Fotografía ganadora del World Press Photo (Jodi Biever).
El proceso de evaluación es una de las cuestiones más
complejas y problemáticas que existe en un aula. ¿Cómo evaluar a individuos
esencialmente distintos en sus capacidades y en su disposición personal cara al
aprendizaje? ¿Qué evaluamos en una clase de lengua en que hay alumnos que
acaban de incorporarse a la materia de castellano y su desconocimiento de la
lengua es casi total? Más cuando estos alumnos se suman a otros que llevan
varios años cursando castellano, y a los que son nativos de este país y es su lengua
propia o provienen de países de habla española? ¿Tiene que haber un criterio
distinto para cada muchacho basado en el punto de partida y el de llegada?
En mi caso tengo algunos puntos de referencia que no sé si
se adaptan exactamente a la teoría legal y educativa. Para mí es esencial la competencia lingüística basada en la comprensión de textos escritos o de documentales y cortos en soporte videográfico y en la expresión de ideas a través de la composición escrita con los
medios adecuados de la lengua.
Comprender y expresar. Toda la dinámica de la clase
de lengua se centra en ello a través de
continuas actividades que implican temas trasversales (lenguaje, sociedad,
ecología, cine, ciencia, interculturalidad, música, religión, fotografía...).
Pretendo que la clase se convierta en un laboratorio de estímulo del
pensamiento a través de propuestas múltiples que inciten a pensar y a tomar
posturas. No quiero que la clase sea un aula estática. No, quiero que en la
clase se tomen decisiones mediante el debate y la reflexión continua. Cada
unidad didáctica es un desafío intelectual sobre el cual los estudiantes
tendrán que decidir en un sentido u otro. No transijo con un aula en que solo
se impartan conocimientos que tienen que ser memorizados y reproducidos. Aspiro
a que en el aula haya un continuo feedback
sobre el estado real del mundo y de la sociedad.
Para ello, planteo docenas y docenas de ejercicios de
reflexión y expresión mediante medios variados: tests interactivos, ejercicios escritos, elaboración de Power
Point, composiciciones creativas sobre su mundo personal, ejercicios de
comprensión lectora, recitado de fragmentos literarios, proyección de vídeos
sobre temas complejos y posterior debate, presentación de dossieres, actividades
externas en fundaciones culturales, crónicas viajeras (para los alumnos que se
van a sus países durante el curso)... Apenas hay teoría y sí continua praxis intelectual. No hay opción a la
memorización más que como ejercicio sobre textos literarios.
Hay otro factor que me lleva a tener criterios claros sobre
la promoción o no de la materia. Es lo que yo llamaría algo así como "hambre". En esa cuarentena
larga de ejercicios que han tenido que hacer a lo largo de la evaluación hay
algunos que han sido interactivos, otros presentados por correo electrónico,
otros en soporte papel, en debates en el Caixa
Forum o en el aula... Para mí es esencial esa hambre, esa participación activa, ese ir cumpliendo con las
unidades planteadas con constancia, al margen de sus resultados concretos que
pueden ser más o menos brillantes. Un alumno que haya presentado todo o la
inmensa mayor parte, que haya participado en todas las actividades, que haya verificado
todos los dossieres, que haya obtenido resultados razonables, es un alumno con
una calificación adecuada, que entiendo que lucha por su nota. Quiero que
luchen por su nota. Me da igual adónde puedan llegar, unos lo harán más o menos
cerca o más o menos lejos. Lo importante es que luchen. El conflicto se plantea
cuando hay alumnos que tienen muy buenas capacidades pero son perezosos, son
los mejores pero se esfuerzan poco, no luchan lo suficiente. Ahí está mi
desafío en lograr atraer a estos muchachos a un proceso que les motive, que les
enganche y que ellos vean que es justo el proceso evaluativo, que no se basa
simplemente en unos dígitos relativos sino en en una actividad continua,
exigente, en continua pendiente intelectual. No ha lugar a la suerte o a la
memorización de unos contenidos que se olvidan. No. La clase de lengua es un
laboratorio de ideas, activo y participativo, pero en el que hay que trabajar
mucho en todos los sentidos.
La calificación es sobre la constancia y el trabajo
realizado. Y se evalúa con arreglo a su disposición personal. Quiero alumnos
que trabajen, que piensen, que decidan, que se impliquen, que luchen, que
busquen comprender y, necesariamente, expresar, que no sean estáticos sino dinámicos,
que busquen su acomodo en un mundo complejo e interactivo.
¿Es fácil aprobar? No necesariamente, y no aprueban los que mejores
aptitudes tienen, sino los que han luchado hayan llegado adonde hayan llegado.
Esta es mi experiencia en la evaluación en tiempos de
crisis.
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