Me llamo Leonor de Todos los Santos de Borbón Ortiz. Soy
infanta de España y recibo ya a mis seis años el tratamiento de "Alteza
real" y soy la futura reina de España, siempre que se reforme la
Constitución que da prevalencia a los descendientes varones si mis padres
tuvieran un hijo.
No sé lo que pensaréis vosotros pero yo estoy indignada.
Todo el mundo espera de su vida que sea incierta y elegida por uno mismo, pero
la mía, si nada lo remedia, está destinada a que yo, sí o sí, he de ser reina
de España. Y ¿qué pasa si yo no quiero? ¿qué pasa si yo decido que nadie puede
decidir por mi vida y que quiero vivir la mía propia? Yo no he elegido parecer
una niña imbécil, rubita, altecita real por aquí y por allá. Todos me tratan
con condescendencia y me educo en los más selectos colegios privados sin que
nadie olvide cuál es mi realidad y mi futuro. ¿Mi futuro? Me da grima. Poneos en
mi lugar. ¿Qué pasaría si os dijeran desde que nacéis que habéis de ser algo
que no habéis elegido, que os viene en la sangre, en el código genético por la
sangre azul que circula por vuestras venas? ¿Sangre azul? Mi sangre ese roja
como todas, y me gusta tirarme pedos, y comerme los mocos cuando no me ven mis
ayas e institutrices. Me gustaría salir con mis amigas sin diez guardaespaldas,
me gustaría ser abominablemente una niña normal y no una planta superprotegida
cuyo futuro está escrito antes de ser siquiera concebido.
No quiero pasarme mi vida en función de las imágenes, no
quiero ser una presencia pública, quiero pasar desapercibida, fumar porros
cuando toque y hasta ir a alguna manifestación en favor de la república. Porque
yo soy republicana. Y la principal razón es la de no entender que por qué yo he
de tener en herencia una dignidad y una responsabilidad que hará que mi vida no
sea mía. Y quiero, entended, que mi vida sea mía. Para bien y para mal. No
quiero pasarme la vida pensando qué bolsitos voy a llevar o qué calzados
combinan bien con mis atuendos, no quiero pensar que todas las cámaras van a
estar presentes para fotografiar si repito o no vestido, si mi peinado es
estimulante, si mi sonrisa es agradable. No quiero ser agradable. Por mí pueden
dar viento fresco a todos los españoles. No quiero ser su reina. Abdicaré, pero
ya me habrán fastidiado la vida. Me gustaría ir a un colegio con inmigrantes
marroquíes y latinoamericanos y pensar que yo no soy especial ni diferente ni
esa mierda que me han agregado de "alteza real". Yo no soy alteza y
me gustaría ser real, pero en otro sentido al que me han impuesto.
Me desagrada mi vida en que lacayos van satisfaciendo mis
deseos y sonriéndome con conmiseración, tal vez porque se dan cuenta de que mi
vida, igual que la de mi madre es un desastre, envueltitas en papel de
celofán pero sin poder ejercer lo más elemental que puede desear un ser humano:
ser libre y ser feliz. Mi abuelito, entre cana y cana al aire con aristócratas
alemanas, me enseña a saludar con la manita. ¡Buah! ¿No os ha apetecido alguna
vez ser antipáticos y huraños? Yo no, tendré que estarme toda la vida saludando
como una panoli y sonriendo aunque por dentro esté hasta los ovarios. ¿Que no
tendré que trabajar? Puede ser. ¿Qué no pasaré crisis? Puede ser. Pero mi vida
no será mía. ¿Qué pensaríais si os dijeran que os habéis de pasar toda la vida en una jaula dorada? Así desde que nacéis porque sois una alteza real. Que
soy republicana. Que me encanta la bandera tricolor. Que estoy hasta los
ovarios de tanta mandanga y tanta sonrisa y atenciones falsas. Si yo fuera una
somalí y tuviera los mismos años, nadie me prestaría la más mínima atención. No
quiero pasarme la vida en las bocas de las gentes juzgando mis zapatos o mis
bolsos. Paso. ¿Y qué pasa si soy lesbiana y me gustan las mujeres? Todavía no
lo sé. Todavía estoy en esa fase incierta del desarrollo sexual. Todo el rollo
de la herencia se iría al garete. No tendría heredero. ¿O tendría que tener un
hijo en un vientre de alquiler? ¿O irme a un banco de esperma de aristócratas?
No quiero ser reina, no quiero ser infanta, no quiero ser
una niña marcada ni especial. Sólo quiero revolcarme por el suelo, comer
chocolate hasta reventar, y comida mejicana que me encanta y que dejen de
mirarme con esa cara de imbéciles cuando se ven ante una niña de seis años pero
a la que hay que tratar como si fuera algo especial. No soy especial. Soy
vulgar. Algún día leeré libros. Y tal vez me gusten Bukowsksi o Jean Genet, no
esa relamida que entrevistó a mi abuela, una tal Pilar Urbano. Y no me gusta
Sostakovich. Me gusta mover el esqueleto y decir palabrotas como las que dice mi
abuelo cuando se dirige a su mujer, o sea mi abuela.
No me gusta ser infanta de España, futura princesa de
Asturias y de Gerona y toda esa parafernalia. Soy republicana y en mi corazón
guardo una lugar para esa bandera que izó Riego.
Que no quiero ser reina. ¿Se me entiende? Que alguien haga
llegar esta declaración a algún sitio porque a mí me tienen encerrada en una
urna de cristal a la vista de todo el mundo y en el más exclusivo de los
colegios y diciendo que soy una niña normal. Y una mierda. No.