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martes, 12 de enero de 2016

La improvisación en el aula




Hoy he recibido un libro en formato digital a primera vista muy interesante. Se titula Profesor en secundaria. Claves para lograr la autoridad en el aula educando por competencias. Sus autores son Andrés Carmona Campo y Antonio Fonseca (2015). No lo he leído pero he mirado su índice para saber los temas que aborda y me han parecido francamente jugosos. Ha habido uno que me ha llamado poderosamente la atención. Es el capítulo titulado Nunca improvises.  Me he ido a él con sumo interés por motivos que luego aclararé. Los autores son defensores a ultranza de la preparación de las clases y de que se evite la improvisación solo posible para verdaderos maestros del jazz y no para los novatos. Añaden la ineludible programación de aula para realizar un trabajo realmente solvente y eficaz. Me he mirado atentamente y me he preguntado si yo era un profesor que improvisaba en el aula. No porque no me prepare las clases, algo que hago con exhaustividad sino porque la improvisación forma parte de mi modus operandi medular como profesor de literatura. Los mayores logros intelectuales de mi larga carrera docente han sido fruto de una intuición poderosa que me ha asaltado y se ha adueñado de mí. A veces se unen cabos sueltos para dar lugar a una idea que destroza las programaciones de aula y los planes prefijados con anterioridad. ¿Cómo puedo saber qué haré exactamente a lo largo del curso? ¿Puedo planificarlo con precisión de antemano? Yo no. No puedo responder a un guion estable, no sé hacerlo, si lo hago me veo hundido en el hastío profesional. Necesito una idea que surja estelarmente para embarcar a mis alumnos en viajes que exigen riesgo. No puedo siquiera programar las lecturas que van a tener mis alumnos. ¿Cómo voy a saberlo si no conozco bien sus límites?

Puedo parecer insolvente, pero pienso que para ciertas cosas es necesaria la magia de la inspiración. Y la capacidad de adentrar a los alumnos en objetivos insólitos. Los parámetros con que inicié el curso se han cumplido con bastante acierto, creo yo. Sin embargo, se han enriquecido con nuevas propuestas como la de escribir una novela de veinte a veinticinco páginas. Esto no lo había planificado. Hablé de ello en un post anterior. Fue una idea, ya realizada anteriormente, que surgió de repente y me dije ¿por qué no? Sería mi última oportunidad de llevarla a cabo. Para mi sorpresa, tras las vacaciones muchos alumnos se han sumergido en la novela y llevan varios capítulos ya escritos. Me lo han dicho varios con orgullo. Esa novela será sin duda la mayor aportación vital que van a realizar este curso. Quiero que se sientan satisfechos con ella. Que sea expresión de ellos mismos en un momento cenital de su vida. He lanzado la piedra y ya está formando círculos en el agua. Pero esto, como digo, no lo había previsto. Otra aportación es dedicar el curso al escritor Franz Kafka como hablé el post anterior. Fue una improvisación total. Tal vez sugerida por el gato del libro Marina de Carlos Ruiz Zafón. Se llamaba Kafka. Y eso fue la chispa que desencadenó un proceso dentro de mí llegando hasta un profundo centro. Kafka es un autor que había dejado de lado durante largo tiempo. Sentía que su mundo revelaba la impotencia del ser humano y eso me desconcertaba y ponía nervioso. Pero sabía que en algún momento habría de enfrentarme a él. Tengo en mi mesilla varios libros de relatos del autor de Praga, he recibido sus novelas completas, El proceso y El castillo. Anteriormente había leído América y La metamorfosis. He recibido asimismo un par de libros de novelización de la  última parte de su vida, el tiempo que pasó en Berlín con Dora Diamant y  en diversos sanatorios hasta que murió el 3 de junio de 1924. Es un Kafka distinto del que me había imaginado. Mi inmersión gozosa en Kafka propicia este proyecto en que voy a implicar a mis alumnos de tercero empezando con la lectura de Kafka y la muñeca viajera de Jordi Sierra i Fabra y luego leyendo directamente las setenta páginas de La metamorfosis. ¿Una lectura adecuada para alumnos de quince años? No lo sé. No lo sé realmente. Puede ser y representar un fracaso o una experiencia fascinante la lectura de este relato verdaderamente sorprendente. Pero he de entrar en su mundo enigmático para poder expresar a mis alumnos el misterio de la literatura con mayúscula. Sin duda dará lugar a debates intensos la lectura de esta obra. No quiero destripársela. Quiero que se encuentren con ella, si acaso que sepan del autor, de su lugar en la literatura del siglo XX, la vida de un modesto oficinista de una compañía de seguros que creó las más extraordinarias historias de un mundo extraño y misterioso no reducible en absoluto a las etiquetas.

