Hace algunos años, cuando existía el COU, un luminoso catorce de abril empecé la clase proponiéndo a los alumnos un curioso experimento. Haríamos como si creyéramos que ese día volvía a proclamarse la República. Yo desplegaría la bandera tricolor que llevaba preparada y todos nos pondríamos en pie para escuchar el himno republicano recuperando el momento mágico de aquel día de primavera de 1931. Todo era una ficción, claro estaba, pero intentaríamos vivir aquellos instantes como si fueran verdad.
Después de la clase, un grupo de unos catorce o quince, entre los que estaba David Muñoz de Estopa, salimos a dar una vuelta por el barrio trabajador de Sant Ildefons de Cornellá. Llevabamos desplegada la bandera republicana y sonando un radiocassette con el himno republicano. Observaríamos cómo reaccionaba la gente.
Propongo a los lectores que cliquen en el icono en la columna de la derecha en el que hay enlazada la versión que Miguel Fleta hizo del himno de Riego.
El experimento fue interesante. Nos dirigimos sobre todo a grupos de personas mayores que pudieran haber vivido de alguna manera el periodo republicano y que el himno y la bandera les sugiriera alguna emoción. En seguida vimos que algunos sonreían y otros nos miraban con cara de pocos amigos. Alguno incluso nos espetó que no sabíamos lo que estábamos haciendo despertando a los demonios de un tiempo terrible, o algo así.
Entramos en supermercados y allí las amas de casa no parecían entender nuestra alegría ni qué música o bandera eran aquellas, los niños de un colegio se quedaron pasmados mirándonos pero no sabían qué sentido tenía aquello. Dimos una vuelta por el barrio y sus plazas y luego volvimos al instituto Verdaguer donde recorrimos también los pasillos entre miradas cómplices o risas que se producían sugiriendo que estábamos un poco locos (o mucho).
Hoy, catorce de abril, hace 79 años que fue proclamada la II República, un régimen plenamente constitucional -pero desastroso políticamente- que fue aplastado por una rebelión armada cinco años después y tras una larga guerra de tres años fue arrojado al olvido o a la ignominia y sus defensores fueron juzgados, muchos fusilados, otros padecieron años de prisión o terribles represalias; más de doscientos mil hubieron de exiliarse y empezar otra vida.
Muchas veces me he preguntado si querría un nuevo advenimiento de un régimen republicano, me he preguntado si merecería la pena convocar un referéndum sobre la forma de estado; de iniciar, en el caso de ganar la opción republicana, un periodo constituyente para dotar al estado de una nueva constitución, nuevas elecciones, nuevos partidos, nueva ley electoral, nuevos estatutos de autonomía, referendums de posible independencia de las distintas regiones españolas, una nueva articulación del estado… Me lo he preguntado y no sé contestar. No me gusta la España actual. No me gusta su clase política, no me gusta su ley electoral mafiosa, no me gustan los caciques que han ido creciendo en las autonomías, no me gusta la derecha antipatriótica de siempre, no me gusta la izquierda entregada y falta de imaginación, no me gusta la falta de sentimientos compartidos entre todos los españoles, no me gusta la monarquía como forma de estado ni los planes de sucesión, no me gusta la pobrísima intelectualidad española actual tan distinta de la brillantez de las generaciones republicanas que precedieron a aquel catorce de abril. No me gusta la falta de fe que tenemos en nuestro futuro y en nuestra propia realidad, no me gusta que los españoles se dividan en entidades regionales que se enfrentan unas o a otras queriendo blindar competencias.
No sé si esta época, en perspectiva, será considerada como brillante y luminosa. Yo la siento mediocre, gris, patatera, anodina, resignada, mezquina, conformista, intelectualmente pobre… Pero quizás sea una visión muy negativa la mía. El tremendo y maravilloso tiempo de la transición, con todas sus luces y sus sombras, se me aparece como dotado de una especial fuerza, la fuerza que podría haber llevado a un régimen republicano pero fue imposible. Hubo que pactar entre otras cosas, sin que nadie nos preguntara nada, la forma de estado que el dictador había designado. Todo hubo que hacerlo para tener la fiesta en paz y no enfrentarse al ejército, albacea del franquismo.
