Mi compañero bloguero Ramón
Besonías en su blog La Mirada
Perpleja reflexiona en un artículo titulado El espejismo digital sobre esa tendencia abrumadora de que en cada
experiencia que vivimos, sea visitar un monumento, presenciar un recital,
concierto o ceremonia de cualquier tipo, una cantidad muy elevada de
participantes elevan sus móviles o cámaras en el aire para intentar captar
imágenes de ello. Supongo que todos somos conscientes de ese fenómeno que
afecta incluso a las relaciones interpersonales que han de ser fotografiadas en
forma de instantánea o selfie,
palabra que se ha hecho popular en los últimos tiempos.
Ramón considera
que se está sustituyendo la realidad por un doble, que se vive a través de la
pantalla del dispositivo, que ello produce una sensación de realidad que
sustituye a la experiencia física, que es, en definitiva, un espejismo de
realidad que hace perder la capacidad de percibir el evento de forma global y
que disminuye la concentración visual y auditiva de lo que es visto a través de
la pantalla que se visualiza inmediatamente, no como hace unos años en que
teníamos que esperar a revelar las fotografías.
En definitiva la consideración de Ramón Besonías no deja de ser un juicio claro sobre la banalización
del mundo en que vivimos que sustituye la visión global y natural de las cosas
para imponer una simulación que nos aparta de la verdadera experiencia
estética.
Yo, sin embargo, he querido verlo desde otro ángulo al darme
cuenta de que yo soy uno de los que habitualmente lleva su cámara de fotos para
dispararla con rapidez. Ayer mismo estuve en la Sagrada Familia e hice fotos en el exterior e interior en medio de
un mar de turistas en colas inmensas que rodeaban la basílica tanto en su parte
externa como interna. La mayoría llevaban cámaras o simplemente sus móviles
para fotografiar ese objeto artístico entre Gaudí y su sucedáneo que ha continuado su obra. ¿Por qué esa pasión, común a todas las
nacionalidades, edades y condiciones sociales, de fotografiar cualquier
experiencia que se nos ponga por delante? ¿Qué estamos haciendo? Yo no
puedo decir qué hacen otras personas pero puedo decir qué hago yo, puedo
intentar reflexionar sobre ello antes de pensar que todos nos hemos convertido
en majaras o simplemente nos estamos banalizando o, peor, lo siguiente, es
decir, nos estamos transformando en seres de ficción severamente atontados.
Cuando fotografío la Sagrada
Familia, algo fotografiado billones de veces desde todas las perspectivas
imaginables, ¿qué estoy haciendo? Creo
que lo que intento es apropiarme de la experiencia estética que contemplo
reduciéndola a un encuadre que sea mío, de modo que la recreación estética
ahora me pertenezca a mí. No quiero revivir ningún momento. Es incierto, a mi
juicio, que la fotografía haga revivir el tiempo pasado: no, pienso que lo que
hago es fijar un microsegundo, seleccionar un encuadre que es mi visión del
objeto transformado por mi mirada. Aquello ya no es de Gaudí o de los continuadores malhadados de su obra. No, aquello es
mío. Me he convertido en artista si soy capaz de construir una perspectiva
innovadora y única que haga que la experiencia estética ahora tenga mi dominio.
Y lo hago a través de una pantalla, elemento mágico, que nos cautivó en cuanto
llegaron las primitivas televisiones en los años sesenta del siglo pasado.
Tanto es así, que en el mundo y la realidad solo estamos tranquilos si la
miramos a través de una pantalla, la pantalla de nuestro móvil, de nuestro iPad
o tableta, nuestro ordenador, las smartglasses
en cuanto se extiendan... ¿Por qué?
Entiendo que se está produciendo la fusión entre el ser humano y la máquina. Ya
no somos solo organismos biológicos. No, ahora somos eso y los dispositivos que
se conectan a nosotros ampliando o modificando el alcance de nuestros brazos.
Tener un móvil es experimentar una sensación de poder inmensa en nuestras
manos. Nos absorbe, nos reclama, nos seduce, porque se ha hecho parte de
nosotros mismos. La tecnología se ha unido al ser humano. Ya no somos solo nuestra
memoria personal, no, ahora somos nuestra memoria y google que la prolonga y la extiende hasta dimensiones
desconocidas. Los móviles son elementos complejos fascinantes que amplían
nuestro radio de acción y nuestra sensación de poder. Son objetos mágicos en
nuestras manos que interfieren en nuestras relaciones personales en virtud de
una pantallita proteica que se adueña de nuestra voluntad. Y funcionan casi
autónomamente dirigiendo nuestros actos en nuestra vida social. Así miles de
participantes en un concierto sacan sus cámaras para sustituir vida real por
vida virtual, nuestra nueva dimensión. En los funerales la gente saca fotos del
cadáver o sueña con hacerlo pero no se atreve. En los que son públicos ya no
existe esta restricción. Queremos fijarlo todo, reconstruirlo todo, hacerlo
nuestro. La máquina o el dispositivo se ha integrado en nuestra psique y
necesita generar imágenes como una virtualidad más de las posibilidades de
conocimiento.
