Después de los silbidos, gritos y abucheos mayoritarios de las dos aficiones vasca y catalana a los reyes de España y al himno español, no por esperados menos dolorosos, me puse a pensar en España, en si tenía sentido España a estas alturas. Para los que silbaban y chillaban desde luego que no. No voy a recriminarles su actitud. En el Parlamento español se ven diariamente ejemplos de pésima educación por parte de los que más defienden en principio la idea de España. Me puse a pensar y llegué a la conclusión de que España es un error de fondo. Un error histórico que ya no tiene solución de continuidad. Fidel Castro hace unos días calificó a España como de imperio colonial con muletas. España es una cárcel de pueblos que aspiran a su soberanía. Pensé en un día gris, pero no muy lejano, en que Cataluña y Euzkadi proclamarán su independencia. Esto supondrá un aldabonazo en la conciencia de país y quizás los demás pueblos piensen que España no tiene sentido sin catalanes y vascos. Navarra irá detrás en desagregarse de la supuesta unidad, Canarias pedirá su incorporación a la Unión Africana, Andalucía y Aragón reivindicarán su carácter nacional y no querrán ser menos que los demás. Los parlamentos autónomos servirán de soporte provisional hasta la redacción de sendas constituciones que revaliden las nuevas independencias que irán incrementándose a medida que pasen los días: Asturias, Cantabría, Galicia, Extremadura, Murcia, Castilla, León que exigirá segregarse de Castilla, El Bierzo que exigirá segregarse de León y unirse a Galicia, la franja de Aragón que querrá unirse tal vez a Cataluña, Valencia que no querrá unirse a Cataluña para formar els Països Catalans, las islas Baleares que verán con desconfianza la nueva capitalidad barcelonesa, la Mancha de igual modo pedirá su desagregación de la unidad y proclamará su carácter nacional del mismo modo que La Rioja. Sólo quedará Madrid en el centro como resto de un cadáver desmembrado. Todos los parlamentos independientes reivindicarán su definición nacional y su historia diferenciada. Los que tengan lengua propia la impondrán como única en su territorio y se exigirá pruebas de adhesión a la nueva patria y su bandera.
Sólo quedará subastar las posesiones compartidas como el museo del Prado que se repartirá equitativamente entre todas las nuevas naciones que pedirán su entrada en la Unión Europea. Todas estas naciones reivindicarán su entidad republicana y los Borbones se quedarán sin trabajo. El príncipe Felipe se exiliará en Grecia con su madre, su padre y sus hijos. Se acabaron los vividores del cuento.
Los conflictos internacionales arreciarán y las relaciones entre estados vecinos serán cada vez más tirantes. Las nuevas naciones tendrán que constituir fuerzas armadas para defender su soberanía y las líneas fronterizas, tan permeables por tantos años de cohesión obligada. Iparralde no querrá unirse a Euzkadi y preferirá seguir siendo francesa y Navarra se dividirá entre los partidarios de la unión a Euskalerria y los de la navarridad.
Los historiadores de cada nueva nación serán convocados para redactar una nueva historia sin contaminación y explicando los largos siglos de dominación centralista. Las cuencas hidrográficas serán blindadas por los parlamentos nacionales lo que causará conflictos sin fin entre los distintos estados del mismo modo que las comunicaciones, y las vías del trazado del AVE que serán pospuestas por falta de acuerdos de financiación.
Los torneos de fútbol y demás deportes contarán con las respectivas selecciones nacionales soberanas. Ciertamente será menos divertida la liga de cada estado sin competir con las de los demás, pero bueno. El Barcelona juega contra el Manresa y el Tarrassa y gana la liga Nacional Catalana sin problemas.
La economía se resentirá y los mercados exteriores se contraerán por la complejidad de las exportaciones y los conflictos originados entre estados.
Alguien sugerirá en algún momento la creación de una Confederación Ibérica de pueblos independientes. Los pueblos Andaluz y Aragonés apoyarán la idea pero desde la república Catalana se verá como un intento de resucitar la vieja, rancia y casposa España. Desde Euskalerría se dirá que ni pensarlo. El pasado ha sido demasiado ominoso como para dar vida a confederaciones españolistas.
Cartagena se querrá independizar de Murcia y crear su propia autonomía dentro de la nación Murciana. El panocho se convierte en lengua nacional de la nación Murciana, la fabla, de la Aragonesa, y el bable, de la Asturiana. Todas estas lenguas se unirán a las que serán comunes y utilizadas en la Unión Europea.
Las ligas europeas se animan con la incorporación de dieciocho nuevas naciones, los presupuestos de defensa de los nuevos estados se incrementarán exponencialmente y la recesión económica golpeará la andadura de estas nuevas naciones que por fin podrán respirar en paz sin la dominación centralista.
España, esa cárcel de pueblos, ya no existirá y sólo algunos nostálgicos pensarán en Juan Ramón Jiménez como un poeta español y no andaluz porque también se repartirán los escritores, los músicos, los pintores, los científicos…
El problema es que Madrid, esa ciudad-Estado no sabrá ubicarse sin machacar, sin coaccionar a otros pueblos. Pero por fin seremos soberanos, plenos, libres e independientes y el mito legendario de España será enterrado en todos los libros de historia y desaparecerá de nuestros corazones. Podremos respirar en paz. ¡Qué alivio liberarse de España!
¡Qué razón tenía Pepe Rubianes! Y qué razón tenían ayer los silbidos contra ese proyecto totalitario que significa lo español. Porque existen los pueblos Andaluz, Murciano, Catalán, Extremeño, Vasco… pero no esa excrecencia del pasado que es España.