No sé, sin embargo, si merecería la pena clamar de nuevo por la república. Creo que no. Pienso que los españoles tenemos pocas cosas que compartir. Si uno lee los comentarios en la prensa digital, se queda asqueado por la mala baba y el veneno que respiran muchos de derecha o de izquierda recreando un guerracivilismo atroz que causa conmoción. Parece increíble que siga vivo el mismo rescoldo que llevó a aquel enfrentamiento brutal. Quizás esta monarquía federalista sea el mayor invento de síntesis que hemos sido capaces de tejer los españoles para plasmar nuestra convivencia. Y quizás su mayor mérito es que no acaba de gustar a nadie.
Pero sí sé que el himno y la bandera republicanos son los únicos que tienen un lugar en mi corazón. No tiene mucha importancia este desahogo, pero al menos he soltado lastre y he soñado con otro tiempo con otros colores y otra música.
Hace años habría coincidido con tu parecer, Joselu. Pero estudié mucho la historia de España en ese período y lo hice acudiendo a fuentes diversas. La resultante de las pesquisas es que no se puede sostener, sin más, la legitimidad del Frente Popular. Para algunos la guerra civil empezó en octubre del 34 y lo que desató el alzamiento (de cuyos índicios y señales Azaña no quiso enterarse)fue un generalizado terrorismo de Estado, aplicado a amplios segmentos de la población que no comulgaban con el marxismo, fundamentalmente. Por eso, agarrarse a la constitucionalidad formal del régimen republicano (pero el núcleo de la discusión no es ése, pues quien detentó el poder en la República podría haber estado minando en ejercicio sus mismas bases constitutivas) haciendo caso omiso o torticero de su contenido material, me parece, cuando menos, una grande ingenuidad. No quiero decir con todo esto que autores como Payne tenga razón, pero me asombra que tu nivel de crítica quede virtualmente en volandas en este tema y aceptes como probada la versión que nos presentas, de amplio predicamento, ciertamente. Me temo que no es tan sencillo. Orwell pudo certificarlo; aunque, naturalmente, tampoco Orwell sea "la biblia". En todo caso, en medio de toda esta complejidad hay algo que sí me atreveré a afirmar: estoy firmemente convencido de que en aquel entonces buenos y malos estaban estadísticamente repartidos en tres partes más o menos equilibradas, aunque mis simpatías siempre sean para los anarquistas. Que puede, Serenus, que la rosa sea sin porqué; pero los alzamientos lo tienen. Que hay quien toma partido por comprender. O al menos intentarlo.
ResponderEliminarEn cuanto a Garzón, me parece tendría que haber sido suspendido cautelarmente hasta que se determine si es culpable de lo que se le imputa.
Saludos cordiales.
Me pasa como a ti. Cada 14 de Abril dejo caer mi lagrimita por lo que pudo ser y no fue, y por todo lo que vino detrás.
ResponderEliminarMe siento republicano y la tricolor es mi bandera. Sin embargo, no puedo sino aceptar que en esta España de hoy la monarquía es un mal menor, y lo digo muy a mi pesar.
Lamentablemente es necesario que haya alguien que esté por encima, aunque sea simbólicamente, de la derecha antipatriótica de siempre que mencionas, de estos que son capaces de atacar al estado con tal de defender sus intereses particulares. ¿Te imaginas a Aznar de Jefe del Estado?
No creo que haya que clamar por la república. El día en que el pueblo y los políticos sean diferentes y no nos turbe el ánimo el ser españoles, la república llegará sola. Nos queda trabajar por crear las condiciones para que ese día llegue, y para eso la dignidad de los valores republicanos deben servirnos de ejemplo.
saludos
Definitivamente JOSELU,
ResponderEliminartus alumnos deben ser los más felices de este mundo...
¡¡Anda que no se te ocurren a ti, cosas de lo más exótico y surrealista!! ;-)
Desde luego la experiencia republicana en España, fue bastante desastrosa, estoy muy de acuerdo con el comentario anónimo que me precede. Personalmente, cuenta con toda mi simpatía Azaña, pero no así Negrín. Es más, no puedo comprender, como permitimos en este país, que los restos de Azaña, sigan enterrados en territorio francés. ¡¡demasiados muertos lejos de sus casas, me temo!!
