Los fines de semana procuro hacer alguna caminata de 20, 30
o 40 kilómetros que me llevan desde Cornellà a algún punto más o menos
distante. Suelo hacerlas solo, acompañado de mi GPS que me va orientando el
camino por senderos y caminos. Es una experiencia fascinante que me conduce a
terminar extenuado, especialmente cuando la caminata ronda los cuarenta
kilómetros como la que hice ayer hasta la ciudad de Sigtes atravesando la árida
sierra del Garraf. El pensamiento es un factor potente que va vertebrando los
pasos que das. Los paisajes adquieren una fuerza especular y en algunos
momentos te invade la desolación, en otros la euforia, la serenidad... Pararse
y comer un bocadillo de mortadela con queso camerbert es un manjar inusitado
tras tres o cuatro horas de caminata en la que has salido al amanecer.
Atravesar la sierra del Garraf, desolada, frente al mar, es
una intensa aventura espiritual. Hacerlo en soledad por senderos abandonados -flanqueados por yerbas aromáticas- en
los que no hay nadie durante horas y
horas me penetra de un sentimiento extraño de fragilidad. ¿Qué pasaría si allí
me torciera un tobillo (nada difícil, dados los pedregales que hay que bajar y
atravesar)? Llevo abundante agua y toda ella me será imprescindible en el día
soleado y abrasador que fue ayer. Hay instantes de auténtico desfallecimiento
y no me queda otro remedio que sentarme
procurando alguna sombra extraña y reposar durante diez minutos rehidratándome
y respirando profundamente.
Leí un par de veces el Ensayo sobre el cansancio de Peter
Handke, una vez en 1989 cuando se publicó y otra en 2005 en una feraz
relectura. Ha sido un texto sugerente y productivo ya desde el mismo título.
¿Quién vería en la experiencia del cansancio extremo toda una aventura
existencial? ¿Qué sucede con nuestra mente y nuestro cuerpo cuando los
sometemos a un desgaste físico o intelectual poderoso? Peter Handke reflexiona
en un lírico ensayo: "El cansancio te rejuvenece, te da una
juventud que nunca has tenido. El cansancio como el Más del Yo menor. Todo en
la calma del cansancio, se hace sorprendente". Hay algo profundamente
filosófico en la experiencia del cansancio, y lo observo cuando llego
desfallecido a Sitges a las seis y cuarto de la tarde tras doce horas de
caminata bajo el cielo majestuoso azul, en plena y restallante primavera, pasando por las puertas del monasterio
budista en el Palau Novella en plena fragosidad de la sierra.
Llego a Sitges y paseo por sus calles de modo diferente al
que pasean todos los viandantes que veo. Es una ciudad multicolor y colorista,
de las más vivas de Cataluña. Interracial, arcoiris, llena de muchachas
hermosas y vibraciones luminosas. Yo camino despacio con mi mochila, oliendo
penetrantemente a sudor y quemado por el sol de la jornada, mis pies me duelen
y mi organismo me pide una detención. Voy a un bar cualquiera en una de sus
polimórficas calles. Pido una cerveza bien fría y veo unas croquetas requemadas
que me atraen. Pido dos. Bebo y como con delectación, con un ansia que me hace
percibir como exquisito lo que en cualquier otra circunstancia me resultaría
normal. Observo el bar. Observo al camarero y su relación con las clientas de
diferentes edades. Mi mirada cansada se afila -poderosa- en la contemplación de
las vibraciones que allí percibo. Veo el mundo, observo a las personas, cansado
hasta los huesos, pero con una extraña penetración y agudeza. Percibo sus
pensamientos, sus estados de ánimo, sus contradicciones, su modo de estar en el
mundo, su afán de parecer, lo que yo no pretendo hoy en esta apoteosis de la
extenuación que me lleva a sentir el mundo con fuerza y receptividad. Veo a
esas mujeres, llenas de vida, de abandono, de ansia no satisfecha, de necesidad
de amor y de compañía que no tienen, y que el camarero -guapo y joven- sabe
consolar con palabras y miradas cómplices en diálogos preñados de compañía.
