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miércoles, 16 de octubre de 2019

Propuesta de proyecto de inducción a la lectura para un instituto del área metropolitana de Barcelona.




La primera premisa que has de conocer, alumno crédulo, es que te dicen que leer es muy bueno para tu formación, tu moralidad y cultura, pero desde aquí se te niega la mayor. Los libros que lees en general son una mierda, no son auténtica literatura. Los profesores para hacerte lector te ofrecemos productos de aluvión que pretenden moldearte psicológica, moral y socialmente para que estés del lado del poder. El poder quiere individuos sumisos, no de fuerte personalidad, quiere que seas obediente a las consignas vacías que lanzan sus líderes, que te movilices cuando ellos – o sus organizaciones aparentemente populares- te lo ordenan, y así serás combativo de la manera que ellos quieren.

Al poder no le interesa para nada la auténtica literatura, y a decir verdad, a ti tampoco. Estás descubriendo que te gusta el gregarismo, ser igual que los demás, sentir igual que ellos, vestirte como ellos y publicar tus fotos en Instagram igual que todos.

Te han contado que si lees –los libros que ellos quieren que leas para moldearte a su gusto- te divertirás mucho, que leer es muy divertido, que correrás muchas aventuras sin moverte de tu silla, y así cada día te concederán veinte minutos de clase para que leas. Pero ¿acaso leer es divertido, necesariamente divertido? ¿La diversión es el criterio rector para la lectura? Solo de pensarlo me enervo. La diversión es superficial y epidérmica, pasajera. Los verdaderos libros son los que te desafían aun a riesgo de no gustarte nada, los verdaderos libros son exigentes no complacientes, los verdaderos libros son los que te cambian de arriba abajo y que desmontan tus certezas. Tú dirás que por qué los profesores de lengua recomiendan malos libros. Primero habría que preguntarse si esos políticos que obligan a que leas imperativamente veinte minutos son verdaderamente lectores pero más bien pienso que los políticos no son lectores, y lo son poco los responsables de los departamentos de educación, y dudo mucho que los profesores que tienes lo sean de verdad saliéndose de los libros fáciles y acomodaticios.

La experiencia lectora es compleja y no sencilla. Te pasas toda la vida intentando entenderla y viene un autor y te la desmonta y tienes que volver a empezar sin apenas puntos de referencia. ¿Es eso lo que queremos? ¿No queremos más bien que vengan escritores a demostrarnos que tenemos razón y que estamos en lo cierto? ¿No queremos que nos diviertan sin ningún riesgo, como una serie más de adolescentes en que aparentemente pasan muchas cosas, pero en realidad no ha pasado nada? ¿Qué es pasar algo, entonces, me dirás? Notas que pasa algo cuando sientes que el suelo se volatiliza bajo tus pies y te sientes al borde de un abismo y has de reaccionar. Un buen libro es un hacha para desbrozar el camino en medio de la selva espesa y la oscuridad. Un buen libro no te da certezas, más bien nuevas inquietudes, no se rinde a lo fácil, te hace pensar, es una cadena en la secuencia de la inteligencia de la humanidad que viene desde los griegos, tal vez antes. Un buen libro es tan oscuro como luminoso. No te viene a consolar para decirte que todo está bien, que confíes en tus sentimientos; no, te deja solo y sientes aprensión, inquietud, perplejidad…

Los dirigentes políticos, las redes sociales –esa manera tan burda de amaestrar a las sociedades-, las grandes empresas tecnológicas han diseñado un hombre para el futuro, un ser tan inane como superficial al que hay que contentarle constantemente mediante likes que sostengan su escasa credibilidad en sí mismo. Y ese, querido alumno, eres tú. Ese que odia la lectura, al que le cuesta mantener la atención, que no ve más allá de la pantalla de su móvil, que se mueve adonde le mandan aunque se crea muy personal, ese al que le han dicho que la rebeldía es ver series e ir a manifestaciones gregarias, ese al que le gusta que le complazcan y que le adulen permanentemente, ese que cree tener muchos amigos y contactos, ese que no quiere riesgos intelectuales que le lleven a sentirse inerme y solo. Ese eres tú, y la mayoría de tus profesores. Queremos tranquilidad, estabilidad, que nadie nos asuste con cosas que no tienen solución como el cambio climático o la desaparición de los corales y los bosques. Te hacen creer que las patrias son más importantes que eso y te movilizan y tú, como un borrego, asientes para librarte de clase. La literatura no es eso. La literatura es un sentimiento de desamparo radicalmente individual…

Es por eso que te recomiendo que no leas auténtica literatura. Leer es demasiado arriesgado para tu frágil psique, no es cómodo y además te gusta estar donde está la gente, y que te den likes, y parecer sexy y demostrar que tu vida es maravillosa y que estás integrado en el grupo. La literatura es un camino solitario. No te la recomiendo. Puedes hacer como que lees en esos veinte minutos o dedicarte a perder el tiempo leyendo esas obritas simples y facilonas que te damos los profesores para no asustarte y halagar tus ganas de diversión.

