Páginas vistas desde Diciembre de 2005




Mostrando entradas con la etiqueta TECNOLOGÍA. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta TECNOLOGÍA. Mostrar todas las entradas

viernes, 26 de julio de 2019

Tecnología y control social



Los que fuimos internautas en la primera era de internet, cuando era un espacio nuevo y prodigioso sin límites ni controles, recordamos aproximadamente una década, hasta 2006, aproximadamente, la sensación de maravilla que nos surgía cada vez que navegábamos, aun sin router o línea ADSL, por los territorios de la Red. Era una sensación equiparable a la de los pioneros que descubrían nuevas tierras. No había límites ni controles. El ser humano había descubierto una nueva dimensión que alentaría cambios sorprendentes. Es la época del optimismo en que cualquier cosa sería posible. En los institutos y escuelas se alentaba a adherirse a las nuevas tecnologías. Yo utilicé los blogs con mis alumnos ya en el año 2006, y aquello resultaba portentoso por las perspectivas que abría. En años sucesivos se celebraron encuentros, jornadas, eventos entre profesores, en que cientos de docentes oían a gurús que auspiciaban una especie de nuevo amanecer en que el conocimiento daría un giro radical y pasaría de ser unívoco y autoritario a colectivo y en red. Se había llegado a la era postgutenberg y nos encaminábamos a un nuevo paradigma educativo que dejaría atrás la escuela industrial en la cual tenía origen el actual modelo educativo. Los profesores se excitaban pensando en el nuevo modelo de escuela que surgiría de este conocimiento multipolar y en red en que ya no serían necesarios instrumentos del pasado como la memoria ni los materiales basados en la autoridad de un investigador o creador individual. Todo el conocimiento está en la red y los mecanismos de la escuela autoritaria se vendrían abajo.

Sin embargo, las cosas no han sucedido como se esperaba. Con la aparición de las redes sociales, la conversión de las compañías tecnológicas en gigantescos oligopolios, la eclosión de minúsculos terminales llamados móviles, que han ido ganando en sofisticación a un ritmo geométrico, los seres humanos han caído presos de esa tecnología que apareció como liberadora. Los usuarios se han hecho adictos a pequeños artefactos que monitorizan su vida, sus movimientos, sus pulsiones, sus gustos y tendencias desde sociales o sentimentales, a políticas. Las redes sociales y Google, Netflix, Amazon, Apple…, son herramientas que escrutan a sus usuarios para influir en ellos conociéndolos profundamente en todos los sentidos. El ciudadano de finales de la segunda década del siglo XXI está prendido de una tecnología que ya no es liberadora ni alienta un nuevo paradigma ni educativo ni existencial. La tecnología ha eliminado la dimensión prometeica del hombre y lo ha cosificado mediante sistemas de control que no pudo imaginar la distopía orwelliana. Somos transparentes. Nuestros datos en forma de big data son monitorizados y escrutados por la inteligencia artificial y nuestros sentimientos son condicionados por la influencia de las fake news que se generan porque la Inteligencia Artificial nos conoce perfectamente. No somos ya sino un producto cuantificable y sometido a control exhaustivo del que se manejan todos sus resortes psicológicos y humanos. Lo más paradójico de la cuestión es que lo sabemos, hemos abandonado lo que estimábamos en eras anteriores como lo más preciado de la vida humana, la privacidad. Admitimos ser monitorizados por cookies, que escuchen nuestras conversaciones más íntimas, que sepan qué estamos haciendo en todo momento, que nuestros datos, incluso biométricos, sean tratados y evaluados. Las leyes de protección han resultado inútiles y lo vemos continuamente cuando tenemos que dar a “acepto” a cualquier navegación por todo tipo de páginas que nos escanean porque no podemos hacer otra cosa. El aparato legal es pura fachada para hacernos rehenes de nuestras pulsiones. Y esos aparatitos que hacen de todo nos controlan eficazmente, nos hemos hecho radicalmente adictos a ellos, a su manipulación, a las redes, a los likes que acrecientan la ansiedad y la angustia de los adolescentes –y no adolescentes- que se ven cotejados permanentemente con otras vidas aparentemente más dichosas.

