el papel- o soporte digital? Supongo que no, pero ya sabemos hace algún tiempo, gracias a Marshall McLuhan, que el medio es el mensaje. Ese soporte evanescente, impermanente de lo digital nos hace quizás livianos, etéreos, sin demasiada dimensión. El ser humano desde el tiempo de los clásicos ha temido esa liviandad pero nunca ha sido tan real como es en nuestro tiempo. Tempus fugit. El ser humano no acaba de encontrar su esencia. Veo a mis alumnos inquietos, sin saber a qué mundo pertenecen, si es que pertenecen a algún mundo que no vaya a cambiar veinte veces a lo largo de su vida. Nuestros abuelos vivieron mundos más estables que cambiaron también dramáticamente, pero nunca la realidad ha sido tan inestable como la que vivimos ahora. Antes los cambios tenían una dimensión que era acogida como una nueva etapa en la vida y que se celebraba o lamentaba. Ahora vivimos en una transformación permanente en la que no sabemos a qué asirnos. ¿Cómo crecerá la sabiduría en este terreno? Porque crecerá no me cabe duda, pero lo que no sé si será un aprendizaje compartido. Uno que es aficionado a la literatura y a la cultura africana se pregunta si la enorme riqueza que supone la tradición (también esclavitud) y el acceso a la sabiduría que implica ¿por qué será sustituido en un mundo sin raíces? Temo vivir sin raíces, yo que he crecido sin ellas, pero siempre he ansiado la serenidad, el goce del detenimiento, la eternidad.
Menacho, desde luego no compartía nada de mi visión, ni de mi pesimismo, ni de mi añoranza, sino todo lo contrario. El mundo está bien siendo impermanente. Al final nos morimos y ¿qué permanece?, mientras tanto las cosas cambian continuamente. Es así. Y no hay muchas vueltas que darle, es el sino de nuestro tiempo.
Vaya, Joselu, compartimos pensamientos y preocupaciones con unas pocas horas de diferencia, una vez más.
ResponderEliminarMira este artículo de Eduardo Galeano:
http://www.elciudadano.cl/2009/09/07/uselo-y-tirelo/
El mundo en permanente cambio es el fruto de la permanente necesidad de las permanentes empresas de vender permanentemente. Los productos perecederos son la garantía y la necesidad de que la rueda del consumo sigue girando infinitamente. La lástima, dile al compañero informático, es que el planeta no puede con nuestras constantes necesidades y sus recambios. Al tiempo.
Un gran abrazo.
José Luis.
Joselu, yo me inclino por defender los libros en papel.
ResponderEliminarLa volatilidad de la Web me despierta el temor de que todo puede desaparecer con un apagón o una avería. ¿Te imaginas? A mí me da pavor pensarlo.
Hace mucho que se habla de la era digital, pero ésta se instalará definitivamente cuando todo esté controlado por datos almacenados en terminales y los soportes físicos, como el papel, sean sustituidos y eliminados. Aunque todo parece indicar que un día llegará este cambio, sigo viendo esta revolución bastante lejos.
A mí me seducen los libros digitales, lo reconozco, me gustaría comprarme un cacharro de esos para leerlos.
ResponderEliminarTambién comparto tu añoranza por un mundo menos cambiante, más estable y más lento.
Y aunque parezca contradictorio me gustan y mucho los libros en papel, y comparto tu temor porque algún día cambien el soporte.
Concretamente me aterra pensar que el día en que todo sea digital, el viejo sueño totalitario de quemar libros se haga realidad pulsando tan solo un botón.
Saludos
¡Hola profesor!, ¡soy un nuevo que se atreve a comentar!, aunque la verdad es que ya llevo leyéndolo desde hace algún tiempo... :
ResponderEliminarA pesar de que este formato digital ha existido prácticamente desde que nací, yo defiendo más el formato del papel...