Si hubiera algún auténtico salvaje, temerario y loco, que empiece con Bartleby el escribiente de Herman Melville, ahí tenéis un libro verdaderamente literario, tan lleno de incógnitas que no sabréis que pensar ante un personaje como él, pero no os lo recomiendo porque tal vez os asustéis y hasta penséis que no pasa nada como si tuviera que pasar algo para que pase en realidad.  

sábado, 12 de octubre de 2019

El mito de la lectura

                                                                         Johann Wolfgang von Goethe
Permítanme que les incomode en algo sobre lo que parece haber un consenso universal de la derecha y la izquierda biempensante. ¡Algo increíble! Todos tienen entre sus presupuestos básicos que leer es bueno y, animados por ese pensamiento generalizado y aparentemente obvio, quieren fomentar la lectura en los niños y adolescentes, así como en toda la población en general. Todos parecemos estar de acuerdo en que promocionar la lectura estimula un montón de elementos y facultades del ser humano que nos llevan a la imaginación, la amplitud de miras, la buena ortografía, la tolerancia, la curiosidad, la grandeza de ánimo, los valores democráticos…

Y así en la escuela primaria y secundaria es objetivo fundamental introducir a nuestros alumnos en el maravilloso mundo de la lectura que descubre universos diferentes en que se pueden vivir otras vidas y ampliar nuestra cultura. Llevo muchos años en este empeño pero no lo tengo claro. No sé por qué la lectura es una actividad superior o más elevada que jugar al fútbol o ser aficionado a ver películas porno. En mi historia como profesor han pasado muchos alumnos. No tengo claro que los que se hicieron lectores sean mejores personas que los que no leen un libro nunca. Conozco a algunos de estos y no tengo nada que reprocharles. Ni puedo decir que tengan un espíritu más reducido que los que son lectores. No pienso que la lectura abra mundos o perspectivas sino al que previamente estaba preparado para que se las abriera. Conozco a lectores contumaces que son apocados, depresivos, con mala conciencia de sí mismos, que tienen pésima ortografía. Tengo el honor de conocer, en cambio, a excelentes personas, abiertas, llenas de humanismo y sentido del humor que viven en la realidad y que no leen jamás un libro. Su espíritu es abierto y nada sectario. No sé cómo han llegado allí si no han leído libros que estimularan su curiosidad intelectual. Y se hacen preguntas importantes y las resuelven bien. Por el contrario, sé de lectores impenitentes y viajeros que han dado la vuelta al mundo siete veces que tienen un espíritu reducido y limitado. También sé de lectores a los que la lectura ha llevado a ser mejores personas. Pero pienso que hubieran llegado de todas maneras incluso sin leer.

Los profesores hemos de dedicar una energía enorme en defender ese principio intocable de que leer trae consecuencias realmente extraordinarias y hemos de hacer leer a nuestros alumnos obras muchas veces banales para estimular su competencia lectora. Damos por supuesto que leer es un proceso complejo que hay que estimular poco a poco ofreciéndoles menús a su medida. No se llega a Ana Karenina así como así. Hay que empezar con cosas más a su alcance para potenciar su capacidad lectora. Y yo pienso que leer es como cualquier otra afición. Como jugar al ajedrez, al parchís, a los bolos, al fútbol… Tiene una pátina intelectual asociada en nuestra civilización que lo hace ser especial.. Nadie osaría defender que leer o no es indiferente. Yo lo hago. Lee el que tiene ganas, el que le sale, el que lo necesita… y éste no necesitará campañas de promoción de la lectura igual que al que le gusta el fútbol no necesita que le demuestren obligatoriamente que el fútbol es hermoso. No necesitamos leer para ser abiertos o tolerantes. La clave está en otro lado. Nadie tiene que demostrar que el amor es importante. Surge naturalmente. Ni se tiene que evaluar la capacidad de amar de los seres humanos. Leer es para algunos como respirar. No sé por qué. Llegarán a ello de cualquier manera aunque exista la mayor represión por parte del sistema, aunque en su casa no haya libros, aunque en su instituto no haya lecturas obligatorias, ni discursos de políticos que con sonrisas estereotipadas hablen de lo maravillosa que es la lectura.

Hay una industria editorial que necesita vender y como cualquier objeto de consumo promocionan sus productos extendiendo su validez como una necesidad estratégica para sobrevivir la humanidad.

No olvidemos que conspicuos nacionalsocialistas eran devotos lectores de Goethe, HolderlinKleist, Novalis… Y que algunos como el famoso doctor Mengele antes de ser conocido por su siniestra fama, hizo retiros espirituales en algún monasterio disfrutando de la meditación y la lectura.

