No quería escribir sobre este tema, pero algo me impele a ello a pesar de que sé que levanta pasiones encontradas, y que no seré comprendido por la mayoría de lectores de este blog.
Siento simpatía por Israel, no puedo evitarlo. Desde que de niño viví la amenaza de guerra en 1967 en que se difundió públicamente que los árabes querían arrojar a los judíos al mar, tuve conciencia de que era un pueblo pequeño rodeado de centenares de millones de enemigos. Desconocía entonces la dimensión del holocausto y de los siglos de persecución y pogromos que habían vivido a lo largo de la historia. Pero mis sentimientos se unieron a ese estado minúsculo que luchaba por la supervivencia. Ello, sin embargo, no ha evitado mis enfados con su política con los palestinos, y ser consciente de su tremendo espíritu de superioridad –fundamentado en un miedo atávico a su desaparición, que no es una idea retórica sino una constante en la historia que todos conocemos-. Ser judío representa ser odiado, no sé por qué pero así es. En todos los sitios donde han estado han sido en alguna manera los mejores, pero fueron odiados, perseguidos y expulsados. También en España en 1492 como todos sabemos, para nuestra desgracia puesto que perdimos a la élite que podía haber dado soporte al poder financiero de España.
Triste sino el de ser judío, pero que lleva a un profundo sentimiento de unión entre ellos frente siempre a la amenaza exterior. Se les culpa ahora de ser como los nuevos nazis. Todo lo que tiene que ver con ellos levanta una oleada de pasiones muy intensas. Estos días he leído la prensa digital y he sido consciente de la división frontal de opiniones que desencadenan los hechos que todos conocemos. Para algunos ha sido un acto de piratería frente a una flota humanitaria y desarmada que revela el carácter genocida del estado de Israel que mantiene un bloqueo ilegal sobre la franja de Gaza que se ha convertido en una cárcel a cielo abierto. Otros, quizás un tercio de las intervenciones sostenían que si Israel no se defendiera como lo hace, pronto sería exterminado y manifestaban su adhesión al único país democrático en Oriente Medio frente a las tiranías dominantes en la zona.
He leído multitud de artículos y oído tertulias en la radio y en todos los sitios levantaba la misma polarización. No obstante es más fácil en este caso ser propalestino –solidarizándose con el padecimiento de la franja de Gaza y denunciando la brutalidad israelí- que intentar comprender las razones de este pequeño pueblo que le lleva a cometer estúpidos errores como ha sido el violento asalto a esta flota internacional y que le ha llevado al mayor aislamiento de su historia y ha reforzado todavía más a su mayor enemigo que es Irán y que ha proclamado reiteradamente su voluntad de destruir Israel.
¿Cómo sobrevivir en un entorno en que todos te odian? ¿Cómo hacerse respetar? ¿O Israel ha elegido –sabiendo que nunca podrá ser estimado haga lo que haga- ser temido?
Mucho me temo que esta es la verdadera clave. Si te odian, mejor será que te teman también. Tras el padecimiento espantoso del holocausto, algunos reprocharon a los judíos haber sido mansos y haberse dejado llevar sin oponer resistencia a las cámaras de gas. Y digámoslo claro, en Europa existía –y sigue existiendo- un profundo y arraigado sentimiento antijudío o antisemita, como quieran llamarlo. La mayor parte de los países en que se extendió la contienda mundial colaboraron activamente en detener y deportar judíos a los campos de exterminio, y el Vaticano no hizo lo suficiente para defender al pueblo culpable del deicidio. Los judíos saben que no pueden esperar demasiado de Europa. Tienen una buena experiencia de ello. Millones creían ser ciudadanos alemanes, austriacos, franceses, holandeses, húngaros, italianos… pero todos se convirtieron en alimañas judías a exterminar. Siempre se han extendido bulos sobre ellos: que si asaban a niños cristianos para comérselos, que si extendían epidemias con sus conjuros, que eran avaros de nariz ganchuda, que si dominan la banca mundial, que son los verdaderos gobernantes de Estados Unidos, que son malvados, genocidas, peor que los nazis –sus verdaderos maestros-.
He leído a los intelectuales judíos Amos Oz y David Grossman y ambos lamentan el trágico incidente como un crimen y un error innecesario que ha llevado a la muerte de nueve personas, y ambos abogan por hacer la paz con los palestinos -levantando el bloqueo a Gaza- confrontándose a una opinión pública que se siente asediada y amenazada y que está dispuesta a morir matando, pero nunca más a dejarse exterminar mansamente.
No es fácil ser judío. Me dirán también los que leen esto, que tampoco es fácil ser palestino y tendrán razón arguyendo que son los judíos los que poseen una fuerza militar abrumadora y que la ejercen sin piedad. Es cierto, pero los judíos están solos frente al mundo entero (con el paraguas americano, también es verdad) y dependen exclusivamente de su determinación y voluntad para no ser de nuevo expulsados o exterminados. Todo juega en su contra: la demografía, la amenaza nuclear de Irán que pronto se hará realidad, el rearme de Hezbolá en el Líbano, el odio gigantesco acumulado de tantos y tantos palestinos tras décadas de opresión... ¿Cómo retener el gatillo si uno está dominado por el pánico que da la terrorífica experiencia histórica? ¿Cómo aceptar de nuevo con mansedumbre su exterminio? ¿Cómo sobrevivir? ¿Cómo hacer que le amen a uno? ¿No es éste un conflicto psicoanalítico en el fondo?
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