Voltaire.
Me encantan las procesiones cuando viajo por España, especialmente por Andalucía. Hubo un tiempo en que pasaba las semanas santas por tierras del sur de España: Granada, Sevilla, Guadix, Cádiz, Almonte, Málaga, Ronda, Marbella, Arcos de la Frontera estuvieron en momentos distintos de mi vida sentimental, y la atmósfera de sus procesiones me envolvió. He visto a la Virgen y al Cachorro moviéndose en las estrechas calles de Granada al ritmo de una canción moderna, y he presenciado la salida de la Macarena al grito de decenas de miles de entusiastas llamándole “guapa” y una retahíla de piropos encendidos. Pienso que las procesiones tienen una maravillosa plasticidad que hay que conservar como un alto valor cultural. No pienso que revelen una fe profunda, ni siquiera superficial. Las iglesias están casi vacías y los seminarios están en trance de desaparición por la falta de vocaciones. Sin embargo, seguimos profundamente unidos a ciclos como la Navidad y Semana Santa, fiestas que en otros países laicos apenas tienen relieve, o en todo caso mucho menor. Pienso que hay un gozoso politeísmo de matiz surreal que lleva, como he dicho en otra ocasión, a entrar en éxtasis ante la salida de la virgen del Rocío o a desollarse las manos golpeando tambores en Calanda, Hijar y otros pueblos del Bajo Aragón cuando llega la ruptura de la hora.
Sin embargo, no entiendo la prohibición de la procesión atea que iba a celebrarse en Madrid convocada por una asociación de librepensadores en el barrio de Lavapiés. Probablemente no hubieran asistido más que una centena de penitentes en defensa de una interpretación atea o al menos laica del mundo. No sé por qué en este país no pueden expresarse libremente convicciones de descreencia, de agnosticismo o de ateísmo como son manifestadas las representativas del catolicismo a cargo de los presupuestos municipales pagados por todos los españoles, sean o no creyentes.
España es un país extraño que no ha entrado plenamente en la modernidad, que deberia deslindar el papel del estado con independencia de las creencias religiosas. No entiendo que se imparta religión católica en los centros públicos de enseñanza. Esto sería inimaginable en cualquier otro país europeo o incluso latinoamericano que tienen sociedades mucho más creyentes. No entiendo que se haya armado la que se ha armado (recogida de más de cien mil firmas) para impedir una modesta y humilde manifestación de ateísmo, con la excusa de que se ofenden los sentimientos íntimos de los católicos. No quiero echar leña al fuego, pero a mí me ofende más la realidad de los abusos sexuales cometidos por religiosos aprovechándose de su posición con niños a lo largo de los últimos cuarenta años (no quiero ni imaginar antes). Esta es una página negra de la iglesia, no la única porque su proximidad a los poderosos y su ejercicio de la tortura más extrema con los heterodoxos, judíos y homosexuales acusados de los más terribles delitos culminaron en muchos casos con la quema en vivo de los condenados, y ello hizo que esta institución fuera detestada por mucha gente por no ser precisamente representativa del mensaje de su fundador al que probablemente hubieran crucificado de nuevo si les hubiera puesto en evidencia su envilecimiento.
Entiendo que son tiempos de dificultad para la iglesia en una sociedad laicista y alejada de sus valores y ritos, pero la grey católica no debería temer la pobreza ni sentirse a la intemperie. El que fue su inspirador nació en una cuna humilde y murió en un tormento muy doloroso increpado por la multitud. Si creyeran de verdad, no temerían sentirse ofendidos por un rebaño de ovejas perdidas que reclamasen el ateísmo y la crítica a los pecados más espantosos de la iglesia, pecados sobre los que no ha habido la suficiente contrición ni propósito de la enmienda.
Una procesión atea no debería ofender a nadie. ¿Por qué habría de hacerlo? ¿Por atreverse a hacer visible la expresión de una forma de ver el mundo sin dios? ¿Creen que Dios los juzgaría con más acritud que a los curas pederastas? ¿A quién salvaría con más convicción? ¿Al que hubiera utilizado su nombre para violar a un niño o a un ateo que expresa simplemente su convicción de la no necesidad de dios y que ironiza sobre los desmanes hechos en su nombre?
Tengo la impresión de que sólo se ofenden los hipócritas.
Me gustan las procesiones. ¡Todas! Por la libre manifestación de creencias o descreencias. Contra la prohibición de la manifestación de ateísmo que iba a celebrarse en Madrid en fecha como hoy.