Reconozco que yo no había oído hablar de Podemos más que tangencialmente a través
de una amiga de Facebook. No había
seguido la presencia de su líder Pablo
Iglesias en Tele 5 en diversas tertulias. Me había llamado la atención eso
sí la presencia de Carlos Jiménez
Villarejo en su candidatura. Respeto profundamente al exfiscal
anticorrupción cuya palabra me resulta siempre interesante y demoledora sobre
los males del sistema partitocrático español y la corrupción consecuente. Así
que las primeras noticias que tuve de Podemos
fueron a partir de su éxito en las elecciones y en la catarata de reacciones
que ha originado la consecución de cinco diputados con una campaña de cuatro
meses y sin fuentes de financiación más que el crownfunding.
He descubierto a un líder carismático, de verbo ágil y
contundente, que aspira nada más y nada menos que a ser equipo de gobierno en
año y medio. Me he quedado boquiabierto por la carga de profundidad contra el
sistema que ha sido esta alternativa. En tromba se han lanzado PP y PSOE a descalificarlo. He leído de todo: desde mostrar su semejanza
con Hitler aprovechándose de la
desesperanza de las gentes, a bolivarianos,
chavistas, castristas, frikis, comunistas casposos, ultraizquierda, antisistema, republicanos,
utópicos los más suaves... y todavía
la lista se va ampliando según pasan los días. Los más agudos comentaristas de
la prensa reflexionan sobre la realidad de Podemos.
Me está resultando un tema divertido y casi uno lamenta no haber votado a esta secta como algún lector de El País la
califica. Parece que Pablo Iglesias
utiliza el término de casta para
referirse a los depositarios del sistema político español enfangados en
centenares de casos de corrupción en connivencia con el poder financiero.
No sé cuál será el recorrido de Podemos pero puede haber dado en la diana señalando la perversión
del sistema político español y proponiendo una nueva forma de hacer política.
La gente está hastiada, abrumada y aplastada por una realidad que no suscita
ninguna ilusión y sí bascas ante ese panorama pútrido en que se ha convertido
la política y los profesionales de la misma que se perpetúan en el tiempo y,
cuando acaban su dedicación a la res
pública, terminan fondeando en alguna energética que les agradece los
favores prestados durante su mandato. Los ciudadanos sufren el cinismo del
sistema y el peso de la crisis con todos sus recortes al estado de bienestar.
Podemos ha venido
a remover los fundamentos de la política establecida. Lo vemos por los ataques
rabiosos que reciben. Pablo Iglesias
ha tocado nervio y creo que nos hemos dado cuenta todos, y esto es peligroso
porque ahora sabemos qué tecla tocar, adónde disparar aunque solo sea para dar
salida a toda nuestra rabia y desconsuelo.
Paralelamente la reacción okupa y ciudadana frente al cierre
y demolición de Can Vies ha puesto
frente a las cuerdas a otro sector prepotente que no midió las consecuencias de
su decisión. Así, ante la reacción violenta de los okupas, rememorando frente
al mundo, la tradición barcelonesa de ser la Rosa de fuego de los primeros años veinte del siglo pasado, el establishment nacionalista del municipio
barcelonés se ha sencillamente acongojado y acojonado. El tema se ha desbordado
y llegado donde no hubieran pensado. Hasta adláteres del sistema han querido
ver la influencia de los servicios secretos españoles en la respuesta violenta
que pone a la pacífica, demócrata y burguesa Barcelona en el punto de mira de
la prensa internacional en un momento en que se está en medio de un proceso que se cree bien controlado.
Mi impresión es que en el momento en que estamos pueden
surgir profundas grietas en el sistema que creen tener bien sujeto y afianzado
ante una ciudadanía pasiva y consentidora que recibe el impacto de la crisis
mientras los banqueros y los políticos que llevaron a esta sima económica salen
de pie, con los bolsillos bien repletos y ocupando importantes sillones en las
empresas subsidiarias. Puede que la gente esté a punto de estallar o puede que
solo sea una impresión. Y ya se sabe que en cualquier momento de la historia lo
más peligroso que puede haber para el sistema son los símbolos. La historia se
hace a base de símbolos y si las masas, los ciudadanos, encuentran quienes den
forma a su rabia y rebeldía pueden ponerse a temblar los que llevan tanto
tiempo viviendo del cuento. La ecuación PPSOE
ha calado profundamente en la psique popular y no creo que Susana Díaz o Eduardo Madina
logren sacar al Partido Socialista
de este marasmo inmovilista que ejemplifica bien ese dinosaurio y momia de la política que es Felipe González –al que tanto quisimos-. Y el PP sabe bien que la
mayoría social de este país es de izquierda y solo hace falta que aparezca en
el horizonte algo creíble, algo medular, algo que dé una estocada en la yugular
a esos profesionales que ven la carrera a la jubilación como un ejercicio
cómodo de estar sentados en sus escaños y apretando botones como les indica su
jefe.
Puede ser que la casta
esté en peligro y ya se están dando cuenta.