Los libros en formato digital siempre me han sido más lastimosos para la visión, y recuerdo que en más de una ocasión un profesor de literatura nos mencionó que la postura en la que leíamos los libros en papel estimulaba el intelecto... claro... según el, la verdad es algo que aún sigo sin saber si es cierto.
En mi caso digo que los digitales son buenos cuando quieres buscar una frase que leíste y te gustó, pero no puedes recordar en que página la viste, creo que nada más para eso, porque en mi vida me he podido leer completo un libro digital, ¡mis ojos no aguantan tanto!.
A mí la verdad también me da cierta angustia esta explosión, a pesar de formar parte de la generación "y", yo miro al internet como un flujo irrefrenable que no da tiempo al pensamiento, nos movemos entre un mar de información condensada que no siempre es buena...
Estoy con Menacho, Joselu. Hoy por hoy, leo algunos libros con un Ipod Touch y un programa que se llama Stanza, junto con otro, Calibre, que me sirve para convertir los pdf a epub. La única ventaja que le veo al Touch es la conversión de la longitud de la línea, que nos permite leer más rápidamente. El inconveniente principal, que no puedo subrayar ni escribir notas al margen o bajo el texto. Aclararé que siempre lo hago a lápiz, como una deferencia hacia el siguiente propietario, que podrá borrar, si lo desea, mis huellas en su libro. Pero nosotros nos deshacemos rápidamente y los libros también, a veces. Tengo algunos ejemplares del XVIII en perfecto estado, y un Fouché, que compre en Cuba y por insistencia del librero, ya casi deshecho, que me da miedo abrir de nuevo por si el papel se desintegra.
ResponderEliminarIntento no apegarme a nada de lo que amo, por lo que en realidad me da igual un soporte que otro.
Otra cosa es la manera de encontrar una forma de vivir en lo fugitivo con el reposo de la vida y sin la celeridad del cine. Cuando era muy pequeño pasé un verano en un lugar sin iluminación eléctrica, donde se leía a la luz del quinqué. En mi juventud tuve una temporada en que leía de noche usando esa luz de fuego, con la intención de comprobar en mí mismo qué sentirían los hombres de los anteriores siglos al leer. Muchos años de evolución le dan a esta forma de lectura un cierto interés. Así que, aparte de lo que sentimos porque lo hemos heredado dentro de nosotros, el soporte dará más o menos igual.
No puedo terminar sin romper mi lancita por mi adorada Ikea. Ikea ha conseguido acercar a los obreros muebles bien diseñados, lo que fue un ideal del Movimiento Moderno en Arquitectura, frustrado por los fabricantes de entonces. No sé lo que durarán; yo tengo librerías suyas "Billy" ya muchos años y se conservan en perfecto estado; son bellas, están bien diseñadas, son robustas (Ikea usa en todas sus series, incluso en cocinas, paneles de tablero aglomerado de 18 mm. mientras que toda la industria nacional utiliza paneles de 16 mm.) y son baratas. Y si Ikea pensara que sus muebles duran diez años, no nos daría una garantía de veinticinco en algunas de sus series, por ejemplo en las cocinas. Por otra parte, un gran defecto de algunos de los muebles diseñados y fabricados en España es que no se desintegran el primer día, por lo que siguen perturbando la vista de la familia que, por ignorancia o manipulación, los compró, temporada tras temporada.
Perdona que con esto de defender Ikea me haya tomado el rábano por las hojas. Ya comprendo que el post no va de eso, pero como hay muchos intereses que intentan extender nuestra confusión, no pierdo la oportunidad de combatirlos
Un abrazo.
