Los miércoles se celebra en mi centro una reunión con carácter
reivindicativo a la hora del patio. Es la "jornada groga" que se refleja en las camisetas amarillas
alusivas que llevamos ese día unos cuantos profesores. En la reunión se
pretende coordinar al instituto con otros centros de enseñanza para planificar
actuaciones que supongan movilizaciones por el recorte de derechos laborales,
sucesivas bajadas de salario, disminución de las dotaciones de profesores y de
presupuestos para los centros de enseñanza públicos. Tememos justificadamente
que toda esta política de "recortes"
traerá como consecuencia una disminución de la calidad de la enseñanza por la
masificación de los grupos, eliminación de desdoblamientos y de profesores de
apoyo...
Sin embargo, a la hora de articular propuestas advertimos la
complejidad de la situación y ninguna parece coherente. Ni huelgas generales e
indefinidas, ni huelgas parciales (que son fácilmente asumibles por la
administración), ni huelgas de celo, ni caceroladas, ni manifestaciones festivas
reivindicativas, ni la negativa a aprobar por el Consejo Escolar el presupuesto de centro por lo restrictivo que
es... parecen instrumentos adecuados para oponernos y mostrar alguna actitud
combativa. Los profesores no sabemos con exactitud contra quién luchamos:
¿contra el Departament d'Ensenyament de
Cataluña? ¿Contra la Generalitat y su política de "ajustes"? ¿Contra las
imposiciones del gobierno del PP en
materia de déficit presupuestario? ¿Contra las directrices de la UE o el poder de Alemania representado por Angela
Merkel? Todo parece una cadena implacable, y no es fácil explicar nuestro
punto de vista a la sociedad cuando los medios de comunicación se han encargado
de difundir la imagen de una escuela pública ineficiente e ineficaz, que solo
genera fracaso y cuyos profesores-funcionarios serían gestores de la molicie y
la falta de estímulos.
Se habla imperiosamente de la necesidad de aumento de la
competitividad, de la rentabilidad, de la eficiencia, del ajuste de recursos... y consecuentemente se promueve mediante la Reforma laboral una bajada general de
los salarios y de las condiciones y derechos laborales como instrumentos de generación y crecimientos económicos. Esto
supondrá sin duda más paro y condiciones más precarias, pero, además, potencia -por ley de supervivencia- la
llamada "cultura del esfuerzo"
entendida como la dedicación al trabajo exhaustivamente en jornadas que se
prolongarán, al estilo de los bazares chinos como ha puesto de ejemplo Juan Roig, presidente de Mercadona. El que no sea competitivo y
eficaz quedará apartado y desplazado, relegado, tal vez aplastado. Los
mecanismos de cohesión social a la vez son recortados. La sociedad se divide
entre productivos e improductivos. Para ser productivos habría que ser tenaces,
eficaces, dedicarse de sol a sol al trabajo y abandonar las actitudes inoperantes así como negativas.
Todo apunta al sector público al que se pretende adelgazar y
relegar a la asistencia social tanto en el ámbito educativo, sanitario como en
los mecanismos de cohesión social. Se pretende difundir la idea de que la
escuela pública no es competitiva, que solo genera fracaso y que los centros
privados concertados suponen un mejor aprovechamiento de recursos. Desde dentro
de la escuela pública nos damos cuenta de que soportamos el último dique contra
la desintegración social. Nos dedicamos a los sectores más precarios de la
sociedad a los que progresivamente se ha ido relegando a la escuela pública, y,
además, hemos sido los paganos de una deriva y concepciones pedagógicas que han ido arrumbando
la exigencia que se ejercía en los centros públicos antaño por una
contemporización con la desidia, el bajo rendimiento en aras de teorías
educativas comprensivas, constructivistas, supuestamente
cohesionadoras... así que por un lado se nos condena a la ineficacia en una
sociedad crecientemente competitiva y a la vez se nos denuncia por ineficaces y
solo generadores de fracaso cuando se nos enfrenta a pruebas evaluadoras
externas. Se nos "recomienda" un alto nivel de aprobados (el noventa por ciento)
cuando sabemos que no corresponde a la realidad que se da en las aulas, pero a
la vez las pruebas externas demuestran en muchos casos por motivos complejos
que esa no es la realidad real. Un sistema educativo eficaz debe ser coherente, motivador y exigente... y
no sé bien si la escuela pública tiene en sus bases las posibilidades
ideológicas para organizar algo que le es vedado por su propia dinámica interna
y las bases pedagógicas en que se basa.
¿Hacia dónde dirigir nuestra protesta? Yo lo hago hacia el
interior del aula intentando crear un ambiente y atmósfera de trabajo, mostrando que los esfuerzos son necesarios y que conllevan una satisfacción
íntima. Es deplorable cualquier ambiente que se base en la contemporización con
el desinterés o la apatía. Como en Mercadona,
tendremos que ponernos las pilas.