Peter Baleke Kayiira, activista ugandés.
El año pasado tenía un problema. Tenía cinco mil euros y
quería invertirlos en algo seguro. Fui a Caixa Catalunya y expuse la situación.
El director, muy sonriente, me habló de un producto con excelentes perspectivas
en plena crisis que era el Depósito 100%
Natural que me permitiría obtener una atractiva rentabilidad en función de
las evolución de la cotización del azúcar, el café y el maíz en el mundo. Me
dijo que él tenía capital invertido y que era una excelente opción.
Me lo quedé pensando pero no tomé una decisión sobre ello
antes de investigar algo el producto en cuestión. Yo era un pequeño inversor.
¿Qué estaba haciendo con mi dinero? Busqué información y no tardé en dar con una web de
Veterinarios sin Fronteras que me aclaraban el fundamento de la inversión. Yo,
como inversor, estaba apostando por el alza o descenso del precio de los
alimentos, que sirven de alimentación al tercer mundo, para producir plusvalías.
Estos alimentos se utilizan para la producción de biocombustibles que luego son
exportados a occidente, o se especula con el precio de alimentos básicos como
el cacao, el café, el maíz, la soja, el arroz... Era un negocio lucrativo y el
banco por la estructura del producto no perdía nunca. Era un producto de
ingeniería financiera que permitía la inversión del ahorrador medio y pequeño que colaboraban con su capital al aumento del hambre en el tercer
mundo. Es sabido que en el mundo desarrollado utilizamos entre un 10 y un
15 por ciento de nuestro presupuesto en
alimentos. Pero ¿cuánto utilizan los habitantes de países como Nigeria,
Bangladeh, Costa de Marfil, Ghana, Uganda, Afganistan? ¿Os hacéis un cálculo?
Yo os lo ofrezco: entre el 50 y el 90%. El alza del precio de los alimentos
básicos son devastadores para estos países que además son los principales
importadores de estas materias. Cuando sube el precio, estos países han de
pedir nuevos créditos a Occidente y sube también la deuda externa que los sume
más en la pobreza. Es un círculo vicioso.
Los especuladores han visto estallar la burbuja de las punto
com, y la burbuja inmobiliaria. Ahora es el momento de la inversión y
especulación con el hambre en el mundo que se convierte en un nuevo refugio
para los inversores grandes, pequeños y medianos. Yo mismo me podía haber
convertido en especulador y haber propiciado con mi capital el hambre en el
Sahel, el Cuerno de África, el Congo, Bangla Desh... Normalmente estos
productos son opacos. ¿Quién sabe qué hay detrás de un fondo de inversión?
Catalunya Caixa cometió una cagada fenomenal y el caso tuvo publicidad que
llevó a que Veterinarios sin Frontera
promoviera una campaña de información y denuncia, y que llegara incluso al
Parlamento catalán impulsado por la coalición de los Verdes. Pero esto no es lo
normal. Los bancos invierten en estos productos pero no le dan publicidad y lo
ocultan, y, nosotros, sin saberlo, personas que se creen de izquierda están
apostando por el alza y descenso del precio de los alimentos, para obtener
algunos ganancias multimillonarias.
Otra forma de inversión es la que se ha extendido en muchos
países muy pobres del mundo que venden sus mejores tierras cultivables a gobiernos
extranjeros (Occidente, países del Golfo, China y países emergentes...) Así,
los gobiernos corruptos de África están vendiendo y echando de sus tierras a
sus pobladores para cederlas a inversores que producen allí biocombustibles
que llegan a nuestros coches inocentes y alimentos que luego se exportarán a
occidente. El precio es que los habitantes de estos países se quedan sin
tierras y sin ninguna compensación ni defensa jurídica. Son países en general
en que abunda el hambre y ven que sus mejores tierras son enajenadas para
fomentar simplemente la especulación.
En buena medida, el hambre es un efecto de la especulación
financiera, y cada vez que muere un niño por hambre es un crimen y no una
fatalidad.
Estas noticias aparecen en la prensa pero no veo un eco
importante. El otro día venía en la contraportada de El País un reportaje sobre
un activista ugandés que llevaba años y años pleiteando en la justicia de su
país por la expropiación de tierras de su comunidad. El hombre se llama Peter Baleke Kayiira y denunciaba que su país, uno de los más pobre del mundo, estaba
en manos de una multinacional alemana Neuman Kaffee Gruppe que un día había comprado
las tierras de su comunidad al gobierno y habían sido arrojados de su hábitat
natural centenares de familias que se quedaron sin recursos de ningún tipo.
Este grupo alemán produce café para más inri bajo la etiqueta de "Comercio
Justo", tras la entrada del ejército ugandés a sangre y fuego para allanar
el territorio para la citada compañía. Así quemaron las casas y golpearon a los
campesinos que se oponían a la ocupación y abandono de sus hogares.
En esto invertimos en los bancos cuando pedimos información
sobre algún producto rentable y seguro. No nos lo dirán, no cometerán el
ingenuo error de Caixa Catalunya que lo publicitó. No es un caso único. El Banco de Sabadell, que hace unas campañas tan atractivas con entrevistas a Guardiola o Fernando Trueba y quiere ofrecer una imagen de ética y compromiso, tiene productos que especulan con el hambre. Cuando
lamentamos los errores de Bankia que ha supuesto su nacionalización, sería
también interesante saber la realidad de sus productos financieros, saber en
qué estamos invirtiendo. Pero eso no es fácil. Veterinarios sin Frontera es una
organización activa en este sentido que lucha por que se dé información real
sobre la devastación que está teniendo lugar en el mundo más pobre para que
nosotros no perdamos nivel de vida. Tal vez sea bueno saber que la
sobreabundancia de comida está en correlación directa con la escasez o ausencia
de la misma, y que cuando oímos de hambrunas en el Cuerno de África (ya no se
oye, ha dejado de ser interesante para nuestras agencias de noticias) sepamos
que algo tenemos que ver.