¿No será que hemos acabado confundiendo el traje que nos ponemos, que hay que cambiar cada día porque se ensucia, con el cuerpo que lo lleva? ¿O mi estructura carnal, que envejece y se ausenta, con la sustancia que la hace viva? ¿No estaremos confundiendo lo superfluo con lo esencial? ¿Haciendo esencial lo superfluo? ¿Los medios, los instrumentos con los fines, la sustancia? ¿Por qué no convivir ambos formatos de libro? Yo no entendería la desaparición del libro físico, con el que tengo una relación osmótica, pero tampoco estaría mal llevarse 10 libros metidos en una pantallita a un viaje. Nuestra sociedad ha convertido en tesoro lo que no es sino calderilla, quizá porque somos una sociedad mercantil y sólo la calderilla puede ser objeto de comercio.
ResponderEliminarUn abrazo.
Lo efímero y lo evanescente campan en demasiados aspectos de nuestra vida y creo que eso tiene mucho que ver con el modo en que entendemos la realidad en nuestros días. Nos cansamos de todo, de los muebles, como tú decías, del coche, de los móviles incluso de las personas. Nada parece tener el suficiente valor como para querer conservarlo más allá de un tiempo delimitado y no estamos dispuestos a renunciar a los cambios superficiales de nuestro mundo. Yo creo que esa necesidad por variar, como decía alguno de tus lectores, de traje, de espacio, de escenario y atrezzo en definitiva es una forma más de intentar cambiar esas vidas que todos llevamos lo mejor posible, pero a las que a veces no se les encuentra sentido. Intentamos llenar con materia lo que el espíritu nos reclama, pero ese engaño sólo nos sirve un corto espacio de tiempo. Seguimos arrastrando el mal du siècle llevado a la era digital y tecnológica.
ResponderEliminarPor toda esta reflexión yo sigo necesitando la literatura y el ritual que para mí significa leer un libro. Me encanta conservar todavía mis cuentos de cuando era niña. Sigo teniendo una pequeña caja donde guardo las entradas de cine en las que tenías que escribir el título de la película y su fecha. Esa caja que sigue conservando las cartas que me escribía con los amigos del verano, llenas de faltas de ortografía, pero mucha ilusión. Me encanta sentir todavía, de vez en cuando, la ilusión de revelar un carrete esperando que las fotos de verano hayan salido bien. Me encanta que mi sobrino de 15 meses pueda jugar con juguetes de su tía y su padre y dormir en la misma cuna que hace 25 años velaba mis sueños. Puede que todo eso sea demasiado cursi o tan sólo pertenezca a otro tiempo, en cualquier caso conviven junto a mí en mi blog, en mi cuenta de Factbook, en mis correos electrónicos y en mis corpus textuales digitalizados a los que acudo siempre para llevar a cabo mis investigaciones. Lo que creo es que todo esto que aquí suscribo en las últimas líneas, puede que no siempre me acompañen, los que sí sé que no me fallarán, por mucho espacio que ocupen en mis estanterías, serán los eternos descubridores de la vida y los sueños.
Un abrazo
Mis hijos (5 y 7) dicen que prefieren leer en el papel. Este papanatismo de preferir todo lo informático por ser más moderno tal vez va a pasar.
ResponderEliminarAhora bien, el libro electrónico tiene indudables ventajas.. e inconvenientes.
He pensado en tu entrada, tras una charla con un alumno.
ResponderEliminarVivimos en la sociedad del usar y tirar, pero lo peor de todo es que ese rechazo por lo material, también se traslada al mundo de los valores y las emociones.
"Esa chica, me gusta, pero hay muchas con las que probar, profe".
Paradójicamente, también vivimos en la sociedad del reciclaje, de la proliferación de los productos de segunda mano.
Los tiempos de cambio se caracterizan por la pervivencia de lo antiguo o tradicional y por lo nuevo. Así ocurrió en el siglo XV con la aparición de la imprenta y el oficio de escribiente. Nos queda un tiempo de intersección largo, antes de la desaparición del libro. Palpemos sus costuras, su tacto, su lomo, sus interiores...
