Sospeché de él inmediatamente. Era inequívoco su aire profesoral. Llevaba un gorro de punto azul y una chaqueta de pana negra. Se pidió un tallat y se puso a hojear un libro cuyo título me costó descubrir pero al fin lo atisbé: Dante, poeta del mundo terrenal de Erich Auerbach. Yo intentaba leer otro titulado Al oeste de Roma (Mi perro Idiota) de John Fante. Los dos íbamos al mismo sitio y hacíamos tiempo en aquel café antes de la reunión. Mi colega era también profesor de Literatura y venía a la reunión de Coordinación de las PAU de la asignatura Literatura Española de Modalidad.
La convocatoria era en el instituto Jaume Balmes de Barcelona a las cinco de la tarde. Era miércoles y en la entrada nos agolpábamos una veintena de profesores esperando que alguien nos dijera dónde era la reunión. Un grupo charlaba animadamente sobre los exámenes de las pruebas de acceso a la universidad. En la columna que había junto a nosotros había varios carteles de la asociación de padres y madres e información variada del instituto. De pronto una profesora se destacó del conjunto y nos llamó para acompañarla a la sala de actos. Se llamaba Teresa Barjau, como pudimos saber después, y era la subcoordinadora de las PAU. Seríamos unos cincuenta en total. Nos sentamos en las sillas frente al escenario. No había micrófono y Teresa, la subcordinadora, se dirigió a nosotros alzando la voz para decirnos que las PAU de este año mantendrían el mismo tipo de examen del año pasado, pero que no podría decirnos nada del cambio previsto con la entrada de la LOE. No se sabía nada sobre el examen del nuevo currículo.
Enseguida se encendieron las protestas. Varios profesores argumentaron certeramente sobre la necesidad de tener ya pautas para preparar la asignatura cara al curso que viene. Después de diversas consideraciones sobre el examen, otros hablaron de la pérdida de la asignatura de Literatura Española en varios centros por la organización del nuevo currículo. La subcordinadora habló de la irreparable pérdida de peso como asignatura de las literaturas (tanto catalana como española). Es un proceso imparable. A los alumnos no les atrae nada enfrentarse a textos complejos y de otras épocas y tienen menos nivel. Cada vez hay menos estudiantes que elijan literatura frente a otras opciones más prácticas. La tendencia es a que desaparezca como asignatura. En las lenguas también se ha perdido una hora semanal. Ahora en Cataluña sólo hay dos horas a la semana para lengua y literatura en Bachillerato. La introducción de nuevas asignaturas como sociología y psicología y los nuevos enfoques desde el punto de vista de la psicopedagogía han adelgazado la presencia de la lengua y la literatura. La literatura y también la lengua han perdido prestigio social frente a asignaturas como el inglés, las matemáticas o la tecnología. Según la subcordinadora era un proceso a nivel europeo, no sólo español. Aquí resulta difícil argumentar su necesidad ante razonamientos que hacen hincapié en las horas que ya ha habido en la ESO y lo poco que se ha conseguido en nuestros alumnos que se expresan cada vez peor.
Alguien sugirió la necesidad de coordinarnos, de redactar manifiestos y enviar cartas a la prensa. Otros sectores como las clásicas o la filosofía se habían movilizado con mayor convicción que nosotros. Se sugirieron otras reuniones. No debía perderse la literatura en una seria formación humanística. ¿De qué tipo de ciudadanos estaríamos hablando si se arrinconaba la formación literaria? ¿No serían cada vez más superficiales y expuestos a lo peor de la sociedad de consumo?
Todas estas opiniones se pusieron de manifiesto, pero nos veíamos invadidos por un claro fatalismo. Exponíamos estas razones pero nos temíamos que ya éramos una cofradía romántica en vías de extinción, la de los profesores vocacionales de literatura. Nos mirábamos entretanto perplejos.
No había mucho más que decir. Habíamos hablado sin micrófono pero nos habíamos oído. Éramos una minoría sin mucho futuro. La subcordinadora nos dio su email y la reuníón se cerró con el compromiso por su parte de tenernos informados. Salimos rápidamente en grupos. Bajé por Pau Claris hacia la plaza Urquinaona. A mi lado caminaba el profesor de mediana edad que leía el libro sobre Dante. Le saludé y me respondió cordialmente. Era profesor en Martorell y se llamaba Antonio. Tenía un gran sentido del humor y nos reímos con ganas del desastre que había constituido la reunión. Yo le hablé de Idiota, el perro que protagoniza Al oeste de Roma de John Fante. Sólo se siente atraído por perros o seres humanos de su mismo sexo. Se abalanza sobre ellos y les lame mientras su miembro se pone tieso. Es tronchante. Decidimos irnos juntos a tomar algo. En la plaza de Urquinaona había una manifestación multitudinaria de los afectados por el expediente de regulación de empleo de Nissam. Mil setecientos despedidos que se manifestaban junto a los de otras empresas como Frigo y miles de trabajadores más. Miramos pasar la manifestación dándonos cuenta de lo fastidiado que estaba todo. Y no ha hecho sino empezar. La crisis se va a agudizar -nos dijimos-.
Entramos en un bar de Sant Pere més Baix y nos pedimos una botella de Rioja. Antonio tenía una curiosa concepción del mundo y la literatura. Hablamos de nuestros autores preferidos. Ambos habíamos leído a Dante, y nos sentíamos atraídos por la literatura rusa, en especial Dostoievski, Tolstoi, Goncharov, Chejov... Brindamos y bebimos hasta que terminamos achispados y contentos hablando de nuestro mutuo amor por Galdós. Éramos incorregibles enamorados de la literatura, sin mucho futuro pero hoy estábamos eufóricos. Mañana sería otro día. Los de Nissam están peor.