Así se une mi pasión por un tema a la indagación que van a hacer ellos. Pura improvisación. De hecho he recibido una llamada de atención por parte del AMPA por no respetar las lecturas programadas. ¿Cómo voy a saber qué diablos van a leer con un año de antelación? ¿Cómo lo voy a saber si no sé dónde estaré yo y dónde estarán ellos? De momento veo las dos clases de tercero de ESO inmersas en una fiebre creativa muy interesante. Están creando su propia novela. Como hacía Kafka en sus noches de insomnio.


Un curso de literatura pierde su esencia si sabemos con demasiada precisión qué va a suceder. Supongo que habrá los partidarios de las programaciones de aula y que quieran llevar al milímetro lo que entra en cada clase. Puede ser. Y que sean magníficos profesionales. Lo único que puedo decir es que yo no soy así. Que necesito un margen para la creación y el arte de enseñar, que necesito la inspiración, que no me desagrada tomar carreteras secundarias y pararme en un paisaje para verlo con delectación. Creo que hay una vertiente maravillosa del arte de enseñar que tiene en la improvisación uno de sus principales fundamentos. Yo no hubiera sido el que he sido sin la improvisación cuando empezaba, cuando seguí y ahora cuando acabo.

martes, 5 de enero de 2016

El proyecto Kafka (no en la orilla)


El gato de Marina (Carlos Ruiz Zafón) el libro que leyeron en el primer trimestre mis alumnos de tercero, se llamaba Kafka. Este nombre les sorprendió pues carecían de conocimientos que lo identificaran literariamente. La novelita de esta segunda evaluación es Kafka y la muñeca viajera, una fantasía sobre una leyenda acerca del autor de Praga que desarrolla Jordi Sierra i Fabra, el popular autor juvenil. De tal modo que Kafka se ha introducido en sus vidas adolescentes. ¿Adónde nos llevará esto? Creo que entiendo que hay un desafío al hacerles partícipes del autor de La metamorfosis. He concebido un proyecto para que se introduzcan en su vida y obra. Les he preparado un vídeo para que lo vean en el sistema de Flipped Classroom sobre la personalidad de Kafka, su infancia, su relación con las mujeres (Felice, Milena, Dora), sus conflictos, su trabajo y la creación de un universo poético que tuvo una importancia capital en el siglo XX alumbrando un antihéroe impotente, aplastado por las circunstancias de naturaleza burocrática y absurda.

En el vídeo les he introducido en la extrañeza de su mundo y su literatura. No van a encontrar en él al autor propio de narraciones sencillas, biempensantes y moralizantes que se estilan. No, el mundo de Kafka es raro, oscuro y en alguna manera angustioso. Aunque no exento de un peculiar sentido del humor que se evidenciaba cuando Franz Kafka leía, partiéndose de risa, La Metamorfosis a sus amigos. Es un relato cruel cuyo sentido último se nos escapa por lo enigmático que es. Se le han dado interpretaciones plausibles como que representa al ser humano perdido en la existencia en la que se ve condenado y aplastado en medio de su impotencia para oponerse a la lógica burocrática que se le impone inexorablemente. Pero ninguna de estas fue dada por Kafka que quiso que se destruyeran todas sus obras, algo que no se llevó a cabo porque Max Brod y Dora Diamant se negaron a hacerlo.

La lectura de la tercera evaluación, lo están adivinando, será precisamente La metamorfosis pero precedida de una amplia introducción explicativa ante lo que se van a encontrar. Y que intentaremos contemplar con sentido del humor. Y ahí tendremos a Gregorio Samsa convertido en escarabajo o cucaracha enorme preocupándose en su habitación porque su jefe le reprende por llegar tarde al trabajo. Quiero ver cómo responden mis alumnos ante este relato, planteado humorísticamente. No hay en él nada de lo que a priori les pueda interesar, pero puede terminar interesándoles mucho.

Están en proceso de crear una novelita de veinte o veinticinco páginas que tienen que presentar en el mes de mayo. En ellas, según he leído otras veces, surgen visiones un tanto absurdas de las cosas. ¿Calará el mundo aparentemente absurdo de Kafka en su escritura?

Creo que la función de un profesor es la de llevar a sus alumnos de lo simple a lo complejo. El año pasado leyeron El guardián entre el centeno, este año Marina y luego La metamorfosis. Además de leer hace dos años a Richard Matheson en relatos altamente inquietantes. Sé que habrá alumnos que no entrarán en el juego, pero sé que habrá otros que sí entrarán. Se trata de satisfacer a todos de un modo u otro. Pero el profesor ha de elevar el listón que lleve de lo elemental a lo enigmático. Tal vez a alguno le despierte ecos que luego utilizará en su vida. No desaprovecharé ningún recurso explicativo por histriónico que pueda ser para acercarles la obra de este judío tan divertido. Y les leeré La metamorfosis con tono no angustioso sino cómico.