Aysss Joselu que me has leído el pensamiento. Siento casi la misma inquietud e incertidumbre ante las paradojas que inundan nuestro mundo. Que la vida sea algo efímero, que el cambio sea algo que suceden de forma natural en la naturaleza es un hecho. Pero también es cierto que los humanos necesitamos cierto tiempo para asimilar los cambios. Estos se suceden a tal velocidad de vértigo que es imposible asumir nada y así vamos todos, locos perdidos intentando asirnos a algo un poquito estable, tan solo para detenernos un momento y pensar...
ResponderEliminarYo, como tú, adoro mis libros, sus cubiertas gastadas, el leerlos y releerlos tras los años, hojas que amarillean y huelen a polvo... me cuesta entender el formato digital. Supongo que, como casi todo, será cuestión de tiempo. Ahora mismo yo estoy en lo de liberar la casa de gadgets no de meter más. Así que... de momento, mientras el mundo se apresta a adaptarse, yo me sentaré aquí, con mi té verde y mi libro en la mano y lo iré observando todo... :)
Un abrazo, Joselu, qué parecido pensamos, a veces.
Sarah, me alegro de que pensemos parecido aunque sea a veces. Desde la primera entrada que compartimos sentí esa íntima conexión. Yo no soy contrario al libro digital. Tarde o temprano recurriré a él, como cambié mi correo tradicional por el correo electrónico, perdiendo y ganando algo en el camino. De hecho esta comunicación sería impensable sin unas aplicaciones tecnológicas que estamos compartiendo, pero yo las utilizo al modo antiguo, como tú. Usamos la tecnología para reivindicar la tradición, la eternidad, cierta estabilidad en medio de la vorágine que nos absorbe y nos devora. Estos son diálogos fuera de tiempo. Y me gustan por eso. Me da igual si lo que escribo es anticuado. Siempre se encuentra a alguien que coincide contigo. Gracias por estar ahí.
ResponderEliminarLu, gracias por hacerte visible de nuevo. Eso quiere decir que las palabra resuenan y nos hacen reflexionar. Me duele del mundo actual (no es exactamente actual)su extraordinaria velocidad, su falta de inmanencia. Todo es fungible, como ese muchacho que te dice que hay tantas chicas para probar. Estamos sin duda en una época de transición. Dentro de veinte años todavía todo será más acelerado y falto de estabilidad. Siento, Lu, que perdamos alma en el camino. No soy creyente pero quiero pensar que hay algo no estrictamente material que nos ilumina, que nos guía. Presentimos el final de la cultura del libro, igual que desaparecieron los discos de vinilo, aunque hoy son objetos preciados para determinadas personas. Dentro de veinte años los libros físicos serán un resto del pasado. ¿Quién es capaz de imaginar el futuro? Veinte años es la duración canónica de un viaje. Un cordial saludo.
ResponderEliminarFrikosal, ya he dicho que yo no soy contrario al formato digital. Hoy comienza el debate sobre los soportes, y una campaña de navidad adecuada los lanzará como regalo estrella. Sólo tienen que bajar de precio y unificar formatos. Hay mucha variedas de formatos. ¿Qué durará dentro de diez años? Nada. Las obras completas de Shakespeare no son nada en formato digital, pero están ahí y existen.
ResponderEliminarLa decimonónica, tu propio nick es atrayente y definitorio. La decimonónica. Entiendo tu mensaje y lo encuentro lleno de densidad. Compartimos mundos, el analógico y digital, pero nos resistimos a dejar el mundo analógico con razón. Tengo, amiga, mis diarios de muchos años, escritos a pluma estilográfica. Es el resumen de mi vida hace veinte años escrito en formato analógico. Es uno de mis tesoros. No tienen esa fuerza mis diarios digitales, que también he redactado. Suerte tú que conservas esa caja con esos recuerdos tan intensos. Gracias por estar aquí. Tus reflexiones agrandan la dimensión del blog.