Soy pesimista. La tecnología ha abierto posibilidades inmensas en el terreno científico, la comunicación así como en la difusión de la información y el conocimiento; la Inteligencia Artificial –y el Deep Learning- nos llevarán sin remisión a dimensiones que todavía no podemos imaginar. El ser humano se ha transformado, es otro. Lo hemos visto a lo largo de una vida que ha experimentado lo que había antes de internet, la aparición inicial y optimista de la web, y la deriva que no puede ser considerada sino como de pesadilla en que la libertad e intimidad humanas ya no son sino un sarcasmo. Pero nuestros hijos ya no pueden recordar nada de un mundo que no sea sino una prolongación de un móvil que nos vigila. 

viernes, 14 de junio de 2019

Jugando al Trivial



Mi hija mayor -22 años- me comentaba el otro día que estuvo jugando con unas amigas al Trivial pero que se encontraron con un montón de preguntas de conocimientos generales cuyas respuestas desconocían por completo, y ella estaba segura de que yo hubiera sabido la mayoría. Reflexioné y le dije que el problema reside en una falta de cultura general. No es el problema de que ella no haya estudiado, acaba una sólida carrera científica este año. No, yo achaco este déficit cultural a que los jóvenes –y no tan jóvenes- no han sido lectores de prensa. En nuestra casa hasta hace dos años entraba siempre el periódico, a veces dos diarios, pero nunca vi que mis hijas tuvieran el más mínimo interés en hojearlos. Yo fui lector de prensa desde que recuerdo y reconozco que es una fuente de cultura impresionante, no solo por lo que representa la información sobre la actualidad sino por sus reportajes y crónicas sobre ciencia, historia, arte, cine, etc. Probablemente buena parte de la cultura que poseo es debida a mi lectura sistemática de la prensa y a la curiosidad que despierta ser conocedor de claves interpretativas del mundo en general.

Ahora los jóvenes se alimentan de las noticias sesgadas de las redes sociales, son noticias parciales y sin fuentes de información solventes y muchas veces son totalmente manipuladas por los difusores de las mismas. Carecen de un conocimiento del mundo y de la realidad, y ya no digamos de la historia. La inmensa mayor parte de los jóvenes –y no tan jóvenes, insisto- desconocen la historia del siglo XX, sus crisis, sus conflictos, sus guerras en que murieron más de setenta millones de seres humanos por decir algo. Desconocen qué fue el comunismo, su revolución iniciática, la figura de Stalin, y su hundimiento en 1989. Se podría decir que es opaca para ellos la mayor parte de la historia mundial porque no les atrae la historia y, lógicamente, esto les lleva a desconocerla. El mundo está en manos de la ignorancia más generalizada. Solo cuenta la actualidad más banal, las series, las redes sociales estúpidas que absorben por completo las ansias de actividad mental de los adolescentes, los jóvenes y de muchos adultos (o adulescentes).

¿Cómo enfrentarse al mundo que está viniendo que es heredero del pasado? ¿Cómo entender los conflictos de nuestro tiempo: las migraciones, el cambio climático, la Inteligencia Artificial, la robotización y la automatización que dejará sin puestos de trabajo a millones y millones de jóvenes, sin tener una curiosidad que lleve a conocer las claves de la historia?

La calidad de la información ha descendido geométricamente con la crisis de la prensa: ya no se venden periódicos, solo hay que ver los quioscos de prensa que siguen abiertos –que son pocos-. No se puede sostener periódicos digitales alternativos solventes si estos son gratuitos. Hace falta mucho dinero para mantener una empresa informativa independiente que no termine en manos de los tiburones del Golfo Pérsico. Habría que pagar la información seria, pero no se está por la tarea. La prensa digital no puede mantenerse solo con los anuncios, esto va en detrimento de la calidad de la información y de su independencia.

En Cataluña se reparte gratuitamente La Vanguardia en centros de enseñanza y otros lugares públicos. Se reparte gratuitamente porque recibe grandes subvenciones del poder político que paga así una información sumisa y dependiente de dichas subvenciones y el poder las paga, con dinero de todos, para tener una prensa obediente a su servicio. La jugada perfecta para tener a una opinión pública manipulada sin medios informativos realmente independientes.

La crisis de la información es peligrosísima para el futuro de las sociedades modernas. Por un lado, los jóvenes se alimentan solo de las redes sociales y sus tonterías, desconocen totalmente la historia y las claves del futuro inmediato y a medio plazo; pero, por otro lado, esto coincide con la crisis generalizada de los medios informativos que se hacen dependientes de capital problemático que invierte en ellos para manipular a la sociedad.

Cada vez habrá menos información libre y esto es una espada de Damocles para la viabilidad de los grandes debates del mundo actual, unido al desinterés generalizado por la cultura si no es presentada en papel couché y de modo adulescente.

Cuando mi hija me explicaba que no podían jugar al trivial porque era opaco para ellas, estudiantes universitarias, se estaba evidenciando una situación que no me parece tranquilizadora.

jueves, 6 de junio de 2019

¿Existe Dios?




