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miércoles, 2 de enero de 2008

Las benévolas


Jonathan Littell es el autor de una larga novela con estructura musical titulada, como saben, Las benévolas. Durante su lectura (mes y medio) me he visto absorbido por la historia –un largo monólogo- de un antiguo oficial de las SS, Maximilien Aue que comienza la novela en el movimiento de “tocata” dirigiéndose a nosotros para decirnos: “Hermanos hombres, dejadme que os cuente cómo ocurrió”. A partir de aquí, el narrador asume el papel de hombre normal al que le tocó vivir una porción de la historia de la que no se arrepiente en absoluto. El fue una pieza de un entramado social, político e histórico y la mayoría de los que le leemos, si hubiéramos vivido aquellas circunstancias -según Aue- , hubiéramos colaborado con lo que allí pasó.

Maximilien Aue es el eje del libro y su larga confesión, redactada con claridad, no oculta la naturaleza terrible del Holocausto especialmente en el frente ruso y polaco donde tuvieron lugar las mayores atrocidades. Hay lectores que han reconocido la dificultad de leer muchas de las páginas de este libro. Admito que la desnudez extrema de los asesinatos en masa de poblaciones enteras judías, gitanos o deficientes mentales, es un plato difícil de digerir. ¿Cómo fue posible aquello? Es la pregunta que se hace Jonathan Littell y la misma que se planteaba Primo Levi en La tregua, una vez liberado de Auschwitz. Pasaba éste de retorno a Italia por poblaciones alemanas, una vez concluida la guerra, y miraba los rostros de aquellos alemanes derrotados. Eran personas aparentemente normales. ¿Cómo pudieron haber hecho “aquello”? ¿Cómo el Nacional Socialismo llevó a un pueblo culto a semejantes extremos de brutalidad fría y terriblemente bien planificada?

Las benévolas es la disección de la personalidad de un verdugo y de una ideología. El protagonista es un jurista aficionado a la literatura y a la música. Tiene entre sus libros de cabecera El banquete de Platón, los diarios de Stendhal o La Educación sentimental de Flaubert, obras que lee durante las matanzas masivas en las que él no participa directamente. Él es un oficial de enlace pero lo observa todo desapasionadamente y haciéndose incluso preguntas sobre la naturaleza del “otro”, el que tiene en frente. En algún lugar de la novela incluso reflexiona sobre la imposibilidad de matar a un niño judío sin ver quien lo mata a sus propios hijos. El narrador no carece, pues, de conciencia moral. En otros momentos incluso, llorando, en medio de una crisis nerviosa y alta fiebre confiesa a una mujer enamorada de él –Helene- lo que están haciendo con los judíos. Esta conciencia moral es lo que más me aterra del libro porque ni aún con ella, el protagonista deserta de su colaboración con el genocidio. Tengamos en cuenta además que el protagonista es homosexual y debe ocultar cuidadosamente su tendencia en una Alemania que los perseguía como degenerados.

La novela es un análisis también del Nacional Socialismo como ideología generadora de aquello. Toda ella se ancla en el Volk, la nación o el pueblo alemán, como matriz de pertenencia de todos los alemanes arios. El Volk es soberano y en el Führer se expresa o se encarna esa soberanía. De esa soberanía deriva la ley, y un buen alemán debe obedecer las leyes y al Führer. Si a un alemán le toca –por azar del destino- ir a un campo de concentración o formar parte de un comando de aniquilación de judíos, no es por su voluntad. Su obligación es cumplir la ley y sólo el azar le convierte en “asesino” en vez de “héroe”. Algunos historiadores han visto como algo folclórico todo ese entramado nacional socialista y han querido reconocer en el comunismo una ideología más seria. Sin embargo, en la visión de Littell la ideología del Volk hunde sus raíces profundamente en la cultura alemana y ayuda a entender cómo funcionó aquello.

Los alemanes sabían. Himmler expresó claramente en sus discursos qué estaban haciendo con los judíos, pero la pertenencia al Volk les obligaba a seguir la voluntad del Führer que había declarado a los judíos como enemigos del pueblo alemán. El protagonista para justificarse hace alusión al exterminio de los indios americanos por parte de los blancos. Si ellos pudieron hacerlo, ¿por qué no nosotros?

Mil páginas de inmersión en el polo reflexivo del protagonista nos hacen asistir a sus dudas, a sus conflictos sexuales, a sus lecturas, a su devoción por la música de Bach, a sus fracasadas relaciones afectivas, a sus juergas, a sus cenas con vino de calidad, a sus relaciones de camaradería, a su sentimiento de "dolor de la vida", a sus críticas al sistema de exterminio de los judíos: él no ponía en duda que hubiera que matarlos pero sí buscaba una cierta “humanización” en los modos...La extensión de la novela hace que esas escenas terroríficas que se nos exponen, queden en buena parte diluidas por la complejidad del protagonista. El lector que persevera en la historia queda en cierta manera insensibilizado ante el horror. Supongo que ésta es una de las explicaciones de la longitud de la historia.

Recuerdo que en una exposición de fotografías sobre el Holocausto, entre las espeluznantes imágenes que contemplé, hubo una fotografía cuyo recuerdo me persigue: era una foto familiar de un Jefe de Campo, creo que era de Treblinka. Allí aparecían sus hijas junto a su mujer. Era una foto entrañable que manifestaba su amor de padre. Lo único espantoso es que aquella foto había sido tomada “allí”. Es la misma sensación que tengo ante la lectura de Las benévolas. Desde luego, está claro, la cultura no tiene nada que ver con nuestras opciones política o éticas. Se puede ser extraordinario lector y melómano y ser un torturador. Es terrible…


lunes, 31 de diciembre de 2007

La risa y la tía felisa


Fin de año. Quiero escribir mis últimas líneas cuando faltan ocho horas y media para las doce de la noche. Normalmente –me doy cuenta- soy alérgico a las transiciones anuales, pero para mi malaventura no sólo me han tocado cambios de año sino de siglo y de milenio que he intentado sobrellevar con exquisita elegancia.

Esta noche me vestiré con traje negro y pajarita. Acompañado de toda la familia de mi mujer y de mis hijas, asistiré a la ceremonia de las doce campanadas y las uvas dichosas de la suerte. Hasta los supermercados hacen negocio vendiendo las uvas envasadas en almíbar y peladas al precio de 1’90 € los dos juegos. Mi hija pequeña, a la que le encanta reírse, contará chistes y me hará sonreír lo que le pondrá contenta y dirá: he conseguido que papá se ría, lo que me pondrá colorado y me hará reír de nuevo.

Y es que la risa, igual que aguantarse las ganas de cagar con fuerza y soltarlo todo de golpe, es el mayor de los dones y el mayor de los alivios. El mundo es sombrío, pero por ello mismo nos reímos viendo las conexiones cómicas entre las cosas y el absurdo de nuestros comportamientos. La risa es una dicha, yo diría que la más preciada que existe, y a veces son los más desdichados los que más capacidad de reír tienen. Si no, que se lo pregunten a los africanos, pobres en todo lo que entendemos como posesión material en occidente, pero ricos en risa fresca y maravillosa. En donde se reúnen dos africanos inmediatamente surge la risa. No hay peor desgracia para un africano que la soledad y la tristeza. El ser humano es esencialmente social (y risueño) y le gusta contemplarse con sentido del humor.

Esta noche acudiré con gesto ligero, ligeramente divertido, a la cena familiar. Me quitaré el gesto reflexivo y concentrado que me distingue. Iré de la mano de Lucía, mi hija, y bromearé a gusto y hasta me reiré de mí mismo haciendo el tonto. Diré tonterías y todo el mundo se reirá. Se van a quedar pasmados, ya lo verán. No se lo esperan.

A todos ustedes, los que lean esto: ríanse mucho esta noche y mañana, y al otro día. La risa es ligereza y burla de lo engolado y serio. ¿No se han imaginado el Juicio Final, aquel que profetiza el Apocalipsis, libro de humor donde los haya, igual que las concentraciones de la derecha y la iglesia de estos días, reunida la humanidad toda gimiendo de miedo, pero de golpe alguien echa polvos de la risa en cantidad y todos los esqueletos salidos de las tumbas, los ángeles, los santos, las vírgenes prudentes y las necias, todos empiezan a troncharse de risa? La humanidad toda ella es una carcajada inmensa. Y Dios asiste desconcertado porque esperaba ser temido, pero por el rabillo del ojo, ve a la Virgen que empieza a reírse y a timarse con los ángeles más atractivos. Todos en el cielo se ríen menos Dios que está reflexivo y meditabundo. No entiende nada. ¿Por qué en este día de Justicia con mayúscula todos se están partiendo el culo de risa? En ese momento saltaré yo, vestido con pajarita y traje negro, fumando un cigarro como en mis buenos tiempos, y, saleroso yo, actuaré para Dios de forma que como Molière ante el rey Sol, Luis XIV, Dios se termine cogiendo la tripa de risa junto a toda la corte celestial. Tanto es así, que meándose de risa, Dios perdonará definitivamente a todos los hombres y mujeres, y los devolverá felices de nuevo al Jardín del Paraíso de donde no debieron salir. Se acabará definitivamente el llanto y vendrá la risa subversiva, lujuriosa, sensual, vibrante. Y la humanidad será definitivamente feliz.

Joselu, ¡qué tajada llevas!

