Siempre he escrito sobre el catorce de abril en mi blog. Hoy
no va a ser una excepción. Tengo una bandera republicana que he utilizado en
mis clases de COU hace años en la fecha fijada, he salido con ella y mis
alumnos a recorrer Cornellà para ver la reacción de la gente al advertir la bandera
y escuchar el himno de Riego; he cubierto con la bandera republicana la tumba
de Antonio Machado en actos en Collioure con mis alumnos. Durante mi carrera leí docenas de libros sobre el
periodo republicano y me emocionaba leer la descripción de Tuñón de Lara cuando
al gobierno provisional presidido por Alcalá Zamora le fueron rendidos honores
por la guardia civil. Soy republicano hasta la médula y amo la bandera tricolor
a la vez que deploro la existencia de la monarquía, no porque sea onerosa (que
no lo es) sino porque no entiendo que debamos sufragar la vida de unos
individuos sobre cuya realidad los españoles nunca hemos podido votar. Es una
farsa pensar que cuando votamos la constitución de 1978 votamos a favor de la monarquía.
Es una trampa indigna. Yo no voté la constitución pero entiendo que en aquel
momento nos daban a escoger en un paquete institucional entre la dictadura o
una presunta democracia en la que iba incluida en letra pequeña la monarquía,
como en los contratos con los bancos y las telefónicas. No tuvimos nunca
ocasión de votar sobre el régimen que queríamos. Tal vez en aquel momento, con
un ejército superpoderoso era imposible plantear aquel debate y hubimos de
aceptar como mal menor la monarquía, sin que, además, se nos formulara
abiertamente la pregunta. Esto es cierto. Nunca hemos elegido los españoles la
forma de estado que deseamos. Fue una maniobra artera y quizás inevitable para
facilitar la transición a la democracia.
Dicho esto, ahora vienen mis dudas. Deploro la monarquía,
pero ahora temo más la realidad de los españoles como conjunto de individuos
capaces de organizarse y definir su futuro. ¿Acaso la monarquía estructura el
estado de modo que las tensiones interterritoriales son suavizadas y matizadas?
El rey es abucheado en los partidos de final de copa entre el Atlétic de Bilbao
y el Barça. Volverá a serlo en la final prevista en el Vicente Calderón. El rey
es abucheado y él aguanta el tipo sabiendo que eso va incluido en el sueldo.
¿Qué pasaría en una transición hacia una república en un país que estalla en el
debate regional? ¿Cómo sería la nueva España si es que existiría? ¿Sin
Cataluña, sin Euskadi, con Navarra en la cuerda floja, con Valencia sometida a
grandes tensiones sobre si integrarse en los Països Catalans y de igual modo
Baleares o por otro lado Galicia. Pienso en la franja de Poniente aragonesa
donde se habla catalán y su destino nuevamente sería incierto sobre si se
integrarían en Cataluña o en lo que quedara de España. No sé si Canarias
optaría por ser africana o española. No sé cómo se administrarían los odios
entre regiones o pueblos. No sé si Castilla seguiría unida a León o si
Cartagena a Murcia, si el Bierzo a León...
Dudo de nuestra capacidad política. Quiero pensar y me gustaría
pensar que en una España republicana seríamos menos cutres, menos folklóricos,
menos corruptos, más cultos, con menos procesiones y con menos poder de la
iglesia que no recibiría subvenciones del estado, menos ansiosos por maltratar
a los animales... Quiero pensar que en una España republicana podrían
articularse armónicamente los diferentes intereses regionales y que seríamos
capaces de mantener un país coherente y unido, o desunido sin odios que
perduraran durante siglos.
Cuando miro las portadas de la prensa de derecha (ABC, La
Razón, La Gaceta, El Mundo...) me doy cuenta del poder de la España visceral y
profunda, esa que recoge críticamente El ojo izquierdo en El País y que
califica a Rubalcaba de antipatriota y saca pecho ante Marruecos por el asunto
de Perejil o ante Argentina por el de Repsol. No me siento partícipe del
mismo país que ellos. Creo que vivimos realidades diferentes. Siento que en
esencia somos un país cainita, envidioso, rastrero, miserable, capaz de grandes
cosas y generosidades sin límite pero condenados al cutrerío y al
enfrentamiento por nuestro devenir interno. No confío en nosotros como sociedad
y por supuesto no confío en los
políticos que no supieron prever una realidad aciaga económicamente como la que
estamos viviendo. El descrédito de la política es tremendo y en ello tiene un
lugar fundamental la cuestión territorial. Un aeropuerto en Ciudad Real, un aeropuerto
en Castellón, en Lleida, en Huesca... AVES a todas las regiones (que van
vacíos) setenta universidades en España
(ninguna entre las mejores), cuando Alemania tiene cuarenta... pero todas las
regiones quieren ser las que tengan todo y los mejores museos de arte
contemporáneo (vacíos) y la mejor liga del mundo (y más millonaria) cuando
somos pobres, y queremos organizar juegos olímpicos en Madrid, cuando somos
rematadamente pobres y ni siquiera Alemania se ofrece para organizarlos.
Quiero pensar que una España republicana daría mejores
respuestas a este carácter interno que tenemos, y que sería mejor tener a José
Bono o José María Aznar o Gregorio Peces Barba de presidentes de la
república... pero tengo mis dudas. En el fondo no confío en nosotros.
No sé si he contribuido a la fecha o me he desviado de la
cuestión, pero hoy no me siento eufórico por la celebración. Disculpad.