Coincido totalmente contigo, en las cosas que no te gustan, mira aquí no hay fisuras, todo, absolutamente todo lo que a ti no te gusta, es justo lo que tampoco me gusta a mi.
A pesar de lo cual, también coincido contigo y con el anónimo, en que me estremece pensar , lo que sucedería si nos planteáramos un advenimiento de la tercera república española.
Está claro, que nuestra monarquía parlamentaria es un apaño, pero de nuevo coincido contigo, en que es lo menos malo que hemos tenido en años. Algunos consideraron durante la transición, al Rey, como un catalizador, que finalmente amalgamó el revoltijo de ideología, aspiraciones políticas y partidistas de entonces.
Hoy, quizá no sea más que una figura meramente decorativa, pero en tanto él sea quien ocupe el lugar que ocupa, probablemente nos evitemos muchos disgustos y males mayores.
Que una cosa, como te ocurre a ti, es lo que te pide el corazón y otra la realidad actual y el coste que supondría a todos los niveles, ver cumplida esa utopía.
Pero mira, ya sabes lo que opino de los sueños, así es que cierra los ojos, ponte el himno de la república ( gracias, nunca lo había escuchado con letra) y...¡¡sueña, se feliz!! ;-)
Muchos besos JOSELU y feliz tarde ( de martes y 13)
En este martes y trece, como dice el maestro, se me antoja un problema de posesivos: "su dieciocho de julio, mi catorce de abril"... Por otra parte, también como dijo aquél: "ni quito ni pongo rey..."
ResponderEliminar!Hola Joselu¡ Ya sabes que en mi blog también he tratado este tema y sabes, pues, lo que pienso sobre él. Pero me gustaría matizar o corroborar algunas cosas.
ResponderEliminarYa lo decían los filósofos griegos hace dos mil quinientos años. El gobernante debería ser el mejor. En otras palabras, la mejor persona. La más virtuosa. La más sabia. La más altruísta. La que tuviera capacidad de dar a cada cual lo que le corresponde y lo que es justo. Y la verdad es que hoy en día (como antes) sí que hay personas con capacidad intelectual y talento para llevar a cabo la tarea de gobernar, pero en la parte moral dejan mucho que desear. Entonces lo que pasa es que el gobernante no es el más virtuoso, sino el más listo. Y así nos luce el pelo. Con esto quiero decir que si no hay buenos gobernantes, (que no los hay) lo de menos es el régimen con el que tienen que gobernar.
Después de esta diatriba contra la clase política española, no me quedan fuerzas para enarbolar banderas con el suficiente ánimo para saber que esta bandera será bien honrada por un virtuoso gobernante. Por lo tanto, me da igual, fíjate, que sigamos como hasta ahora, o que el Rey haga las maletas y se ponga en la zarzuela otro gerifalte (eso sí, elegido por el pueblo).
En otro orden de cosas, Joselu, tengo que mostrarte mi admiración hacia tu valentía e imaginación a la hora de proponer actividades al alumnado. Como dirían mis alumnos, "eres un crack", o también "eres el puto amo"
Un abrazo.
Me repetiré pues..
ResponderEliminarNo anhelo ninguna Tercera República;
soy monárquico " a la manera de aquel que no puede ser otra" -tú ya me entiendes, Joselu.
La monarquía parlamentaria creo que es la mejor forma de gobierno para este país, prefiero que el poder mantenga una faceta totémica y sagrada. Me siento más seguro con una Leonor I -cuyo poder y autonomía está limitado por el Parlamento- como jefe de estado que con no sabemos quien; como ha dicho algún comentarista imaginar a alguno de nuestros políticos ávidos de poder como jefe de estado produce favor.
¡Dios salve a la reina!