Estamos en un tiempo alfa, muy distinto al que vivieron
nuestros padres o abuelos. La tecnología es una extensión de nuestro organismo,
sin la cual nos sentimos amputados y restringidos. Se ha reducido
significativamente el pensamiento abstracto o conceptual, se ha reducido
profundamente el dominio del lenguaje en los nuevos nativos digitales.
Caminamos en dirección incierta a un mundo sin filosofías que lo sustenten. No
importa tanto el pensamiento sino la imagen del mismo, no importa tanto la
realidad como su sucedáneo. No esperamos asistir a la representación global de
algo. No. Solo queremos apropiárnosla como espejismo que nutre nuestro deseo
infinito de fundirnos con las máquinas para así vivir eternamente.
Tu experiencia estética, querido amigo, prolongada en el goce de crear belleza a través de la fotografía, de descubrir el punctum revelador, el detalle que trascienda la prosaica presencia de lo real, esa experiencia es diferente a la conducta a la que me refiero en mi blog. Y es necesario diferenciarla. Y justo. Tu actitud pasa primero por la contemplación en busca del goce y después te reservas tu espacio para aportar tu mirada, utilizar el objetivo como ojo revelador, que descubre bajo el imperio del encuadre la belleza subyacente. Gracias por tu aportación. Otro goce, esta vez narrativo.
ResponderEliminarYo soy incapaz de saber qué hacen los demás con la cámara fotográfica. Tal vez no busquen ese punctum revelador pero intuyo que si que quieren apropiarse de algo que está delante de ellos, de la experiencia visual que supone retener un microinstante. La presencia de mil millones -o más- de cámaras en el mundo es algo nuevo. La realidad es enfocada y retenida a gusto de cada cual en esa ampliación del organismo que es el móvil al que estamos unidos por lazos más profundos de lo que pudiera parecer. El ser humano es SER+SU MÓVIL.
EliminarJe, je, mi experiencia sobre este temas que hablas es muy extraña. Como sabes tengo un blog de fotografías, y realmente cuando estoy con mi Pentax sobre la mano si que se aplica lo de que soy un hombre pegado a una cámara. Efectivamente llega un punto en que lo de sacar una buena foto de algo a veces me hace perder un poco la experiencia de vivir el momento con todo la intensidad posible. Pero por otro lado, soy de los que me molestan la gente haciendo fotos y grabando sin parar en los conciertos, no lo soporto. Supongo que en parte es Snobismo, no lo se, si hay un fotografo que está trabajando y lo hace profesionalmente o con una idea clara de algo pues aun, pero grabar por grabar, no lo se. Pero bueno, eso no es tan raro, lo extraño en mi es que, de momento, me he mantenido alejado de otros determinados gadgets tecnológicos.Como por ejemplo los smartphones. Tengo un teléfono pero de los más sencillos sin Internet ni cámara ni nada, vaya, de los que se solo llaman. Creo que esos cacharros los carga el diablo, nos hace seres aislados y perjudican notablemente las relaciones personales cara a cara. En fin, lo típico que se dice de estos cacharros.
ResponderEliminarEl móvil interactúa con nosotros y yo diría que nos posee en cierta manera. Yo pensaba como tú, hasta que por azares diversos me he hecho con un smartphone y entiendo ahora su poder, su potencia magnética que sirve para escuchar música, para recibir correo incesantemente, para hacer fotos, para monitorizar el ejercicio y el sueño... Es un objeto diabólico, y ya harás bien en evitarlo. En cuanto a tu pasión fotográfica y el desdén que sientes hacia los que están -como tú- fotografiando todo al parecer sin ton ni son... son sentimientos que conozco. En realidad los seres humanos nos movemos por la diferenciación continua. En seguida establecemos categorías para diferenciarnos de los demás para no ser igual que ellos, aunque hagamos lo mismo que ellos jajajajajajaja.
EliminarEs extraño cómo muchas veces ponemos, entre nosotros y la experiencia, una máquina. La razón, casi siempre: dedicamos un minuto a cada lugar que visitamos....
ResponderEliminarCreo que lo que pasa es que no sabemos mirar ya la realidad. Nos desconcierta si no es traducida por un artefacto como la cámara. No sabemos qué pensar de la realidad real. No resulta extraña.
EliminarSe trata de atrapar, congelar, poseer, el presente. Y hacerlo eterno. La eternidad. Esta es un ansia humana ancestral. Y hoy tenemos medios para ello. Nuestro camino para convertirnos en dioses sigue su curso...
ResponderEliminarUn abrazo.