¡Feliz y risueño 2008! ¡Que ni los bancos ni Dios les quiten las ganas de reír!

jueves, 27 de diciembre de 2007

Cuento de Navidad

Durante estas navidades leo –más bien devoro- dos libros a la vez: del primero hablaré un día. Se titula Las benévolas de Jonathan Littell. Es una historia turbia y siniestra aunque no carente de atractivo. El otro lo leo en algunas ocasiones, fragmento a fragmento. Un blog espléndido -El tiempo ganado- me presentó a su autor, Robert Walser, un suizo nacido en 1878. Su vida fue trasfigurada por el fracaso. Nunca buscó el éxito, y a los cincuenta años, escrita la totalidad de su obra, se apeó del mundo y fue ingresado en un manicomio. Murió durante un paseo en la nieve en 1956. Fue un hombre solitario que no tuvo nunca ninguna posesión a excepción de su paraguas y sus libros. Ni siquiera estos. Su escritura es triste. Leo la considerada una de sus mejores obras, Jakob von Gunten, cuando voy en metro a ver a Julia. Es una antigua amiga que está ingresada a sus cuarenta y nueve años en una clínica geriátrica para enfermos de larga duración. Su hígado está deshecho y su aspecto es el de una mujer de sesenta y cinco años. Tiene el húmero derecho roto, lo que le impide hacer rehabilitación para estimular las piernas que están entumecidas y sin músculo tras tres meses de ingreso hospitalario. Lleva pañal y las enfermeras han de darle de comer pues tiene el brazo derecho imposibilitado. Sus ojos están amarillentos y su piel, prematuramente envejecida. Julia, no obstante, es una de las personas más prodigiosas que he conocido. Su vida se ha paseado desde que la conozco por el filo del abismo. Me maravillan su lucidez y su generosidad. Es una criatura delicada, poseída por una extraordinaria sensibilidad y un tremendo orgullo, como el de los personajes antiheroicos y humildes de Robert Walser. Ha vivido en otra dimensión distinta a la de los personajes prosaicos que la hemos conocido. Como el autor citado, gustaba de la pasión por aquellos detalles superfluos de las cosas, esos detalles superfluos que, según la luz con que los miremos, son los principales. Escuchar a Julia me enervaba en otros tiempos por esa supefluidad enojosa con que hablaba de las cosas y las personas. Parecía hablar otro idioma todo entreverado por un tremendo dolor de corazón y un portentoso sentido del humor. En medio de las mayores desgracias, ya debatiéndose su existencia entre la vida y la muerte, no ha abdicado de su ingenio e ironía. No hay tragedias delante de ella. Cuando la vas a ver al hospital no deja de emerger un humor fresco y palpitante, aunque en algunos momentos esté a punto de llorar y te confiese que está atemorizada. Ella, allí, entre ancianas catatónicas y enfermeras crueles, se debate entre la voluntad de vivir y la abdicación que la llevaría a dejar de sufrir y desaparecer. Es dependiente en prácticamente todo y todos sabemos que si sale de aquí, habrá de ser atendida por alguien 24 horas al día. El presente es sombrío y el futuro todavía más, si es que existe para ella. No dudo, no obstante, que si algún día pudiera estar sola, volvería al alcohol, la droga más peligrosa. Pero su hígado no resistirá una nueva agresión. Se sueña bebiendo martinis y corriendo por la playa en sueños gozosos que la asaltan en medio de noches interminables. A las ancianas les apagan la luz a la siete y media de la tarde. Sólo le queda soñar, allí donde el alma es libre para desplazarse más allá de las coordenadas espacio temporales.

Su vida es un fracaso absoluto, pero algo hay en ella que la hace singular en un mundo desposeído de grandeza y de espíritu heroico. No he visto existencia más provisional que la de ella. Nunca ha tenido piso en propiedad. Nunca lo ha querido. Ha ido deambulando por una docena de domicilios desde que la conozco. No tiene ninguna posesión. Incluso su único hijo adolescente, hace un par de años que decidió trasladarse a vivir con su padre, quizás para salir del caos que ha sido la vida de Julia. Me faltan palabras para explicarla. Hace diez años que decidió aislarse del mundo y sus amigos y quedó en completa soledad a excepción de alguna visita de algún antiguo amante que iba a visitarla de mes en mes. Todo en ella ha sido, como dijo Neruda, naufragio. Nada hay, o casi nada, que la retenga aquí. Sin embargo, pocas personas he visto que hayan amado tanto la vida como ella y que ésta haya estado cargada de tanta delicadeza y espiritualidad. Ir a verla es terrible, pero tengo la impresión de que es ella la que me consuela a mí. Cuando vuelvo en metro, revivo los momentos pasados con ella y avanzo en Jakob von Gunten: “Había arrogancia en sus palabras. Y tristeza. Y la arrogancia y la tristeza armonizan siempre bien”. Esa es mi Julia, aragonesa de las montañas, a la que hay que añadirle algunas carcajadas de vez en cuando en esa espera inacabable hacia la nada. Eso sí, con las banderas de la humanidad y la sonrisa desplegadas al viento. Ha sido un placer conocerte, amiga. ¡Cómo entiendo la música de Robert Walser en esos momentos!

lunes, 24 de diciembre de 2007

¿Por qué leemos?

Robert Walser
Una vida sin libros no es necesariamente inferior. Se puede vivir perfectamente sin leer libros, sin ir a exposiciones pictóricas y sin ver buenas películas… Es más conozco a bastantes personas que lo hacen y son perfectamente felices. Es una falacia pensar que la lectura es una necesidad humana y que nos hace mejores en ningún sentido. Hay algunas personas que leen, que no pueden vivir sin leer, y otras para las que la lectura es algo enojoso y absolutamente prescindible. ¿Quién es mejor? Cada uno tiene sus pasiones. Uno puede apasionarse por el fútbol como jugador o como espectador. Otros, en cambio, se apasionan por Los hermanos Karamazov de Dostoievski.

Leer es un acto pueril. Don Quijote de la Mancha era un personaje pueril que acaba derrotado, igual que algunos personajes de Kafka o Vladimir Nabokov. Es un acto pueril porque nos instala en el mundo de la irrealidad. Tenemos vidas reales pero nos atraen vidas irreales. Es como una enfermedad del alma. Los lectores compulsivos necesitamos de la ficción, vivir otras vidas que no sean la nuestra, necesitamos alimentarnos de belleza, necesitamos trascender nuestras vidas incompletas y trasladarnos a espacios imaginarios o identificarnos con personajes que no somos nosotros mismos como si nuestra vida no estuviera completa. ¿Hay acaso mayor evidencia de que los lectores tenemos algo de niños?

Detesto esa obsesión de los ministerios de Educación y Cultura de intentar conseguir que toda la sociedad sea lectora. La lectura es una actividad minoritaria, de individuos insatisfechos y sin terminar que tienen algo de niños pues buscan en los libros la magia que les falta en sus vidas. O la magia que les lleve más allá de sus vidas. No todo el mundo tiene esa íntima necesidad. No hay ningún poder en el mundo que impida que alguien sea un lector compulsivo. He tenido alumnos de vida desdichada de quince años que devoraban a Dostoievski. Leerlo era una forma de consuelo. La mayor parte de las grandes historias que ha creado la humanidad son historias tristes o desoladoras. La gran literatura es triste. Nos vemos reflejados en esas historias y nos producen consuelo. Nos vemos desplazados de nuestro centro y llevados más allá de lo que conocemos. Nos aventuramos en otras historias que no somos nosotros mismos.

Los grandes narradores son perversos con corazón candoroso. Intentan que seamos felices. No existe otra motivación para contar o leer historias que la de intentar ser feliz, igual que en la vida cotidiana necesitamos de esos postres tan maravillosos como las natillas, el arroz con leche o el turrón. Leemos para ser felices. Poseer un libro ya es un factor de felicidad. Me gustan con tapa dura y con bellas encuadernaciones. Cuando consigo un libro –los libros hay que comprarlos de uno en uno- largo tiempo anhelado me posee una emoción especial. Me gusta que alguien pueda recomendarme libros desde su experiencia personal. Del mismo modo que me gusta hablar de ellos o escribir sobre ellos. Ahora estoy embebido en una turbia historia cuyo narrador es un personaje perverso pero su vida y sus reflexiones me son atractivas. Me siento identificado en su cotidianidad pero odio lo que su vida representa. Leer es enfrentarse en muchos casos a la ambigüedad humana, a esos seres que representan la miseria moral pero que tienen una atractiva sensibilidad. Leer es un veneno del alma porque nos acerca a laberintos y encrucijadas morales que necesitan ser resueltas.

No entiendo que leer deba ser una actividad mayoritaria. Como transición existen los bestsellers, las libros acomodaticios y fáciles que no suponen una experiencia compleja para el lector. Son géneros de éxito editorial y que se venden a millones. Satisfacen esa mayoritaria necesidad de escuchar historias atrayentes, pero que no nos amenazan. La gran literatura siempre es un riesgo y una experiencia importante. No son libros de fácil lectura por su densidad o su longitud. Muchas veces sus autores han llevado vidas desgraciadas que han dejado plasmadas en mayor o menor medida en sus obras. Algunos lectores son enfermos o niños en el fondo de su alma y están enganchados a una droga poderosa y terrible: la buena literatura. Algo perfectamente prescindible e innecesario para ser buena persona o feliz. El problema es otro pero quizás no lo sepa explicar.

martes, 18 de diciembre de 2007

Leyendo

Una clase de lectura es un espacio de silencio compartido. Los alumnos-lectores saben que tienen que traer sus libros y fallan pocos. Me asombra que la experiencia haya calado tanto en el trimestre que llevamos de práctica. Al principio cuesta conseguir el silencio. Hay varias llamadas de atención del profesor. Varios shhhhsssss imperativos, que poco a poco van haciendo desaparecer el rumor del aula. Veo a mis alumnos cautivados por la lectura. No todos por igual. Hay algunos de ellos que no traen ningún libro y se pasan la hora distraídos o cuchicheando. Hay dos focos de distorsión en la clase. Intento controlarlos con la mirada. La muchacha que lee Flores en el ático de V.C. Andrews está embebida, pero observo que silabea mientras está leyendo. No levanta la vista durante toda la hora; igual que el muchacho de origen georgiano que lleva dos meses leyendo Las uvas de la ira de Steinbeck. Se atascó durante un tiempo y ha necesitado llegar a la página 400 para que la novela le resulte absorbente. El final es inolvidable. Los hay que leen El niño con el pijama de rayas o Drácula de Bram Stocker; otro lee El juego de Ender de Orson Card. Varios están abstraídos leyendo a Stephen King, largos novelones de más de 500 páginas o a Lovecraft en su libro La habitación cerrada. La metamorfosis o El extranjero de Camus forman parte del ambiente de la clase, igual que Escupiré sobre vuestra tumba de Boris Vian.

La concentración es intensa durante cincuenta minutos. El profesor lee también una antología de Juan Ramón Jiménez. Él también tiene derecho a leer. Reflexiona mientras observa a sus alumnos. Ésta es una experiencia aprovechable. Un espacio de silencio y lectura. La próxima semana –se dice- les traeré una cinta de Bío música, esa música relajante que induce a la concentración.

Un fenómeno que se incorpora es que los alumnos traen sus propios libros de lectura, libros no recomendados por el profesor. Una alumna ha preguntado si puede leer El código Davinci. Sin pensarlo demasiado, le ha contestado que no. Bueno, leerlo, claro que puede leerlo, pero valer para la asignatura, pues no. Pero no lo tiene claro. Le duele que ese best seller pueda valer tres puntos en la evaluación. Él ha procurado que los libros leídos sean de una cierta calidad y teme las aportaciones de los alumnos, aunque a la vez eso significa que están apuntados al carro de la lectura. Otra alumna, cautivada por Flores en el ático está buscando la continuación titulada Pétalos al viento. Alguna otra se ha agenciado 97 formas de decir te quiero. El profesor teme la literatura juvenil pero entiende que ha de permitir la libre expresión de los alumnos.

