Caixafórum, el centro cultural y social de la Caixa, acoge desde el 22 de octubre en Barcelona una interesante muestra de pintura, que abarca desde el Quatrocento al Barroco, titulada El pan de los ángeles. Son cuarenta y cinco obras pictóricas y tapices procedentes de la Galería de los Uffizi de Florencia. La exposición permite hacerse una idea de la evolución de la pintura italiana entre los siglos XV y XVII. Está organizada en torno a siete apartados en torno al sacrificio realizado por Cristo para redimir al hombre del pecado original.
El pan de los ángeles abarca desde la pintura de Botticelli al pintor barroco Luca Giordano cuya Subida al monte calvario ilustra la entrada de este post con un expresionismo muy marcado para provocar la emoción y la devoción del espectador. En la muestra destaca La Madonna della Logia de Sandro Botticelli. Su mirada, aparentemente serena, ya refleja la preocupación por el destino que aguarda a su hijo.
La exposición supone un recorrido por la espiritualidad de Occidente mediante el recuerdo de la entrega del hijo de Dios. Antiguo y Nuevo Testamento. El pecado original, el maná en el desierto, la anunciación, el nacimiento, la adoración de los pastores, la última cena, la flagelación, la crucifixión y la resurrección. En cuarenta y cinco cuadros vi compendiados los mitos del cristianismo, mitos que me resultaban lejanos por más que la pintura que allí estaba viendo me seducía y maravillaba. La cosmovisión del Renacimiento y del Barroco buscando sus claves de espiritualidad y del sentido de la vida en la idea del sacrificio de Cristo por todos nosotros. El pan de los ángeles. De estas imágenes e historias me nutrí cuando era pequeño en tardes inmensas en el colegio de las monjas al que asistí hasta mi siniestra primera Comuníón. Más tarde en rosarios rezados a las seis de la tarde en el colegio de curas donde estudié durante nueve años. Imágenes que contemplé en procesiones larguísimas donde Cristo sufría lo indecible por todo el género humano.
Pero todo aquello no me decía nada. Me decía sí la pintura, el lenguaje del arte. El rostro desolado de la Virgen desfallecida con los símbolos de la Pasión de Cristo de Alessandro Allori, la Virgen con el niño de Parmigianino, La sagrada familia de Michele di Rodolfo... Pero más allá no había ningún significado, ninguna emoción como la que podían sentir los hombres de aquellos siglos.
Salí desconcertado, por un lado con la emoción de la pintura que había visto, pero también desolado por la lejanía que me suponían aquellas bellísimas imágenes sobre lo que representaban. Vi los últimos tres tapices con motivos de La última cena y el Descendimiento de la Cruz y me dirigí a la siguiente sala. No había nadie. Vi una puerta y una habitación en penumbra. En la puerta estaba el nombre del artista Joseph Beuys y se titulaba El espacio del dolor. Me quedé anonadado. Entré con precauciòn y vi un cuarto, tenuemente iluminado por una bombilla, de paredes de plomo, planchas de plomo rayadas con signos que ignoraba si estaban hechos por la gente que había visto la instalación o eran obra del mismo artista Joseph Beuys cuya historia y trayectoria investigué cuando llegué a casa. En el cuarto, de unos treinta metros cuadrados, no había nada excepto dos anillas en el techo junto a la bombilla. No había nada más. Aquello me recordaba una cámara de gas, era un lugar de agonía. Me acordé de la agonía de Cristo en la cruz. Relacioné dos imágenes conectadas con el sufrimiento y la muerte. Aquella habitación me evocaba la angustia y la muerte. No sé qué pretendería el artista, pero el título de la obra El espacio del dolor (Schmerzaum) resultaba explícito. La atmósfera resultaba opresiva, la iluminación, sórdida. ¿Habría salida? ¿Qué significaban las dos anillas del techo que parecían no ser de plomo? ¿Qué diálogo pretendía el artista conmigo? ¿Era para acostumbrarme a la muerte? ¿O era una accesis espiritual la que me estaba proponiendo el artista con un renacimiento posterior? Seguía sin entrar nadie. De vez en cuando se veía a alguna pareja despistada que miraba sin entrar, sin entender que aquello era algo más que una habitación vacía. Me senté en un rincón de aquella habitación tétrica, igual que cuando entré en el patio de las columnas de la mezquita de Córdoba. Algo me decía que aquello había que verlo desde abajo como participando de un profundo decaimiento del ánimo, abrumado por la atmósfera agobiante. Revisé las imágenes de la exposición de pintura italiana. Algunas se me habían quedado grabadas como la del Cristo en la escena del calvario de Luca Giordano cuyo rostro va a ser enjugado por la Verónica. El dolor es una experiencia universal. No podemos aspirar a estar en una burbuja protectora aislados del dolor. La vida es dolor y también capacidad para superarlo, y elevarse por encima de las paredes de plomo para encontrar la plata de esas anillas suspendidas en el techo, anillas que reflejan la luz. El plomo es protector, te aisla del exterior pero no refleja la luz. Somos migajas de luz en la oscuridad del universo. Y aspiramos al autoconocimiento. Joseph Beuys vino a decir que todos los seres humanos somos artistas y que cada acción es una obra de arte. Allí en aquella mañana de lluvia él y yo habíamos trenzado una comunicación a través del tiempo y habíamos sentido emociones paralelas. ¿Sería también un poco artista?
