Me he dado cuenta de que la explicación de cualquier tema
por parte del profesor es ineficiente. No consigo que mis alumnos estén atentos
a lo que explico. Advierto que por más que me esfuerce en desmenuzar cualquier
cuestión teórica o práctica del área de lengua, la inmensa mayoría de mis
alumnos se desconecta directamente. No están allí desde el momento que mi voz
adquiere tono explicativo. Y es igual que module, que intente ser dramático o
ameno. El noventa por ciento están en otro lado que no es la clase. Luego, es
evidente que la mayoría no estudia. Puede ser que yo no sea un buen profesor,
que sea claro que soy aburrido, que soy un plasta, que no sea convincente.
Me lo he preguntado muchas veces pero no puedo hacer nada al respecto. Tal vez
con otros profesores estos muchachos estén más atentos y presten atención a lo
que se explica. No sé.
He decidido, por tanto, no volver a explicar en clase ningún
tema de lengua. Es una posición que me atrae porque lo cierto es que no me
gusta explicar a un grupo humano que sé desconectado, y además me aburro yo
mismo también. Así que invertiremos el asunto. Mis alumnos tienen un libro
digital –Marea verde- libre de derechos de autor. Les doy un fin de semana para resolver un cuestionario sobre el
archisabido Elementos de la comunicación y funciones del lenguaje del que estoy
tan harto como ellos, no porque no sea interesante, sino que por el nivel
básico con que se estudia no ofrece ningún interés. Tienen cinco días para
resolver un cuestionario que les obligará a repasar y leer la información que
les da el libro de texto. Algunas preguntas son solo de copiar la respuesta y
otras deben efectuar un ejercicio de inferencia. Utilizo la plataforma Edmodo
para la clase de lengua. Les gusta bastante por su similitud con Facebook, y
utilizada con habilidad es un recurso valiosísimo. Les he mandado un mensaje
advirtiéndoles que el próximo martes habrá un examen de ochenta preguntas tipo
test sobre Elementos de la comunicación y Funciones del lenguaje. Los exámenes
tipo test en Edmodo son muy ágiles y les encantan. He elaborado un total de
ochenta ítems con preguntas con formatos de múltiples respuestas,
verdadero/falso, y unir casillas. El nivel del test es bastante complejo. Les
dejaré que utilicen todo el material que deseen, pero para resolver el test
tendrá cuarenta minutos tal vez menos. He de aclarar que cada uno tiene un portátil. La resolución de las preguntas les
obliga a pensar y les desafía. El orden de las preguntas es aleatorio, lo que
quiere decir que cada uno resolverá los ítems en orden diferente al de sus
compañeros. Será difícil pasarse información por dicho desorden y porque el
tiempo les abruma. El reloj va descontando segundos y se dan cuenta de que el
tiempo pasa. Las preguntas tienen un formato en muchos casos humorístico pero
les obliga a pensar. Ese tiempo en que están metidos en el test es altamente
denso. Ahí los veo concentrados porque están motivados. Les desafía, y el hecho
de que puedan buscar información –en algunos casos- añade un mordiente al test.
Hacer el test es una clase entera de estudio y reflexión algo que no
conseguiría con ningún otro medio. Suelen obtener resultados muy altos en los
exámenes tipo test incluso chavales desmotivados y repetidores. El tiempo es un
factor de estrés conocido. El ambiente de concentración es evidente. En ese
momento estamos hablando el mismo lenguaje. El ejercicio les desafía y es como
un juego. Cuando lo acaban, envían los resultados e inmediatamente reciben la
puntuación obtenida que se me añade a mi cuaderno de notas. Para aprobar un
examen de ochenta ítems les pongo un mínimo de sesenta y cinco puntos. Hay
alguna pregunta de respuesta escrita que he de evaluar yo posteriormente.
Normalmente estos exámenes tipo test interactivo suelen mostrar resultados
mucho mejores de lo esperado. En este caso, reconozco que el nivel es alto y
no es fácil obtener los 65 puntos. A los que los alcancen se les entregará una
insignia de reconocimiento (una función de Edmodo). Si los resultados fueran
bajos, lo que es posible (o no) me plantearía una repetición de la prueba, de
modo que si hubieran obtenido cincuenta puntos habrían de alcanzar una
calificación sensiblemente mayor. Hay que decir que cuando acaban la prueba
ellos pueden ver cuáles eran las respuestas correctas y dónde han fallado, lo
que les hace pensar de nuevo.
Otras veces utilizo el sistema tipo test interactivo para
textos que les leo, textos de tres folios de información prolija y detallada
sobre algún tema interesante. Para mi sorpresa la inmensa mayoría los encuentra
fáciles y obtienen buenos resultados pasando la inmensa mayoría la cota mínima.
La diferencia es que el sistema les resulta interesante y escuchan con atención y hacer el test supone
el accionamiento del conocido mecanismo de recompensa que no por simple es
menos efectivo. Lo bueno es que alumnos desastrosos sacan buenos resultados,
porque su problema no es de inteligencia sino de falta de actitud hacia los
estudios.
En cuanto a pruebas de comprensión lectora son continuas
pero con textos muy largos y complejos, con una característica: son
motivadores. Me paso muchas horas rastreando relatos cortos -para adultos- que puedan ser muy
interesantes para ellos. Los hay. Mi recompensa es leer algunas veces la
emoción que les ha embargado cuando han descubierto la llave oculta del relato
y me escriben que ha sido un relato muy bonito. Había que sumergirse en el
texto con atención y suma concentración. Pero hay una satisfacción espiritual
para el que lo hace.
El que viene a clase de lengua con Joselu, sabe que cada
clase es una aventura, y que el profesor no está dispuesto a ponérselo fácil ni quiere aburrirse él mismo. Lo extraordinario es que el problema no es que sean limitados (no lo son). Es
que se aburren. Su sistema de mantenimiento de la atención es radicalmente
distinto. Todo hay que plantearlo como si fuera un juego y un desafío. Lo que no le resta un ápice a su nivel intelectual,
más bien lo acrecienta, pero es que estos muchachos pueden dar mucho más de lo
que parece. Yo, desde luego, no estoy dispuesto a aburrirlos con voz monótona y
monocorde explicándoles cosas que ya pueden descubrir por ellos mismos si les
ponemos en el sendero adecuado.
Estoy hablando de hombres y mujeres de trece años en segundo de la ESO.