Asistí hace un par de años a unas jornadas de literatura africana, y una escritora de cierta notoriedad nos hacía ver que los africanos no son buenos lectores ni siquiera en la universidad. Son refractarios a los libros y la cultura impresa. No se concentran en ellos, imbuidos como están de la vida en estado puro. Pero la cultura africana durante centenares o miles de años ha sido ágrafa y su literatura se ha transmitido oralmente por medio de leyendas, fábulas, cuentos… Hoy hemos de exportar también a África que leer La montaña mágica o El jugador ampliará su mundo mental, su imaginación, su capacidad de ser buenas personas…

Pero yo no lo tengo claro. Nada claro.

miércoles, 9 de octubre de 2019

JOKER, un potente discurso ideológico.



JOKER: una película peligrosa y turbia, desasosegante, "pura basura ideológica" –escribe un crítico americano-, ambientada en un entorno urbano que es la ciudad de Gotham, paradigma de las ciudades americanas.  Pocas veces se ve en el cine un producto tan salvaje y siniestro, tan brutal y tenebroso acompañado por la risa de Arthur Fleck que desconoce sus orígenes y la vida le ha tratado como una escoria. No es gracioso, es inquietante y bueno a la vez. Porque Arthur es bueno, siempre ha cuidado a su madre y ve con reverencia un programa de un tal Murray (Robert de Niro) por la televisión de los años ochenta. Arthur es bueno pero es aplastado por la vida, es objeto de violencia y desprecio hasta que alguien le da un revólver y termina convirtiéndose en un símbolo social que va a promover el caos y la violencia. Como trasfondo, la lucha de clases, todos los que se unen a Arthur-Joker, con máscaras de payaso y que también se sienten arrollados social y humanamente. Hay quien juzga esta película con parámetros políticos y ve en ella una peligrosa alegoría izquierdista que expresa que es el ambiente social, el medio, quien determina y condiciona al individuo al cual no le queda otras que rebelarse mediante la violencia, la de los desposeídos, la de los que no han sido sino despreciados y humillados en su dignidad. Es como si se legitimara la violencia contra el sistema liberal americano que abandona en la cuneta a buena parte de la sociedad a la que se deja sin recursos sociales, sin asistencia sanitaria, o con trabajos miserables… Es un canto destructor el que se eleva, destructor de la injusticia y se anhela otra sociedad no individualista en que los hombres sean solidarios, como el enano con Joker. Él también es una víctima, solo las victimas pueden comprender lo que se siente abajo, las víctimas y los fracasados, esos que la ideología supremacista dominante aparta con repugnancia por no haber sabido triunfar. La vida es una jungla y en ella depende de cada uno subir en la escala social, si te quedas atrasado o fracasas es tu responsabilidad, pero Arthur juega con cartas marcadas porque es un enfermo mental, fruto de malos tratos y abusos desde su niñez. En el trasfondo de la película emerge la reacción de Arthur ante su desvalimiento y termina adquiriendo un valor simbólico como referente a otros también que se sienten como él. El espectador termina asumiendo como atormentada y gozosa la violencia brutal del Joker, la vemos como necesaria y justificada en un sistema que no garantiza la equidad y cuyos valores solo dan cartas a algunos. Nos sentimos estremecidos por la violencia psicológica de la película porque vemos a un hombre bueno y sensible y justificamos lo que pasa luego, y el incendio social que se desencadena. El rostro de Arthur y su risa patológica es un componente malsano que evidencia nuestro malestar y fascinación –además de anhelar algo que revierta esa situación de hundimiento del antihéroe del que todos se aprovechan-. Sin duda la vida no ha sido generosa con el protagonista. Y comprendemos el grito de furia posterior y la venganza. Al terminar la película vemos con gozo incomprensible la cólera desatada.

Hubo un filósofo norteamericano llamado Herbert Marcuse que en 1965 escribía textos que justificaban la violencia social revolucionaria que no buscaba la igualdad sino la reversión del poder detentado por una minoría que aplastaba a la mayoría de la población. Marcuse sabía que lo que defendía vulneraba el espíritu de la democracia y la tradición liberal de la no discriminación, pero sostenía que estaban justificados la represión y el adoctrinamiento para que la mayoría subversiva alcanzara el poder que debía ser suyo. Y eso implicaría la retirada de los derechos civiles de los opresores por medios “aparentemente” antidemocráticos.

El planteamiento de Joker tiene lugar dentro de este discurso y puede que refleje la polarización política de la vida en los Estados Unidos. Confrontación entre diversos tipos de bloques sociales, la mayoría de Trump que recoge un fuerte resentimiento social frente a la sociedad liberal por unos motivos, pero por otro lado la erupción política de otro tipo de resentimiento que viene de abajo por cuestiones de clase o por discriminación de género o raza. Es la rebelión de los desposeídos y que carecen de recursos –servicios sociales, sanitarios, trabajo digno-  y aguardan en las alcantarillas para saltar a la yugular de los Wayne y los Murray además de a las élites blancas. Solo hace falta un Joker que los despierte.
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