¿El resultado? Lo iré contando en este blog de delirios y proyectos inverosímiles.

sábado, 2 de enero de 2016

Trenes cargados de humanidad


Liberado por la escritura
de miasmas y angustias,
te abres al nuevo tiempo
que vendrá, insólito,
sorprendente, distinto,
un tiempo de sombras y navíos,
de esperas y de playas desnudas
en el atardecer del trópico
por que te pasearás
un otoño próximo
en tu viaje hacia el sur.
Volverás a ser viajero
-tu vocación hibernada-
y a subir en trenes cargados
de humanidad,  
o a autobuses en que alguien
dormirá con su cabeza en tu hombro,
a probar comidas exóticas,
perdido entre multitudes y flores,
junto al Ganges,
allí en el oriente.
Tu espíritu viajero
se reorientará en nuevos
paisajes y recónditas mareas,
te bañarás en mares índicos
y saltarás a islas prodigiosas ...
Viajando en soledad
con mochila, reafirmarás
el ansia de vivir,
reconquistarás la libertad
y la sorpresa de ser niño
con ojos abiertos
a la inmensidad y al océano
con los mismos que descubrías
el garaje lunático del patio,
o que mirabas tejados
con chimeneas y gatos grises
desde la buhardilla prodigiosa.
Todo lo demás,
un pequeño detalle
en la maraña divertida
de tu existencia
que pugna por ser literaria
en su nocturnidad y alevosía
de clown definitivamente
ido de la olla.


viernes, 1 de enero de 2016

En el aire


Una rama en el aire, embelesada,
exacta, enhiesta, en el aire.
Hoy he soñado con la muerte,
sueños oscuros, no podía
escapar de ellos. Me agitaba
en la cama, abrazándome
a quien me consuela cada día
de mi existencia.
Una rama en el aire,
el vértigo del espacio vacío
y el renacer de botones
que restallarán de vida
en poco tiempo.
El invierno pasa
acompañándome el latir
desbocado del corazón.  
Como el funambulista que cruza
entre las torres Gemelas
y seguirá toda su vida
evocando esos instantes en el vacío,
en el aire, así estuve
hace muchos años cruzando
el abismo, como él,
en la montaña de Ordesa,  
sin cuerpo, libre, puro ... 
Sentir la liviandad, la levedad
del alma en el aire, en el vacío,
como esa rama que apunta
hacia el cielo de la tarde
no pudiendo anhelar
otra cosa 
que ser ella misma.
En el aire.



jueves, 31 de diciembre de 2015

El patio de mi casa



Niñez.
Solo en la cocina
que da a un patio
muy pequeño y gris
sin perspectiva.
Encerramiento.
Fascinación contemplativa,
abro la ventana, miro
los desconchados de la pared
del patio. Paso muchas horas
embebido en esas formas
quebradas. Las siento mías.
Muchos años después
vuelvo a ellas,
¿cómo describirlas?
¿cómo comprender la escritura
que hay en ellas y que llega
hasta mí en la noche de fin de año
en que habrá euforia,
cava, uvas, campanadas,
abrazos, todo eso, pero yo
me voy con la imaginación
y la memoria a ese patio
de mi infancia en que no había
un limonero lánguido,
ni una fuente limpia,
ni una buena madre que tuviera
albahaca en sus macetas.
Mis ojos, asombrados,
miraban ese patio grisáceo
y creían distinguir formas
en las corcovas que se plegaban
como un garaje lunático.
No sé por qué doy importancia
a este recuerdo
pero me acompaña,
es mi huerto íntimo
que yo llenaba, en su aridez,
de mares y gaviotas,
de navíos piratas,
de aventuras asombrosas
para dominar
la angustia que ya llenaba,
como un pecio negro,
el fondo de mi alma.
Era mi huerto oscuro
que yo henchía de luz
en la tarde de los domingos
para comprender
a un niño extraño,
inmerso en lo invisible,
perdido en la duermevela
de otra vida distinta...
            ...
Me asomé una mañana
de primavera a la ventana
y metí mis manos puras
en el ensueño de mi patio
encantado en busca
de los navíos hundidos...
            ...
Y hoy estoy aquí,
con uno de esos bajeles
fantásticos en mis manos.
Escribiendo, advierto
que estaba allí en medio
de la angustia y el miedo
en un mar de lodo,
cubierto de grisura.
Pero tenía luz.
Este soy yo.

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