Para comprender cabalmente este post, habría que leer
primero el último post de Repaso de lengua titulado Aquí cabemos todos en el que Antonio Solano hace un balance, a modo de informe pedagógico
apresurado, de las circunstancias de los alumnos de un segundo de ESO que tuvo.
Es un post magnífico que nos lleva a considerar algunas cuestiones
imprescindibles. En efecto, los alumnos de Antonio eran una mezcla como las que
vemos en algunos segundos de adaptación curricular (nosotros lo llamamos ritmo
lento, PIAP) en el que se mezclan sucesivas series de circunstancias que suponen
dificultades en el aprendizaje: desde el estar recién aterrizados en una
cultura que no es la tuya (Rumanía, Guinea Ecuatorial, República Dominicana,
Argelia, Venezuela...), a problemas sociales graves de tipo económico, médico o
familiar, o lo que nosotros llamamos alumnos conductuales que se caracterizan
por su agresividad y mal comportamiento, absentismo, o la marginalidad que afecta a
alumnos gitanos que asisten a clase irregularmente más que nada por las ayudas
sociales...
El resultado es un cóctel explosivo o implosivo y que pone a
prueba a cualquier sistema educativo porque lo que allí se está viviendo es una
radiografía de los extremos de nuestra sociedad, de los extremos más frágiles. Son
muchachos con una vida difícil por delante, a los que las circunstancias no
están ayudando. Sólo la escuela pública puede acogerlos. Es el único sitio donde caben todos. Ya sabemos que las
escuelas privadas concertadas entienden muy bien de cómo elegir a su tipo de
alumnado y los filtros -religiosos, económicos- que ponen para librarse de
sectores sociales incómodos. A lo sumo tienen algún elemento distorsionante
pero nunca es este panorama demoledor en cuanto a dificultad humana, pedagógica
y social.
¿De qué hablamos, pues, cuando hablamos de pedagogía? ¿Qué pueden
ofrecerme los colegios de renombrado
prestigio a los que asisten las clases medias y altas? ¿Calidad educativa?
¿Comprobados métodos pedagógicos? ¿Garantía de éxito académico? ¡Bah! La
respuesta, si somos honestos, no es afirmativa. Lo que venden los colegios
privados o los colegios públicos en zonas no calientes es solamente selección social. El más exitoso colegio
privado fracasaría si por un azar malévolo del destino les llevara a sus aulas
los alumnos - y sus circunstancias- de Antonio... Porque lo que
divide a los centros educativos no son las pedagogías. Me río del método Montessori, o la magnífica pedagogía del
colegio Alemán, o de las maravillas
de los más reputados colegios de las zonas altas, o de esa pléyade de colegios
para clases medias de alumnos uniformados a los que asisten todos los que
podrían estar en la pública pero saben muy bien sus padres que de lo que huyen
es precisamente de juntarse con los de abajo, con la base de la sociedad, con
los sectores más marginales, aunque por otra
parte también llenos de potencial humano y académico si las
circunstancias les hubieran ayudado un poco.
No hablemos de pedagogía, es un sarcasmo. Hablemos
simplemente de selección social. Es
lo que se busca cuando se elige un colegio en la inmensa mayor parte de las
ocasiones. Los institutos, como el de Antonio, que acoge a alumnos como los que
él describe, o institutos como el mío en clases de veinticinco en que solo
cuatro son españoles, son de élite pedagógica pues son los únicos que han de
poner en práctica sistemas de inserción social y humana para intentar lograr
que unos pocos de esos alumnos promocione y llegue a bachillerato, cuando
tienen todo en contra. El currículum se convierte en algo casi anecdótico
puesto que lo que perseguimos fundamentalmente es que vengan a clase, que se
comporten, que aprendan a escribir aunque sea con palotes, que lean algo, que
aprendan a expresarse...
Y los padres y los profesores hablan de metodología, de
nivel educativo, de objetivos académicos, de competencias... pero de lo que se
habla en el subtexto, eso que no se nombra porque queda mal, es de los
compañeros que tendrá el hijo, del clima favorable al estudio que se encontrará
porque los problemas sociales no desviarán la atención ni los esfuerzos...
La izquierda de este país cometió un gravísimo error que
reconocía Felipe González en un mitin el otro día en Hospitalet de Llobregat: aprobar y mantener los conciertos educativos en los años ochenta: subvencionar atípicamente a centros privados
para que puedan aplicar criterios sociales para la selección del alumnado. Es
esto es lo que se vende. Nada más. Esta es la clave de la pedagogía más
sofisticada.
¡A buenas horas, mangas verdes!