Curiosamente hoy los alumnos de cuarto de ESO han contestado en el blog de la clase a un decálogo irónico que hace unos días planteaba Antonio Solano en su blog Repaso de Lengua. No les he querido explicar la intención del autor, y ellos espontáneamente le han contestado como pueden ver los lectores de mi blog. La mayoría, para mi sorpresa, defienden la lectura como una actividad convincente. Puedo aclarar que no han contestado condicionados por lo que se supone que habrían de responder. Las respuestas, plagadas de faltas de ortografía, se pueden seguir en su genuina espontaneidad. Los adolescentes con los que tratamos no suelen decir aquello que está programado. Suelen ser sinceros y más cuando el magnífico post citado no revela su intención en un primer nivel de lectura. Ellos se lo han tomado en serio y le han respondido en serio.

Creo que el objetivo de que les guste leer y que lean está siendo conseguido. El problema siguiente es cómo verbalizan su experiencia lectora. Sus palabras son escasas y torpes. Les falta –lógicamente- una formació literaria. La literatura es la pariente pobre de los planes educativos. Prácticamente se ha extinguido en esa combinación de Lengua y literatura que se estila en la ESO y Bachillerato. Me gustaría ver a estos alumnos pudiendo haber estudiado Historia de la Literatura en condiciones. Me los imagino empleando un lenguaje especializado para describir las obras que están leyendo. Toda materia estudiada se asimila cuando se adquiere un léxico apropiado. Ellos, desgraciadamente, no han tenido esa oportunidad, y el profesor ha de contentarse con su espontaneidad y sus limitados recursos. Pero estos valen su peso en oro. Hoy está contento de estos adolescentes absorbidos por el hechizo de los libros.

sábado, 15 de diciembre de 2007

Sesiones de lectura dramática

Uno de los ejercicios más estimulantes de la participación de los alumnos en clase de literatura es la lectura dramatizada de algún texto teatral. Sugiero hacerlo en algunas clases en que el número no supere la quincena. En mi centro desdoblamos las clases de lengua y ello ofrece una oportunidad suculenta de poder leer algunos textos dramáticos. En cuarto de ESO hemos leído, como otros años, Bodas de sangre, y ahora estamos enfrentándonos al último acto de La casa de Bernarda Alba, ambos textos de Lorca.

Los hago colocar en disposición circular y reparto los ejemplares. Hay expectación por saber a qué personajes habrá que representar. En La casa de Bernarda Alba todos son personajes femeninos. El único personaje masculino –que no aparece pero se alude constantemente a él- es Pepe el Romano. La obra es un drama y no una tragedia. Les hago reflexionar sobre la intención de Lorca al hacer esta distinción respecto a la anterior leída y ya citada Bodas de sangre: desaparecen los personajes sobrenaturales y los coros que subrayaban la acción. Hay asimismo una voluntad de realismo fotográfico en blanco y negro. En La casa de Bernarda Alba se enfrentan poderosamente los principios de autoridad y libertad en un universo cerrado y hermético. El sexo aparece como fuerza totalizadora de la libertad humana. Adela y María Josefa se rebelan contra la tiranía de Bernarda Alba, pero la obra acaba dramáticamente y con la palabra “silencio” en boca de la madre, la misma con la que había iniciado su entrada en escena.

La lectura dura unas tres sesiones. El profesor participa leyendo las acotaciones escénicas y explica características de la estructura dramática de la obra. Es importante que se den cuenta de que están ante un texto teatral regido por la economía dramática. Todo lo que se dice en la obra tiene un sentido y subraya la intención del autor. No hay ninguna frase para rellenar.

Les explico que esta obra marca la cima del teatro lorquiano. Fue leída por Lorca a sus amigos en julio de 1936, pocos días antes del inicio de la guerra Civil, pero no fue estrenada en España hasta 1964, veintiocho años después de su escritura. Veo que esto no les asombra demasiado. Mucho me temo que hablarles de dictadura franquista es un tema tan recurrente como poco efectivo. Ellos no pueden saber qué es un régimen dictatorial y la ausencia de libertades, esas que reclaman alguna hijas de Bernarda Alba. Por ello, esta obra tardó tanto en ser representada. Parecía una alegoría de la dictadura franquista con ese terrible ¡Silencio, silencio he dicho! ¡Silencio! que imponía la protagonista del drama.

Les animo a dar énfasis a lo que están leyendo, a que no dejen caer las palabras, a que se den cuenta de lo que están diciendo. Esto es difícil en una primera lectura y cabría hacer otra segunda lectura matizando las intervenciones, pero esto ya no es posible ni todos los alumnos se implican por igual en la lectura del texto teatral. Hay quienes se dejan llevar por la desidia y la indolencia y no logran extraer las posibilidades dramáticas; otros tienen vergüenza y leen sin soltura. Pero siempre hay quien recoge el testigo y logra dar vida a la obra lorquiana. Depende de los grupos. Hay algunos que leen con vehemencia y la obra adquiere intensidad, y otros en que la lectura resulta plana y aburrida. Depende del número de chicas en el grupo. Estas son más proclives a valorar lo que están leyendo y a identificarse con el universo lorquiano.

Sin duda es una buena actividad. La próxima que leeremos será Don Juan Tenorio de José Zorrilla. Pienso que puede ser un magnífico texto dramático para continuar con nuestras sesiones de lecturas dramatizadas.

En segundo de bachillerato, estamos leyendo además El caballero de Olmedo de Lope de Vega. Es excitante ver cómo se dan cuenta de que el texto adquiere vida a pesar de estar escrito hacia 1621. Participamos de su enredo y su dramaticidad genial, riéndonos con las bromas de Tello, aunque todos sabemos que la muerte planea como un soplo gélido sobre la obra, y al final sucederá lo irreparable (aunque todo el mundo lo sabía):
Que de noche lo mataron/al caballero, la gala / de Medina, la flor de Olmedo.

No hay duda que el día que toca lectura teatral, la clase se aproxima a ser una fiesta.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Ainhoa

Ainhoa es una alumna catalana que ha euskaldunizado su nombre por su pasión hacia la cultura vasca. Estudia euskera por su propia cuenta, y una de sus mayores ilusiones es conocer el País Vasco al que admira desde la distancia.

Ainhoa es una alumna aparentemente normal que estudia primero de bachillerato de la rama del Científico. Sus notas son promedio de Excelente a lo largo de toda la ESO. Esto y su interés por la cultura, la actualidad, la historia y la literatura la hacen ser una raras avis en un instituto público de la periferia de Barcelona.

Su expediente destaca poderosamente entre todos los del instituto, pero eso no la hace ser una alumna popular. Sus compañeros la ven como extraña y anómala y más de una vez le han jugado malas pasadas y en alguna ocasión éstas han sido hechas con una profunda mala intención. De estas todavía no se ha repuesto y teme todavía que le puedan hacer más daño. Porque Ainhoa, además de inteligente, es extremadamente sensible y siente esa sensación de extrañeza y mala voluntad que concita su personalidad que no esconde su pasión por el conocimiento y en especial la ciencia.

Claro que sus agresoras han sido sancionadas por expedientes administrativos. La dirección del centro tuvo que intervenir cuando tuvieron lugar los hechos más graves; igual que conoce sus fuertes depresiones y sus frustrados intentos de suicidio por creer que sobra y que lo único que quiere es desaparecer.

Su familia le apoya. Su padre le explica que ha de procurarse un fuerte caparazón para que la mala fe de los demás no pueda dañarla, pero ella se siente como una frágil burbujita de jabón a merced del aire. Ainhoa entró en mi mundo interior cuando publiqué un blog titulado Zonas oscuras que un día hice desaparecer. Era demasiado sangrante para ser exhibido. Ella, como alumna, descubrió el enlace y fue siguiendo durante varios meses en silencio los vericuetos de mis estados de postración. Un día recibí un mensaje de ella. Claro que no ponía su nombre. No quería que me sintiera descubierto, pero su ortografía perfecta la delataba, su ortografía y su estilo depurado y claro. Ainhoa ahora publica un blog en el que da salida a su estado de tristeza y desolación. Su tono es sobrecogedor. Se siente amenazada por sus compañeros. Todo es muy sutil pero ella cree no poder más. A veces ansía desaparecer y morir. Está en tratamiento psiquiátrico pero la medicación no le hace efecto. Solamente siente el sabor químico en su boca, pero su tristeza y sus ganas de morir no se atenúan.

Su historia me recuerda demasiado La campana de cristal de Sylvia Plath, un libro lúcido y demoledor en que relata sus años de depresión. Intento –en mis comentarios-animarla como puedo pero no puedo protegerla de esa conjura de los necios que ven en el que destaca un enemigo a batir, a destruir si es posible. Le hablo de hermosos libros que pueden ayudarla como El hombre en busca de sentido del psicólogo austriaco Víctor E. Frankl. Siempre hay sol por encima de las nubes, le digo. El problema de la vida humana es que hemos de dotarla de sentido, hemos de encontrar un motivo para el que vivir. Pero me temo que mis intentos bienintencionados le queden lejos cuando siente dentro de sí esa angustia profunda que le oprime el pecho y le hace ansiar dejar de vivir. Entre tanto sus compañeros que ignoran su fragilidad y la creen indestructible, la hieren tanto como pueden, se burlan de ella, la desprecian… Todo sería una anécdota más de las llamadas relaciones problemáticas en un centro de enseñanza público, a no ser porque hoy desde aquí podemos contemplar los intentos de supervivencia y de ser feliz de alguien cuyo único problema es su inteligencia y su sensibilidad extrema. Si fuera más intrascendente, si fuera menos lúcida, si se acoplara más a esa medianía que desprecia la cultura y ama la incultura de masas, si sintiera menos… probablemente podría soportar mejor su diferencia.

Cuando me cruzo con ella por los pasillos le sonrío. Ella también me sonríe. Nadie sabe de nuestra comunicación. Sigo cada día la evolución de su blog. Hay en él una llamada de auxilio y un intento de encontrar personas que puedan dialogar con ella para salir de esa ominosa soledad en que se encuentra. Una de sus amigas más directas ha dejado el instituto porque se cree también puesta en el punto de mira de sus compañeros por ser diferente también aunque por otros motivos.