Estupenda experiencia la que nos cuentas, Joselu, como todas las tuyas. Ahora no se podría hacer nada ni siquiera parecido, aunque en teoría vivimos tiempo de libertad. Hoy habría una multitud dispuesta a reprimir por la fuerza vuestro experimento, cada vez hay más exaltados "diestros" que no soportan verse privados del poder al que creen tener legítimo derecho. Cada vez somos más cainitas, siento coincidir con quienes lo dicen, de verdad, pero es que el día a día nos trae mala baba, malvadas intenciones, interpretaciones de la ley tergiversadas a gusto del consumidor, rencores ancestrales sin solucionar, envidias, odios... Apenas hay políticos sobresalientes como oradores o siquiera como personas, la inmensa mayoría son grises, anodinos, incultos. ¿Hay que volver a aquella maltrecha República? Con los mismos parámetros no, desde luego, pero sí habria que rescatar algunos de sus valores. Nos hemos conformado con un sistema democrático que satisface a muchos o que al menos no provoca grandes enfrentamientos, lo que no es poco, pues no nos hemos librado del todo del miedo a revivir otra guerra civil. ¿Es suficiente? Evidentemente no, pero, ¿hay otra salida ahora mismo? Lo dudo.
ResponderEliminarGracias por tus reflexiones y por recordarnos el himno republicano.
Un fuerte abrazo, colega.
Joselu, sólo un pequeño comentario.
ResponderEliminarA mi izquierda en la segunda balda desde arriba en la estantería, sujeto entre libros, tengo un plato que pasó muchos años encondido en un pajar. Está más que pegado y repegado su borde ondulado con una cenefa punteada interior es azul claro que se difumina hasta el blanco que sirve de fondo a un hermosísimo rostro femenino con gorro frigio del que nace una tricolor. Bajo él una leyenda. Viva la República.
¡¡¡VIVA LA REPÚBLICA!!!
Nota.- Me gusta más la versión popular aquella de "Si los curas y monjas supieran la paliza que les vamos a dar dejarían el convento gritando: Libertad, libertad, Libertad.
Me gustan tus "no-me-gusta", pues los suscribo todos. Creo que perdimos el tren de la modernidad con aquel golpe de estado que nos llevó tres siglos atrás. Tampoco es cuestión de idealizar aquella república tejida políticamente como un patchwork, sin pies ni cabeza; aquello tenía su razón de ser en el hecho de estar diseñado para el futuro, a diferencia de lo que vino después, todo rencor y venganza.
ResponderEliminarAhora nos acordamos de ello casi a hurtadillas, pues parece que haya que pedir perdón por haber sido asesinados, o por lo menos, no conviene todavía levantar mucho la voz, no se alcen los generales (disfrazados de políticos ultrademócratas). A todos esos que defienden el olvido y el punto final les preguntaría si estarían dispuestos a conceder esa gracia a los terroristas de nuestros días; quizá si son tan dados al perdón retroactivo de crímenes en masa, no debería escandalizarles tanto unos pocos asesinatos...
Lamento haber derivado hacia algo tan cruel, pero lo de estos días nos tiene con la bilis subida.
Malo, ayer corregí a mis hijas que cantaban el himno republicano con la letra popularizada y que les enseñé yo, la que has recogido en tu comentario. Pero pensé que hubo crímenes injustificables contra el clero que respondían a los sentimientos que se contenían en esa letra. Definitivamente no me gusta. El otro día leía en La Vanguardia, creo, que un centenar de hermanos maristas habían pagado una especie de rescate para salir de España durante la guerra. No sé muy bien qué pasó, pero de nada sirvió la cantidad pagada por la orden y fueron ejecutados. No estuvo bien. No siento simpatía por la iglesia pero la saña con que fueron perseguidos es algo que contribuyó también a derrumbar los ideales de la República que nació hermosa un catorce de abril. Por aquella mañana de primavera...
ResponderEliminarDesde la nostalgia de lo que fue tan brevemente en el tiempo, pero que tan inmensa huella dejó en tantísima gente, ahora que ya es catorce de abril, Joselu, ¡Viva la República!
ResponderEliminarInteresante entrada por las reflexiones y por revivir aquella lejana e interesante experiencia.
Un abrazo, Javier.
A mi de pequeña me asustaban diciéndome "o te duermes o viene Azaña"! Hasta que me llegó el momento de pensar, para mi la República era el diablo.
ResponderEliminarDe todas maneras Joselu, aunque repruebo cualquier golpe de estado, en esa época se cometieron demasiados errores y horrores, por eso, por muy mal que esté el tema ahora, mejor que nos quedemos como estamos esperando tiempos mejores que seguro que llegarán. Nunca más muertes. Nunca y nunca. Lola
Conmemoremos el día de la República, no por nostalgia de lo que pudo ser, sino por confianza en lo que vendrá.