Al igual que tú, crecí en un ambiente católico. Primaria y secundaria con curas lasallistas y el bachillerato por monjas guadalupanas.
ResponderEliminarEl dormitorio de mis padres parece un templo: lleno de santos, ángeles y vírgenes y las fotos (enormes) de la primera comunión de sus hijos. Mi mamá creyente y practicante profunda. Mi padre, hombre de libros, ideas, trabajo y escuela quien delegó "nuestra alma" para mi madre mientras él se ocupaba de nuestra mente y cuerpo...
Hace años, un hombre me dijo que "solo los que han penado el dolor pueden vivir con alegría". Yo era muy joven entonces, y refuté, con los brillos y descaro que da la adolescencia, sus argumentos...
Hoy que el tiempo ha pasado, más humilde y más vivida, puedo darle un poco de razón. Algunos hemos transitado dolores profundos (en cuerpo y alma) y algunos -como en mi caso- hemos decidido no ser víctimas de lo que nos hizo sufrir, aceptar el paso por traumáticas experiencias y a pesar de todo intentar brillar, sonreír y hacer de nuestra propia existencia un banquete exquisito que bien vale la pena compartir.
Un beso amigo
Lucero
El dolor es un camino, no el único, para el conocimiento. Pero el dolor desde la metafísica religiosa (en especial los monoteísmos), suele ser una pesada carga determinista. El tejido mismo de la vida está hecho de él, pero es el ojo religioso quien lo estigmatiza en la mente humana.
ResponderEliminarA veces querría ser creyente, menudo seguro de vida (y de muerte)frente al dolor. Es la panacea. Da sentido al dolor, nunca estás solo, siempre hay alquien que te ayuda y quiere, todo es útil...
ResponderEliminarMe encnata tu espacio.
ResponderEliminarSí, sí... ¡tú sí que eres un artista!
ResponderEliminarHola compañero:
ResponderEliminarHoy hemos celebrado la jubilación de Mila. Sé que te hubiera gustado estar allí. Han venido Xavier Ayllón, Darío López, Xavi Gil y varios de nuestros actuales compañeros. Jesús Gómez ha llevado algunas fotos de aquellos tiempos...Había una de una comida "romana". En estos años hemos vivido momentos de todos los colores, de dolor y alegría. Y repito las palabras de Lucero: "...hemos decidido no ser víctimas de lo que nos hizo ( yo añado y de lo que nos hace) sufrir,...intentar brillar, sonreir...
Al final de la comida, un pequeño grupo de compañeros ( creo también que puedo decir amigos) hemos ido andando hasta una parada de autobús. Y hemos hablado del dolor, pero sobre todo de la felicidad . Esa felicidad que está en las pequeñas cosas del día a día ( ¿es quizás la felicidad de tu África? ).
Entre mis cosas pendientes está ir a ver la exposición de la cual nos habla. Recuerdo lo que disfrute en la Galeria de los Uffizi cuando estuve en Florencia.
Besos míos y de muchos que te extrañan.
Conchi
Lucero, gracias, ese sonreír, a pesar de todo, es lo más valioso en la vida. Un beso.
ResponderEliminarFmop, gracias a esta exposición descubrí al artista alemán Joseph Beuys que exploró los límites del arte. Me hubiera encantado ser su alumno. Tengo deseos de investigar más su vida y obras. Su reflexión sobre el dolor en aquel espacio era densa. Me sorprendió.