Asisto a la situación y no puedo entender cómo los necios son tantos y tan poderosos, cómo alguien que tiene una poderosa inteligencia pueda a la vez ser tan frágil y quebradizo. Me pregunto cómo ayudar a alguien a conservar el deseo de vivir en medio de tanta consternación.

domingo, 9 de diciembre de 2007

Memorias

Cuando yo estudié no existía la secundaria. A los diez años se iniciaba el Bachillerato lo que suponía un cambio sustancial respecto a los anteriores estudios. De hecho a los nueve cursé el Ingreso tras dos años en primaria. Se nos suponía adultos a la edad que habíamos hecho la Primera Comunión. El bachillerato iniciaba un periplo de seis años más un curso más de Orientación Universitaria. Son historias de otros tiempos en los que la madurez se presuponía. Claro si a los doce años se podía trabajar, a los doce años se podía cursar un sistema duro y exigente, casi sádico, al menos en el colegio religioso donde yo estuve nueve largos años, desde los siete a los dieciséis.

Teníamos profesores de todo tipo: curas frustrados que acabaron siendo miembros de ETA, curas que indagaban en nuestras inquietudes sexuales y nos reunían a los elegidos para enterarse de qué sabíamos de la vida; profesores laicos que nos golpeaban en los dedos salvajemente por no sabernos la lección de Trigonometría; otros nos castigaban por tener las manos debajo de la mesa porque eso era indicio de que nos tocábamos la minina; otros se sacaban pelotillas de la nariz y nos las arrojaban al foro de la clase mediante un pasagonzalo. Eran tardes interminables en que sólo deseabas que no te preguntaran para no exponerte a los sarcasmos habituales del profesor. Al final del día el cura tutor venía y nos hacía rezar el rosario entero. De seis a seis y media de la tarde rezábamos los misterios gloriosos, dolorosos o gozosos con su letanía correspodiente. Teníamos que dedicar cada misterio por una intención: por los enfermos, por los ateos, por los que sufren en el mundo… No discutíamos la autoridad. El ambiente entre nosotros era como el que recibíamos de nuestros superiores: sádico. El débil era machacado. La ley que imperaba era la de la supervivencia. Hubo gente que pasó por aquel sistema, que tienen mi edad, y que no fueron dañados por él. Paloma Díaz Mas, la autora de El sueño de Venecia, recuerda con interés aquellos años y considera que el rezo de las letanías y el rosario le facilitó el aprendizaje del ritmo poético, igual que la práctica de los ejercicios de San Ignacio le ayudó a entender la mística en la comprensión de que todo es efímero y que nuestra alma se desase del cuerpo para unirse con la divinidad. Yo no recuerdo eso, pero sí tardes esperando ante el confesionario para contar al reverendo padre tus pecados. Mentías como un bellaco en la capilla de la escuela. Te parecía tétrica y siniestra, pero te faltaban elementos teóricos para ser capaz de juzgar aquello.

Cuando llegaste a cuarto de bachiller (13 años) –antes de la reválida- cursaste con un bondadoso cura la asignatura de Literatura. Llevabas un grueso libro que te hablaba de los autores de la Literatura Universal. De aquella asignatura te quedó un conocimiento general de los clásicos griegos y latinos, así como de los humanistas italianos para llegar a los realistas del XIX. No recuerdas que te hablaran del grupo poético de 1927. En aquel momento todavía no era en la enseñanza un referente. Tuviste que esperar a cursar Lengua en COU, en una academia privada, para enterarte de que habían existido García Lorca o Vicente Aleixandre o Miguel Hernández. A los once, doce y trece años cursabas latín de forma obligatoria lo que te obligaba junto al conocimiento de la sintaxis y la morfología de la lengua a penetrar en el conocimiento de las estructuras lingüísticas… No discutías, sólo acatabas lo que en aquel momento era la realidad imperante. Te pegaban, pero a ti no se te ocurría ir a casa a contarlo porque entonces te hubieran golpeado más en casa y en el colegio. Aquello era sumisión absoluta ante la autoridad. Desde entonces detestas a los curas y odias la enseñanza religiosa. Años después terminaste siendo profesor en la misma orden en que tú habías estudiado. Fue un curso en los Maristas de Paseo San Juan en Barcelona. Tú habías estudiado en Zaragoza, una ciudad de curas y militares. Evocas tu infancia paseando por el Paseo de Independencia y la calle Alfonso de Zaragoza cuando salías de aquel colegio agresivo y autoritario. Era ya de noche. Vivía Franco y la autoridad era intocable.

Cuando llegaste a la universidad, ésta ardía en movimientos revolucionarios. Leíste a Erich Fromm, a Roger Garaudy, a Teilhard de Chardin, a Samuel Beckett, a Sartre, a Camus, a Alfonso Sastre, a Cortazar, a Juan Goytisolo y te salió el rebelde que llevaba dentro. Te uniste a los partidos de izquierda revolucionaria. Sentiste el deber de cambiar el mundo. De modo que cuando llegaste a la enseñanza como profesor entendiste que tu obligación era transformar el mundo con tus clases. ¡Cómo te lo creías! Disfrutabas introduciendo a tus alumnos en estéticas nuevas y dándoles a conocer la novela negra norteamericana o el Nuevo periodismo representado por Charles Bukowski y Tom Wolfe. La lectura de La Celestina era un ejercicio de reivindicación del cuerpo y del placer. Entonces tenías un discurso rebelde y tus alumnos te escuchaban. Venías de una enseñanza represiva y tenías la oportunidad de cambiar el mundo con la literatura. ¡Qué maravilloso panorama cuando veías a tus alumnos ansiosos de ideas o nuevos sentimientos!

sábado, 8 de diciembre de 2007

miércoles, 5 de diciembre de 2007

El informe PISA


Estos días han aparecido los datos del informe PISA (Programme for Internacional Student Assessment) en los que se valoran los resultados de las pruebas en Ciencias, Matemáticas y Lectura de los países de la OCDE y asociados. En ellos han participado diez comunidades autónomas españolas entre las que se han detectado unas diferencias enormes destacando La Rioja y Castilla-León, País Vasco, Asturias y Aragón en los resultados positivos y Andalucía y Cataluña en los negativos. Como yo vivo y trabajo en esta última comunidad autónoma me siento especialmente afectado por estas cifras en especial a lo que hace de la Comprensión Lectora cuyos resultados globales han sido 31 puntos por debajo del promedio de OCDE. Nuestros alumnos no entienden lo que leen y ello afecta a todas las materias.

Los docentes estamos acostumbrados a ello. Soy profesor de Lengua Castellana de cuarto de ESO (A y B) y tercero de ESO (Grupo D de ritmo lento o lo que es lo mismo de adaptación curricular). No hablo de estos últimos cuyos problemas de comprensión son muy graves y hace que a la hora de evaluarlos nos fijemos más en los procedimientos, la actitud y hábitos de trabajo diario… Me estoy refiriendo a dos cursos de nivel normal que están en la etapa en que se decidirá si van o no a promocionar la ESO. Pues bien, el profesor constata que sistemáticamente mis alumnos no entienden las preguntas que supongan una cierta elaboración intelectual o algo que les exija relacionar y comparar datos o efectuar un resumen lo que supone una clara comprensión de lo leído. Mis alumnos no entienden las preguntas sencillas que aparecen en los libros de texto. Les encantan, en cambio, las cuestiones mecánicas en que tienen que buscar datos en un texto (Cómo se llama el protagonista, cuántos hijos tiene, adónde va por la mañana…). Mis alumnos no están acostumbrados a interpretar lo que leen, no están habituados a pensar y se les ve pesarosos y perdidos cuando el profesor les interroga sobre algo a lo que han de encontrarle un sentido.

Como soy profesor, me veo implicado, y si se me pregunta cuáles son las raíces de este mal tan extendido incluso entre alumnos de un hipotético buen nivel, mucho me temo que viene de muy atrás, en un modo de entender la enseñanza de la lengua desde la primaria. Se suele incurrir en dar mucha importancia a temas de morfología y sintaxis cuya utilidad es muy relativa, y se trabaja muy poco la gramática del texto y la comprensión lectora cuyos primeros pasos deben darse en los cursos de primaria en que los niños aprenden a leer. No basta con decodificar letras, sílabas y palabras en una lectura más o menos fluida. (Hay dificultades lectoras muy graves a los quince o dieciséis años que explicarían una deficiencia básica para entender lo que se lee). Hay que interpretar lo que se lee, hay que acostumbrarles desde pequeños a que contesten preguntas hábiles e inteligentes sobre lo que han leído. Es una mecánica que hay que ir desarrollando progresivamente. Hay que acostumbrarlos a pensar. Esto supone un método de aprendizaje. Mucho me temo que en todo nuestro sistema de enseñanza se les enseña cuestiones poco menos que inútiles (mandan las editoriales que interpretan las directrices de los Ministerios de Educación) y se les enseña bien poco a reflexionar sobre lo que leen. Prima lo mecánico y los profesores se dejan llevar por la comodidad de ir pasando de temas que no son asimilados y luego se hace una evaluación light sobre lo aprendido que no ponga en cuestión la comodidad del profesor. Y el profesor se siente a partir de cierto momento incómodo planteándoles preguntas cuyo sentido a los alumnos les parece arcano. Es toda una filosofía de la enseñanza de la lengua la que está puesta en cuestión y que choca con costumbres bien arraigadas entre el profesorado y las universidades que lo forman.

A todo esto se une una clara concepción lúdica de la enseñanza que nos han inyectado desde la aprobación de la LOGSE. Las clases han de ser divertidas. Aprender es el menor de los objetivos. Los alumnos a estas alturas quieren pasárselo bien y no pensar, así como aprobar de forma mecánica sin demasiado esfuerzo. Pero ellos no son los únicos culpables. Es toda una filosofía de la enseñanza la que se ha impuesto desde hace quince años y que se une a una tradición poco centrada en el texto y su comprensión. El problema es que el sistema hace aguas por todos los lados y ahora se nos pide resultados. Hemos de divertirlos, hacerles amenas las clases y “enseñarles”, pero nuestros alumnos se han acostumbrado demasiado a la relajación, a la ley del mínimo esfuerzo, a la indisciplina, al juego, a la banalidad, e inculcarles otros hábitos es más que complicado. Tan complicado como enseñar a los docentes de lengua que hay otro modo de impartir la asignatura que no preste tanta atención a los complementos directos o a la naturaleza del pronombre. La clave esta en el análisis y comentario de textos y en la composición de los mismos respetando unas reglas de orden y jerarquía. Tarea nada fácil a estas alturas.

sábado, 1 de diciembre de 2007

Bradomín


En la comunidad autónoma de Cataluña se imparten clases por la tarde en la ESO, a diferencia de muchas otras comunidades en que el horario es sólo de mañana. Son clases pesadas y en las que el aprovechamiento no es el ideal. Los alumnos llegan con la modorra de la tarde y cuesta motivarles. Especialmente si la materia a explicar es Historia de la Literatura, una asignatura que gustaba mucho hace años pero que hoy día les resulta tediosa y desagradable por la abundancia de explicación teórica que necesita.