Nunca me ha parecido mayor la labor de un simple camarero, mayor que la de
cualquier ministro de economía, mayor que la de un director de entidad
bancaria. La realidad habitual se me reviste de luz y observo con una singular
claridad que me viene de ese amigo que es el cansancio. No es una posición de
yoga, ni de meditación, lo que me ha llevado allí. No. Es un paso detrás de
otro, por bosques solitarios, por sierras abandonadas, por pedregales, por
casas en ruinas, en soledad, en lujuriosa soledad rica y profunda. Todo se me
ilumina con una luz especial. Da igual si eres rico o pobre, poderoso o un
feriante más de la feria de las vanidades, el cansancio te aniquila, te vuelve
al ser íntimo que eres y por unas horas es como si hubieras tomado una de las drogas
más poderosas y estimulantes. Me gustaría saber si producimos sustancias
químicas en nuestro cerebro cuando experimentamos la apoteosis del cansancio.
Es como un tiempo sagrado, excepcional, único. De hecho, camino por esa
profunda sensación que lleva al ser a la contemplación de paisajes, de
intimidades, a experimentar qué es la sed, el hambre, la soledad... Hago
fotografías de flores, de cielos, de casas solitarias, y doy un paso tras otro
atravesando uno de los parajes más desolados de la geografía española. ¡Qué
felicidad más paradójica en que el sujeto fantasea con la realidad creyéndola
mágica!
Y mi compañero GPS, lleno de sudor, de tierra y de aceite de
mis bocadillos, se me aparece como el más fiel y maravilloso instrumento de la
tecnología.
¡Qué maravilla es la sensación de agotamiento, de profundo
cansancio, que me proyecta en mis delirios oníricos con claridades imprevistas!
Si, las producimos con el ejercicio Joselu.
ResponderEliminarAdemás recordamos nuestra inmensa fragilidad y también nuestra enorme fuerza...
Un abrazo.
El cansancio de caminar hace que el paisaje se te meta dentro, de modo inconsciente. Supongo que todos los cansancios tienen algo de productivo. Yo me he aficionado desde mis quince años a caminar. Me ha gustado lo que dices sobre nuestra fragilidad y nuestra enorme fuerza.
EliminarUn abrazo.
Yo siempre presumo de haber hechob el Camino de Santiago a un promedio de 50 km. diarios, pero con 18 años... Fue una experiencia muy gratificante, sobre todo por el conocimiento de gentes muy hospitalarias...
ResponderEliminarHe recorrido las curvas de Garraf durante muchos años, pero por el asfalto. Ayer, sábado, también estuve en Sitges. Ya ves...
Saludos
¿Es decir que hiciste el Camino de Santiago en quince días desde Roncesvalles? Cincuenta kilómetros al día, supone casi doce horas andando a una velocidad normal de 4,3 kilómetros por hora sin parar. He hecho el Camino de Santiago varias veces pero no he hecho eso ni he visto a mucha gente que lo haga. No tendrías ni tiempo ni ganas de ver nada en las ciudades a que llegaras, tal sería tu estado de agotamiento. Una hazaña extraña la que cuentas. El límite gratificante en la realización del camino de Santiago no es cincuenta kilómetro diarios, más si tienes dieciocho años en que además de caminar quieres hacer otras cosas.
EliminarTal vez nos vimos en Sitges. Es una ciudad que me encanta.
Saludos.
Intercalamos algùn día de escanso porque nos costó tres semanas llegar a Santiago. Lo de los 50 km. fue una barbardad, fruto de una absurda apuesta, pero lo llevamos a cabo y ahí está la razón de presumir de ello...
ResponderEliminarVeo tu relato tan rápido como tu paso, o soy yo, que lo he leído rápidamente, pero creo que no, creo que era tu ritmo en la descripción quien lideraba.
ResponderEliminarCurioso, curioso, Joselu, porque al leer sobre aquellas situaciones en que nos ponemos al límite lo priemero que me ha venido a la cabeza es que a mí las situaciones límite me llevan a la vivencia de las sensaciones de dentro de mí misma y de repente, todo lo exterior pasa a segundo plano. Leer el minucioso detalle de tantas cosas externas que eres capaz de captar no deja de sorprenderme.
Yo también quiero hacer el Camino de Santiago pero con pasito lento y parando en hoteles, vamos, de sufrir mucho, nada de nada.
Besos.