ResponderEliminarSimalme, yo lo intenté pero sólo el budismo se ha logrado acercar a mi modo de entender (malentender)el mundo.
ResponderEliminarPequeño Schopenhauer, un cordial saludo. Bienvenido por aquí.
ResponderEliminarJueves, hoy es viernes pero como si fuera jueves. Un final de día afortunado.
ResponderEliminarConchi, ya puedes decir que me hubiera encantado compartir esos momentos con vosotros. Intentaré escribir a Mila. Ella para mí es entrañable, igual que los recuerdos que atesoro de todos esos amigos que citas, y las comidas romanas y griegas, y gallegas...
ResponderEliminarNo sabes lo profundas que me llegan tus palabras.
Besos.
La imaginería cristiana está repleta de símbolos del dolor. Una persona a la que estimo muchísimo me decía que la pintura religiosa fundamentada en la Biblia muestra el dolor de una forma obscena. Quizá no comparta del todo esta visión, pero sí que es cierto que el hombre se resiste a sufrir el dolor, pero lo ensalza en el arte. ¡Y de tantas maneras!
ResponderEliminarHola, Joselu, como tú, yo también soy profesor de secundaria y como tú tengo un glog, minúsculo blog que acabo de estrenar. ¿Te pasas por allí un ratito que puedas?
ResponderEliminaryotambiensoyprofesor.blogspot.com
Espero tener tiempo para ir haciendolo crecer como el tuyo (o como la mitad del tuyo, también valdría).
Saludos.
Apuntando en la línea de las manifestaciones religiosas del dolor, me gustaría saber qué pensaría un marciano al ver a los penitentes infligiéndose dolor; personas a las que se supone un respeto absoluto por la vida y por el prójimo son capaces de llevarse ellos mismos al borde la muerte (y estar a la vez en contra de la eutanasia, por ejemplo).
ResponderEliminarGracias por entrar en el blog y dejarme mi primer comentario, ya puedo decir que alguien me ha leido, yupi!! Gracias de nuevo.
ResponderEliminarDices que sólo el budismo se ha acercado a tu modo de entender el mundo, y ¡vaya, qué gracia! a mí me pasa lo mismo. Sin la enseñanza budista hacerca del dolor, sin su meditación vipassana, sin su manera de darle la responsabilidad al hombre y dejar de lado los dioses creo que no podría vivir. Todo lo contrario del catolicismo en el cual para hacerte seguir sus principios utilizan la amenaza como recurso.
Un abrazo.
yotambiensoyprofesor.blogspot.com
"procesiones larguísimas donde Cristo sufría lo indecible por todo el género humano"
ResponderEliminarEs esa manipulación, ese sentimiento de culpa que se debía alimentar a diario, mañana y tarde, la insistencia monotemática en lo bueno que era, lo mucho que sufrió, los detalles morbosos de las espinas, el vinagre, el dolor, ser conscientes en el momento de la muerte.. eso es todo lo que tienen que ofrecernos.
El dolor es una llave que abre muchas puertas, la fortaleza individual y la concepción de la vida establecen las diferencias, hay quien crece, hay quien se pierde, el dolor visto como expresión de vida y renacimiento forma parte de la cotidianidad aunque a veces no pensemos en él, cada día, ofrece sus propios saldos, el punto es si vivimos pendientes de ellos o no, algo si tengo claro el catolicismo no me ofrece asideros ni entendimientos.
ResponderEliminarCreo que en el mundo de hoy, sobrevivir es ya una creación, VIVIR, ha de ser arte.
un abrazo
No veo que las "performances" o instalaciones de Josepb Beuys se distancien mucho del urinario que comentábamos anteayer.
ResponderEliminarCuando vi la película de Mel Gibson sobre la tortura y muerte de Jesucristo se me antojó pueril; lo que los padres jesuítas nos hacían imaginar en los "ejercicios espirituales" era mucho más crudo, lo de las tiras de pellejo arrancadas de la espalda por los flagelos de la soldadesca romana era apenas el aperitivo de las crueldades en las que el cura se recreaba y nos hacía recrearnos. No sé ni como hemos posido crecer como hemos crecido; religión de amor, religión de terror.
es genial cuando se va a ver una exposición y te llega a fondo, te hace reflexionar, profundizar en ti mismo y al final te abre nuevas puertas.