En la tarde del jueves tenemos clase de tres a cuatro. Los 30 alumnos entran y se sientan. Cuesta comenzar la clase. Están muy agitados y el bullicio domina en los primeros diez minutos, hasta que el profesor se pone serio y les pide imperativamente que se vayan tranquilizando y se pongan en disposición de trabajar. No son conflictivos los alumnos de cuarto; si acaso muy perezosos a la hora de ponerse a estudiar y elaborar la materia explicada. Pero les gusta escuchar si uno consigue metérselos en el bolsillo. Hoy el tema no era sencillo. Tocaba el Modernismo y la crisis de final de siglo. El profesor intenta llevarles a esos años de transformación de las sociedades europeas (1890- 1914) y a las nuevas concepciones del arte y la literatura. La clave es que los modernistas, bohemios y rebeldes, eran esteticistas: buscaban una belleza no burguesa y se evadían de su tiempo al que consideraban vulgar y adocenado para proyectarse en otras épocas y espacios geográficos. De ahí, el exotismo, el orientalismo, las evocaciones refinadas de la Europa del Renacimiento o los mundos idealizados con princesas, palacios, cisnes… El profesor les habla de la vida bohemia de estos artistas, de las drogas que utilizaban para inspirarse. Escucho comentarios que afirman que así cualquiera crea. El profesor se ve obligado a meter una cuña en contra de las drogas en el periodo de la adolescencia, pero reconoce la importancia que pudieron tener en cierta concepción maldita de la literatura.

Luego hablamos de las corrientes que nutrieron el Modernismo como fueron el Simbolismo y el Parnasianismo. Hablamos de los símbolos, elementos visibles, que hacen referencia a realidades invisibles, en un mundo que está más allá de las apariencias. ¿Artistas modernistas españoles? Pues claro, muy influidos por Rubén Darío y los simbolistas fueron Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez y Ramón María del Valle Inclán. De Machado hablaremos largo y tendido pues este año también iremos a Collioure y prepararemos la visita a su tumba. Introduzco al ínclito Valle Inclán, uno de mis artistas más estimados. Les cito las famosas Sonatas –claro nombre musical por la importancia que daban los modernistas a la musicalidad-. Las Sonatas de primavera, de estío, de otoño y de invierno, que se corresponden con diferentes fases de la vida. El protagonista –les digo- es el marqués de Bradomín, un personaje único: “feo, católico y sentimental” que es un gran seductor a pesar de su fealdad, porque a las mujeres lo que las seduce, más que la belleza física, son las palabras. Hago referencia a las palabras de un blog de un muchacho colombiano de la clase del que reproduzco sus ideas. El marqués de Bradomín, en la Sonata de estío, llega a México –les explico- y en el barco que les lleva a Yucatán se encuentra a una mujer exótica y atractiva: la niña Chole, india exuberante, que inmediatamente atrae a nuestro personaje central. La niña Chole va acompañada de sus servidores y viaja para reunirse con su marido, el general Diego Bermúdez. La belleza perversa de la muchacha maya enloquece a nuestro marqués que se propone seducirla. En un momento cuando ella está montando a caballo le pide ella que le calce la espuela. Él coge delicadamente su pie –parte erótica donde las haya- y lo besa apasionadamente. El seguidor de las artes amatorias de Ovidio, el divino marqués, antes le había dicho que los españoles se dividían en dos grandes bandos: Uno, el Marqués de Bradomín, y en el otro, todos los demás. “La niña Chole me miró risueña”: - Cuánta jactancia, señor”.

Camino de Veracruz, el marqués y la niña Chole reposan en un convento. Les acogen gentilmente las monjas, y allí en una celda Bradomín la hará su esposa en una noche mágica. Entonces expliqué que el marqués le había hecho el amor ocho veces… En realidad son siete- número arcano-: “Mis manos, distraídas y doctorales, comenzaron a desflorar sus senos. Ella, suspirando, entornó los ojos, y celebramos nuestras bodas con siete copiosos sacrificios que ofrecimos a los dioses como el triunfo de la vida”. En aquel momento se produjo una conmoción en clase y se alzó un murmullo que duró un par de minutos. Hubo vivas al marqués y entonces supe que Bradomín se había unido a su educación sentimental. Algunos blogs de los alumnos se hicieron eco de la explicación. Todo lo que desarrollé después no tuvo ya importancia. Varios alumnos me preguntaron si podían leerse las Sonatas. Yo, encantado, les dije que valoraría adecuadamente la lectura de esas obras modernistas, que además son cortas y de fácil comprensión. A veces el acercamiento a la literatura ha de ser forzosamente tramposo y ha de tender celadas a los potenciales lectores. Así acabó aquella tarde de noviembre en que habíamos tenido como personaje invitado al marqués de Bradomín, el alter ego de Valle. Creo que no lo olvidarán.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Manhattan Blues



Capítulo primero: “Él amaba, idolatraba, su profesión de un modo desproporcionado, desde que entró en un aula ya hace veintantos años. Las miradas llenas de curiosidad de aquellas alumnas de un colegio concertado le encendieron la pasión de enseñar”. No. Demasiado enfático. Mejor: “Era un romántico de la profesión y aquellas avalanchas de adolescentes que bajaban impetuosos y fogosos por las escaleras del viejo edificio le llenaban de gozo y excitación”. No. Demasiado movimiento. “Su pasión le llevaba a llegar por las mañanas, sin haber salido el sol, a las siete y veinte, cuarenta minutos antes de que empezaran las clases con tiempo de organizar el material antes de que llegaran los alumnos”. No. Muy petulante. Parecería que eres un obseso que sólo vives para el trabajo y que no puedes desconectar de él. Mejor: “Cuando en pleno examen comienzas a sonreírte viendo a tus alumnos sudar y sacar lo poco que han estudiado. Algunos se dan cuenta de tu media sonrisa y te preguntan que por qué te ríes”. No. Eso te podría hacer parecer un sádico y lo que quieres es que te lean. “¿Por qué no explicas por qué escribes un blog sobre la Secundaria? ¿Qué te hace publicar cada tres días sistemáticamente si tantas veces has soñado con dejar la profesión?” No. Sería darte un papel demasiado protagonista cuando debes mantener cierta distancia entre ti y lo que narras. Capítulo primero: “Te preguntas sobre qué música le pondrías a tu profesión, qué música le pondrías de fondo a una clase si estuvieras grabándola con una cámara de cine profesional, filmando esos rostros que tomados en conjunto son poco significativos, pero que centrados uno a uno son interesantes y el proyecto de una vida en blanco y negro que se está haciendo”. No. Te metes en demasiadas profundidades y queda algo tópico. Además a estos adolescentes llenos de granos les va mejor el color. Mejor algo que tenga una chispa de humor, algo que haga surgir una sonrisa. Siempre tiendes a hundirte en alusiones existenciales. “¡La educación en su estado actual es una metáfora de la decadencia de la cultura occidental!” Demasiado negativo. Capítulo primero “Adoraba su profesión aunque el estado de las mentes de sus alumnos no presagiaba nada bueno para el porvenir de la cultura occidental” “Las clases, cuando acababa la jornada, parecían campos de batalla, llenas de papeles arrugados, pedacitos de gomas, chicles, mesas desordenadas, persianas rotas, pizarras abandonadas llenas de fórmulas matemáticas que nadie había entendido…” No, demasiado amargo y derrotista. Un profesor debe siempre mostrar el lado positivo de las cosas. Capítulo primero: Él era tan duro y romántico como la profesión a la que amaba rabiosamente. Tras sus gafas de miope se agazapaba el poder sexual de un jaguar”. Esto me encanta. “La enseñanza sería siempre su profesión y siempre lo sería”

lunes, 26 de noviembre de 2007

Calidad educativa


Un examen de literatura que he planteado a mis alumnos de cuarto de ESO ha puesto de manifiesto algunas cuestiones sobre las que cabría reflexionar. Tengo dos cursos con 30 y 32 alumnos. El examen era exigente. Planteaba cuestiones sobre el Realismo y el Naturalismo como movimientos artísticos y literarios. Luego se centraba en La Regenta de Clarín y en el conjunto de su obra narrativa. El desastre ha sido mayúsculo. En cuarto A han suspendido todos menos tres, y en cuarto B, sólo han aprobado siete. Las notas han sido bajísimas en general. Una buena parte de las notas han sido inferiores a dos. Esta no era, claro, la única nota. Ha habido otros exámenes, pruebas y criterios, pues, como saben, este año he tomado la promoción de la lectura como eje del curso. Les doy tres puntos de salida, más un punto por cada obra leída sobre la que se presente una ficha de lectura. A esto se añade la posibilidad de presentar una libreta de lectura que vale un punto. Todo esto tiene un factor corrector y es que para que el sistema de lectura se aplique se ha de alcanzar un mínimo de tres puntos en la nota que ha salido de exámenes y controles. El resultado ha sido desolador y buena parte de los alumnos han suspendido por no haber alcanzado ese mínimo citado.

Leo estos días un balance sobre la educación en Cataluña en la que sale malparado el sistema educativo catalán que se sitúa entre los de más bajo rendimiento de España y estamos, asimismo, esperando los resultados en diciembre del informe PISA que hace dos años resultó demoledor para los resultados en España en general y en Cataluña en particular.

Soluciones se plantean muchas: mayor autonomía de centros, evaluación de los profesores, mayor financiación de la educación, críticas a la enseñanza memorística, críticas al corporativismo de los profesores y de los sindicatos… pero –me pregunto- qué de estas medidas o valoraciones hubiera solucionado algo si, entre mis alumnos, son una minoría los que se han esforzado. Había que estudiar un mínimo de tres horas para pasar el examen, había que comprender y asimilar algo que se había explicado previamente en clase. Pero luego, claro, es duro ponerse a estudiar, sobre todo si no lo hace nadie. Ha habido alumnos discretitos que han aprobado el examen. Si ellos lograron aprobarlo, eso quiere decir que la mayoría podía, pero no se han puesto, porque estudiar no tiene prestigio. Está en el ambiente. Hay muchas distracciones: la play, la PSS, la Wii, el Messenger, la calle, los Simpsom, el diario de Patricia, el fútbol… Leo los blogs de mis alumnos y puedo asegurar que la menor de las preocupaciones de ellos pasa por el esfuerzo personal. No tiene prestigio y sí mucho en contra. Igual que la buena ortografía. No mola. Los chavales –así les llaman aquellos que compinchean con ellos- tienen otras preocupaciones que pasan más por las relaciones sociales o las videoconsolas. ¿A quién le puede interesar Galdós, el Realismo o Fedor Dostoievski?