¿Creo en Dios? Probablemente los que lean esto se sonreirán por la ingenuidad de la pregunta en un tiempo que parece indiscutible que los seres humanos no necesitan a Dios para nada y más de ciento cuarenta años que Nietzsche proclamara que Dios ha muerto. La sociedad en general, lo constato, es atea, no sé si en ideología pero sí en la praxis. Vivimos sin dios, intentando crear valores basados en consensos humanos que van variando a lo largo de la historia. Querría creer que nuestra filosofía es el humanismo, esa que pone al ser humano en el centro del mundo como expresó maravillosamente Pico della Mirandola en su Oratio de hominis dignitate. Pero el humanismo tiene sus puntos débiles al considerar que el ser humano es el centro exclusivo de la vida, del sistema, de la naturaleza, cuando dicho predominio absoluto significa la destrucción de bosques y selvas, de especies animales, de mares y océanos. La centralidad de la imagen humana no deja de ser problemática en el uso y abuso que estamos haciendo del planeta, de la naturaleza, de la vida animal. A veces parece que filosofías animistas que consideraban al ser humano como un elemento más de la cadena y no el eje de la misma parecerían más razonables, pero nuestra altivez y soberbia parece que no tiene camino de retorno al equilibrio con la naturaleza. En otras ocasiones se siente una tendencia a la vuelta a modelos religiosos anteriores a la etapa de los monoteísmos que comenzaron con el judaísmo, una época pagana en que existían multitud de dioses antropomórficos o integrados en la naturaleza. El monoteísmo es extremadamente sesgado pero se apropió de la deriva histórica de nuestro mundo. Lejos queda el budismo que no afirma ni niega la existencia de Dios porque no hay ninguna prueba para verificarla así como la de la vida después de la muerte. A mi parecer su punto de vista es harto razonable.

Dios ha sido una necesidad histórica de la humanidad. Todos nuestros pueblos en España y en Europa tienen un edificio singular que se alza hacia el cielo que es alguna iglesia. No se comprendería la historia de nuestro mundo sin esos templos que aportan una visión espiritual a nuestra vida social. ¿Dios ha muerto? ¿Por qué lo hemos sustituido? ¿Por el humanismo? ¿Por centros comerciales o estadios de fútbol o salas de conciertos? Pienso que la ausencia de Dios es también problemática. No hemos sabido con qué sustituirla y el sentimiento de vacío que viene de Dostoievski, Kierkegaard y el existencialismo no lo hemos llenado. Aparentemente Dios no es necesario para nada, pero su lugar vacío clama en la desolación del sentido de la vida y de la comprensión de la muerte. ¿Qué sentido tiene la vida humana abocada sin remisión a la decadencia y a la muerte? Cierto que no necesitamos a Dios para asumir ese destino trágico y doloroso del que evitamos hablar y se nota el terrible tabú ante la muerte a la que se pretende despojar de densidad para hacerla liviana e intrascendente.

Personalmente creo que el universo necesita una explicación que la ciencia es incapaz de dar. Se afirma que Dios ha sido creado por los seres humanos para alumbrar la oscuridad del sentido de la vida o de los desastres de la naturaleza. Dios ha sido inventado por los hombres y no Dios el que nos ha creado a nosotros como afirman las religiones. Lo considero, pero no acabo de cuadrar las piezas. El universo es de una textura y dimensión misteriosa y no comprendemos de él ni una diezbillonésima parte del mismo.

Pienso, como Einstein, en un dios –tal vez dioses- que crearon el mundo y el universo, que diseñaron la vida maravillosamente perfecta y armónica pero que luego se desentendieron de ello. Dios o dioses que están en algún lado pero no tenemos acceso a ellos, están en otra dimensión Los seres del universo –seamos los únicos o no, que no creo- estamos solos, no tenemos acceso a Dios, pero en alguna forma constituimos parte de un diseño enigmático. Dios no está detrás de nuestras desgracias o infortunios. El diálogo con Dios es imposible, probablemente una ilusión fantástica. Pero la deriva del universo forma parte de algún plan. Tal vez Dios nos esté soñando y solo seamos el fruto de su sueño, tal vez una conciencia superior, una raza posthumana nos tiene en esta dimensión planetaria formando parte de una simulación como empezamos a sospechar. Tal vez vivamos en un mundo de sombras proyectadas por las antorchas y estamos aherrojados y condenados a ver solo reflejos…

El ateísmo es poco divertido, no hay nada más árido que un ateo militante que niega misterio a la dimensión que conocemos y quiere reducirlo únicamente a leyes y lo poco que sabe la ciencia. Me resulta mucho más estimulante pensar que hay algo en el sentido del universo que desconocemos por completo, que la muerte puede que sea el final absoluto de un camino o un proceso de iluminación. Dicen que la religión es la mejor literatura inventada, pero podemos invertirlo y pensar que la literatura mejor es la que nos permite imaginar espacios o intuiciones que no han muerto. Probablemente no necesitamos a Dios para nada. Y, como yo creo, Dios está dormido o ajeno a nuestros dramas desde Kolimá a Auschwitz. Mi intuición me dice que de alguna manera nos necesita aunque viva lejos o ajeno a nosotros y no escuche nuestras oraciones. Dios está inacabado, formamos parte de un proceso cuyas claves no conocemos.


Selección de entradas en el blog