ResponderEliminarSegún lo describes, la obra de este artista es contemporanea. En relación con el otro post que escribiste, aquí está la diferéncia entre arte contemporaneo que no sirve de nada y otro que esta puesto en el lugar ideal y en el momento idóneo, porque nos abre un mundo a través de una exposición sobre el inmenso dolor y sufrimiento que debió para Jesús, pues esto nadie lo puede negar (después podemos lanzar un debate si lo pasó como persona o como algo esperitual).
Sincermante me alegro, y aunque no comulgo mucho con La Caixa, en este caso han hecho algo que vale la pena.
a tú pregunta, ya sabes la respuesta, yo creo que todos somos artistas, solo hay que buscarse dentro de uno mismo y disfrutar de la vida.
saludos
Lu, el sábado venía un artículo de Antonio Muñoz Molina el El País sobre el belicismo de los movimientos de vanguardia. Desde Marinetti que sostenía que la guerra era la higiene de la humanidad, a la prosa beligerante de muchos artistas de vanguardia alemanes y franceses que enaltecieron la guerra. La guerra es una terrible experiencia de dolor y de cuántas maneras ha sido enaltecida con cantos y soflamas patrióticas. He visto exposiciones en que se exaltaba el dolor y el sadomasoquismo. El dolor es una motivación artística de primer orden, sin duda.
ResponderEliminarUno no se hace idea de hasta que punto estamos influidos por el catolicismo
ResponderEliminarY
Por supuesto, Joselu, eres artista en la medida en que eres capaz de tener un pensamiento abstracto a partir de un estímulo concreto que no encarna tu pensamiento. Pero discrepo de la opinión de este artista: no todo el movimiento es arte, sino toda la interpretación del movimiento, y eso sólo saben hacerlo unos cuantos.
Un saludo,
Antonio, el otro día entré en una página del Opus Dei en la que se hablaba del uso de cilicios o látigos penitenciales (no recuerdo cómo se llaman)explicando su conveniencia.Negaban cualquier experiencia de placer sin una dosis de sufrimiento, hasta el gusto por una comida debía ser contrapesado con algo penitencial. Sin duda, el marciano estaría algo sorprendido por esa apoteosis que señalas en cuanto a experiencias masoquistas de los flagelantes cuya proximidad a lo erótico a veces no es demasiado lejana.
ResponderEliminarEn cuanto a la eutanasia, espero que poco a poco se vaya abriendo paso de un modo razonable en nuestro país.
Frikosal, no puedo dejar de estar más de acuerdo contigo en cuanto a lo que tienen que ofrecernos, pero eso no invalida la reflexión sobre el dolor que implica mucha de la pintura religiosa que tuve ocasión de ver en la exposición y la instalación de Joseph Beuys, un autor de vanguardia, sobre la experiencia del dolor. En aquellos momentos conecté ambas experiencias artísticas tan lejanas y percibí el correlato de renacimiento que implica la experiencia dolorosa. El hecho de que la iglesia no haya sido una institución precisamente ejemplar no excluye que su filosofía haya impregnado nuestro modo de entender y sentir las cosas. Nuestra historia del arte, nuestros más profundos sentimientos participan, creo yo, de esta cosmovisión dolorosa: flagelación, muerte-renacimiento, iluminación. Es sobre esto lo que quería reflexionar y la obra de Beuys es una motivación intensa para ello.
ResponderEliminarYolanda, por el arte que tiene que ver con la vida y la vida que se convierta en una obra de arte. Coincidiría, pues, con la concepción de Beuys de que dentro de cada uno de nosotros hay un artista. Cada vida, la mayoría de ellas, contempladas estéticamente. ofrecerían motivo de una magnífica novela si hubiera alguien capaz de escribirla. Un abrazo.
ResponderEliminarPantagruel, tienes razón en lo que dices sobre el urinario de Duchamp y las instalaciones de Beuys. Son propuestas reflexivas sobre la naturaleza del arte. Pero en la propuesta de Beuys me quedé prendado y prendido. Me vi metido en aquella cámara sombría de plomo y ello supuso una cierta reflexión vital y estética. Sentí la conexión con el artista. En su concepción vida y arte está íntimamente ligados, y en este caso lo consiguió. El día que vi el urinario de Duchamp no conseguí establecer esa conexión, no surgió la reflexión estética, a pesar de que me había planteado muchas veces la broma enorme que suponía convertir un elemento vulgar y escatológico como un urinario en una obra de arte, o por lo menos así es considerada. Beuys apuntó más hondo y me dejó allí clavado.
