Con motivo de mi visita a la exposición fotográfica
Ser niño en Burundi, organizada por la
UNICEF y la
Generalitat de Catalunya, he tenido ocasión de investigar algunos datos sobre ese país, situado en la zona de los
Grandes lagos, que limita con
Rwanda,
Tanzania y la
República Democrática del Congo. Sus habitantes son fundamentalmente hutus (85%), tutsis (14%) y batwas (descendientes de los pigmeos) 1%.
Burundi es uno de los diez países más pobres del mundo y ha padecido una guerra civil entre 1993 y 1999 entre hutus y tutsis que ha dejado más de 250.000 muertos y centenares de miles de refugiados. Es un país pequeño, parecido a Cataluña en cuanto a extensión. Su población es de 8.390.000 habitantes. Su esperanza de vida es de 51 años. Su tasa de alfabetización el del 51,6. Sus idiomas son el
kirundi, el
swahili y el
francés. La mayoría de la población es católica, aunque recientemente ha entrado el islam que se está extendiendo. La tasa de incidencia del VIH es del 6%. El 50 % de la población tiene menos de quince años.
Estos son datos que nos ayudan a hacernos una idea. África existe, y Bujumbura es la capital de Burundi. Me quiero centrar en el tema de la escuela en Burundi como espacio de oportunidades y de convivencia. No es obligatoria pero sí gratuita desde hace un par de años. Muchos niños, sin embargo, se quedan trabajando en los campos porque no se pueden permitir la asistencia a clase. Los que van a las escuelas a veces tienen que andar una hora o más para llegar. Bastantes niñas después de la jornada escolar tienen que caminar un buen trecho y encargarse de recoger la leña, trabajar el campo y hacer la comida de la casa.
Las escuelas son habitáculos pobres donde hay una gran pizarra negra muy desgastada, frente a la que se sientan ochenta o noventa alumnos. No hay asientos y han de sentarse sobre la tierra. Hay muy pocos profesores y existen muy escasos libros. Algunas organizaciones de ayuda a la infancia como UNICEF colaboran para que las escuelas tengan algo de material escolar. Un libro, una libreta, un lápiz son objetos preciosos que son cuidados con esmero.
La educación es el portal para poder mejorar de vida. Los que asisten lo hacen conscientes de la oportunidad y el privilegio que tienen. A los niños africanos les gusta ir a la escuela. Se sientan en el suelo o en piedras que han llevado con ellos . Siguen atentamente y con extrema concentración las explicaciones del profesor. La escuela también es el espacio donde las etnias enemigas (hutus y tutsis) pueden encontrarse y restañar heridas. También, aunque minoritarios, están los batwas que son los descendientes de cazadores o recolectores de frutos y que son el eslabón más precario de la cadena. Sus familias fueron expulsadas de los grandes parques creados como Virunga o Kahuzi-Biega, Bwindi y Mgahinga. Perdieron su modo tradicional de vida, junto con sus tierras, y son despreciados por las otras etnias. Algunos viven de la mendicidad. Pero en la escuela están empezando a integrarse, gracias a la presión de asociaciones internacionales, y a aprender a leer o a jugar al fútbol con sus compañeros. Una pelota hecha con trapos es suficiente para que estos niños jueguen y sonrían.
A veces los alumnos no pueden ir a la escuela y tienen que ir a trabajar doce horas recogiendo ladrillos para ayudar a su familia. Una jornada laboral supone una paga de 200 francos burundeses o lo que es lo mismo, 15 céntimos de euro.
Sus voces son preciosas. La música está en el alma de los africanos. Es costumbre muy arraigada tocar los tambores con unos palotes que llenan de ritmo las noches de Burundi. También les encanta escuchar historias para las que siempre tienen tiempo. Las cuentan los ancianos o las mujeres de la tribu. El mundo es mágico ante los ojos de estos niños.
Allí los niños no se sienten aburridos y la adolescencia no es ese periodo llamado aquí la edad del pavo en que durante años se está desnortado, apático o hastiado. Todo es mucho más urgente y esencial. Un niño sabe que ha de ser útil a su familia y a su etnia. Hay una seriedad y concentración en su semblante que impresiona. No existen las plays ni las nintendos, ni canal Disney pero la vida tiene el sabor de lo incierto y lo único. La escuela es una conquista y un espacio de oportunidades. Ser maestro supone una gran dignidad, más viendo esos rostros totalmente entregados y respetuosos con su saber, aunque su salario sea muy bajo.
Lo más hermoso, la sonrisa en medio de las mayores calamidades y tragedias. También su resistencia frente a la adversidad. Hay quienes piensan que desarrollo y crecimiento económico no están necesariamente ligados. Países pobres pueden tener un alto nivel de riqueza emocional, creativa y de participación, mientras que países ricos pueden tener graves carencias. El desarrollo puede ser infinito pero el crecimiento no.