En cada paso hay un esfuerzo físico y mental, y de alguna manera, ese desgaste hace que percibas con mayor profundidad lo que te rodea y lo que pasa en tu interior. Creo que el cansancio físico es terapéutico, y que a pesar de en muchos momentos me preguntó cuándo acabará la caminata, es un banquete el momento de la llegada, y dos croquetas se convierten en un manjar de dioses, aunque estén requemadas. En ese sentido no me importa caminar solo porque así soy más consciente del interior y el exterior, más que llevando una conversación sobre mil y un temas. Pero tampoco me importa caminar en compañía, pero no es lo mismo. No tiene tanta intimidad.
EliminarBesos.
Yo siento parecidas sensaciones cuando voy a cortar leña al monte, cuando vuelvo, la coloco y me siento la sensación es parecida. Creo que muchas depresiones y muchas tristezas se pueden sortear tan solo, haciendo algo físico, algunos andan, otros van al gimnasio y yo corto leña en invierno y cuido de mi jardín y el de mi padre en verano. En esta sociedad estamos excesivamente acomodados y eso no es bueno. (es diferente estar cómodos, que acomodados)
ResponderEliminarHay demasiada exaltación de la comodidad. Todo en esta vida hipercomplicada (cada vez más) se hace costoso porque la mayor parte de nuestra vida y nuestro trabajo es de índole improductiva y burocrática. Se nos cansa con menudencias, con tonterías, con infinitos documentos… para luego vendernos todo para nuestra comodidad. Nunca hemos tenido menos tiempo para nada que en el que todo está diseñado para evitar pérdidas de tiempo y fomentar nuestra comodidad. ¿Qué hacemos con todo ese tiempo que tenemos y que nuestros tatarabuelos no tenían puesto que no tenían lavadoras, ordenadores, electrodomésticos, televisiones, vehículos que nos llevan más rápido…? La paradoja es que tenemos menos tiempo que ellos, mucho menos tiempo y además se nos acusa de improductivos, que no somos flexibles… Cansarse físicamente, pues, es practicar una filosofía centrada en la profunda relación entre mente y cuerpo. Ese cansancio, por contra, limpia y depura la mente, la hace más fresca, más ágil, más despierta, más aguda. Creo yo.
EliminarQué energía tienes, colega... Yo lo más que he hecho es ir andando desde San Sebastián hasta Orio, unos veinte kilómetros, con mi marido, claro, pero volviendo en el tren que nos deja junto a la casa que alquilamos. El año pasado hice aún menos, pues yo fui en el bus hasta el cámping que está en lo alto de Igueldo. La verdad es que soy muy vaga, ya te he comentado en alguna ocasión que mi asignatura pendiente es hacer el Camino de Santiago pero con coche de apoyo y durmiendo en hoteles, nada de albergues. Cuando encuentre gente que comparta mi idea lo haré. Dos colegas míos lo han hecho "de verdad", caminando hasta cincuenta kilómetros diarios, pero yo no estoy por la labor, francamente. Admiro a ese tipo de personas, es cierto, a los que se machacan subiendo y bajando montañas haga el tiempo que haga, a los que sudan y se sacrifican siguiendo una dieta controlada porque se entrenan muy en serio, pero yo no soy así. Ahora voy a salir a dar un paseo por aquí, en plan tranquilo, sin ruidos, como el miércoles: sólo se oían los grillos, no hacía el calor que se nos ha echado encima a traición y la puesta de sol fue espectacular.
ResponderEliminarDisfruta de tus caminatas, yo disfrutaré de mis paseítos... Un fuerte abrazo, colega.
Me encanta caminar y soy de las que dejo el coche lejos para poder darme un estiramiento de piernas...Pero de eso a darme una caminata de tantas horas; no me atrevería...El motivo no es otro: que las cosas requieren su aprendizaje y su rodaje...Cómo en tu caso que es una disciplina que conoces bien, hasta el punto de que puedes disfrutarla y al mísmo tiempo hacer un juicio de precepción...-Que maravilla poder tener este aguante y encima disfrutarlo!
EliminarSitges precioso!
Un saludo Joselu.