El informe la fundación Bofill hace hincapié que el 34,1 % de los alumnos catalanes no completan el ciclo educativo y abandonan los estudios sin obtener el título de la ESO. Cifra que a tenor de lo dicho anteriormente no me extraña en absoluto. En realidad tendría que ser mucho mayor. Soy testigo de los esfuerzos que hacen los profesores a lo largo del curso y sobre todo al final para promocionar a los alumnos con dificultades. No hay alumno que lo intente que se quede colgado. En junio vienen las rebajas y se favorece a alumnos que vienen suspendiendo tres y cuatro asignaturas; se aprueba con asterisco para facilitar el paso de curso y especialmente para obtener el graduado de la ESO. No hay sistema que no se intente para promocionar a nuestros alumnos. Puede ser que todos estemos equivocados y que seamos nosotros los que fallemos porque no los sabemos motivar. Lo que impartimos en los centros (Galdós, Clarín, Balzac, Dostoievski, Zola…) está tan alejado de sus intereses…que parecería que debiéramos ser nosotros los que nos recicláramos y aprendiéramos su lenguaje de móvil y sus gustos musicales. La irrupción de las nuevas tecnologías no acaba de resolver el problema sobre lo que hay que aprender y Dostoievski siempre estará presente. Eso y el esfuerzo necesario para aprender. No se puede aprender simplemente por placer. El placer nos lleva –les lleva a tumbarse en el sofá, a chatear, a escuchar música en MP3, a ver la tele –programas no culturales, claro-. Soy partidario de incorporar las nuevas tecnologías, no me cabe duda, pero siempre hay algo que no se puede evitar, y es que el conocimiento cuesta trabajo, es costoso, se necesitan tres horas para adquirir un mínimo de nivel en un tema, y hay que ponerlas sea donde sea, incluso ante la pantalla de un ordenador investigando con google. Hay que recoger información, procesarla, esquematizarla y estudiarla. No hay otro camino. Pero todo va en dirección contraria entre nuestros alumnos.

viernes, 23 de noviembre de 2007

Bodies Exhibition


Tengo la suerte los viernes de acabar a las once de la mañana mis clases. Suelo emplear lo que queda de mañana en bajarme a Barcelona a visitar librerías o alguna exposición que me resulte atractiva. Es un lujazo esta media mañana de asueto cultural porque puedo pasear por el centro vivo y multicolor de Barcelona y alimentar el espíritu con alegría y regocijo.

El viernes pasado se producía un acontecimiento singular. La exposición Bodies Exhibition llegaba a Barcelona para recalar hasta mediados de enero. Como sabrán, Bodies Exhibition es una muestra de diecisiete cadáveres y doscientos órganos humanos sometidos a un proceso de plastinación que descubrió el médico Gunther Von Hagens en 1977 en la universidad de Jena. El proceso consiste en eliminar el agua de los cadáveres mediante acetona fría para sustituirla por una solución plástica endurecible. El resultado revolucionó la anatomía forense y ofrece la posibilidad de tratar a cuerpos de personas fallecidas para mostrarlos en su interioridad más espectacular con un aspecto que combina lo científico y lo artístico.

Llegué el viernes 16 y tuve la suerte de que la jornada era de puertas abiertas para los profesores, lo que me evitó pagar los 19 € que vale normalmente la entrada. Tenía la intención de ver la exposición y, si ello se prestaba, llevar a mis alumnos de cuarto de ESO, que me habían manifestado su entusiasmo por ver la muestra en cuanto se lo sugerí. La verdad es que yo iba con una idea equivocada. La muestra venía precedida por la polémica que ha rodeado a las exposiciones de von Hagens por ser calificadas de obscenas, macabras, morbosas y escandalosas. Todo hay que decir que ésta no era la que recorre el mundo bajo su patrocinio. Tenía una idea errónea de lo que me iba a encontrar porque mi visita, sin multitudes molestas, me mostró que yo no iba a hallar materia para un discurso existencial sobre la vida y la muerte. Los cuerpos provenientes de la universidad de Dalian (China) sometidos al proceso de plastinación a base de polímeros tenía un aspecto que no evocaba la muerte. Mostrados en su interioridad y desnudez muscular ofrecían un aspecto lleno de energía y dinamismo. Estaban en poses tales como tirando a la canasta o lanzando dardos o corriendo o jugando al tenis. Un especimen –así se llama a estos seres- está en pose de estar pensando semejante al pensador de Rodin. Se puede viajar por los diferentes sistemas del cuerpo humano: óseo, muscular, nervioso, digestivo, reproductor…

Me di cuenta de que la visita era altamente interesante para la asignatura de Ciencias Experimentales, pero no para ofrecer una reflexión como la que yo pretendía.

Es curioso cómo se puede contemplar la muerte en estado puro pero descontextualizada y desrealizada sin que nos produzca el menor impacto. En ningún momento pensabas que aquellos cuerpos, llamados especímenes, un día fueron personas llamadas Li Wang o Chen Shui, que nacieron, crecieron, amaron y murieron jóvenes para poder ser preservados con su belleza interior y mostrados en una exposición que recorrería el mundo. No había discurso sobre la muerte o el fugaz aleteo que es la vida. Más parecía un juego y un espectáculo que tenía que ver con el arte anatómico. Me imaginaba el trabajo de esos anatomistas forenses chinos trabajando con cadáveres que previamente habrían sido donados. Extracción del agua y posterior plastificación a base de polímeros. Un arte macabro pero arte, al fin y al cabo, que vuelve a poner en pie a seres que han dejado de vivir para hacerlo de otra manera y mostrados con cierto sentido del humor y de la ironía.

Los alumnos del instituto enseguida mostraron su interés entusiasta en ir a ver la exposición en la asignatura de Ciencias Experimentales tanto los de la ESO como los de Bachillerato.

Expliqué mi visita a la exposición a algunos profesores y me encontré varias opiniones que mostraban su desagrado ante esta experiencia que devalúa a los cuerpos y ofrece un espectáculo morboso. Mi impresión cuando la recorrí no fue esa y, ciertamente, me quedé sorprendido por el interés y la belleza de la visita que mostraba aquello que tenemos bajo la piel y que nunca había sido mostrado antes. Creo que, después de Barcelona, la exposición viaja a Madrid.

martes, 20 de noviembre de 2007

La imaginación


¿Recuerdan el post anterior? Trataba sobre la pregunta de un adolescente acerca de para qué nos sirve la imaginación. He querido indagar en ello y les he planteado (a alumnos de cuarto de ESO) en el blog de la clase qué piensan de la imaginación, hasta qué punto es necesaria en sus vidas, si son imaginativos activos o pasivos... En fin, una radiografía viva sobre esta capacidad del ser humano. He tenido varias sorpresas, pero me doy cuenta que para contestar a esta pregunta hay que ser imaginativo, incluso para plantearla. Extraigo algunas respuestas de las que hoy han dado mis alumnos:

"Yo creo que la imaginación sirve para transportarse a otro mundo mentalmente. Por ejemplo, si te aburres piensas en otra cosa y se te pasa el tiempo más rápido. O a veces cuando te vas a dormir piensas en algo que te gustaría que ocurriera y te duermes más rápido" (Mónica)

"a mí siempre me han dicho que tengo mucha imaginación, yo también lo creo, se me va la pinza muchas veces y digo muchas paridas, relacionadas con mi futuro, me invento cualquier chanchullo, para hacer un rato el primo en clase o algo, y la gente se asombra y me dicen que estoy loca, pero eso es verdad. Es imaginación. Tampoco se utiliza mucho desde que salió la play y derivados como, nintendo, nintendo Ds, game boy, wii, xbox etc" (Cuca).

"La imaginación es diferente según la edad…Respecto a los niños pequeños, siempre imaginan que los cuentos de hadas con sus brujas, princesas, príncipes y dragones existen…Hasta que se paran a pensar en que ya han crecido entonces dejan de imaginar que existen esas cosas que tanto les gustaban" (Sara).

"Cuando eres niño usas mas la imaginación porque por que piensa en cosas fantasiosas, fantásticas, en cosas maravillosas que cuando eres mayor dejas de pensar en todas esas tonterías fantásticas, y usas la imaginación para otras cosas". (Laura).

"Con la imaginación podemos hacer de todo hasta volar o imaginar cualquier cosa que te guste mucho y que nunca se pueda hacer realidad. Puedes ver una persona que te guste, estar vestida y muy abrigada, al instante te puedes imaginar como se va quitando la ropa lentamente e irte poseyendo (Michelle).

"que con el tiempo yo también iré perdiendo la imaginación, para substituirla por la dura realidad, y eso es lo que yo no quiero, aunque suene algo infantil me gusta la imaginación, el poder creer o hacer cosas y son imposibles o que en ese preciso momento no se pueden cumplir, a mi no me importaria pasar mi vida viviendo de ella, me gustaria vivir en ella" (Sara).

"Yo pienso que hoy en día la imaginación no se utiliza mucho, ya que prácticamente no hay tiempo para pensar y el poco tiempo que hay libre lo empleamos para otras cosas como por ejemplo ir al cine, salir a la calle, en el ordenador y la verdad que ponerte a pensar pues no es lo que se hace…" (Christian).

"Soy imaginativo activo y pasivo me da igual que otros sean lo que ejerciten la imaginación para que yo la disfrute. En fin la imaginación es gratis y no cuesta nada utilizarla así que ya que puedes utilízala!!!" (Juanjo).

"Yo creo que soy un chico con mucha imaginación y la verdad, le veo bastante importancia por que sin imaginación sólo ves lo real y a la hora de pensar o imaginar no tienes capacidad, cosa que no es mi caso. Yo suelo imaginar cosas continuamente y la verdad, a veces es un problema para la concentración porque a la hora de hacer, estudiar, o incluso escuchar a alguien mi mente suele irse a la imaginación, dejando de lado el mundo real, sin darme cuenta". (Manoliyo).

"Hay ciertas preguntas algunas como ¿Es importante en tu vida la imaginación?, ¿ de qué modo la utilizas?, ¿Cómo funciona? y algunas otras A lo que yo le respondo; sí, la imaginación es una parte muy importante en mi vida ya que sin ella no tendría la capacidad para responder a esta pregunta ni a ninguna otra, no podría entender los libros que me gustan ya que solo visualizando las escenas puedo entender el trama de una historia. Con la imaginación puedo decir tantas cosas que la boca se llena de palabras que desean salir y pronunciarse, ese tipo de palabras son las románticas, me apasiona el romanticismo, ser romántico me ofrece mucha libertad de expresión, me ofrece la satisfacción de saber que la gente habla bien de mi, me gusta que las mujeres estén felices ya que para eso tengo la mejor medicina, las palabras". (Diego).