ResponderEliminarJoselu, muchas veces he hablado de estos temas con personas cercanas a mí. Me gusta la tecnología, a la vista está, pero con ciertas condiciones. Es verdad que favorece los contactos, que puedes encontrar rápidamente cualquier información y que resulta atractivo, pero no soporto leer en la pantalla más allá de un artículo o algún cuento, nada demasiado largo. No tengo ninguna intención de leer una obra de cientos de páginas, qué cansancio. Me gustan los libros, adoro su tacto, su olor, su aspecto serio y formal pero lleno de misterios. ¿Cómo leer en la cama con un ordenador? Comprendo que en un cacharro de esos tan nuevos se puede almacenar una cantidad ingente de libros, y para eso sí es una herramienta estupenda, pero nada más: se almacenan en poco espacio, se leen en papel. Ahora caben los presupuestos de todo el Estado en un pen-drive, bueno, qué bien, y luego qué. No lo veo tan maravilloso. Es útil, pero sólo es un medio, no un fin.
ResponderEliminarLos alumnos se han acostumbrado a la imagen, cuanto más rápida y simple mejor, pero siguen sin saber interpretar lo que leen, y el ordenador no les ayuda en absoluto, al contrario, pasan rápidamente de una página a otra sin detenerse, lo que me lleva a otro punto muy interesante de tu post: el valor del tiempo, de la perdurabilidad, de los objetos. Hemos perdido el gusto por paladear un café, una charla, una película. Siempre tenemos prisa, vamos corriendo a todas partes. No me extraña que cada vez haya más niños "interactivos", como dice una colega, si desde la cuna les llevamos a rastras a todas partes... En mi colegio, apenas acabamos de comer unos cuantos subimos rápidamente a la sala de informática con el café en la mano para consultar el correo o cualquier otra cosa. Tiempos aquéllos en que jugábamos a las cartas, dábamos un paseo o simplemente charlábamos y reíamos.
Me gustan las cosas que permanecen, que duran. Odio comprar aparatos cuya vida media es de unos cinco o diez años, están programados para resultar inservibles al cabo de ese tiempo, como si de un replicante de "Blade Runner" se tratara. No merece la pena arreglarlos, y estamos llenando la Tierra de chatarra inservible. Una televisión se queda obsoleta en unos meses, y no digamos un ordenador... Usar y tirar, ésa es nuestra filosofía actual, y lo malo es que lo hemos trasladado a las relaciones personales y a cuanto nos rodea. Ikea puede estar bien, no lo sé, nunca he comprado nada suyo. Yo compré al casarme muebles de pino macizo que sé que durarán mucho más que yo y están impecables. Inconscientemente creo que todos buscamos la permanencia y una cierta inmortalidad más allá de la muerte, queremos que nos recuerden y que nuestras obras no se pierdan.
Un abrazo, colega.
Yolanda, gracias por hacerte presente. Estoy estos días desbordado y no tengo tiempo apenas de escribir en mi blog y en los blogs de mis amigos, y menos en contestar a los comentarios espléndidos que caen en el mío. Has dejado caer muchas ideas fecundas en tu comentario. Me quedo con la que afirmas que los niños de ahora, acostumbrados a las imágenes, no entienden lo que leen. Parece incluso que el lenguaje escrito es ajeno a ellos tan extraño les parece. Recuerdo cuando a mis alumnos les conmovían unas ideas redactadas en una fotocopia. Les conmovían y les llenaban de ideas. Hoy no es así. El lenguaje escrito es una rémora, y además no lo entienden. El próximo martes tenemos una prueba de comprensión lectora auspiciada por la Generalitat de Catalunya, y me temo que no van a entender nada, a pesar de la sencillez del mismo. No sé dónde están ahora mis alumnos. Las ideas no les conmueven, y la escritura tampoco. Coincido contigo en que un soporte digital no me sustituiría el soporte físico del libro de toda la vida. Ello no quiere decir que algún día no me sume al carro de la cultura digital pero mi biblioteca seguirá existiendo gozosamente. Un abrazo, colega.
ResponderEliminar¡Hola Joselu!
