Una de las cuestiones más complicadas
como profesor es ajustar el ritmo de aprendizaje a cada uno de los muchachos de
la clase. No todos van al mismo ritmo. Sus capacidades de trabajo, de
rendimiento, de interés y de desarrollo cognitivo son muy distintas. Ir al
ritmo de los más lentos es un fracaso puesto que ralentiza a los que podrían ir
mucho más rápido; ir al ritmo de los más rápidos supone también un fracaso
generalizado para los que no alcanzan ese nivel de velocidad y trabajo. Es
injusto. Otra posibilidad sería asumir un ritmo medio que no se ajustara a los
más retrasados ni a los más rápidos sino a un nivel medio imaginario de la clase. Esto no impediría que algunos se quedaran
rezagados y que otros no pudieran avanzar todo lo que podrían. Sin duda, para
todos los que son profesores, esta es una cuestión medular en cualquier
reflexión sobre el aprendizaje. ¿Qué hacer?
"¿Cómo modular el aprendizaje a todos los niveles sin desaprovechar las posibilidades de los más veloces y sin dejar descolgados a los más lentos?"
A todos los que pasan por aquí les es
conocido mi sistema de trabajo de este curso: la clase invertida. Grabación de vídeos sobre literatura y lengua
que ellos ven en casa respondiendo preguntas sobre su contenido que me llegan a
mí con toda precisión. Esto es común a todos. Pueden ver los vídeos las veces
que quieran y ajustarlos a su velocidad. En clase, realización de mapas
mentales sobre los contenidos de los vídeos. Uno por semana. Sin embargo,
observo que la velocidad de resolución de estos mapas es muy variada. Hay
quienes ya han realizado los mapas de las dos semanas siguientes. Otros van
retrasados respecto a los mapas que les corresponden por semana e incluso no
han terminado los de semanas anteriores.
Cuando les propongo unos ejercicios en el
aula –generalmente interactivos y con soporte tecnológico- los hay que lo realizan en breve tiempo y
otros que necesitan toda la hora para completarlos y no les llega. A los que
avanzan rápido les doy otros ejercicios que avanzan la materia. Y a veces al
poco tiempo ya me están pidiendo más porque los han acabado rápidamente. El
problema es tener material preparado para los más veloces y que no se aburran.
El profesor ayuda – y tiene paciencia- con los que tienen más dificultades y complace a
los más rápidos que se retan para superarse a sí mismos. Se puede decir que la
velocidad de trabajo y rendimiento son muy diversas, y no es justo retrasar a
unos y bloquear a otros con una velocidad inadecuada, impropia de su capacidad
de trabajo o aprendizaje.
La clase
invertida -que dedica todo el tiempo en el aula a ampliar conocimientos- es
un excelente medio de trabajo que propicia trabajos a velocidades variables sin
que se resienta el desarrollo normal del aula. El problema para el profesor es
desenvolverse a suficiente velocidad para atender a todos los ritmos de
aprendizaje. Las clases son muy intensas para el profesor pues debe atender
múltiples cuestiones que responden a velocidades distintas. La trastienda de la
clase invertida es también muy laboriosa e implica trabajo añadido al que es
habitual a los profesores, precisamente porque se basa en esos diferentes
ritmos de aprendizaje a los que hay que dar salida.
La satisfacción es que los alumnos con
más velocidad no quedan frustrados y pueden aspirar a más, sin límites
intermedios o lentificados por el lastre de los más retrasados, y, para estos,
la clase también se ajusta perfectamente a su desarrollo personal. Observo que
hay un gran interés por cumplir las tareas en más de un ochenta por ciento.
"Uno ha de ser autocrítico con la pedagogía que está implementando, más si es de carácter experimental, pero también ha de saber reconocer los puntos fuertes y débiles de la misma".