"Nosotros somos los dueños de nuestra imaginación y gracias a esto viajamos al mundo en el que queremos estar, en ella podemos intentar ser mejores personas y también intentar obtener objetos o sentimientos que nos den mas felicidad.
Gracias a la imaginación podemos tener lo que hoy mas queremos tener. Como las nuevas tecnologías, las cosas que no existen las podemos crear gracias a la imaginación". (Henry.

"La imaginación es algo que puedes usar y no , puedes tenerla mas desarollada o menos, pero todos tenemos imaginación y en muchas ocasiones la usamos , para apartarnos del mundo real , pero donde haya una chica que esté buena dejate de imaginaciones,,¿ o no?" (Pedro).

"En mi vida es muy importante mi imaginación ya que la uso a veces cuando estoy deprimido me imagino que esta vida no es mía y que yo tengo otra mas adecuada para mí y sin tantas porquerías y chanchadas que a veces hace la gente por no tener nada más que hacer. En fin creo que la imaginación es importante" (Mauricio).

"Es bueno tener imaginación pero cuando te vas haciendo mas mayor la vas perdiendo, será porque maduramos y ya no somos tan infantiles para creer en cuentos de hadas…" (Laura).

"Con imaginación siempre podremos tener al niño que llevamos dentro" (Jessy).

"Bueno con todo lo que he dicho me he puesto a pensar un momento y me he dado cuenta que debería utilizar mas mi imaginación si es tan útil como parece y recomendaría a todos los que leyeran este humilde comentario que utilicen mas su imaginación, pero no solo la utilicen, sino que también la desarrollen. Esto hará que sus vidas sean un poco más divertidas de lo que son en este momento porque la imaginación al parecer tiene una importancia mas grande de lo que creen las personas cosa que ni yo sabia hasta que me puse a reflexionar un poco sobre su importancia y la forma en que ayudaría a mi vida diaria, bueno es esto lo que yo recomiendo a todos." (Eduardo).

"A veces prefiero que sean otras personas las que piensen por mi porque la verdad me cuesta mucho hoy en día las cosas son muy distintas el mundo va evolucionando cada día, comienzan a reemplazar la mente humana por aparatos electrónicos que de cierta manera piensan por ti como el ordenador la calculadora etc." (Fernanda).

"Incluso en el tema del amor la imaginación es muy importante. Si el amor no es correspondido solemos imaginar cómo sería si estuviésemos junto a la persona que queremos. Y si no es así y tenemos la suerte de estar junto a quien queremos, pues imaginamos cómo sería mi vida si siguiese con ella persona siempre." (Mireia).

"lo que pasa es que con tantos videojuegos y tanta televisión ya apenas jugamos con la mente y cuando vemos la televisión ya piensan por nosotros, dejamos la mente en blanco y la miramos como zombis, tanta televisión hace daño hay que jugar mas al brain training para entrenar el cerebro y redactar novelas y historias, que además entretiene y quita estrés". (Eugenio).

sábado, 17 de noviembre de 2007

Imagine


Hace unos días salió en clase de cuarto de ESO un tema que me ha hecho reflexionar. Estábamos hablando del apartado de opinión personal sobre las obras literarias que están leyendo. Les he marcado un mínimo de quince líneas, porque sé que si no se lo indico, resolverán en tres líneas lo que para mí es esencial para conocer el efecto que ha producido la obra y las reflexiones que les ha provocado. Les conté que hace unos quince años, alumnos como ellos, cuando llegaban al apartado de Opinión personal, aprovechaban para exponer con lujo de detalles todo lo que la obra les había evocado. No eran extraños los comentarios de varios folios con letra menuda y apretada. Esto les causó una fuerte impresión y mostraron su incredulidad sobre la realidad de aquellos adolescentes que disfrutaban escribiendo, dando salida a sus sentimientos. Guardo varias de aquellas fichas de lectura, que en aquel entonces consideraba normales. Hoy me produce conmoción observar cómo se ha adelgazado la capacidad expresiva de los adolescentes.

No sólo la capacidad expresiva, sino algo también muy importante: la imaginación. Un alumno cuando la cité me respondió de forma directa: ¿Para qué queremos imaginación? La pregunta me sorprendió porque expresaba claramente lo que es quizás un estado de ánimo, una forma de estar en el mundo. Mis alumnos actuales tienen graves dificultades para imaginar alternativas verosímiles a un relato o a una cuestión teórica, tienen serios problemas para dar forma a sus visiones, a sus sueños, a sus vivencias; sufren (sufrir no es la palabra adecuada porque no lo ven como carencia) cuando tienen que desarrollar cualquier tema. Se limitan, en general, a respuestas esquemáticas, poco expresivas, en las que no caben matices ni especulación intelectual. Es una mezcla de desidia, apatía y falta de imaginación para inventar o explorar cosas nuevas en el campo de las ideas, falta asimismo de capacidad representativa de la realidad que los envuelve.

En estos quince años a que hacía referencia se han producido cambios espectaculares en la concepción del mundo que tienen que ver sobre todo con la irrupción de la tecnología en nuestras vidas. La tecnología que facilita, que condensa, que simplifica todo en un clic. Los adolescentes son sumamente hábiles manejando aparatos como el móvil, el MP3, las cámaras digitales; conocen las funciones básicas de los ordenadores; saben bajar películas de internet; frecuentan los chats a través del Messenger; juegan en red en juegos interactivos; son asiduos visitantes de google, youtube y empiezan a experimentar los fotologs.

Sí, pero la figura del alumno imaginativo se ha ido diluyendo como poco práctica, como inservible. Imaginación ¿para qué? me preguntaba aquel alumno que no le veía utilidad en su vida. Sí, ¿para qué imaginar? Es curioso que una generación –la del sesenta y ocho- hiciera de ella el centro de la cuestión y escribiera en las paredes aquel famoso eslogan de Imaginación al poder o recordar también el famoso disco de John Lennon, Imagine. Ello sin hablar demasiado de la importancia que tuvo para las vanguardias o cualquier movimiento de tendencia romántica.

Quizás el mundo se ha hecho muy cerrado y oscuro; ello nos induce a ser pasivos y utilitaristas. Ya no somos capaces de imaginar el futuro o pensarnos a nosotros mismos y cuando lo hacemos es con tintes sombríos. No future dijeron los punks. No obstante, más allá de ese sendero elemental que sigue la mayoría, hay un mundo de sentimientos, angustias y emociones reprimidas esperando a que la fértil imaginación les dé salida. Pero hoy por hoy, la tienen arrinconada. Encerrada en el lóbulo derecho del cerebro, sin estimularla, sin hacer uso de ella. ¿Para qué? Al menos eso se preguntan mis alumnos. ¡Qué potente sería una clase en que pudieran confrontarse distintos modos de percibir la realidad! Que se le pudiera dar forma verbal y que hubiera contención para establecer puentes de diálogo. Todo esto lo he conocido y me duele que hoy por hoy sea tan extraño, no sólo entre los jóvenes.

¿Cómo estimular la imaginación? ¿Cómo volver a hacerla necesaria? Quizás se relacione con el gusto por la palabra densa y profunda, por la pasión por el lenguaje, el diálogo, la cultura y la poesía...

martes, 13 de noviembre de 2007

Le bateau ivre


Hace años tuve una alumna de cuarto de Eso que no he podido olvidar. Este post intenta poner orden en mis recuerdos sobre aquella estudiante cuya presencia condicionaba mis clases. Me refiero a que cuando hablaba de literatura, sus ojos, extraordinariamente expresivos, me miraban como si siguiera entusiasmada lo que yo estaba diciendo. Lo comenté con el profesor de filosofía y él tenía una sensación parecida. Blanca era especial en todo lo que hacía, pero sus ojos negros, despiertos y vivos eran mi punto de referencia cuando explicaba a Lorca o a Machado. El resto de la clase asistía más o menos atento a la explicación, pero nadie daba la sensación de estar demasiado interesado en lo que yo decía. Sólo Blanca. A veces tenía la impresión que daba la clase sólo para ella. Me preparaba textos que sabía que le podían interesar. Sin embargo, sus notas eran decepcionantes y sus exámenes, insatisfactorios. Pero todos sabíamos que nos enfrentábamos a alguien muy especial que leía a José Saramago, a Kafka, a Cortázar, a Günter Grass, a Beckett, a Platón

Recuerdo que era el año 2001. Aquel curso los alumnos leyeron 2001, una odisea en el espacio y les pasé, cuando acabaron la novela, la película de Kubrick que les gustó a pesar del paso del tiempo. Era un cuarto de la Eso extraordinario. A continuación del trabajo sobre la obra de Clarke, les propuse un día ir al Zoológico de Barcelona a hacer un ejercicio de observación de primates, teniendo en cuenta que la novela se basaba en la evolución de los prosimios hasta el ser humano. Primero asistimos a un taller sobre los chimpancés, y luego los alumnos, los veinticinco alumnos, se pasaron cinco horas observando a los distintos ejemplares que había en el habitáculo del zoo. De ser una masa informe de monos, pasaron a tener nombre y características propias. Cinco horas después, los alumnos habían realizado un ejercicio magnífico de observación y sabían reconocerlos y habían asimilado sus comportamientos y personalidades. Es uno de los ejercicios más sorprendentes que he realizado jamás.

Blanca asistió fascinada al ejercicio de observación y en los días posteriores me trajo varios libros que había conseguido sobre los primates. Su campo de especialización fueron los gorilas. Conseguimos, asimismo, que un primatólogo de cierto renombre viniera al centro a continuar la tarea de información tomando como centro a los bonobos, esos monos que se dedican a hacer el amor para resolver sus conflictos.

Dado el interés de los alumnos y en especial el de Blanca, organicé una segunda salida al zoo para profundizar en la tarea de observación de los chimpancés. Esta vez se trataba de realizar un etograma sobre sus relaciones internas. Estaba yo pletórico, pero la mañana en que teníamos que ir al zoo, Blanca faltó a clase sin ninguna explicación. Llamé por teléfono. Su padre dijo que se había levantado y que decía que no se encontraba bien. No me creí la explicación, pero continuamos la salida que tuvo unos resultados interesantísimos.

Aquel año Blanca promocionó la ESO, tras una larga deliberación de los profesores. Varios hablaban de su bajo rendimiento, de que no leía los libros, de que no cumplía con los mínimos de varias asignaturas. Pero todos nos veíamos un poco inclinados a favorecerla, dados sus intereses y su supuesta madurez.