ResponderEliminarMe ha parecido un post muy curioso, ya que muchas veces le he dado vueltas al nuevo formato de libros que nos intentan vender. Yo soy de las partidarias del libro en papel. Y me temo, que por más que me guste la tecnología no lograrán convencerme.
Aún te encuentras gente que se emociona al coger un libro, al recibir una postal. A pesar de los avances tecnológicos y el auge de las redes sociales. No hay nada como esos pequeños momentos. ¿No os da un poco de vértigo esta velocidad?
Quiero añadir, que me ha encantado el comentario de Yolanda. No sabes cuánto disfruto cuando me descubro aprovechando un poquito más el tiempo, en esas cosas que ahora parecen tan extrañas (como has dicho, quedarse con los amigos a jugar a cartas, etc..) y que antes eran tan normales.
Eso sí, tengo que recalcar, creo que se ha hecho un gran desastre en la educación en cuanto a la comprensión lectora, no sé en qué momento se descarriló todo, pero...yo soy una de esas generaciones a las que le cuesta y costaba tanto entender un texto, pero en cambio (irónicamente, claro) éramos velocísimos al leerlo.
¿Dónde hemos fallado? Me temo que es tarde para buscar culpables.
Nada chicos-as cuando nos operemos de algo, os imaginais que el doctor diga que de tirar las giringuillas nada de nada, la desinfeccion con alcohol es sufciente, que como los utensilios de antes no son como los de ahora...Los cambios siempre y digo siempre producen bienestar en el ser humano. Os imaginais ¿leyendo en papiros? o desplazandonos a caballo. La tecnologia nos hace mas libres y democratas
ResponderEliminarCreo que más que elegir entre formatos, deberíamos elegir entre usos distintos. Creo que la lectura del libro de papel como entretenimiento literario, como goce estético, pervivirá por bastante tiempo (quizá incluso bajo el formato de libros a la carta); por otro lado, se impondrá una lectura digital de contenidos efímeros (noticias, textos académicos, best-sellers...) para los que no existe esa necesidad de releer, de re-buscar el sentimiento que te produjeron en alguna ocasión.
ResponderEliminarYa veremos.
El año pasado escribí un post sobre el tema ("Me gusta el papel") y sigo pensando que el libro en papel tiene mucho presente y también mucho futuro. Los e-books llegarán poco a poco: son estupendos para viajar y muy cómodos para leer, pero... Y a veces no es cuestión de inmovilismo sino de tradición, de estética y no de técnica, de tacto, olor, gusto... En fin...
ResponderEliminarEstamos ante una revoluvión, un cambio drástico en nuestras costumbres. Entendámoslo. El periódico va a menos, los libros van a menos...
ResponderEliminar¿Significa eso que vayan a desaparecer? No. reflexionemos sobre ello. Se dijo que los periódicos desaparecerían con la llegada de la radio, que ésta dejaría de existir con la aparición de la tv y que todos los anteriores sucumbirán a internet. ¿Qué sucede en realidad? que menguan su difusión y tienen que readaptar su función, pero perviven.
Me parece que en este caso, la proliferación de los libros digitales permitirá un abaratamiento en los costes unitarios de los obras, lo que puede popularizar todavía más la cultura. Por lo que respecta al papel impreso, a los románticos siempre nos quedarán las librerías.
¿Y el olor del papel, de la tinta, del cuero o de la tela? ¿Y el sonido de las páginas al pasar? ¿Y las prisas en las yemas de los dedos por alcanzar una nueva página cuando los últimos renglones de la presente quedan aún pendientes de lectura? ¿Y las anotaciones y glosas en los márgenes con que nos redescubrimos en las relecturas? ¿Y tantos íes?
ResponderEliminarNo pasemos página a pasar página. No dejemos que el único papel que entramos al váter sea el higiénico.
Felicidades por tu bitácora.
Salu2 de Dino.
Por cierto, me encanta el neologismo de lo impermanente.
