Como ya señalé en un post anterior, los alumnos de cuarto de ESO de mi instituto tenían una cita en Collioure (Francia) frente a la tumba del poeta Antonio Machado. Fue un 17 de abril, una mañana luminosa de primavera, la que nos llevó a ese pueblecito costero tan hermoso y que fue inspiración de pintores vanguardistas a comienzos del siglo XX. Allí, en efecto, recalaron Signac, Matisse, Derain, Max Jaccob, Juan Gris, Jean Peské, entre otros muchos que dejaron reflejado en sus lienzos la luz y el color de esta villa junto al mar.
Nuestro homenaje poético coincidió con la presencia de un grupo de jubilados que habían vivido la guerra Civil muy directamente. Le emoción se hizo patente cuando desplegamos una bandera republicana sobre su tumba, llena ya de flores, fotografías, placas conmemorativas… Los veteranos, con lágrimas en los ojos, escucharon en silencio la lectura de los poemas que llevábamos preparados: Retrato; Pegasos, lindos pegasos; la saeta; el limonero lánguido; poemas dedicados a Soria y a Leonor tras su muerte; el emotivo dirigido a José María de Palacio; el dedicado a un olmo seco… Los poemas fueron leídos por los alumnos en un clima de atención enorme en el pequeñito cementerio de Collioure. La sorpresa era manifiesta en el rostro de los estudiantes que se dieron cuenta de que allí había una cita con la historia.
Con la tumba de Machado estaba enterrada también la historia de cientos de miles de refugiados españoles que cruzaron la frontera francesa camino de Francia, huyendo del fascismo. Muchos de ellos recibieron un hostil recibimiento y fueron hacinados en campos de prisioneros como el que hubo en el pueblo cercano de Argelès-sur-mer.
Para mis alumnos la historia de la Segunda República cae muy lejana, igual que, afortunadamente, la de la guerra Civil (1936-1939). Es difícil que valoren en su justa medida aquellos días trágicos que llevaron a la derrota republicana y al inicio de un largo exilio. Los adolescentes viven intensamente su presente lleno de artefactos tecnológicos y de imágenes, pero aquel 17 de abril (martes), justo unos días después del aniversario de la proclamación de la República, sintieron que algo se movía dentro de ellos.
Por otro lado, les impresionó vivamente la amabilidad y cortesía de los habitantes de Collioure, así como la limpieza y el silencio de la villa marítima. Quizás, para muchos, era la primera vez que salían al extranjero y ellos les hizo reflexionar que existen otros países y otras formas de vida, en este caso, tan cercanas a nuestra frontera.
Nuestro homenaje poético coincidió con la presencia de un grupo de jubilados que habían vivido la guerra Civil muy directamente. Le emoción se hizo patente cuando desplegamos una bandera republicana sobre su tumba, llena ya de flores, fotografías, placas conmemorativas… Los veteranos, con lágrimas en los ojos, escucharon en silencio la lectura de los poemas que llevábamos preparados: Retrato; Pegasos, lindos pegasos; la saeta; el limonero lánguido; poemas dedicados a Soria y a Leonor tras su muerte; el emotivo dirigido a José María de Palacio; el dedicado a un olmo seco… Los poemas fueron leídos por los alumnos en un clima de atención enorme en el pequeñito cementerio de Collioure. La sorpresa era manifiesta en el rostro de los estudiantes que se dieron cuenta de que allí había una cita con la historia.
Con la tumba de Machado estaba enterrada también la historia de cientos de miles de refugiados españoles que cruzaron la frontera francesa camino de Francia, huyendo del fascismo. Muchos de ellos recibieron un hostil recibimiento y fueron hacinados en campos de prisioneros como el que hubo en el pueblo cercano de Argelès-sur-mer.
Para mis alumnos la historia de la Segunda República cae muy lejana, igual que, afortunadamente, la de la guerra Civil (1936-1939). Es difícil que valoren en su justa medida aquellos días trágicos que llevaron a la derrota republicana y al inicio de un largo exilio. Los adolescentes viven intensamente su presente lleno de artefactos tecnológicos y de imágenes, pero aquel 17 de abril (martes), justo unos días después del aniversario de la proclamación de la República, sintieron que algo se movía dentro de ellos.
Por otro lado, les impresionó vivamente la amabilidad y cortesía de los habitantes de Collioure, así como la limpieza y el silencio de la villa marítima. Quizás, para muchos, era la primera vez que salían al extranjero y ellos les hizo reflexionar que existen otros países y otras formas de vida, en este caso, tan cercanas a nuestra frontera.
Aquellos lectores que quieran conocer de primera mano las impresiones de los alumnos, pueden clicar aquí que enlaza con el blog de la clase.