ResponderEliminarJoder, Joselu, tu penúltimo párrafo cae al alma como al pasto la escarcha. Y, lo peor es que llevas razón.
ResponderEliminarAnónimo, yo también tuve una etapa de mi vida, durante la carrera de filología, en que me interrogué sobre el fracaso de la República Española. Leí todo lo que se puso a mi alcance intentando comprender. Uno de los libros más esclarecedores fue el que leí en una etapa en que estaba prohibido en España titulado España, Ensayo de historia contemporánea. Madariaga fue ministro de Instrucción pública y Bellas artes y posteriormente de Justicia en el gobierno de Alejandro Lerroux tras la victoria de la derecha en 1933. En él se plasma su interpretación de la ingenuidad de los que redactaron el texto constitucional, la falta de un sistema bicameral que enfriara las tensiones políticas, el ansia de enfrentamiento de los españoles... Es difícil sintetizar qué pudo fallar en aquella república. No estoy de acuerdo en que la guerra civil empezó en la revolución de Asturias de 1934. También se podría decir que empezó en 1932 con la sanjurjada. El sistema político republicano fue un campo de juego que fracasó para contener el magma pasional entre los abiertamente revolucionarios y los profascistas. Los moderados, la inmensa mayoría de españoles (un noventa por ciento probablemente) fueron impelidos a la confrontación por minorías radicalizadas de uno u otro signo. No pienso, por otra parte, que hubiera un terrorismo de estado de signo marxista. Sé que la república intentó controlar a los exaltados pero había minorías violentas en el aparato del estado y en sus aledaños que practicaron la violencia y vanguardias de choque falangistas que propugnaban la dialéctica de los puños y las pistolas. La república fue un intento fallido. La derecha no la aceptó nunca y trabajó desde el inicio para hundirla. Había muchas cosas que cambiar pero era imposible hacerlo en tan poco tiempo. Faltaron voces moderadas en aquella España inserta en una profunda crisis económica internaiconal y en medio de tensiones antidemocráticas tanto fascistas como marxista-leninistas, aunque la importancia del partido comunista era mínima hasta la guerra civil. En cuanto a los anarquistas no puedo decir sino que su ideología era de una ingenuidad sobrecogedora (míralo en perspectiva)y fueron capaces de lo mejor y a la vez de lo más abyecto: muchos "paseos" fueron organizados por ellos. La matanza de religiosos en el lado republicano, nunca organizada por el gobierno, fue ominosa. La política de exterminio de los "nacionales" contra el bando republicano fue criminal.
ResponderEliminarNo tengo respuestas.
Fue una república sin republicanos.
Un cordial saludo.
¡Hola Joselu!
ResponderEliminarUn articulo muy interesante, naturalmente desde sus razones.
Yo no sé si sería mejor o peor el cambio que usted “Propone”
Lo que si se, es que este Pueblo se siente desanimado,
Rompiéndose con sus dirigentes…
Nos llevan sin saber donde, ni qué camino tomar.
Cada cual, con su aire y con sus ambiciones…
En fin, en lo que casi todos estamos de acuerdo,
es en que necesitamos un cambio, un orden.
Un cambio desde el pensamiento Humanitario y de unión.
Un orden de hermandad entre los pueblos.
Quizás tendríamos que tener más presente,
que nuestro paso por esta vida es simplemente eso, ¡paso…!
Pero claro no es lo mismo pasar con, que pasar sin…
¡Esta es la cuestión!
Como siempre El dinero y el Poder, sobre todas las cosas.
Los Ideales al final, ¡Eso...! son, ideales.
“Puegeso”
Se dice que la Fe, es la creencia o
la confianza en la verdad o
la fiabilidad de una persona, idea o cosa.
Saludos de J.M. Ojeda.
P.D. Que pase buen día.
