
Nos gusta hablar de lo divino y lo humano. No es raro que surja la política en nuestras conversaciones. Andrés la deplora y está convencido de que él no votará a ningún partido. Detesta a Zapatero y se siente atraído hacia posiciones ultraderechistas –sin conciencia de ello- en temas como el de la inmigración. Según él, España se está cayendo a pedazos y llenándose de inmigrantes que vienen algunos a trabajar y otros a delinquir. Le intento hacer reflexionar que lo que se está cayendo a pedazos es el resto del mundo; que nuestros problemas son comunes a todos los países europeos; que España no es una excepción; que buenas zonas del mundo subdesarrollado están hundiéndose en la desesperación y que es ésta la que les lleva a emigrar al mundo desarrollado. Mis explicaciones introducen nuevos elementos de reflexión en su discurso, que nos llevan a otros intercambios de puntos de vista.
Quise aprovechar la mañana del puente de Todos los Santos y llevarle a Barcelona al lugar menos apropiado a sus presuntos gustos. Es fanático del juego World of Warcraft y le cuesta estar dos días alejado de la Play. Fuimos a Barcelona sin un itinerario demasiado definido. Bajamos en el metro en plaza de Universidad y me encaminé con él al Casco Antiguo, concretamente a la zona del CCCB y el MACBA. Entramos en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. Sabía que había una exposición sobre el Apartheid: el espejo sudafricano. El comisario de la muestra es Pep Subirós. Me adentré en el patio del CCCB para observar la instalación allí montada, una especie de jaula gigante con personajes parecidos a los de la mitología egipcia. Andrés la vio con curiosidad y me animó a entrar hacia donde iba la gente. Bajamos la rampa y pagamos las dos entradas. Seguramente era la primera exposición que veía en su vida lo que no dejó de suscitarle interés.
La muestra es una aproximación conceptual y visual a las viejas y nuevas formas de prejuicio y discriminación racial. Analiza las ideologías racistas a través de textos y material documental como vídeos en los que pudimos ver imágenes de Hitler arengando a las masas o el comienzo del famoso discurso de Martin Luther King, “He tenido un sueño”; una película donde un profesor nazi mide los rasgos de un estudiante para demostrar que los arios tienen unos parámetros físicos diferentes de los judíos. Fuimos deambulando por la exposición parándonos a ver imágenes o leer carteles en el ambiente de penumbra que dominaba el recorrido que resaltaba un contenido claro contra la deshumanización a que llevan los prejuicios raciales.
Vi, con cierta sorpresa, que la exposición le había gustado. Una mañana de contenido cultural no hace daño a nadie. La cultura no debe asustar y si se la frecuenta, hasta es divertida.
Salimos de la exposición y fuimos callejeando hablando de libros, que le suelo recomendar. Esta vez le sugerí El juego de Ender de Orson Card. Estábamos hablando de libros, cuando llegamos a la calle Sant Pau. El ambiente interracial era evidente. Musulmanes, latinoamericanos y multitud de nacionalidades se mezclaban en una atmósfera densa y compleja. Colmados afros, carnicerías Halal, peluquerías dominicanas… eran el espectáculo que nos rodeaba hasta que llegamos a la calle de San Ramón que atravesamos entre docenas y docenas de prostitutas que esperaban la llegada de algún cliente. Andrés apresuró el paso entre aquella atmósfera lúbrica. Las chicas le miraban a los ojos esperando algún mensaje de confirmación o de respuesta a sus requisitorias. Andrés estaba tan asustado como fascinado y no respiró tranquilo hasta que llegamos a la calle Nou de la Rambla donde las escenas de búsqueda de clientes se esfumaron. “Pondría una bomba para acabar con todo eso” –me dijo-. “No me extraña que salgan grupos con bates de béisbol a limpiar las calles”.
Llegamos hasta el London, un pub popular en la zona. Entramos y seguimos hablando sobre la vida y las cosas en un diálogo vivo en el que se evidencia su alma adolescente, confusa y contradictoria, pero llena de elementos interesantes por la pureza de algunas de sus posiciones que le llevan a intensas fobias y filias. Es un intercambio rico y sugerente en el que no paramos de hablar intentando comprender el mundo, esas conversaciones que son tan extrañas con los adultos que se cierran en unas posiciones fijas sobre todas las cosas. Me gustaría tanto poder hablar con mis alumnos con la misma libertad y confianza con que puedo hacerlo con mi sobrino Andrés…