Es significativo, Yolanda, mi mujer tampoco es aficionada a caminar. Cuando éramos novios y no se atrevía a desairarme fue mi compañera de algunas caminatas por Andalucía, por Irlanda... pero no era lo suyo y hay alguna foto en que se la ve desencajada tras algún esfuerzo. No pasa nada. Yo camino bien en soledad. Me gusta esa sensación como cuento. Me hubiera gustado que alguna de mis hijas compartiera esa afición, pero no es así. Creo que me ven como un bicho raro, y desde luego no tienen ninguna intención de acompañarme. En la pareja es necesaria una complicidad sobre las aficiones. No me cabe duda de que si a mi mujer le hubiera gustado, mis hijas hubieran ido a excursiones o caminatas con nosotros. Conozco parejas que se habitúa al ejercicio físico a los niños. Esa es otra historia. Temo que pasen más horas en centros comerciales (infinitas más) que en la naturaleza. Esto me inquieta.
EliminarUn fuerte abrazo.
Que maravilla tener esta capacidad de aguante físico y encima poder hacer una juicio de precepción...Admirable: a mí, me encanta caminar, pero sin marcarme ninguna meta voy y sigo hasta que mí cuerpo dice fín de la ruta y ahora a buscar ayuda mecánica...
ResponderEliminar-El regreso lo iciste igual o ya te volviste en tren?
No cabe duda que estos recorridos se tienen que hacer con mucha seguridad y conocerse mucho...Cómo en tu caso que llevas ejerciendo esta técnica désde hace tiempo y conoces tus límites.
Un abrazo Joselu
Volví en tren. El circuito no era circular. Empecé a caminar a mis quince años. Mi primera caminata importante fue de 55 kilómetros. Fue un reto para mí. Y fui consciente de que el organismo físico aguanta más de lo que parece. De ahí, hice montañismo (no escalada) y me aficioné a la montaña. Siempre he estado ligado al caminar. Hay una profunda relación entre psicología y desgaste físico. Cuando estás extenuado te invade una extraña paz. No es nada excepcional. Cada uno tiene sus retos. Supongo que lo que hace significativo este debate es el hecho de reflexionar sobre algo que es normal. Cada uno se extenúa de una forma u otra. Solo que estimo que el cansancio físico es provechoso. Los que lo practican lo saben. Pienso que si pudiera llevar a mis alumnos a hacer el Camino de Santiago en etapas de 20 kilómetros, volverían transformados.
EliminarMe gustó mucho el ensayo de Peter Handke.
Mis límites son los 56 kilómetros. No he caminado munca más.
Un abrazo. Bertha.
...lo hiciste quería decir...Sorry
ResponderEliminarDeleitada me tienes, y es que tu manera de contar me fascina Joselu. Estoy en un momento chunguito de mi vida y creo que con tal de olvidarme de mi mundo hubiera hecho tantos kilómetros como tú y contigo. No, no hubiera podido , seguro, y además tú no me hubieras aguantado. Un beso.
ResponderEliminarSolo hay un placer equivalente al del cansancio físico y es el de ponerse a redactar un texto para publicar. Me gusta escribir. Lo hago siempre con enorme satisfacción Pienso que mi prosa no es complicada, es ágil y, sin ser demasiado rica, es expresiva de experiencias que para mí tienen algún valor. No he sido escritor en el sentido tradicional de la palabra, pero sí he sido un escribidor que siente un profundo latir cuando es capaz de enhebrar y transformar algo que he vivido en un texto que puede ser leído.
EliminarEn cuanto a tus momentos de sombra, soy tan consciente de lo que significa eso, que me temo que no puedo ayudarte. Ni siquiera te voy a enviar ánimo porque sé que no ayuda en absoluto. No hay nada que ayude que puedan hacer los demás, salvo escuchar. Eso es importante. Estoy dispuesto a ello.
Caminar es otra cuestión. Para mí, que no soy un deportista y tengo algunos kilos de más, es una experiencia que no es coser y cantar. Hay momentos en que me siento extenuado. Entonces me siento en algún sitio y me tumbo, cierro los ojos, y bebo agua, mucha agua. Al cabo de algunos minutos te vuelve el ánimo y sigues caminando no sabes por qué. Tal vez porque si no caminaras no habría nadie que te sacara de allí donde tú, gozosa e inconscientemente, te has metido. Ayer vi a muy pocas personas y hubo más de cuatro horas o cinco en que no vi a nadie. El paisaje árido y agreste de la sierra del Garraf me sostenían. Pienso que tenían fuerza y mi espíritu se sentía confortado a pesar de los desfallecimientos puntuales. Es curioso que en este paisaje haya un monasterio budista tibetano. Es un antiguo palacio de un indiano que volvío a Catalunya tras enriquecerse. Dicen que hay una habitación decorada en sus paredes con piel de elefante. No sé muy bien que hacen los budistas que hay allí. Yo me siento próximo al budismo pero no he sentido demasiada curiosidad por aquello. Hace unos años sacaron un disco con mantras cantados que fue un éxito popular en toda España.