Cuento esto porque Blanca era una alumna muy singular. Sin embargo, cuando cursó Primero de bachillerato, su falta de nivel de mostró claramente y sus ausencias eran cada vez más frecuentes. Hasta que un día vino un día a hablar conmigo y me transmitió un sentimiento desolador de la existencia. Sólo tenía ganas de llorar, no le encontraba sentido a nada y pensaba que todo era una gran farsa. Intenté animarla. Recuerdo que le dije que si yo tuviera sus años los aprovecharía al límite, que podía hacer muchas cosas además de sacarse los estudios. Dejó de venir a clase. Aquel año se había presentado a Delegada de instituto y fue elegida representante de los estudiantes a nivel de todo el centro.

Dejó todo en el aire. Recuerdo su mirada profunda y su tristeza abrumadora. Blanca no terminaba nada a pesar del entusiasmo que pusiera en ello. Supimos poco después que había intentado suicidarse, y que le habían diagnosticado TLP o lo que es lo mismo Trastorno Límite de la Personalidad. Cuando, investigando supe en lo que consiste este síndrome, entendí su comportamiento errático, su confusión, sus entusiasmos y sus depresiones, ese todo o nada en que se movía su vida, su profundidad, su falta de estímulos para acabar lo que empezaba y su instinto de abismo… Quizás no acababa nunca aquellos libros que nos sorprendían. Abandonó el instituto y se puso en manos de los psiquiatras -que odiaba-, que por cierto, tienen muy escaso interés en este tipo de enfermos porque no suelen seguir los tratamientos y caen fácilmente en la drogadicción, el alcoholismo, y son muy frecuentes los intentos (a veces consumados) de suicidio.

Recuerdo la última clase a que ella no vino. Estábamos estudiando en Literatura Española el Simbolismo y les había preparado fotocopias de Le bateau ivre de Arthur Rimbaud. Creo que no repartí la fotocopia ¿Quién iba a entender el poema si no estaba ella?

sábado, 10 de noviembre de 2007

Lectura de El Quijote


Doy clase de Literatura Española a cuatro alumnos de segundo de Bachillerato. Las lecturas nos son fijadas por la Administración, con mejor o peor criterio. Ahora estamos leyendo unos veinte capítulos seleccionados de El Quijote, lo que no permite una visión global de la obra. Hay demasiados saltos narrativos que no dejan hacerse una idea de la continuidad de la novela (o novelas).

En todo caso, siempre es un gozo reencontrarme con la más amada de mis novelas. La he leído en cinco ocasiones íntegramente, y parcialmente para impartir la asignatura, otras tantas. Hay capítulos que me los sé casi de memoria, pero nunca acabo de extraer conclusiones definitivas de esta obra tan evasiva y compleja.

¿Está loco don Quijote? Eso afirma el narrador, mejor dicho, los narradores: Cid Hamete Benengeli, autor moro del que no cabe fiarse demasiado, que fue coetáneo de los hechos, el traductor, también moro aljamiado, y el segundo narrador que recoge las dos fuentes citadas anteriormente. Este segundo narrador puede identificarse (o no) con Cervantes. Vemos la realidad desde tres dispares puntos de vista. Ello se añade a las diferentes perspectivas (cambiantes) que tienen don Quijote y Sancho de la realidad. El resultado es una visión compleja de todo lo narrado. ¿Existe Dulcinea? La fuerza de la imaginación de Don Quijote es tal que se nos impone como realidad, aunque sepamos que, tras su altisonante nombre, se esconde una labradora de pelo en pecho, de potente vozarrón y bastante “cortesana” que se llama Aldonza Lorenzo. Pero don Quijote la pinta en su imaginación como la desea y, por ello mismo, tiene consistencia como mito que le orienta y dirige en sus aventuras de caballero andante. El encantamiento y desencantamiento de Dulcinea en la segunda parte es uno de los aspectos más desoladores y tristes de la novela.

En el penúltimo capítulo, don Quijote, llegando a su aldea encuentra cerca de sí una liebre blanca, perseguida por unos cazadores. Representa simbólicamente a Dulcinea del Toboso. Y a partir de allí, su mito se desvanece y el caballero deja de tener consistencia. Enferma y muere recuperando –para nuestra consternación- la conciencia de ser Alonso Quijano el Bueno.

Sin duda, el problema mayor de El Quijote es la naturaleza problemática de la realidad. No hay nada que no pueda ser cuestionado. La verdad depende del observador que la contempla. Y además existen encantadores que trasmutan la realidad.

Es una novela impresionante, que fue interpretada según la época que la leía. En España no se la prestó demasiada atención hasta la Ilustración. Se desconfiaba de una obra que gustaba tanto a los ingleses y franceses. De hecho, se admiraba más el Quijote apócrifo de Avellaneda que el de Cervantes. Hasta que el catalán Juan Jolis importó la fórmula de más allá de los Pirineos de publicarlo en cuatro tomitos de bolsillo en 1755, no obtuvo un éxito rotundo.

Hablamos en clase de Avellaneda, de Lope de Vega, de las rencillas de su tiempo, del desastre personal de la vida de Cervantes, de su fracaso teatral, de la intertextualidad extraordinaria que se produce en la segunda parte de El Quijote.

Los alumnos asisten asombrados al descubrimiento de un clásico del que han oído hablar en muchas ocasiones pero del que no sabían nada. Vamos desmenuzándolo poco a poco, capítulo a capítulo, y ellos participan constantemente haciendo aportaciones que reflejan que han entrado en el juego literario de la obra

Incorporan a su acervo términos como perspectivismo, baciyelmo, venta-castillo, realidad cambiante, evolución interna de los personajes, quijotización de Sancho; se ríen con ganas ante muchas de las situaciones que se producen, especialmente en la de los batanes en que Sancho se hace aguas mayores en medio de la oscuridad, y comienza a subir un tufo característico hasta las narices de don Quijote.

Sin duda, es una novela extraordinaria, que analizada con método y progresivamente, abre las mentes de los jóvenes hacia la complejidad literaria. Espero que les lleve a valorar críticamente el aluvión de obras de medio pelo que nos invade y que tienen como atractivo el márchamo de “novela histórica”. La buena literatura ha de tener alguna dificultad. El esquematismo y simplicidad que nos acosa en las obras de éxito es una parte de la historia, pero no toda. La literatura es algo más. La buena literatura nos cuestiona y es inquiridora. Nos devuelve nuestra imagen transformada. Va más allá de nosotros mismos, pero no nos salva –aunque alivia- de la soledad.

martes, 6 de noviembre de 2007

Carta al padre


La Carta al padre de Kafka es un poderoso alegato, salvado del fuego por Max Brod y que se publicó póstumamente. Un alegato contra la educación que había recibido Kafka de su padre. Los críticos han encontrado en esa tremenda carta: el miedo que le causaba su padre que le hacía sentirse inferior continuamente, que le hacía despreciarse a sí mismo, que le hacía sentir una profunda sensación de fracaso íntimo en todo lo que emprendía, sentimiento de esclavitud respecto a su padre y ante sus castigos, no físicos pero sí psicológicos. El hijo, Franz, no entendía esos terribles enfados en que su padre, rojo de ira, le recriminaba cualquier nimiedad. No entendía que pudiera enfadarse así. Además el niño se insensibilizó ante cualquier amenaza porque el padre nunca le golpeaba. Se acostumbró a la constante amenaza y terminó por no respetar a su padre. El resultado es esta carta edípica que le dirige.

Es curioso porque hubo un tiempo que recomendé mucho este libro en el antiguo BUP. Y solía gustar. Recuerdo el comentario que me hizo una muchacha de dieciséis años sobre él como si lo estuviera leyendo ahora mismo: Me habían dicho que este libro era muy impresionante, pero después de leerlo, tengo la impresión de que padres como éste hay la tira.

Años después -en plena era Logse- he vuelto a recomendar este libro casi olvidado por las jóvenes generaciones. Mi primera sorpresa ha sido encontrarme este comentario por parte de un alumno. Dicho alumno -latinoamericano- ayer me confesaba que no podía comprarse un diccionario porque en su casa no había dinero para comer y que pasaba hambre. Hoy le he visto en conserjería con un descenso térmico tiritando de frío y esperando a la ambulancia a la que hemos llamado ante su estado de hipotermia.

Su opinión sobre el libro no puede ser más contraria a la posición de Kafka. Este muchacho no tiene padre y no entiende que un hijo pueda dedicarle semejantes reproches a la figura que él no ha tenido. Dice así su crítica que pueden leer en Lengua en movimiento en la sección de comentarios:

“La verdad es que me habría gustado leer Crónica de una muerte anunciada de García Márquez. De todos modos el libro que estoy leyendo, Carta al padre, no me ha inspirado mucho, ya que es un texto totalmente opuesto a mí y a mi forma de pensar respecto a las cosas. En Carta al padre he podido apreciar a un chico mimado que no sabe valorar el trabajo y el esfuerzo de la persona que más le quiere, que ha dado mucho por él y que le dio todo lo que podía. En Carta al padre sólo se ve un pequeño rencor pero que poco a poco se va convirtiendo en desprecio. Tal vez sea lo que no me gusta. Yo he vivido una vida totalmente opuesta a la del narrador y aún así, vivo dando gracias a la gente por darme lo poco que tengo. Puede que no haya comprendido bien el libro y su contenido pero definitivamente es un polo opuesto a mí y ni logro entrar en él”.

Me fascinan las opiniones sobre este libro. La del muchacho de la crítica es bien explícita. Hay otra muchacha que también lo está leyendo y de la que estoy esperando su juicio crítico. Cada lector es un mundo y tiene todas las razones para extraer unas conclusiones u otras. Es el lector quien cierra el círculo de la literatura. La literatura contemporánea es ambigua, evasiva. Quizás un lector más avisado y habitual aprendería a distanciarse más de los textos y ser capaz de entender por qué el escritor escribió lo que escribió, pero a esta edad y con esta generación, esto no funciona así. Las cosas son como son. No hay matices. La crítica de este muchacho es demoledora y llena de verdad. No puedo ponerle mala nota. Al contrario, creo que ha hecho un excelente juicio crítico desde su punto de vista.

Lamento no disponer de más opiniones sobre Carta al padre. La literatura de Kafka no nos deja indiferentes. Nos fascina y nos atrae, o abiertamente nos repugna. El mundo de Kafka es magnético. No en vano, ha sido considerado como una de las figuras más señeras en la literatura del siglo XX, que ha abierto caminos no explorados. Hoy ha llegado su literatura hasta la España de 2007 y alguien ha sentido verdadera rechazo ante lo que él escribió. Sus razones expuestas quedan, sus circunstancias a grandes rasgos también. Espero impaciente nuevas críticas de este libro y nuevamente me felicito por dar a estos adolescentes inquietos literatura con mayúscula, aunque les desagrade.

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