"A partir de cierto umbral, el crecimiento económico genera un deterioro de la calidad de vida" (Manfred Max Neef, premio Nobel Alternativo de Economía).
Pensaré en ello.
Los niños africanos nada tienen que ver con los del llamado primer mundo, porque no existe ese colchón de una larga juventud que va desde los diez o doce años hasta los 35 más o menos. Allí las necesidades son más urgentes e inmediatas y el valor de las cosas es otro.
ResponderEliminarCierto es que la penetración de la cultura occidental es mayor a través de la publicidad, pero sus necesidades son tan básicas que luchan por la supervivencia diaria.
Acercarse a conocer la realidad africana reporta un cierto malestar al ver como parte de la humanidad carece de cuestiones primordiales y en la otra parte triunfa el derroche.
A buen seguro no tendrán depresión ni habrá muchos infartos, pero se mueren de hambre, de guerras patrocinadas por intereses del capital y de enfermedad. Una pena.
Tu relato es muy ilustrativo y emocionante. Me ha dejado pensando esa frase final del economista, porque a diario vemos que es cierta, que se cumple. Demasiado empieza a ser menos, como una compensación fatal de la vida. En el día a día de la enseñanza vemos, supongo que tú también, que los grandes problemas los traen los jóvenes de ambos extremos, los que tienen demasiado poco y los que sencillamente tienen demasiado. Quizás es simplista, pero al leer la frase del premio Nobel alternativo, me he acordado de algunos casos extremos. Yo también tengo que reflexionar acerca de esto.
ResponderEliminarY un favor que quería pedirte, si no te importa. ¿Puedo utilizar tu texto con alumnos de tercero de la ESO? Estamos preparando un trabajo de clase sobre el dinero y tu texto es perfecto para ilustrar una parte reflexiva sobre la importancia que le damos en nuestra sociedad. No se trata de decir que se es más feliz sin dinero, sino de saber que no lo es todo y que sólo sería necesario tener las necesidades de nutrición, protección y educación cubiertas para poder ser felices.
Tu relato me ha llevado a una historia que escuché hace tiempo en la que un adolescente que no sabía ni leer ni escribir hacía varios kilómetros en bicicleta después de una agotadora jornada de recolección para asistir a una escuela nocturna en la que un maestro vocacional le enseñaba a unos cuantos como él las letras y los números. Aquel adolescente era mi padre en la España de los años cuarenta. Quizá la memoria histórica sirva también para despertarnos de este letargo de fingida comodidad.
ResponderEliminarEsto me recuerda una película que me envió recientemente nuestra amiga Maritza sobre una niña afghani que pasaba por numerosas dificultades para obtener un cuaderno, sin que le alcanzara para el lápiz, y poder ir a la escuela. Cuánto desbalance en el mundo y, sin embargo, ejemplos de dignidad en los lugares más insospechados.
ResponderEliminar¡A ver si sé escribir lo que quiero escribir!...
ResponderEliminarJoselu, hace unos años, un alumno mío de 4º y colombiano (repetidor y objetor, aunque muy inteligente) me explicaba qué le había ocurrido para acabar la ESO sin título. Me decía algo así como que en Colombia, ir a la escuela era un privilegio, que aprender significaba oportunidad; y que, por el contrario, en España,se había contagiado del sentimiento de "cárcel", de obligatoriedad, de pérdida de tiempo... que, según él, imperaba en el instituto...
Me quedé de piedra. Qué rollo, menudo progreso había encontrado este chico en Madrid... Cierto es que también el cambio le coincidió con esa "edad del pavo" que... ¿habría sido distinta de haberse quedado en Colombia?
Yo quiero, si no me evaporo (sin posibilidad de condensación, amigo Francisco) emigrar a otro planeta muy "subdesarrollado". Estoy harta y descreída. Ni siquiera me consuela África...
Gracias, Joselu, por tus palabras... ¡Y por tus orejas!
Un abrazo
Clares, por supuesto que puedes utilizar el texto. Creo que lo más hermoso de nuestra pasión bloguera es la idea de compartir, de hacer pasar, de llegar más allá de nosotros mismos. Un abrazo.
ResponderEliminarPara muchos niños el recorrido físico entre la escuela y su casa es corto, pero el recorrido emocional muy largo.
ResponderEliminarSe sienten lejos de esa institución que los recluye en (j)aulas y en las que muchos descubren lo peor de la cultura del desarrollo: la opulencia de unos y la pobreza de otros, la falta de valores y de autoridad, el miedo, la soledad, la escasez de expectativas...
Esa situación es extrapolable a nuestros amtepasados cuando se recorrían kilómetros para ir a la escuela y los niños no estaban saturados de consumismo.