De hecho estamos en una Monarquía ¨Federal, una suerte de oxímoron que deberíamos patentar como invento español, en vez de reclamar los elogios por la chapuza de Transición que nos legó un poder judicial lleno de Calamitas, Cardenal, Dívar, Casas, etc., y que ahora le toca sufrir en carne propia a quien nunca se ha quejado de compartirlo con ellos. La Monarquía Federal es régimen político que une tradición y modernidad, centralismo y descentralizacion, a partes desiiguales, pero qe las reparte, con lo que se evita la peor de las tentaciones democráticas: la acumulacón de poder. Recordemos las tentaciones absolutistas de las mayorías parlamentarias que ha habido en nuestra democracia. De hecho, qien quiera perderse políticamente, lo único quue ha de pedir es una mayoría parlamentaria. Algo que en las federaciones, tan apegadas al caciquismo, no suele ocurrir, como lo demostró Pujol con sus 23 años de construcción de la ciénaga catalana, que en modo alguno oasis; o Chávez con sus políticas clientelares.
ResponderEliminarHaber sabido huir del proceso idealizador de la Segunda República indica sobria madurez. Mantenerse en él, indigencia intelectual o demagogia genética.
"No me gusta la España actual. No me gusta su clase política, no me gusta su ley electoral mafiosa, no me gustan los caciques que han ido creciendo en las autonomías, no me gusta la derecha antipatriótica de siempre, no me gusta la izquierda entregada y falta de imaginación, no me gusta la falta de sentimientos compartidos entre todos los españoles, no me gusta la monarquía como forma de estado ni los planes de sucesión, no me gusta la pobrísima intelectualidad española actual tan distinta de la brillantez de las generaciones republicanas que precedieron a aquel catorce de abril. No me gusta la falta de fe que tenemos en nuestro futuro y en nuestra propia realidad, no me gusta que los españoles se dividan en entidades regionales que se enfrentan unas o a otras queriendo blindar competencias."
ResponderEliminarHas plasmado exactamente lo que siento.
Se me ha puesto la piel de gallina.
No hay país de Europa tan pertinaz en sus sueños republicanos como España. Francia ya los cumplió, Inglaterra no volvió a pensar en ellos desde el siglo XVII. España, una vez que hubo entrado en la turbulencia de sus propias revoluciones, los tuvo ahí siempre, como una dolorosa Barataria, promesa otorgada por no se sabe qué divinos trileros de la Historia, final de un camino que jamás hemos sabido reconocer cuando lo pisábamos. No vimos el sendero con la Primera: nos esmeramos en inventarnos un federalismo contra natura y el experimento apenas duró un año, pues nunca hubo estados independientes que se quisieran federar -precisamente ésa es la esencia del federalismo y no lo que próceres como Pi i Margall tenían en sus cráneos “previlegiados”-.
ResponderEliminarNo. No lo vimos -no lo vieron nuestros más sagaces intelectuales; luego dirían, los muy llorones: ¡no es esto, no es esto!- con la Segunda. La salpicamos con el barro de otras pretensiones que eran cuidadosamente fiscalizadas, como el Ojo Sin Párpado de Mordor, desde Berlín, Moscú o Londres. Y nosotros, pobres hobbits, deambulamos entre errores colosales, pucherazos y matanzas. Hasta la gran matanza final. En la Segunda fuimos niños con zapatos nuevos. Y terminamos, cómo no, destrozándolos. Pensando que éramos piratas de la democracia -como aquel que cantara Espronceda-, nos subimos a los árboles del jardín y creímos navegar al fin en libertad. Pero aquello no era nuestro barco, ni mucho menos nuestro tesoro. De hecho, ni barco ni tesoro existieron alguna vez. La Segunda no separó los poderes del Estado. Y los poderes de un Estado quieren ser siempre ellos solos los reyes -reyes republicanos en este caso-. Su Constitución convirtió la figura del Presidente en la de un pelele sin voluntad -“el Presidente preside pero no decide”, podrían haber dicho en un alarde de sincronía aquellos republicanos-, y el Parlamento en el todopoderoso gallinero caciquil que tan bien ha descrito Unamuno en sus artículos de prensa. Sin un Ejecutivo fuerte -ése fue el pecado de Weimar, espejo donde insensatamente nos miramos aun hoy-, sin un Legislativo que representara cabalmente, sin un Judicial independiente, nadie fue capaz de parar las pezuñas a la bestia totalitaria que ya resucitaba el Reich, el Imperio, la Dictadura del Proletariado. Esto ya lo supieron, allende los mares, los que aprobaron una de las pocas constituciones democráticas del mundo. Por eso allí fue siempre imposible un Benito, un Adolfo, un José, un Paquito.
