Volví a reencontrarme con Savater en Cornellà con motivo de la celebración del 300 aniversario del nacimiento de Voltaire en 1994. Tuve la dicha de conocerle en persona pues lo invitamos desde nuestro instituto (el Jacint Verdaguer, ya desaparecido) y él, amablemente, aceptó la invitación para intervenir en nuestra semana dedicada al filósofo francés y la tolerancia. Savater había publicado en 1993 El jardín de las dudas en que recreaba la figura del filósofo ilustrado y libertino que marcó el siglo XVIII y que era admirado por el pensador vasco. Su presencia en nuestro instituto fue memorable para nosotros. Pasamos varias horas con Savater que nos atendió con cordialidad y bonhomía. Habló sobre Voltaire y la tolerancia en un gimnasio que ahora me recuerda cuando los centros de enseñanza eran focos de cultura y pensamiento y no lugares de reclusión y bobaliconería universal.
El cruel y miserable asesinato en 1997 de Miguel Ángel Blanco llevó a buena parte de la sociedad vasca a rebelarse contra ETA y surgió el llamado Foro de Ermua y la plataforma Basta ya en la que Savater se implicó personalmente. En aquellos años parecía inverosímil el final del terrorismo etarra, pero Savater defendió con vehemencia la unidad de los constitucionalistas para enfrentarse ideológica y políticamente a las tesis violentas e independentistas. Curiosamente años después, el gobierno de Patxi López, apoyado por populares y socialistas, llevó a cabo la tesis de Savater, coincidiendo con el final del terrorismo por la acción contundente de la polícía, la judicatura, el gobierno francés y la reacción de la sociedad vasca contra la dictadura terrorista.
Sin embargo, poco a poco la figura de Savater ha ido escorándose en un conservadurismo político y social que me ha dejado insatisfecho. En 1994 existió la posibilidad de que la visita a nuestro centro educativo fuera compartida por el pensador José María Valverde que declinó la oportunidad por considerar a Savater un prohombre de derechas. El mismo Savater ha afirmado que espera hacerse conservador sin vileza. Su deriva expresa la evolución de un anarquista inspirado por Nietzsche y Cioran a un conservador liberal que parece sentirse no en demasiada disconformidad con el estado del mundo que ya no cuestiona. En sus últimos artículos reivindica el goce de la literatura pero su pensamiento parece ya estático y se muestra ya incapaz de renovarse y mostrar caminos inéditos. Es como si su lucha antinacionalista, justa y consecuente, le hubiera escorado definitivamente en un campo sin demasiado juego ahora que el terrorismo ha claudicado y se abren nuevas e inquietantes perspectivas.
A veces pienso que la trayectoria de Savater ha dejado una obra insatisfactoria para haber pasado a la historia como uno de los grandes (Unamuno, Ortega, María Zambrano...). A Savater le puede su talante optimista, le falta una profunda crisis personal para impulsar la renovación de su pensamiento que progresivamente va evolucionando hacia la estabilidad, simplemente como el de un hijo de un notario y alumno aventajado de colegios religiosos como los marianistas y El Pilar. Su vena conservadora es decepcionante. Es como si ya hubiera aceptado que el mundo ya no hay quien lo cambie y llegado a un pacto entre lo posible y lo imposible y claudicara ya rindiéndose a la idea de que tal vez todo no esté tan mal hecho. Sintiéndolo mucho, cuando uno lee a Savater tiene la impresión de enfrentarse a un pensamiento agotado y sin ya tensión que no ha llegado a un punto crítico que lo haga útil para ser recordado más allá de lo que pudo ser y no fue. Lo escribo con gran pesar. Pero siento la impresión de leer la obra de un jubilado de lujo que ya no cree en un mundo diferente al que quepa añadirle un poco de ácido y mordiente corrosiva a ese capitalismo neoliberal que pretende ser la única opción. ¡Cuánto nos hubiera hecho falta tu implicación en ello!