Un beso y gracia por estar ahí.
Descansar cansándose. Aturdir al cuerpo de los excesos cotidianos utilizando u misma medicina.
ResponderEliminarEs curioso que hayamos coincidido en un tema parecido aunque contemplado con prismas distintos. El cansancio como terapia humana y existencial y que mantiene despierta la mente, y el descanso. Recuerdo de mis tiempos en que practicaba zen que nos pasábamos jornadas enteras practicando zazen, en sesiones de dos hora. Para mí era doloroso físicamente por mis rodillas y mi escasa flexibilidad. La tensión de la inmovilidad es tremenda. No hay nada que cueste más esfuerzo que estar quieto. La mente se lograba serenar en aquellas sesiones dolorosas de meditación, y si no te concentrabas, pedías el kiosaku y te daban un buen golpe en los hombros en unas de las terminales nerviosas más activas y dinámicas del cuerpo. El dolor era refrescante y aclaraba la mente. Así es el cansancio del cuerpo: vivificador, reconstructor, dinámico. Me gusta cansarme.
EliminarPerdón, tuve que suprimir: voy de nuevo...
ResponderEliminarAl hacer ejercicio intenso liberamos endorfinas que son un estimulante natural y saludable muy potente. La caminata es vivificante, sobre todo si la haces en ese escenario que describes, alejado de la ciudad, en pleno contacto con la naturaleza, disfrutando de la belleza de esas tierras y a solas contigo mismo. He oído maravillas de Sitges: un dolor ni siquiera poder incluirlo en un plan de viaje por el momento...
Me encanta hacer caminatas. He peregrinado 60 km una vez en mi juventud, y es un cansancio maravilloso, porque te enfrenta con tus propios límites y al ver que puedes con ellos, te sientes eufórico. Para mí resultó una experiencia mística, y adoraría hacer el camino de Santiago.
La mejor experiencia que tengo en mi haber y planeo repetir es escalar un cerro de un poco más de 700 metros de altura en la provincia de Buenos Aires (Villa Ventana): maravillosa la perspectiva de quién eres en realidad que la ascensión te brinda, y las dificultades y el cansancio que te da el descenso. Es una alegoría sublime de la vida misma.
Un beso. Muy bello tu relato de hoy. Que descanses.
s sorprendente el magnetismo que posee el camino de Santiago. Yo lo he hecho varias veces en soledad o acompañado. El problema, Fer, es que se ha divulgado demasiado y ha perdido intimidad. Lo ideal sería hacerlo en un tiempo que no fuera el verano de aquí. Es la época más masificada. Ciertamente es una gran experiencia humana y emocional. Cuando lo acabé por primera vez, vino mi mujer en avión a buscarme a Santiago de Compostela. Me preguntó si tenía ganas de volver a la vida normal. Yo no tuve ninguna duda. Le respondí ¡¡¡¡¡¡Nooooooooo!!!!!!! Pues eso.
EliminarMe alegro de que te haya gustado el relato, porque es un relato. Todo en la vida es un relato y tiene su parte real y su parte de plasmación literaria. Lo que he escrito no deja de ser una reconstrucción con un determinado estilo y unas palabras que he escogido para producir un determinado efecto. Me alegra la función del escribidor. No me atrevo a llamarme escritor. Disfruto tanto escribiendo como caminando. Y ambas cosas son en soledad. Dichosa y sabrosa soledad, libremente escogida.
Un beso.
Has tocado un tema realmente muy importante y que tiene que ver con uno de las dimensiones más deficientes de la civilización que nos ha tocado vivir. Lo cierto es que hoy en día hay un claro desequilibrio entre el desgaste físico y el desgaste intelectual. Frente a una parte psíquica hipertrofiada y que debe responder al minuto, nuestra parte física está atrofiada por mucho que la gente se haya aficionado a gimnasios y piscinas. Un cerebro en constante uso necesita imperiosamente un desgaste físico equiparable para que no se convierta en amo y señor de nuestras vidas y maneje nuestras vidas a su antojo.