ResponderEliminarJoselu, en el concurso 20 minutos el ganador popular ha sido el blog Lápices para la paz que ayuda a Palestina y Etiopía con material escolar.
África existe y, a ratos, es el lugar donde reside el buen salvaje, que concilia trabajo duro con estudio en situación dificil. Otros ratos el buen salvaje deja de serlo y organiza tremendas escabechinas entre ellos mismos, como si la miseria y la enfermedad no bastaran por sí. Si hay justicia histórica alguna vez nos daremos de bruces con esa realidad; confiemos en que en ese momento los salvajes muestren su lado más bueno, más inocente...
ResponderEliminarEstupenda entrada Joselu, me ha encantado leerla, gracias.
ResponderEliminarPantagruel, gracias por tu presencia. Siempre es un placer pensar contigo, pero también he de recordar las tremendas escabechinas que han sido el cañamazo de la historia europea. No creo que Europa pueda ufanarse de haber sido pacífica y cordial en su historia. El siglo XX contempla dos terribles conflictos en el corazón de la culta Europa en que los hombres fueron llevados a los mataderos. Auschwitz, Treblinka, Dachau, Buchenwald... fueron organizados por los civilizados alemanes con una frialdad que aterroriza. Pero viniendo más cerca, la guerra de los Balcanes en la cercana Yugoslavia nos trae nuevamente visiones del horror en suelo europeo. Eso sin contar con la historia ominosa del esclavismo en que hombres blancos llevaron a unos cuarenta millones de africanos por la fuerza a morir en travesías por mar espantosas en que morían tres cuartas partes del ganado humano que llevaban para trabajar en las plantaciones americanas. Es cierto, Pantagruel, que África tiene conflictos agudos y atroces, pero no somos nosotros los más adecuados para reprochárselo. Nuestra historia es muy negra y nuestra riqueza tiene en buena parte su origen en el expolio que hicimos en África. Tú has dicho con mucho acierto que "Si hay justicia histórica nos daremos de bruces con esa realidad". Espero entonces que nosotros mostremos también nuestro lado más inocente, el bueno. Un abrazo, amigo.
ResponderEliminarEs paradójico que aquellos niños, que poseen tan poco, sientan ese amor por el espacio de la escuela, y que nuestros adolescentes, hastiados y consentidos muchos de ellos, la detesten y no aprovechen las oportunidades que ésta les brinda. No obstante, creo que ya es algo que ha dejado de sorprendernos. Para los niños africanos la escuela es el rato agradable, cuando no tienen que trabajar y pueden oír historias a la vez que aprenden a escribir y leer. Fuera les espera una vida de adultos que les ha robado la infancia. Nuestros alumnos, por el contrario, tienen tantas diversiones fuera de la escuela que ésta es el rollo, el peñazo, lo que están deseando que acabe para tirarse a ver la tele o jugar a la consola. Seguramente no comprenderían el interés de estos niños de los que hablas en tu entrada por asistir a la escuela. A ellos les parecería absurdo.
ResponderEliminarMe ha encantado la entrada, Joselu, como siempre.
Saludos
Estupenda información sobre un país y una sociedad bastante desconocida, pero sobre todo me qedo con las valoraciones y reflexiones, siempre acertadas, que haces.
ResponderEliminarCreo que es todo un modelo que se debería seguir sobre la educación y sus dificultades en según que culturas, sobre el dinero y la importancia de todo tipo de valores.
No me extraña que Clares quiera utilizar tu texto, lo considero tremendamente modélio y que propicia la reflexión.
En esta parte del mundo donde lo tenemos todo no entendemos lo que significa no tener ni una silla para sentarse en la escuela, también inexistente. Un colega mío que ha estado varias veces en Méjico dice que no quiere jubilarse sin poder enseñar a esos niños que no tienen nada, que viven en la miseria más extrema, quiere contarles historias sentados sobre cajas de fruta vacías, ver sus caritas anhelantes y deseosas de aprender en lugar de dedicar más tiempo a estos adolescentes caprichosos y malcriados que tratan a sus profesores como a servidores y se aburen con todo lo que tienen a su alcance. Desprecian el saber, los libros, la experiencia, la sabiduría, han perdido las ganas de aprender... Pero no todos son así, lo sé. Hay muchachos estupendos que nos saludan cada día con una sonrisa y aceptan los retos de cada nuevo curso. Pero el futuro es incierto, creo que más que nunca. ¿Cómo motivarles para afrontar un mañana envuelto en niebla? Quizá el desafío de esta parte del mundo sea abrir las mentes y los corazones de las nuevas generaciones a la realidad, la cercana y la lejana, hacerles ver que deben usar su privilegiada situación en pro de los más desfavorecidos y enseñarles a valorar las múltiples posibilidades que tienen a su alcance. A veces hay que recurrir a subirles medio punto por visitar un museo, como comentaba Un Profe Cualquiera hace unos días, pero así están las cosas. Todos los docentes nos enfrentamos a la apatía y la desgana de buena parte del alumnado. Por eso, en teoría, es más fácil dar algo a quien no tiene nada y que te lo agradezca de corazón. África es una herida abierta que nadie quiere cerrar. Es nuestra gran asignatura pendiente. Es todo tan complejo... Tenemos tanto en que pensar...