(Sigue en el próximo comentario)
(Continuación del anterior)
ResponderEliminarLuego llegó lo que conocemos. Tras el 78, historiadores, políticos, periodistas y profesores nos dijeron: y ahora, ¡hágase la luz! Y la luz se hizo. Y para muchos esa luz, a pesar de los pesares, quiso parecerse a la luz que la palabra república emanaba. Pero ya no se le llamaba república, sino Monarquía Parlamentaria, y se nos vendió como un bálsamo fierabraseño del sentido común que curaría nuestras patologías cainitas (Victoria Prego dixit). Y todos, aparentando resignación, disfrazándose de padres fundadores, de esforzados aventureros del “sentido de Estado”, perpetraron la que ha sido la última de las traiciones a ese hermoso sueño. Nació así la España legitimada por una dictadura felona. Nació así un Jefe de Estado que traicionó a su padre y a los principios del Movimiento a los que jurara lealtad infinita. Nacieron así unos partidos políticos con una única ideología que traicionaron a sus bases -¿o fueron ellas las que se dejaron traicionar?-: la izquierda le dio esquinazo a su esencia republicana; la derecha a su naturaleza liberal; el nacionalcatolicismo a su bajo vientre nacional y a su esfínter católico; el nacionalismo periférico a esas “cavernas del sentido” independentistas. Y a la traición se le llamó, insisto, responsabilidad. Y a la oligarquía de partidos que nacía, democracia. Y, finalmente, a nuestras tragaderas, sabiduría. Sí, estuvimos a punto de reconocer el camino. A punto. Pero nos dejamos guiar por el flautista de la Transición. Teníamos miedo. Y ellos jugaron con nuestro miedo. Hay testigos de aquella época que reconocen que el ruido de sables jamás existió. Que el 23-F fue una pantomima.
¿Y ahora? ¿Es posible ahora? ¿Sabremos, cuando todo se vaya a la mierda, reconocer el camino por fin?
Aristóteles diría que sí. España ha sabido seguir las instrucciones de esa Ikea política que el estagirita dejase: de la Dictadura (Franco) a la Oligarquía (Juan Carlos I).
Ahora toca Democracia.
¡Salud!
Andrés Hurtado, no voy a entrar en el fondo de tu reflexión, pero sí felicitarte por el estilo del más puro orador parlamentario. Dan ganas de seguirte. Probablemente no tengas razón pero tu música es tan elocuente que impele a desear que la tengas.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu aportación.
En la historia es necesario tomar distancia para hablar sin acritud, sin rencor, sin rabia... incluso, simplemente, para poder hablar. Hoy nadie se posiciona apasionadamente sobre si en la Guerra de Sucesión, que enfrentó a españoles contra españoles, debió ganar el pretendiente de la Casa de Austria frente al Borbón. Puede que el contexto sea distinto, pero creo que sólo el tiempo lo es. Además, nadie habla de masacres o genocidios para referirse a esa época.
ResponderEliminarCon nuestra Guerra Civil pasará otro tanto, pero dentro de trescientos años. Ahora es aún pronto. Aunque ya quedan pocos supervivientes, todavía está presente en nuestras vidas, quizá porque, como señalas, la herida permanece abierta, no cicatrizó porque había otras cosas que hacer... Cuando no haya testigos vivos, cuando nosotros mismos hayamos muerto y se sucedan varias generaciones, entonces y sólo entonces serán los españoles capaces de hablar del 36 como de cualquier otro asunto histórico. Pero entonces, sin duda, será ya tarde para más de uno...
Un abrazo.
Joselu:
ResponderEliminarHay que seguir esta idea
Yo opino como Serenus. Sin más. No estamos preparados.
ResponderEliminarComparto preocupaciones y desahogos , Joselu. Por lo que leo aquí, algunos "ilustrados" se nutren de Pío Moa y se quedan tan frescos diciendo lo que dicen. Nos están reescribiendo la historia los que abominan de ella y su memoria.
ResponderEliminarSaludos cordiales.