ResponderEliminarMe ha hecho gracia, Joselu, lo del neologismo que dice tu último comentarista antes de mí: lo impermanente. Yo aprendí esa palabra en el Genji Monogatari de Dama Murasaki. Nunca pensé que fuera un neologismo. Tú sabrás que en el Japón tienen la impermanencia como norma, y así no les duele nada destruir para construir de nuevo, que no es lo mismo que reconstruir. En fin, son posturas ante la vida, diferentes, pero aceptables siempre.
ResponderEliminarEs cierto que como he visto por aquí lo "impermanente" genera comercio y si antes se fabricaba para toda la vida, ahora se fabrica para un tiempo limitado. Antes un producto se vendía por su solidez y duración, y las cosas se heredaban y formaban parte del ajuar. Poco les vamos a dejar a nuestros hijos, desde luego, si esto sigue así, que quizás no podamos permitírnoslo durante mucho tiempo más, esto del usar y tirar.
Mira, yo soy partidaria del libro digital, como lo soy de las ollas de acero. Sin embargo en mi cocina hay abundantes ollas de barro. No gasto carbón, como gastaba mi abuela, pero me gusta encender un buen fuego en el campo para cocinar ciertas cosas. Quiero decir con esto que una cosa no quita la otra. Quizás lo que ocurra es que el libro de papel se revalorice y quede para esos textos queridos, consagrados, personal o socialmente, los libros que se editen con exquisitez. Decía Séneca de alguien que era un presuntuoso, porque presumía de tener en su casa cien libros y añadía: cómo si alguien pudiera leer cien libros. Ya ves conceptos diferentes de la lectura. Tal vez volveremos a tener menos de cien libros en casa, y el libro digital nos servirá para lo "impermanente", para consultas, para distracción, o para nada, y así nos arreglamos con los cien de casa y nada más. Tengo las estanterías ya en doble fila y no sé dónde poner los que voy trayendo. Necesito ya un libro digital que me devuelva espacio. Conservaría sólo aquellos que amo y que respeto profundamente.
Joselu, lo has explicado mucho mejor que yo.
ResponderEliminarMenos mal que sólo coincidimos, "a veces" :-)
Un abrazo, es todo un lujo (no me canso de repetirlo) leerte y compartirnos en este tu rinconcito...
De entrada diré que yo estoy por los libros de toda la vida. Esos que como tú muy bien dices, permanecen en el tiempo y envejecen con nosotros. Pero estamos inmersos en una vida que ha puesto un ritmo vertiginoso, mareante y caduco. Yo, como decía aquél, me bajo en la próxima estación. Lo tengo decidido. No, no es que me autoinmole intelectualemte, sino que me cubriré con corazas para preservar mis modos aoprendidos a lo largo de mi vida. Voy a mirar pasar la vida (la tecnología, se entiende) medio de reojo, siendo celoso y crítico con todo lo nuevo. No renunciando a nada, pero tomándome la libertad de prescindir de todo. Evidentemente hago uso de la tecnología, a la vista está, pero no quiero intervenir en esta atroz carrera donde el tiempo pasa tan rápido que no puede uno sentarse tranquilamente mirando el mar y pensar...
ResponderEliminarUn abrazo.
Personalmente en el caso concreto, si tengo que escoger, me quedo con el papel. Lo digital me atrae lo justo. Mi hermano se ha comprado un lector de libros electrónicos -en realidad tiene todos los cacharros imaginables, yo siempre le digo que un día de estos terminará por ir al wc vía mail- y la verdad... es que ni me interesé. No sé, no me atrae demasiado el asunto. Simplemente.
ResponderEliminarNo creo que una cosa quite la otra en realidad, pero por preferencias, yo ya te digo, papel. Supongo que cada medio tiene sus ventajas, pero lo importante es que la información llegue a fin de cuentas.