ResponderEliminarUn abrazo, colega.
Hola: Unicef tiene unos cortos sobre la infancia en África muy interesantes que se titulan "El mundo a cada rato". Uno de ellos ("Binta") dedicado especialmente a la educación de las niñas en este continente. Son buenos materiales para ir concienciando a los más jóvenes y a los no tanto.
ResponderEliminarUn saludo ;)
¿Por qué esa obsesión por los niños africanos que pasan hambre?, que no digo que no la pasen, pero ya está un poco vista esa falsa humanidad, en España también hay niños que pasan hambre, frío, que duermen en chabolas o en otras condiciones infrahumanas, que padecen mordeduras de ratas..... y mientras miramos a los "niños de africa"
ResponderEliminarSaludos
Javier, en principio aclararle que el post no trataba del hambre de los niños de África, sino de la escuela africana. Supongo que lo ha leído. Pero quiero reflexionar con usted sobre mi "obsesión" por todo lo africano. Comencé leyendo a Ryszard Kapuscinski, su libro Ébano, que supongo que usted no ha leído. Fue un periodista polaco que estaba "obsesionado" con África y por todo lo que pasaba más allá de sus fronteras. Leí asimismo varios testimonios de periodistas que habían vivido el terrible genocidio de Ruanda en 1994. Aquello despertó en mí un interés por el continente africano: me dediqué durante años a leer literatura africana, asistí a conferencias y ciclos de charlas que tenían como centro África. Estas eran impartidas por africanos o por europeos enamorados de África. Me interesé por la cultura, por la historia, por el arte (el tradicional y el actual), y por la economía de los pueblos africanos.Supongo que todo esto está muy visto ya, como dice, y responde a un falso humanitarismo que no entiende. También me interesé por ese tema ya tópico del esclavismo por el que cuarenta millones de africanos fueron llevados a América en condiciones infrahumanas. La mayoría morían en los trayectos.
ResponderEliminarSupongo que cuando leo cada día que están llegando cayucos con africanos que arriesgan su vida por intentar alcanzar Europa es algo que no debe despertar en mí interrogantes acerca de lo que pasa en África. Pero, según usted, eso está muy visto ya y además es falso. Debe ser que como yo colaboro en alguna organización que tiene como nombre "sin fronteras", las fronteras de este mundo me son indiferentes, y reivindico con orgullo mi interés (¿u "obsesión") por todo lo africano, no por humanitarismo sino por pensar que África es un continente que tiene mucho que ofrecernos y que su cultura es extraordinariamente rica. Pero claro, siempre hay listos que piensan que ya está muy visto. Quizás usted se ha equivocado de blog. No pasa nada. No todo lo que se escribe ha de interesarnos. Supongo que encontrará blogs que le hablen de cosas que a usted le interesen.
Saludos.
Si algo saco en conclusión de tu excelente post, es que la sonrisa no entiende de riquezas....
ResponderEliminarAbrazos
Joselu, tengo unas dudas lingüísticas, ¿podías facilitarme un correo para escrirte? son pocas, eh?
ResponderEliminarGracias y un saludo.
Joselu, me sigues sorprendiendo con tus conocimientos sobre África, que yo -desgraciadamente- no tengo. Me gusta tu sensibilidad hacia una realidad tan olvidada y, a diferencia de otros lectores, agradezco mucho tus palabras y espero que, de cuando en cuando, nos regales más artículos sobre la cultura y realidad de África. Ese niño africano se lo merece... y ¡nosotros también!
ResponderEliminarMuchas gracias.
Marcos, lo cierto es que África encierra claves de lo que hemos sido, de lo que fuimos antes de ser poseídos por el racionalismo más radical. Lo peor que les puede pasar a los africanos es el hecho de perder su alma, tienen una relación profunda con la dimensión espiritual. Esto para nosotros es incomprensible, pero cualquier africano te hablará de las fuerzas invisibles. De ahí sus mitos, sus leyendas, sus fábulas, su sonrisa, su humanismo también. Pero eso sí, cuando a los africanos se les quiere arrebatar el alma, puede convertirse en oscuros y terribles. Seguramente es lo que explica muchos de los conflictos que existen en países africanos. Cuando conoces lo africano, no puedes dejar de estimarlo. Seguiremos, Marcos. Un abrazo.
ResponderEliminar