He tenido muy escasa relación personal con judíos en mi
vida. En mi infancia había en Zaragoza
una procesión llamada de los judíos
en la que había que escupir al suelo cuando pasaban los cofrades que habían
entregado a Jesús. Yo no sabía que
era un judío en la realidad. Por eso en 1967 recibí con ansiedad las noticias
en la televisión de que una multitud de países árabes se aprestaban a una
guerra contra el pequeño estado de Israel.
Se decía que querían echar a los judíos al mar. Fue la Guerra de los Seis Días cuyo resultado supongo que todos conocen.
Luego viajé por Europa y recuerdo en
un compartimento de tren a una pareja israelí con la que estuve discutiendo
airadamente sobre la política del estado de Israel con los palestinos. Ellos arguyeron que las tierras de Israel las habían comprado a los árabes
durante el proceso sionista anterior a la Guerra Mundial. En Estados Unidos unos hermanos judíos,
una chica y un chico, nos cogieron en autoestop a un compañero y a mí. Nos
llevaron a Nueva York donde
estuvimos en casa de otro judío que nos acogió en su casa durante una semana
así por la cara sin conocerle. Se llamaba Ira
y vivía en la calle 84 o Edgar Alan Poe.
El tema judío me ha ocupado muchas horas de reflexión y he leído infinidad de
libros que reflexionan sobre el Holocausto.
No faltan los de Primo Levi, por
supuesto, probablemente unos de los libros más valiosos del siglo XX. El último
que leí fue de Hannah Arendt sobre
el proceso a Eichman en Jerusalem en que desarrolla su tesis
conocida de la banalidad del mal.
Ello le llevó a ser rechazada por el judaísmo internacional y acusada de
autoodio. Sus tesis más sangrantes son las que responsabilizan a los Consejos Judíos de haber colaborado con
el exterminio nazi. En cierta manera, Primo
Levi en Los hundidos y los salvados
corrobora que eran los kapos judíos los que organizaban el proceso de selección
de las víctimas que eran llevadas posteriormente a las cámaras de gas, y
quienes les quitaban luego el cabello y los dientes de oro.
Todo lo que tiene que ver con la realidad judía tiende a la
desmesura. Nada es matizado en relación a los judíos. Es gigantesca su creencia
de ser el pueblo elegido y la esperanza todavía en el Mesías. Es gigantesca su derrota por el emperador Diocleciano y su condena a la diáspora a través del mundo por donde
vagaron a través de los siglos sin ser admitidos en ninguna parte. Sus
comunidades crecían y se apoyaban unos a otros teniendo una gran facilidad para
la banca y los negocios, así como para el arte, la ciencia y el pensamiento.
Pero en todos los lugares fueron acusados de los más terribles crímenes y toda
la historia está jalonada de persecuciones, matanzas y odios sin fin. En España fueron expulsados en 1492 y
perdimos a una élite financiera y económica trágicamente. Los que quedaron
fueron condenados al desprecio y la deshonra, cambiando sus nombres y siendo
vituperados, además de quemados vivos si persistían en sus prácticas judaicas o simplente que alguien los acusara de ello.
No es fácil ser judío. Lo presiento. Recuerdo al joven que
hacía chistes macabros sobre los campos de exterminio burlándose de los judíos.
Luego me enteré que él era precisamente judío. Ser judío es llevar un destino
marcado en la frente y la soledad y el odio ajeno y el autoodio. Tienen que ser
carne de psiconalista. Estos días leo en los comentarios en FB opiniones que
hablan de su malignidad, de que no sienten nada por el dolor ajeno, de que son
como serpientes diabólicas, de que controlan todos los bancos del mundo, de que son asesinos,
criminales, genocidas, se los compara con los nazis recurrentemente y se liga
su estrella de David con la Cruz Gamada. Por otro lado, si observo
la historia de la ciencia, la literatura y el pensamiento da escalofríos darse
cuenta de que las aportaciones más impresionantes en todos los órdenes han sido
creadas por judíos en los cinco últimos siglos. Es una comunidad pequeña pero
que ha dado dosis inverosímiles de genio e inteligencia, y que en cierta manera
ha conformado el mundo moderno (Marx,
Freud, Einstein, Kafka... y miles más en todas las áreas del conocimiento).
No olvidemos que Jesús de Nazareth
era judío y por él estamos donde estamos y contamos el tiempo como lo contamos.
Y fue crucificado por el mismo pueblo judío tomando al ocupante romano como
brazo ejecutor.
No es fácil ser judío y todo lo que está en contacto con
ellos es excesivo y tendente a la pérdida de la dimensión. Estos días se habla
mucho de ellos y yo presiento ese odio generalizado hacia ellos aunque sea
inconsciente. En el mundo hay violencia brutal por todos lados, pero cuando
entran los judíos de por medio, inmediatamente surge la acusación de genocidio,
de etnocidio, de criminales de guerra, algo que no se plantea en situaciones
infinitamente más crueles y brutales. Y además muchos judíos se reúnen en
manifestaciones en Estados Unidos
para protestar contra la política del estado de Israel, e importantes personalidades del mundo –judías o no, pero
es significativo que bastantes lo son- condenan la brutalidad del gobierno de Israel. Eso no se percibe demasiado y
se ignora la pluralidad de la comunidad judía.
¿Cómo es posible que un conjunto de personas que no superan
en el mundo los diez millones puedan provocar una onda sísmica en contra de
ellos en cuanto su entidad política ejerce una violencia que todos los
regímenes de la zona hacen sin la más mínima limitación? La historia de todos
los países de Oriente Próximo es brutal: Siria,
Líbano, Irak, Irán, Jordania, Afganistán. Allí en medio está Israel solo. Concitando todo el odio
del mundo contra ellos. El que viene de los países árabes y no árabes y luego
el de buena parte de Occidente que
sienten como genocida todo lo que viene de Israel. Seguro que alguien en
seguida me dirá que se lo han ganado a pulso. Yo dudo.
Me dirán que esto es un problema concreto, pero yo siento que debería ser objeto de un
psicoanálisis a nivel mundial. El gran descubrimiento del pensamiento judío es
la Culpa, la culpa metafísica. Y todos la sentimos dentro o la proyectamos con
facilidad fuera. Culpa, crimen, castigo, penitencia, odio, venganza...