Al menos esa ilusión tenemos inconsciente. Todo fotógrafo es consciente de la terrible crueldad de las fotos que hacemos. Toda foto es un documento estremecedor del paso del tiempo. Solo hay que dejar que pase el tiempo. No hay que hacer nada, y esa foto tomada hace cinco años o diez o veinte o cuarenta nos revela el abismo de la vida, la fugacidad de la existencia. Tal vez disparamos demasiado alegremente sin darnos cuenta de que abrimos un túnel hacia la nada. Toda fotografía de cualquier ser humano que se haga es una foto de un muerto. Yo lo tengo claro y el tiempo me dará irremisiblemente la razón. ¿no es verdad?
EliminarUn abrazo.
Todo eso que dices explicaba la fotografía y su desarrollo desde su conversión en un objeto de uso personal y accesible con la expansión de las cámaras a partir de los años 60. Entiendo esa idea que expresas y es cierto que uno mismo recrea la realidad a partir de lo que la fotografía le ofrece. Pero hay algo inquietante que se está produciendo cada vez más: se hacen muchas fotos por puro automatismo y en muchas ocasionas casi ni nos molestamos en volver a mirar. Es decir, sacar un foto se ha convertido en un gesto banalizado y solo hay que recordar con que emoción íbamos tras volver de un viaje a las tiendas de fotografía para que nos revelasen los carretes y la casi indiferencia con que las miramos ahora desde la inmediatez que nos ofrece cámara o el móvil. Tan siquiera nos molestamos en contemplarla en tamaño grande en el ordenador o en hacer una copia. La dejamos en la memoria y si necesitamos un espacio para hacer más valoramos si merece la pena borrarlas o no.
ResponderEliminarIncluso los dichosos selfies, es decir los autorretratos, no están hechos para que disfrutemos nosotros ya que lo que queremos es que nos (ad)miren los demás. El tipo ese de los Sanfermines que se hizo un selfie con el toro detrás le preocupaba más la mirada ajena que el peligro propio. Es increíble lo que está pasando y hasta donde podemos llegar.
Saludos
Es cierto ese automatismo facilitado por la extrema facilidad con que podemos hacer fotos. No era lo mismo tener un rollo de 24 fotos o de 36 y que había que revelarlo después y esperar dos días para que te lo dieran, que ahora que es simultánea la imagen de lo que fotografías. No le damos el valor que tiene. Se hacen fotos en cantidades enormes sin aquilatar su valor. Es demasiado fácil. Hace dos años volví a utilizar una cámara de rollo y la llevé en las vacaciones. Mis hijas alucinaban. Pero yo me di cuenta de que ya no sabía fotografíar con una cámara tradicional. Las condiciones de luz necesarias no son las mismas. Fue un fracaso fotografíar con la cámara que me había acompañador durante años y años. No supe ya utilizarla.
EliminarMuchas fotos, efectivamente, se hacen para publicarlas en facebook donde se ofrece la vida de las personas de un modo que no llego a entender. Y me desagradan especialmente esas fotos en que la gente aparece en grupos bebiendo y pasándoselo aparentemente bien en fiestas o cenas. Pero puede que sean impresiones de un gruñón jajajajajajaj.
Saludos.
Resumiendo, en muchos casos, creo que hemos pasado de disfrutar las experiencias a hacer fotos para decir a los demas que somos felices con esas experiencias que ya no tenemos.
ResponderEliminarEn la Capilla Sixtina vi a un inmenso numero de idiotas haciendo fotos que no se deben hacer (no entro ya en la prohibicion sino en la conservacion de quienes amamos esa maravilla y queremos que esa magnifica obra se conserve) y no apreciando la inmensa obra de Miguel Angel, para mi la mejor experiencia que he tenido con el arte.
Sí, la que das es la explicación más evidente. La gente hace fotos "para decir a los demás que somos felices con esas experiencias que ya no tenemos". El problema es que esas fotos raramente se enseñarán o se apreciarán si no son publicadas en Facebook o semejantes. ¿Para qué se hacen? ¿Es pura idiotez? ¿Es una idiotez que se extiende universalmente sin distinción de razas, edades, nacionalidades, sexos o religiones? No sé si detrás de ese gesto no hay nada o simplemente un deseo de alardear de que se es muy feliz. No sé si la humanidad camina hacia una creciente idiotez generalizada o es que pretende expresar algo más, como una resistencia al paso del tiempo, un intento de plasmar un instante fugaz como si se intentara resistir inconscientemente ante la impermanencia de las cosas. Quiero pensar que hay algo detrás de ese gesto universal, aunque no sea consciente. O tal vez sea la idiotez de la modernidad de la cual yo también participo como he dicho pues voy unido a mi cámara en todo momento buscando un encuadre único. Yo creo que lo que pasa es que soy fotógrafo, pero vete a saber...
EliminarAhora ya no hay horas muertas. Las musarañas se han ido para siempre. Ese soniquete en la casa, en el bar, en la calle… Todos tienen algo que decirte, que mostrarte. No hay tiempo para el silencio, para la soledad. Hay que contestar. Tienen que saber que existes. Sartre ,aquí y ahora, no hubiera escrito la náusea ,no hubiera tenido tiempo para sentirla. Qué será de la poesía con esta jaqueca.
ResponderEliminar