ResponderEliminarCuando hacemos ejercicio, cuando nos pegamos la paliza, ponemos al cerebro en función de nuestro cuerpo y no nuestro cuerpo en función de nuestro cerebro y siempre salimos reconfortados.
Totalmente de acuerdo. Yo subrayaría que el equilibrio entre ellos dos es más eficiente, notamos el bienestar asociado a ese desgaste físico intenso.
EliminarEs que yo también creo en el cansancio físico -y no rendirse- como una actitud ante las adversidades, algo que traspasa lo físico para llegar a lo psicológico.
ResponderEliminarHe experimentado mucho sufrimiento físico (competí a natación y triatlón muchos años) y sigo corriendo. En competiciones largas, al margen de necesitar la obvia preparación física, lo fundamental resulta ser lo psicológico para acabarlo.
El cansancio, la fatiga, la extenuación resultante es algo placentero, mágico incluso. ¿Qué hay mejor después. Joselu, de pegarse la ducha cuando llegas a casa y te sientas en el sofá a leer un libro? Entiendo muy bien tus palabras. Además, combinado ello con naturaleza, soledad, belleza, aromas, primavera... el cóctel es explosivamente maravilloso. Y demuestra que los lujos VERDADEROS no se compran, no tienen precio (sí muchísimo valor)y eso nos diferencia de esa gente millonaria que se creen que compran su felicidad cuando ésta es tan frágil en ellos y tan pasajera...
Tengo 26 años recién cumplidos y aspiro a eso, a ser feliz por mí mismo, ser yo el pilar fundamental de mí, al margen del dinero, de los desamores, de los tsunamis y de la prima de riesgo. Por eso llevo en terapia dos años, para ser feliz de VERDAD. Entiendo tan bien lo que describes... Quiero hacerlo mío.
Te recomiendo "Walking" de Thoreau; es un ensayo sobre "el arte de caminar", en ese doble viaje hacia adelante (el físico) y hacia dentro (el espiritual). A un amigo mío le sirvió para echarse a caminar por todo el país, lleva ya 4 meses. Es glorioso.
te dejo el enlace: http://www.upasika.com/docs/emerson/Henry%20Thoreau%20-%20Caminar.pdf
Un abrazo y gracias por textos así. Porque ayudan y sirven de espejo.
Me ha maravillado tu comentario. Cuando escribí quise dar dimensión escrita (no me atrevo a decir literaria) a una experiencia que suelo practicar y que me produce un intenso bienestar íntimo y espiritual. Castigar el cuerpo es algo sano. No por castigarlo, sino por hacerle llegar al límite donde uno es más señor de sí mismo. Mi estado físico no es excepcional. Lo que puedo hacer yo, lo puede hacer cualquiera. Me sobran quilos y mi alimentación no es todo lo adecuada que debiera. Pero a la vez me sobra determinación. Sé que caminar es sufrimiento. No disfruto con cada paso dado. Hay algunos que sí y hay otros que no, en que uno desfallece tras cuatro horas de caminar y necesita tenderse en el camino y beber maravillosa agua que le reconforta espiritual y físicamente. La comunicación entre el lado espiritual y físico es radicalmente intensa en una experiencia de agotamiento llevado al límite. Hay quienes no quieren conocer este lado. No tengo nada que decirles salvo lo que he escrito. No soy un atleta, no soy un deportista. Solo me gusta caminar, entonces elijo un destino y me pongo a ello. Tengo la convicción de que llegaré pese a lo que pese. Y no me importa el sufrimiento que tendré que aguantar. Cuando llego, esas croquetas requemadas son mi premio y no hay nada como una cerveza bien fría unida a ese sentimiento de que todo está bien, de que todo tiene sentido, de que hoy ha merecido la pena también vivir, de que estamos mejor vivos que muertos, de que el agotamiento es fértil, sano, productivo y agiliza nuestra mente y abre las barreras a nuestro espíritu.
EliminarGracias por la referencia del libro de Thoreau. Tengo que conseguirlo.
Y me alegro de que lo que uno escribe solo como ejercicio de comprensión y expresión, pueda ser leído en un proceso especular. Gracias a ti.