Por otra parte... no sé, se me ocurre que el ritmo de lo impermanente, como dicen por ahí arriba, lo imprime la velocidad a la que avanza todo hoy día, en parte, porque eso modula el ritmo de todo lo demás, y a todos los niveles. En cualquier caso, yo creo que aunque sea algo que exija una adaptación constante, no tiene por qué estar reñido con no saber donde cada uno tiene sus raíces, ni con perder el norte. Tal vez lo vea así porque yo si sé donde tengo las mías.
Besos, Joselu.
Hola, de nuevo. Le voy a contar algo que no tiene relación con esta entrada pero bueno, era mi obligación compartirlo. Mi película favorita es Lugares Comunes, o por lo menos una de ellas, apuesto el ojo derecho a que usted ya la ha visto, pero de vez en cuando no viene nada mal echarle otro vistazo. Le dejo un link donde en pocos minutos se dice mucho, pero mucho.Saludos
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=xa0fRzZLGqE
Me alegró mucho poder hablar contigo el otro día aunque fuera tan fugazmente. A ver si otro día tenemos otra ocasión, con más tiempo !
ResponderEliminarCreo que la contraposición entre permanente y efímero en este caso no es buena.
ResponderEliminarEl espacio del libro en el hueco de las estanterías, anaqueles, mesas de noche, estantes de ikea en los baños... no lo sustituirá el libro digital en nuestra generación.
Te lo dice alguien que tiene más de 1000 libros digitales en un papyre - el nombre es una vuelta de tuerca genial - de los cuales he leido dos y unos pocos menos en papel de los cuales he leido la mayoría.
Y así seguiré.
Cuando se me canse la vista quizá algún artilugio de voz vibrante leerá para mí.
Saludos
PS: el futuro nunca ha sido tan emocionante como lo es en nuestro presente.
Creo que me repito con algún comentarista, pero era mi opinión propia antes de leer otros comentarios: la única constancia es el dinero, el que nos da la estabilidad y nos hace olvidarnos de la insoportable levedad del ser.
ResponderEliminarLa renovación continua hace perdurable el consumo.
Lo digital está subordinado a la moda y a la velocidad: conforme llega, se va. El libro de papel ha durado siglos. Ahora bien, es cierto que los dos pueden ser compatibles: el digital es perfecto para investigar, para buscar citas y notas en investigaciones, y el tradicional, para el placer de la lectura. Abrazos Joselu.
ResponderEliminarPor muy vertiginosos que sean los tiempos, no nos queda otra que aferrarnos al cariño y la ternura. A qué si no. Incluso un blog puede generar una corriente cálida de afectos.
ResponderEliminarHola Joselu. Siempre un placer volver a leerte a pesar de las largas pausas en mi participación.
ResponderEliminarTal vez digo algo muy ordinario, pero propongo que puede haber un punto intermedio en el que nos beneficiamos de los mejores avances tecnológicos sin abandonar el mundo de las cosas concretas a que estábamos acostumbrados. Yo, cuando me casé, compré todos los muebles de IKEA, y es cierto, se fueron rompiendo y resquebrajando los muebles, pero uno que otro sigue en mi sala, aunque sea vuelto a atornillar. En cuanto a los libros, creo que la lectura digital tiene un lugar y que los libros que nos tocan profundamente los vamos a querer en materia física. Una biblioteca más pequeña y selectiva en los libros, y una de mayor exploración en lo electrónico. Igual veo con los blogs, por ejemplo en asuntos de trabajo, que escribo mucho para la publicación electrónica y algunos de esos artículos aparecen luego en papel. Pero entiendo el punto mayor del que hablas y cómo la visión del mundo de alguien que crece en esta época puede ser muy distinta. Yo agradezco haber visto estas transiciones, del radio a la televisión blanco y negro, a color y ahora digital. Del teléfono de disco a las teclas y al smartphone. De los periódicos a los blogs. Puedo escoger de aquí y allá. Pero la nueva generación tal vez no conciba esa posibilidad.