ResponderEliminarPor lo demás, veo que tú has sido un adolescente que sufrió los siniestros ejercicios espirituales de San Ignacio. Pudo ser terrible, pero te aseguro que para el grado de enloquecimiento de muchos de nuestros adolescentes y la crispación que existe en las aulas, no les vendría mal pasar a muchos de ellos por esa experiencia tan hondamente traumática. Al menos en ti han dejado una capacidad reflexiva en rebeldía contra aquello, pero capaz de densas elaboraciones intelectuales con las que no siempre estoy de acuerdo, pero que escucho atentamente.
Eloi, la realidad es que son fundamentalmente los bancos los que traen exposiciones artísticas interesantes (y además gratuitas). Debe ser su mala conciencia. De hecho dicen que su obra social es el "alma de la Caixa". Son los que tienen el dinero. En este caso mi presencia en las dos exposiciones, la de pintura renacentista y barroca y la instalación de Beuys fueron motivaciones intensas que me hicieron reflexionar y disfrutar.
ResponderEliminarJosé, el lanzador de botellas, creo que con tus palabras en réplica a las de Beuys se inicia un debate apasionante sobre la naturaleza del arte y la del artista, que no descarto plantear en algún momento. Un saludo muy cordial.
ResponderEliminarYo pasé parte de mi infancia en un colegio de monjas, con rosario diario, mes de mayo dedicado a María y todas esas cosas que conoce tanta gente de mi generación. En el Instituto teníamos Religión, cómo no, y nada de optativa, obligatoria por narices. Hacíamos ejercicios espirituales y todo con un cura llegado de la Península (estábamos en el Sáhara). Recuerdo con horror las historias de mártires, sangrientas y horribles, como la de los hermanos Macabeos, qué forma de deleitarse en el dolor y la muerte. Años y desengaños después corté con todo eso, aunque, como es bien sabido, es prácticamente imposible darse de baja. Si has sido bautizado formas parte de la estadística. Podría hablar mucho de si la Iglesia católica debe cambiar o no, pero a lo que no tiene derecho es a manejar las conciencias de quienes no pertenecen a ella. En lugar de ser integradora y conciliadora se regodea en el oscurantismo y en antiquísimos dogmas que nunca han sido validados. Mueve cantidades ingentes de dinero, pero sigue pidiendo más y más. Nada le parece suficiente. Se hace la víctima, eso siempre es rentable. Yo tuve una compañera monja en el colegio durante años (iba con hábito seglar y todo) y si empiezo a contarte cosas de ella tengo para meses. Usaba cilicio, que luego encontrábamos en el baño, una asquerosidad. Daba clase con la llave echada, con velas encendidas, de rodillas y con los brazos en cruz. Y como profesora para qué os cuento, anda que no nos dio problemas...
ResponderEliminarPor eso me ha impactado tanto "Camino", porque instrumentalizar el sufrimiento de una pobre niña "ad maiorem Deum gloria" (creo que se pone así) me parece inmoral. Qué forma de dar la vuelta a los sentimientos y a la vida. La vida ya es dura de por sí, no hay que añadirle más tintes negros ni alegrarse por el dolor que nos sale al paso. Todavía hay curas que disuaden a las mujeres maltratadas de denunciar a sus maridos, qué barbaridad. Puede que algún día te cuente mi experiencia personal con curas, cuando era adolescente. Sobreviví a aquello, pero no lo olvido, por eso sé bien cómo son.
Ánimo y adelante con tu trabajo y con tu blog. Yo de momento tengo pocos comentarios, a ver si se va animando.
Un saludo.
Cuando alguien pinta un cuadro del dolor ajeno debe sentir ese dolor, se debe prolongar durante toda la creación. cuando alguien escribe sobre el dolora ajeno debe, en su descripción, ir percibiendo cada emoción hasa el final del relato. D´s debe estar sufriendo mucho, pues nuestro dolor no termina.
ResponderEliminarHola Joselu, casi no me da tiempo de comentar pero sabes que este es uno de mis blogs preferidos.
ResponderEliminarQuería comentarte que acabo de iniciar un blog en el que publicaré algunos trabajos de mis alumnos, me encantaría tu opinión,te dejo la dirección:
http://vocesadolescentes1.blogspot.com/
Un abrazo.