"El cansancio te rejuvenece, te da una juventud que nunca has tenido. El cansancio como el Más del Yo menor. Todo en la calma del cansancio, se hace sorprendente".
ResponderEliminarGracias Joselu, nunca habia reflexionado sobre el cansancio y tu has abierto esa nueva posibilidad para mi, que utilizaré en adelante.
Sí he observado, que después de una practica intensa de karate, mi mente queda sin parlotear. Estoy presente sin esfuerzo y esto es extraordinario.
Me alegro de que la reflexión de Peter Handke, filtrada por mi perspectiva, llegue ahora hasta ti. Nadie sabe dónde se originan las ideas ni dónde acaban, ni a quién irán a motivar. Es la maravilla del pensamiento compartido. Es un placer volver a saber de ti. Sí que es extraordinario, Maritza.
EliminarMe temo que lo tuyo no es cansancio: no lo hay mientras se tengan experiencias placenteras. A mí me sobraría el GPS. Intenta ir sin él, con el riesgo de perderte: eso es la verdadera vida.
ResponderEliminarMe temo que sin gps o planos cartográficos me sería imposible orientarme. Y el riesgo de perderme en una sierra como la que recorrí, totalmente solitaria y agreste, no sería deseable en absoluto. De hecho en buena parte fui siguiendo senderos marcados por rayas amarillas y blancas, y ello me daba conciencia de que alguien había pasado por allí antes lo que llegué casi a dudar dado lo aislado y abandonado del recorrido. En algún caso había montoncitos de piedras que confirmaban la ruta. Es un conjunto de referencias que, combinadas, permiten la orientación. En cuanto al gps, puedo decir que desde que lo tengo salgo mucho más porque en tal caso, sé cuál es el camino en caso de duda. No creo que tenga mucho que ver utilizar un sistema de orientación con la experiencia de la vida. Piensa incluso que si me llego a romper o dislocar un tobillo en aquellas soledades en las que no pasaba nadie ¿cómo iba a orientar a los servicios de ayuda? El gps da las coordenadas exactas para localizarte. Además te va marcando el rumbo que vas recorriendo lo que aumenta la percepción de la orientación, Creo, no obstante, que hablar de gps de senderismo, si no lo conoces, es como hablar hace veinte años a alguien que no tuviera móvil. No lograría entender la razón de su uso. Por otra parte, para aumentar la emoción del recorrido, lo mejor sería no llevar tampoco teléfono móvil, ni cartografía. Eso sí que sería una metáfora de la incertidumbre de la vida. Pero yo no aspiro a tanto.
EliminarHace ya muchos, demasiados años que no llego a ese extremo, debería pero... es urgente que me ponga a plan.
ResponderEliminarLa última vez que llegué, me pasé, terminé con fiebre postraumática (fue jugando la fase nacional de rugby universitario) El tiempo y las lesiones pasan factura y si logro como el año pasado meterme un tute de 22 km con la bicicleta, termino malo. Lo de la soledad es otro tema. Durante años me marchaba los domingos a pescar (sin muerte) a los ríos, pantanos y charcas de la zona por el mero placer de estar solo. Mis pensamientos y yo...lo echo a faltar. Esa sierra tuya me gusta por la soledad, aquí es más difícil, el campo sigue habitado, aunque no es difícil encontrar la soledad
Era sorprendente, salir de la conurbación del Baix Llobregat y adentrarte en los bosques, y, por fin, llegar a la sierra tan en soledad que conmocionaba. El caminar es un ejercicio que prácticamente todos lo podemos hacer. No es traumático como el rugby o la bicicleta (me refiero a la mountain bike), y te lleva a medir el espacio con la dimensión de tus pasos. ¡Y qué buenas, rediós, que están esas croquetas llenas de aceite y negras por lo requemadas! Escritura y caminar dos aliados espléndidos.
EliminarDice un proverbio árabe: "Libros, caminos y días dan al hombre sabiduría". Nos has ofrecido las tres cosas; eres un sabio. Saludos.
ResponderEliminarAntonio, Antonio, de sabio nada. Hoy leía en El País que Samuel Beckett un día tomo conciencia de su estupidez y que entonces empezó a escribir lo que sentía. Además él con Giacometti, otro pájaro solitario, eran aficionados a las caminatas. Creo que es más importante esto: tomar conciencia de la propia imbecilidad y expresar, en tal caso, lo que se siente. Internet es un prodigioso instrumento de reflexión en que lo personal se hace colectivo. Me gusta. Un cordial saludo.