Lety.
Joselu, sinceramente, lo malo es que no puedo decir que "sufriera" aquello. Aquel espectáculo del sufrimiento ponía en marcha resortes voluptuosos en nosotros. Pienso que entre los administradores de picana de la Escuela de Mecánica y otros torturadores de la historia moderna y reciente hubo probablemente devotos y fervorosos ejercitantes ignacianos. Mi rechazo de todo eso es esencialmente racional. No se puede apelar a esos instintos, ni hacer del sufrimiento autoinfligido un camino de perfección. Bástele a cada uno la cuota que tengamos preparada.
ResponderEliminarMi experiencia religiosa creo que está al margen de mi fruición al pasear por la catedral de Burgos o deleitarme con una crucifixión o una magdalena... Creo que el bagaje cultural, espiritual, personal me hacen sentir, disfrutar y captar sensaciones, interpretaciones que quizá no sentiría si tuviese otra historia y otras vivencias, pero también es cierto que en la gran Mezquita de Kuala Lumpur disfruté mucho y este año en una iglesia de San Juan Chamula (Chiapas, México) también experimenté muchas sensaciones en una celebración ritual de los indígenas.
ResponderEliminarEl dolor... recuerdo las palabras de Rubén Darío: "...pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
Yolanda, yo recuerdo a mis cinco y seis años la descripción detallada del día del Juicio Final y las consecuencias del pecado mortal por parte de las monjitas a que iba. Pasé años angustiado con estos temas, y aún hoy pienso que algo de aquello me quedó en el ominoso sentimiento de culpa que tan bien sabían inocular. Luego nueve largos años en un colegio de curas sádicos y amargados. Respiré el día en que me vi en otro ambiente laico, en aquel COU vibrante que cursé en una academia libre de oscurantistas.
ResponderEliminarYoffy, si he entendido bien dices que D's (¿Dios?)debe estar sufriendo porque somos parte de su creación y nuestro dolor no termina. Lo cierto es que la idea de Dios, como creador de un universo donde exista el dolor como lo conocemos es abominable. Probablemente Dios no exista entre otras cosas porque no puede ser tan malvado.
ResponderEliminarPantagruel, me sugiere tu comentario sobre el sufrimiento autoinfligido como camino de perfección, la realidad de muchos deportistas cuya experiencia (pienso en alpinistas por ejemplo)para alcanzar sus metas (un ocho mil)implica grandes dosis de sufrimiento autoinfligido y libremente elegido. Pienso en los héroes de guerra y los patriotas que se inmolan por la patria (por ejemplo esos etarras que asesinan y luego se pasan veinte años en la cárcel -no más-)y que piensan que su sufrimiento y el de sus víctimas es justo y necesario. Pienso en los impulsos autodestructivos de tantos suicidas y depresivos apegados al dolor como una segunda piel de la que no se pueden evadir. Pienso en la voluptuosidad del dolor para los sadomasoquistas que llegan a ponerse en situación de asfixia para obtener el orgasmo. En conclusión, nuestra relación con el dolor es compleja y fuente de representaciones artísticas como la de Beuys y Luca Giordano, alejadas en el tiempo pero ambas reflexionan sobre lo que da título al post.
ResponderEliminarMarcos, es curiosa la diferencia de enfrentarse al dolor por parte de la tradición cristiana y el budismo. Frente al cristo sufriente y terrible la imagen de Buda aparece con una sonrisa leve en sus representaciones más conocidas. La relación de los indígenas mejicanos con la muerte es una mezcla de truculencia y comicidad.
ResponderEliminarHola, Joselu, de nuevo gracias por tu comentario al nuevo post de mi blog, eres buena gente!!
ResponderEliminaryotambiensoyprofesor.blogspot.com
En todas las experiencias que mencionas el dolor -el sufrimiento- es un acompaññante inexcusable para la consecución de un fin. Yo que hice ciclismo -no competitivo- recuerdo la explosión de endorfinas al rematar un puerto tras una ascensión agónica. Nada más lejos de mi intención que la "mortificación de la carne". El sufrimiento no es autoinfligido, sino que te lo impone la experiencia en la que te sumerges; nada que ver con el cilicio, creo, espero... De todas formas, admito que la relación con la experiencia dolor es muy compleja, tiene infinidad de matices, y admite muchas aproximaciones.
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