EliminarEl cansancio, el sobreesfuerzo físico es como escribir. Libera, uno se encuentra a si mismo ds una forma inesperada. Lei un artículo sobre esas sustancias que libera el cerebro. Lo buscaré.
ResponderEliminarOtro libro más que apunto para leer.
Leyendote dan ganas de salir a caminar.
Gracias. Preciosas descripciones. Seguro que las fotos son fantásticas.
Un saludo.
Efectivamente, Nuria, escribir y caminar son perfectamente compatibles. Una práctica estimula a la otra. Además se pueden andar los kilómetros que uno deseé. Solo hace falta determinación y la convicción de que uno va a llegar al punto que se ha fijado. Lo demás, es paso tras paso, uno detrás de otro… La foto que encabeza el post es una de ellas. Un saludo.
EliminarConozco Sitges, pasé algunos fines de semana cuando hice sustituciones por Cataluña ya que ella vivía allí. Tras las descripciones que has hecho, te imaginaba cual peregrino llegando exhausto y paseando por sus calles. Soy aficionada a caminar, de hecho este año puedo hacerlo algunas mañanas, claro que ni de lejos llego a aproximarme a tus caminatas, son más bien paseos. El cansancio más extremo del que hablas lo asocio a la montaña a la que me aficionaron un grupo de amigos, hace ya algunos años. Se trataba de excursiones en Pirineos, como mucho a picos de 3000 m,aunque para una urbanitas como yo, era un buen esfuerzo. Merecía la pena, se unía al cansancio, el increíble paisaje y a veces las condiciones meteorológicas adversas. Bueno y las conversaciones ya que caminando es como mejor se habla o se reflexiona :)
ResponderEliminarJa,ja,ja releo mi comentario y me doy cuenta de que tal y como está escrito aparece una misteriosa "ella" que es una amiga que también hacía sustituciones en aquel entonces. Lo que llegan a hacer los pronombres...:))
ResponderEliminarEse estado de cansancio absoluto tiene algo, o mucho, de estado místico. Cuando los músculos han dicho basta y se recogen sobre sí mismos, abandonados al leve palpitar de su respiración fatigada, el cuerpo entero parece que vaya a iniciar una levitación que asombre a quienes nos rodean, ya que jamás a nosotros mismos, los exhaustos. El cansancio total es un regocijo absoluto. Entiendo a la perfección lo que relatas, porque mi actividad maratoniana me depara experiencias en todo semejantes, y aun hasta más acentuadas. No diré que se pueda llegar a la alucinación, por supuesto; pero queda el cuerpo en reposo en una predisposición al espejismo más que notable. Mis mejores momentos atléticos han sido aquellos en que ni siquiera he tenido conciencia física del cuerpo que me llevaba por esas rutas de dios, y también ccuando, al llegar a la meta, tras poner las piernas en alto para restablecer el orden normal de la circulación, me sentía flotar en el océano dulcísimo de la extenuación bien temperada. Suelo recomendar a mis cercanos que hagan deporte, pero no me atrevo a sugerirles los estados de conciencia alterada que suele deparar el ejercicio físico muy intenso: quien los probó lo sabe...
ResponderEliminarNo sé, Joselu, si mañana salga temprano a caminar; pero te aseguro que me has dado ideas para recuperarme del cansancio emocional que me acompaña por estos días. De tan maltratado, el tema del ejercicio físico se vuelve en algo tan cotidiano como la costumbre. Sin embargo, tu experiencia inspira confianza.
ResponderEliminarno quiero ser desagradable, pero al que dijo lo del camino de santiago a 50 km diarios y teniendo 18 años, creo que no tiene mucha idea de las longitudes. eso es una barbaridad jajajaja he estado prácticamente un año de seguido en el camino y sé lo que digo, de estar casi arrastrándome a veces, pasando hambre, frío y todo lo que se pueda entender por cansancio y esfuerzo físico.
ResponderEliminarUna buena forma de conocer estos ensayos que aportas, desde luego que me van a ayudar para descansar mejor y evadir el cansancio que estamos a primeros de semana, gracias!
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